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Mi madre prepara los bocadillos para mi padre y para mí y los envuelve en papel de periódico. Nos da un beso y al coche, corriendo. Nos acercamos con el Gordini hasta el Mestalla, nadie lo llama Luís Casanova, qué difícil encontrar aparcamiento, al fin un hueco, vamos al bar de Micer Mascó en el que hemos quedado con los amigos de siempre. Un doble para mí y una Mirinda de limón para mi hijo, por favor. Bueno, ya estamos todos, vamos ya. La marea de gente nos comprime y nos empuja, todos queremos entrar al mismo tiempo, a última hora, tradición local. El portero nos revisa los pases, entramos y subimos por las escaleras que suben hasta el cielo. Al fin la grada, sector 28, las luces de los focos que lo iluminan todo, el perfume maravilloso de la hierba, de los bocadillos que lleva todo el mundo para la cena en el descanso, nos sentamos entre los demás, la almohadilla está casi tan dura como el cemento de la grada. La voz de siempre canta la alineación y nosotros la jaleamos, con las gargantas estremecidas, Abelardo... ¡bien!, Sol... ¡bien!... El Valencia sale por fin al son del pasodoble, la hinchada ruge, yo rujo, yo uno más, mi grito uno más.
Mi madre prepara los bocadillos para mi padre y para mí y los envuelve en papel de periódico. Nos da un beso y al coche, corriendo. Nos acercamos con el Gordini hasta el Mestalla, nadie lo llama Luís Casanova, qué difícil encontrar aparcamiento, al fin un hueco, vamos al bar de Micer Mascó en el que hemos quedado con los amigos de siempre. Un doble para mí y una Mirinda de limón para mi hijo, por favor. Bueno, ya estamos todos, vamos ya. La marea de gente nos comprime y nos empuja, todos queremos entrar al mismo tiempo, a última hora, tradición local. El portero nos revisa los pases, entramos y subimos por las escaleras que suben hasta el cielo. Al fin la grada, sector 28, las luces de los focos que lo iluminan todo, el perfume maravilloso de la hierba, de los bocadillos que lleva todo el mundo para la cena en el descanso, nos sentamos entre los demás, la almohadilla está casi tan dura como el cemento de la grada. La voz de siempre canta la alineación y nosotros la jaleamos, con las gargantas estremecidas, Abelardo... ¡bien!, Sol... ¡bien!... El Valencia sale por fin al son del pasodoble, la hinchada ruge, yo rujo, yo uno más, mi grito uno más.
Mi padre me dice que no me entretenga. Ya me he quitado el pantalón que he traído y bajo corriendo por las gradas hasta llegar al campo. Busco a Finezas, el fotógrafo del club, mi padre lo conoce y ya ha hablado con él, es mentira que el corazón no alcance las mil pulsaciones. Ponte aquí, chaval, en este lado, así, no os mováis que el chiquillo tiene mucha ilusión, es un momento. Abelardo me pone la mano en el hombro, nos ilumina el flash de la cámara, los jugadores me sonríen y se preparan para la foto oficial, la que saldrá en los periódicos de mañana. Corro otra vez por las escaleras. La gente me aplaude y me dice cosas mientras subo otra vez a mi asiento, me dirá más tarde mi padre; yo estoy, sin embargo, en otro mundo. Tengo nueve años, tendré nueve años desde ese momento y para siempre en esa foto, y aún creo que la vida va a ser eternamente así, que esa emoción, esa sensación embriagadora, se irá repitiendo misteriosamente a lo largo de los años. Qué tonto. Qué niño.
Septiembre del 71. No era un partido cualquiera. Mestalla asistía, por primera vez en su larga historia, a un encuentro de la Copa de Europa, contra un equipo luxemburgués. Hubo goleada del Valencia, 6-0 o 6-1, no estoy seguro. Ya sé que los conocéis, pero me encanta nombrarlos. De pie: Abelardo, Sol, Aníbal, Martínez, Videgany y Claramunt. De rodillas: Sergio, Lico, Forment, Paquito y Valdez. No jugó Antón, mi ídolo de entonces, estaba lesionado, qué pena la foto sin él.
Javier Cerdán San Pedro
Socio del Valencia CF
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Bienvenido al blog. Entonces será usted de la extraordinaria añada del 62, como yo. Qué descripción más tierna de los nueve años. Qué grande la foto. Ese escudo cosido...
ResponEliminatempo è dolore.
Como uno más de la añada del 62 no puedo más que disfrutar con el texto. La ilusión de parar el tiempo hecha realidad, por un instante. Creo que has expresado un sentimiento que muchos compartimos. Yo también tengo nueve años.
ResponEliminaMuy bueno. De verdad.
ResponEliminabar Torino
Enhorabuena, precioso texto.
ResponEliminaYo no tenía nueve años en el 71... los tenía en el 86... Descenso y México86. Infancia marcada de por vida...
V. Chilet
(En un par de horas volaré a Florencia. El miércoles estaremos en la Curva Fiesole tifando para que la Fiorentina gane al Bayern de Múnich).
Excelente... y bienvenido!
ResponEliminaCoincido con V.Chilet, cuando yo tenía 9 años el VCF descendió a Segunda división.
Aún así, los jugadores de entonces me parecían superhombres y todo contacto, físico (autógrafo, estreche de manos) o visual (El Corte Inglés, por el centro) suponía para mi un shock emocional que duraba meses....
Saludos a todos!
Sergi Calvo
Siempre me quedé con las ganas de estar algún día al lado de los jugadores en el momento de la foto. Les tenía un enorme respeto, eran los dioses de la infancia. Precioso relato, enhorabuena. El equipo rival era el Unión Sportive Luxembourg, iban de azul y tenían un futbolista que llevaba gafas. La victoria fue por 3-1.
ResponEliminaPaco Lloret
Lo de la Mirinda me parece sublime. Estoy seguro que Juan Soler conquistó a Consuelo a base de Mirindas en el casal de la falla. Lo imagino a hurtadillas, escondido detrás de alguna columna, haciéndole señas a la amiga doblemente feucha y vocalizando en silencio mientras están a punto de meterle un collejón por la espalda: yo pago los tickets de las mirindas, yo pago.
ResponEliminaUn chiste al hilo: entran un padre y su hijo al bar y el camarero le pregunta al padre, ¿le pongo una Mirinda al niño?. El padre contesta: No, el niño ya ha MIRINDAO.
pd; sólo tengo una foto con futbolista. Tengo 8 años. Kempes. Pero no vale para este blog. Lo que se ve detrás no es Mestalla...es Heyssel.
bar Torino
Excelente relato.Buena foto,buen equipo mejores recuerdos.Y como siempre perfecto LLoret al quite,ganamos 3-1.Tal vez,maestro, te falto decir una de las últimas alineaciones con Paquito,esa temporada jugo muy poco,luego se incorporó al Mestalla,pero ya esta aquí tu pequeño saltamontes para recordartelo.Bueno saludos a todos,extraordinaria la idea.Romi
ResponEliminaYo también soy del 62 y lo único que puedo decirte es que eres un privilegiado. Durante 10 años, mi localidad era la fila 1 de tribuna, en los tiempos en los que la banda estaba más próxima a la grada que ahra, y nunca, pero que nunca, rocé siquiera a Valdez, mi ídolo infantil. Si hubiera podido pisar el terreno de juego y haberme hecho una foto con él, me consideraría un verdadero privilegiado.
ResponEliminaEnhorabuena por el texto.
Bajar del 28 hasta el campo era mucho bajar. Me resulta familiar la escena. Entre cientos de cabezas, escaleras abajo y al final el cespéd: un salto y el niño que corre a la gloria, entre la complicidad coral de Mestalla.¡Quién fuera él! Nun ca lo olvidará.
ResponEliminaSiempre me fascinó la facilidad trepadora entre el público, de los vendedores en la grada. Equilibrios entre bandeja, caja de helados o bebidas. Puntos blancos entre la atmósfera ardiente de la picadura selecta, celtas y puros habanos.
Joder, este lugar va adquiriendo entididad de página de culto.
ResponEliminaV Molins
Menudo blog hay aquí. No conozco a ninguno de los de la foto, pero este artículo también me ha emocionado. Saludos.
ResponElimina