Si la memoria no me juega una mala pasada, presencié mi primer partido copero en Mestalla en septiembre de 1991. Yo tenía escasos ocho años y acudí junto a mi padre y mi tío Paco en un Ford Sierra recién salido de fábrica que me maravillaba por su mecanismo limpiaparabrisas, del que salía un chorrito de agua que dejaba como nuevo el cristal en un santiamén. Recuerdo más bien poco de aquel día: la habitual aseveración, por parte del portero de turno, de “este xiquet té més de huit anys”; la subida hasta el Gol Sur, aún entonces uno de los puntos más altos del estadio; el aburrimiento de mis vecinos de sillas a pesar de los goles y el papel de comparsa que jugó el rival, el riojano CD Arnedo. Fue, según leo en las crónicas de la época, un partido aburrido, intrascendente, que únicamente sirvió para que el malogrado Rommel Fernández se luciese marcando cuatro goles. Y para que los jugadores del Arnedo se hicieran retratar con la vacía grada a la espalda, orgullosos de haber pisado un escenario de Primera División.
Quizá el banderín conmemorativo que ambos equipos intercambiaron en aquella eliminatoria se halle entre la montaña que el Valencia guarda, a falta de museo, Dios sabe dónde. Como los obsequios de tantos otros partidos olvidados. Me gusta imaginar cómo, por el contrario, muchos recordatorios blancos y con el escudo del murciélago bien visible han visto pasar los años desde un lugar de privilegio en la sede de los clubes modestos que un día visitaron Mestalla. Esos banderines, junto a fotos y hojas de diarios que empiezan a amarillear, representan los noventa minutos de gloria de aquellos aguerridos onces que soñaron con la campanada de derrotar al Valencia en su estadio. Y siguen siendo objeto de admiración y punto de arranque de historias llenas de nostalgia que acaban con un café, un suspiro y un “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Pensemos por un momento en las sensaciones vividas por un futbolista cualquiera de un equipo de Segunda B o Tercera al encarar por vez primera el túnel de salida a Mestalla. La mezcla de ilusión y nervios al pisar el campo en el que han recitado lecciones muchos de los grandes de la historia del fútbol. La emoción al reconocer en las desnudas gradas del coliseo caras familiares o pancartas de apoyo. La inmensa alegría del gol que puede dar la campanada y sacar de la circulación a un poderoso rival como el Valencia. El intenso estremecimiento al escuchar los cánticos de la afición local. La tan acostumbrada decepción que supone la derrota. Y, a veces, el maravilloso sabor de la victoria imprevisible, que se transforma en euforia al dar su particular vuelta de honor al estadio.
Por todo eso resultaría injusto no recordar a los equipos pequeños que pasaron por Valencia y que, ofrecieran o no un buen espectáculo, dejaron su pequeña huella sobre un césped cargado de historia. Arnedo, Maspalomas, Sestao, Conquense, Deportivo Aragón, Sant Andreu, Burriana, Gandía... todos ellos merecen su parte del pastel. Todos ellos también forman parte de la gran historia de Mestalla.
José Ricardo March
Aficionado del Valencia CF
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Quizá el banderín conmemorativo que ambos equipos intercambiaron en aquella eliminatoria se halle entre la montaña que el Valencia guarda, a falta de museo, Dios sabe dónde. Como los obsequios de tantos otros partidos olvidados. Me gusta imaginar cómo, por el contrario, muchos recordatorios blancos y con el escudo del murciélago bien visible han visto pasar los años desde un lugar de privilegio en la sede de los clubes modestos que un día visitaron Mestalla. Esos banderines, junto a fotos y hojas de diarios que empiezan a amarillear, representan los noventa minutos de gloria de aquellos aguerridos onces que soñaron con la campanada de derrotar al Valencia en su estadio. Y siguen siendo objeto de admiración y punto de arranque de historias llenas de nostalgia que acaban con un café, un suspiro y un “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Pensemos por un momento en las sensaciones vividas por un futbolista cualquiera de un equipo de Segunda B o Tercera al encarar por vez primera el túnel de salida a Mestalla. La mezcla de ilusión y nervios al pisar el campo en el que han recitado lecciones muchos de los grandes de la historia del fútbol. La emoción al reconocer en las desnudas gradas del coliseo caras familiares o pancartas de apoyo. La inmensa alegría del gol que puede dar la campanada y sacar de la circulación a un poderoso rival como el Valencia. El intenso estremecimiento al escuchar los cánticos de la afición local. La tan acostumbrada decepción que supone la derrota. Y, a veces, el maravilloso sabor de la victoria imprevisible, que se transforma en euforia al dar su particular vuelta de honor al estadio.
Por todo eso resultaría injusto no recordar a los equipos pequeños que pasaron por Valencia y que, ofrecieran o no un buen espectáculo, dejaron su pequeña huella sobre un césped cargado de historia. Arnedo, Maspalomas, Sestao, Conquense, Deportivo Aragón, Sant Andreu, Burriana, Gandía... todos ellos merecen su parte del pastel. Todos ellos también forman parte de la gran historia de Mestalla.
José Ricardo March
Aficionado del Valencia CF
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Bonito post y merecido homenaje a todos esos equipos que tambien han escrito la historia del viejo Mestalla, aunque pasaran de puntillas y sin hacer demasiado ruido.
ResponEliminaOjalá el proyecto del Museo del club algun dia se lelve a cabo.
Un saludo
Jose Miguel Lavarías
Muy buen apunte, el de la percepción de un gran club desde la perspectiva de los pequeños. Ahora solo falta que nosotros nos veamos como ese gran club que somos y asentemos unas bases de cultura de club, que no se vea traicionado a cada traspié deportivo.
ResponEliminaY la realidad de un museo no es más que otro de esos proyectos irrealizables a día de hoy, con la vorágine de la deuda. Pero IMPRESCINDIBLE.
Muy bien traido amigo.
ResponEliminaDe nano me fascinaban esas noches. Sobretodo por el factor equipación.
Añado algunos equipos; el Mirandés, el Burgos promesas, el Corralejo (jugado en Castellón). Y también las primeras visitas de equipos que luego estuvieron en primera: el Tenerife (con el último gol de Claramunt, en 1978), el Albacete (una fría noche de 1981 con pórroga incluida)
BT
A mi también me encantan esos partidos. Y muy buena reflexión sobre los banderines. Cuando he visitado los museos de clubes ingleses siempre ha sido especial encontrar algún banderín de nuestro club.
ResponEliminaEl partido de Arnedo creo que fue el debut de Leonardo, que lo fichamos lesionado.
Muy buen post, Jota, y también el anterior de Rafa.
V. Chilet
Generalmente el público de Mestalla solía recibir a estos equipos, igual que a los debutantes en primera o a los que volvían a la categoría de oro después de unos años, con aplausos de cortesía.
ResponEliminaEn los últimos años hemos contado con las visitas a Mestalla de Portugalete, el histórico y laureado Real Unión de Irún o el Rácing Portuense.
Sin embargo, el partido de esta índole que siempre se me quedará grabado será el de aquella invernal vuelta copera contra el Figueres. Enorme sufrimiento, prórroga, pena máxima fallada por Vlaovic en plan sainetesco y primer gol de Ilie. En el ambiente, una sensación de bochorno y de que lo íbamos a pasar mal para evitar el descenso. Afortunadamente Rainieri y un puñado de pundonorosos jugadores reconvirtieron un equipo por entonces deshecho.
Por otro lado, seguro que todos tenemos algún banderín que guardamos con especial cariño. En mi caso conservo uno firmado por Mendieta de cuando vino de visita a mi colegio en 1993, siendo entonces aún prácticamente un desconocido para la afición. Ese artículo y un par de entradas convenientemente amañadas para que me tocaran fueron el premio que los docentes decidieron otorgarme por mi valencianismo irredento.
Mi banderín favorito es uno de la liga de 1971 que Vicente Peris le regaló a mi padre cuando me hizo socio siendo un recién nacido en enero de 1972.
ResponEliminaPara los amantes de la iconografía del club os recomiendo un paseo por la Salamandra (plaza Xuquer). Hay un banderín de la final de Heysel (14-5-1980) firmado por Arias. Es una pieza única, ennegrecida por los años pero con un valor incalculable. Sobre todo porque es un banderín de los que vendían los ingleses. (de ahí una línea estética muy limpia) No os lo perdáis. Se lo regalé a Hector cuando ganamos la liga del 2002. Creo que no hay anaquel mejor para su exposición. Ennoblece el local. Y le da un toque muy de Cheers. Un valencianismo discreto e ilustrado.
BT
Buen homenaje. El Valencia disputó la primera edición de la Segunda División en su grupo A, la temporada 1928-1929.Dos temporadas más tarde, la 1930-1931 ascendíamos a Primera. Crecimos y llegamos a lo más alto, pero nunca deberíamos olvidar, nuestros pequeños banderines.
ResponEliminaAlfredo Cardona
Recuerdo que el Valencia jugó en Corralejo, en Fuerteventura, en un campo de tierra y se empató 2-2aunque había partido de vuelta. Fue en el año 95. También el debut de Leonardo en Arnedo. Pueblo de Luis del Olmo, si no me equivoco. Sigo isfrutando cion esta web. Gracias.
ResponEliminaNacho.
www.futbollegends.blogspot.com
Nacho, el pueblo de Luis del Olmo es Ponferrada. Puede que te hayas confundido por el hecho de que en esa misma temporada 91-92 el VCF disputó un amistoso en Roda de Barà, localidad de residencia del locutor.
ResponEliminaSaludos!
Creo que Salenko falló su único penalti precisamente ante el Corralejo, en el partido del destierro.
ResponEliminaV. Chilet
grande JR! veo que no pierdes ni ni la memoria ni la mordiente periodística!
ResponEliminaUn fuerte abrazo, Fran Cervera.