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23 de junio de 2009. Mi hijo pasa a recoger sus excelentes notas de 4º de E.S.O. y yo le espero en el coche enfundado en la camiseta del doblete. Él, cosas de la adolescencia, ha ido a recoger las notas con una camiseta de los Minnesota Twins y una vez dentro del coche, la cambia por la camiseta de la temporada pasada, la de la Copa frente al Getafe. Estamos felices. Mi orgullo paterno se mezcla con lo que, sin duda alguna, es una de las herencias que mi único vástago recibirá: valencianismo en estado puro. Mi manía por tenerlo todo controlado me hizo reservar por internet dos plazas en la visita guiada por Mestalla hace casi una semana, reserva que me fue confirmada y que no hizo sino animarme más aún si cabe. Llegamos con casi 15 minutos de adelanto a la tienda oficial del club, junto al campo. Me presento y la dependienta, muy amable, me llama por mi nombre sin que yo me haya presentado, lo cual evidencia que no seremos muchos en la visita. Me cobra un precio especial para accionistas y abonados. No me pide documento alguno, parece ser que nuestras camisetas son una prueba irrefutable y más que suficiente. Sella dos entradas y nos las da. La visita está programada para las doce de la mañana. Nos dice que una chica vendrá y nos llevará hasta el campo. A las doce y cinco sólo estamos en la puerta de la tienda diez personas. Un par de amigos de Barcelona, uno culé y el otro xé. Un turista italiano despistado. Un matrimonio canario con tres hijos gafudos, todos madridistas confesos. Mi hijo y yo. A las doce y diez viene la guía, con su teléfono móvil a pleno rendimiento susurrándole decibelios en la oreja izquierda. Nos dice que la sigamos y nos lleva hasta la verja de acceso a la rampa, a la derecha de la fachada del campo. Más que guía parece un sherpa. No abre la boca, simplemente nos conduce, rampa arriba, hasta el piso donde están los palcos de empresa. Abre uno. Lacónicamente dice: “este es un palco de empresa, el de Estrella Damm”. Nuestra perspicacia holmesiana ya había extraido esa información de un simple vistazo a la estancia. Un botellón publicitario enorme de plástico de la cerveza en cuestión está sobre la mesilla baja que preside la parte diáfana de la estancia. Nos lleva hasta la sala de prensa. Sus palabras, memorables. “Esta es la sala de prensa”. Había un cartel en la puerta de entrada que decía lo mismo. De allí, por una ruta en caída libre, hasta la zona mixta y el vestuario del Valencia. Es hierática y fría, pero casi parece también muda. Es una verdadera putada. Le pregunto por los bancos en los que se sientan nuestras jugadores, bancos de gimnasio, de los de toda la vida. Me resulta extraño dado que sé que en el vestuario visitante hay unos cómodos sillones para cada jugador. Me dice que Benítez no quería que se relajaran demasiado los jugadores antes de salir al campo, y ordenó retirarlos. Su explicación es como agua de mayo pero, tras esa brisa, su boca se obtura como la válvula pilórica de Ignatius Reilly. Salimos por el túnel de vestuarios hasta el borde del terreno de juego. Nos dice: “podéis haceros fotos en los banquillos”. El banquillo del Valencia tiene el suelo mojado. Los sillones llevan unas horribles fundas que debieron ser de color naranja hace años. Tal vez los forran para protegerlos del riego por aspersión. Es un hipótesis apresurada que me formulo a mí mismo para entender lo kafkiano de la situación. Los tres últimos están forrados con bolsas de basura negras. Los tres niños gafudos quitan las bolsas de basura y quedan a la vista tres asientos del banquillo. Ahora sí merece la pena hacerse la foto. Nos lleva hasta la capillita y el vestuario de los árbitros. Es un detalle significativo. El culé no sabe qué virgen es la que está en la capillita. “La geperudeta” dice nuesta heroica guía. Nos lleva hasta “el Casal” y el palco VIP. Le pregunto si la bandera que hay en la vitrina es la fundacional (bandera que creía extraviada), la que fue paseada en 1923. Me dice que cree que sí, que es vieja y que está sucia; cosa que salta a la vista. Nos saca al palco y nos permite ser presidentes en la fotografía tópica que todos llevamos en mente hacernos. Punto y final. Nos baja por la escalera de la puerta cero y adiós muy buenas. En un momento de su “performance” su móvil sonó y sin intención alcancé a escuchar: “acabo ahora mismo”. Son las doce y cuarenta minutos. La visita ha durado media hora escasa. Nadie sabe nada sobre qué significa Mestalla, sobre las distintas fases de construcción o remodelación del estadio. Ni de los trofeos que el Valencia ha ganado en 90 años de historia y que están tristemente expuestos en “el Casal”, ni de las costumbres locales en los días de partido: la banda en el campo, los orígenes y fines de muchos de los momentos mágicos que se han vivido y vivirán en ese recinto. Bueno, yo sí estoy al tanto, pero es que yo soy del Valencia, ya sabeis. Volvemos hacia la tienda. El aficionado culé me mira extrañado y no puedo hacer más que una cosa: disculparme. Le explico por qué el campo recibió el nombre de Mestalla y con un pesar que va acrecentándose en mi interior le doy la mano. Las entradas a la visita guiada te garantizan un 20% de descuento en cualquier compra que hagas ese día. Solo si el artículo no está rebajado. Todos lo están. No hay opción de usar ese descuento para nada. Miro el sello de la entrada. Un viaje en el tiempo. Hemos vuelto al pasado. El sello es del 21 de junio de 2009. ¡Qué vergüenza!
23 de junio de 2009. Mi hijo pasa a recoger sus excelentes notas de 4º de E.S.O. y yo le espero en el coche enfundado en la camiseta del doblete. Él, cosas de la adolescencia, ha ido a recoger las notas con una camiseta de los Minnesota Twins y una vez dentro del coche, la cambia por la camiseta de la temporada pasada, la de la Copa frente al Getafe. Estamos felices. Mi orgullo paterno se mezcla con lo que, sin duda alguna, es una de las herencias que mi único vástago recibirá: valencianismo en estado puro. Mi manía por tenerlo todo controlado me hizo reservar por internet dos plazas en la visita guiada por Mestalla hace casi una semana, reserva que me fue confirmada y que no hizo sino animarme más aún si cabe. Llegamos con casi 15 minutos de adelanto a la tienda oficial del club, junto al campo. Me presento y la dependienta, muy amable, me llama por mi nombre sin que yo me haya presentado, lo cual evidencia que no seremos muchos en la visita. Me cobra un precio especial para accionistas y abonados. No me pide documento alguno, parece ser que nuestras camisetas son una prueba irrefutable y más que suficiente. Sella dos entradas y nos las da. La visita está programada para las doce de la mañana. Nos dice que una chica vendrá y nos llevará hasta el campo. A las doce y cinco sólo estamos en la puerta de la tienda diez personas. Un par de amigos de Barcelona, uno culé y el otro xé. Un turista italiano despistado. Un matrimonio canario con tres hijos gafudos, todos madridistas confesos. Mi hijo y yo. A las doce y diez viene la guía, con su teléfono móvil a pleno rendimiento susurrándole decibelios en la oreja izquierda. Nos dice que la sigamos y nos lleva hasta la verja de acceso a la rampa, a la derecha de la fachada del campo. Más que guía parece un sherpa. No abre la boca, simplemente nos conduce, rampa arriba, hasta el piso donde están los palcos de empresa. Abre uno. Lacónicamente dice: “este es un palco de empresa, el de Estrella Damm”. Nuestra perspicacia holmesiana ya había extraido esa información de un simple vistazo a la estancia. Un botellón publicitario enorme de plástico de la cerveza en cuestión está sobre la mesilla baja que preside la parte diáfana de la estancia. Nos lleva hasta la sala de prensa. Sus palabras, memorables. “Esta es la sala de prensa”. Había un cartel en la puerta de entrada que decía lo mismo. De allí, por una ruta en caída libre, hasta la zona mixta y el vestuario del Valencia. Es hierática y fría, pero casi parece también muda. Es una verdadera putada. Le pregunto por los bancos en los que se sientan nuestras jugadores, bancos de gimnasio, de los de toda la vida. Me resulta extraño dado que sé que en el vestuario visitante hay unos cómodos sillones para cada jugador. Me dice que Benítez no quería que se relajaran demasiado los jugadores antes de salir al campo, y ordenó retirarlos. Su explicación es como agua de mayo pero, tras esa brisa, su boca se obtura como la válvula pilórica de Ignatius Reilly. Salimos por el túnel de vestuarios hasta el borde del terreno de juego. Nos dice: “podéis haceros fotos en los banquillos”. El banquillo del Valencia tiene el suelo mojado. Los sillones llevan unas horribles fundas que debieron ser de color naranja hace años. Tal vez los forran para protegerlos del riego por aspersión. Es un hipótesis apresurada que me formulo a mí mismo para entender lo kafkiano de la situación. Los tres últimos están forrados con bolsas de basura negras. Los tres niños gafudos quitan las bolsas de basura y quedan a la vista tres asientos del banquillo. Ahora sí merece la pena hacerse la foto. Nos lleva hasta la capillita y el vestuario de los árbitros. Es un detalle significativo. El culé no sabe qué virgen es la que está en la capillita. “La geperudeta” dice nuesta heroica guía. Nos lleva hasta “el Casal” y el palco VIP. Le pregunto si la bandera que hay en la vitrina es la fundacional (bandera que creía extraviada), la que fue paseada en 1923. Me dice que cree que sí, que es vieja y que está sucia; cosa que salta a la vista. Nos saca al palco y nos permite ser presidentes en la fotografía tópica que todos llevamos en mente hacernos. Punto y final. Nos baja por la escalera de la puerta cero y adiós muy buenas. En un momento de su “performance” su móvil sonó y sin intención alcancé a escuchar: “acabo ahora mismo”. Son las doce y cuarenta minutos. La visita ha durado media hora escasa. Nadie sabe nada sobre qué significa Mestalla, sobre las distintas fases de construcción o remodelación del estadio. Ni de los trofeos que el Valencia ha ganado en 90 años de historia y que están tristemente expuestos en “el Casal”, ni de las costumbres locales en los días de partido: la banda en el campo, los orígenes y fines de muchos de los momentos mágicos que se han vivido y vivirán en ese recinto. Bueno, yo sí estoy al tanto, pero es que yo soy del Valencia, ya sabeis. Volvemos hacia la tienda. El aficionado culé me mira extrañado y no puedo hacer más que una cosa: disculparme. Le explico por qué el campo recibió el nombre de Mestalla y con un pesar que va acrecentándose en mi interior le doy la mano. Las entradas a la visita guiada te garantizan un 20% de descuento en cualquier compra que hagas ese día. Solo si el artículo no está rebajado. Todos lo están. No hay opción de usar ese descuento para nada. Miro el sello de la entrada. Un viaje en el tiempo. Hemos vuelto al pasado. El sello es del 21 de junio de 2009. ¡Qué vergüenza!
Francisco García
Socio del Valencia CF
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El recuerdo a Ignatius, además de brillante es absolutamente ilustrativo. Como a Kennedy Toole, sólo nos queda el suicidio....
ResponEliminaYo descubrí "la desgana" en el 91, cuando entre la emoción de ver al otro lado de la vitrina la mítica Recopa del 80, descubría el trofeo, por aquel entonces el más importante de "mi" historia, oxidado, descascarillado y presa de varios "menjapols". Languidecía, tal vez con aún las huellas dactilares de Kempes en aquella noche en Bruselas, escondido (tal vez en su verguenza) tras copas menores y placas de amistosos infantiles, igualmente viejas, sucias y abandonadas.
Me declaro enemigo de un "parque temático" para turistas y cuyo fin sea sacar unos pocos euros y no reverdecer la magnífica historia que tenemos, pero un MUSEO, aunque sea sólo con las copas, las camisetas, entradas y carteles sería más que suficiente, en un entorno bonito y con sus paneles informativos respectivos... es ESENCIAL.
Has tocado, Francisco, una llaga profunda e hiriente: el poco aprecio, respeto, mimo, cariño, gusto, sentimiento, oportunidad por nuestra historia y cultura.
Terrible.
Sergi Valvo
LAMENTABLE, una mostra més de com, per desgràcia,funcionen les coses en el nostre club: Desgana, desinterés, desidia, mediocritat.
ResponEliminaPer a finalitzar, rescate unes línies de la nota feta per la redacció d'este blog en referència a un altre tema, però molt aplicable a este:
"Si este és l'interés per la nostra història, no ens estranyaria que el futur museu del club, si algun dia es fa, es semblara més a un Eurodisney o a una tenda de souvenirs per a turistes que a un vertader centre de coneixement i reafirmació valencianista".
Josep Bosch.
Así somos. ¿Y así seremos? Un abrazo.
ResponEliminaTu descripción es lo más triste que he leido en tiempo (y eso que acabo de leerme la deprimente "Soledad de los números primos"). Hasta el mismisimo Iganatius se hubiera indignado, eso si depués de comerse unos cuantos perritos calientes.
ResponEliminaEn este mismo blog, a la izquierda, hay otra muestra del poco apego a nuestra historia por parte de unos dirigentes que incluso censuran y critican un libro solo por no haber pagado la "peonada" a las arcas del club.
No se respetan los simbolos, ni a nuestros exjugadores a los que se les ignora sin más, ni se respeta al socio, ni a la HISTORIA con mayúsculas de un club con 90 años.
En fin, gracias por contárnolos, mi apoyo total a tus quejas, y espero que tu hijo no decida definitivamente pasarse a la NBA, aunque leyendo a su padre se que eso es imposible.
Un saludo de otro valencianista cabreado.
CHIMO CALVO
La bandera aludida era la del Valencia FC o la del Valencia C de F. Si era la segunda ten por seguro que no es la fundacional.
ResponEliminaEl sábado fui a renovar el pase y al pasar por la tienda ví a la chiquita que hace los tours. Lo comprendí todo. Nulo entusiasmo, nula implicación. En fin: rollo funcionarial de la peor estirpe. Lástima de club.
BT
No tuve tiempo a atisbar los detalles de la bandera. Obviamente, el F. C. sería definitivo.
ResponEliminaLo que sí me mostró fue un panel donde aparecen todos los presidentes que ha tenido el club hasta la fecha, con año de entrada y de salida. Lo acababan de colgar en un pilar de "El Casal". Figuraba Manuel Llorente 2009-... ¡Qué ironías del destino!
Lo que me decepcionó fue la reforma de la parte elevada de "El casal" donde antes había fotos de los jugadores internacionales. Ahora hay un vacío desolador de metacrilato y arrog
... y arrogancia (es lo que falta en el post anterior)
ResponEliminaMe juego el huevo derecho a que es la del Valencia CF y por tanto ni es fundacional ni mierdas. Ya lo han hecho otras veces, hacer pasar gato por liebre.
ResponEliminaBT
este club está lleno de aprovechaos y gente que no le importa un pito ni los aficionados ni los abonados. No digo que la chica q hizo el tour fuera buena o mala, sólo que, si se hacen las cosas con cariño y profesinalidad (por parte de los jefes de los empleados), posiblemente este post no se habria escrito, pq la visita hubiera sido, al menos decente.
ResponEliminaLa citada guía era una enchufada de la época Soler que ya no sigue en el club. También se podían preocupar en la revista Amunt por mostrar mayor rigor y no afirmar que Anglomà dejó el Valencia tras ganar la Copa del 99 en Sevilla. Llorente, el VCF no es la sección de congelados de Mercadona.
ResponEliminaEl Zorro
Sólo para decirles que soy un portugués, aficionado al fútbol y con mucha ilusión en conocer al estadio, que a principios de este mes fui a hacer el tour. A la guia del año pasado la reemplazaron por un chico, que cuando llegué al estadio estaba sentado frente al ordenador del despacho de la puerta del estadio que queda al lado de la rampla y de las taquillas. Lo hicimos 3, yo y una pareja de ingleses, y fué igual de soso. Duró exactamente 23 minutos (en el folleto promocional te dicen que dura 45...) Le pregunté un poco por la historia de la construccion y las ampliaciones del estádio y no tenia ni idea (me dijo que el primer nivel lo hiceron en 1923, el segundo para el M82 y el tercero para los JJOO de Barcelona!) Y, por supuesto, interrumpió al tour para hablar por móvil un par de veces. Al salir por la puerta cero se acercó una pareja de turistas que le pidieron mirar el estádio y les contestó con un escueto "hay que hacer el tour"...
ResponEliminaNo cambió nada la operacion en un año y dan una muy mala imagen del club!
Hola a todos! se que hace tiempo que se creó esta entrada, pero me parece que las cosas han cambiado bastante con lo referente al Tour, si teneis la oportunidad , repetirlo. Ahora a parte de la guía, hay un audioguia( para ella hay que dejar hasta el final del tour el DNI o documento identificativo)y por lo menos la guía cuando yo estuve era un encanto y sabía bastante de la historia del club.
ResponEliminaLo he realizado hace poco y para nada se aprece a lo que contais por aquí.
un saludo, y AMUNT!
És cert, la xica que ens acompanyà a nosaltres estava molt preparada i va ser molt amable, donant una bona imatge del club...
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