Las calles de Buenos Aires pertenecen a Maradona. El Diego. El 10. Paredes, escaparates, puestos de venta ambulantes, quioscos y la mente de los porteños son los altares de adoración de El Pelusa. El icono del modo de ser argentino hecho carne en la persona del gran jugador de fútbol. Un dios, el Zeus del panteón futbolístico. El fútbol, ese culto pagano de ritos precisos, conocidos, seguidos por millones de seres a lo largo de todo el planeta. Un culto que, como todos, no se entiende sin dioses, santos o mártires que lo sustancien y lo conviertan en realidad. Convirtiendo el pan y el vino de nuestros anodinos días en carne y sangre de vida digna de ser vivida.
Si algo hay en el mundo con la memoria más corta que un pez es el fútbol. Los malos resultados se esfuman sin dejar rastro ante una victoria, las tropelías de los dirigentes se minimizan u obvian si esos mismos dirigentes contratan a un crack, las leyes pueden ignorarse, cambiarse o reescribirse si benefician los intereses de nuestro equipo del alma. Igual ocurre con los jugadores que nos han hecho disfrutar, gritar extasiados un gol o asombrarnos con sus carreras, regates y pases imposibles. Cuando se van, cuando nos dejan por un mejor contrato o por caprichos de las leyes insondables del mercado, son olvidados rápidamente y sustituidos por un nuevo paradigma futbolístico, por un nuevo ídolo. O así suele ocurrir. Cuando Kempes tuvo que irse a River Plate, tras finalizar su primera etapa en el Valencia, me sentí mal. No me encontraba, no me entendía. Mestalla no me decía nada sin “El Matador” en el terreno de juego. No fui capaz de encontrar un nuevo héroe. El mío lo había sido tanto, significó tanto, lo quise tanto que una suerte de duelo presidió aquellas temporadas que vinieron. Temporadas irregulares, lidiando con el descenso, sin lugar en mi memoria. Me quedé sin santo al que rezarle y el santoral, amplio como era, no me podía consolar.
La temporada 2010-2011 me trae sensaciones familiares, ya vividas y no precisamente agradables. Las peanas están vacías. Los dioses han sido transferidos, aunque leo en la prensa que el nuevo dios se llama Mata y que Soldado es un santo al que se le puede rezar con confianza. Mi culto hacia Villa era intenso y me dio muchas alegrías. No sé si esa memoria, ligera como el pedo de una lagartija, que es inherente al fútbol se materializará en esta ocasión. Tal vez, Tino Costa nos haga olvidar a Baraja en un par de jornadas o Topal haga deseable la despedida del gran Albelda, incluso una racha goleadora de Soldado nos ponga tan contentos como unas pascuas; ojalá fuera así. Sabemos lo que nos espera, seguiremos apoyando al equipo, nuestro orgullo valencianista no se verá mermado, pero el templo de Mestalla, al menos para mí, tendrá hornacinas por llenar, los de los dioses y santos que hagan de nuestro rito futbolístico una verdadera profesión de fe. No puedo imaginar los muros de nuestras calles pintadas con la efigie de Unai Emery.
Francisco García
Socio del València CF
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Si algo hay en el mundo con la memoria más corta que un pez es el fútbol. Los malos resultados se esfuman sin dejar rastro ante una victoria, las tropelías de los dirigentes se minimizan u obvian si esos mismos dirigentes contratan a un crack, las leyes pueden ignorarse, cambiarse o reescribirse si benefician los intereses de nuestro equipo del alma. Igual ocurre con los jugadores que nos han hecho disfrutar, gritar extasiados un gol o asombrarnos con sus carreras, regates y pases imposibles. Cuando se van, cuando nos dejan por un mejor contrato o por caprichos de las leyes insondables del mercado, son olvidados rápidamente y sustituidos por un nuevo paradigma futbolístico, por un nuevo ídolo. O así suele ocurrir. Cuando Kempes tuvo que irse a River Plate, tras finalizar su primera etapa en el Valencia, me sentí mal. No me encontraba, no me entendía. Mestalla no me decía nada sin “El Matador” en el terreno de juego. No fui capaz de encontrar un nuevo héroe. El mío lo había sido tanto, significó tanto, lo quise tanto que una suerte de duelo presidió aquellas temporadas que vinieron. Temporadas irregulares, lidiando con el descenso, sin lugar en mi memoria. Me quedé sin santo al que rezarle y el santoral, amplio como era, no me podía consolar.
La temporada 2010-2011 me trae sensaciones familiares, ya vividas y no precisamente agradables. Las peanas están vacías. Los dioses han sido transferidos, aunque leo en la prensa que el nuevo dios se llama Mata y que Soldado es un santo al que se le puede rezar con confianza. Mi culto hacia Villa era intenso y me dio muchas alegrías. No sé si esa memoria, ligera como el pedo de una lagartija, que es inherente al fútbol se materializará en esta ocasión. Tal vez, Tino Costa nos haga olvidar a Baraja en un par de jornadas o Topal haga deseable la despedida del gran Albelda, incluso una racha goleadora de Soldado nos ponga tan contentos como unas pascuas; ojalá fuera así. Sabemos lo que nos espera, seguiremos apoyando al equipo, nuestro orgullo valencianista no se verá mermado, pero el templo de Mestalla, al menos para mí, tendrá hornacinas por llenar, los de los dioses y santos que hagan de nuestro rito futbolístico una verdadera profesión de fe. No puedo imaginar los muros de nuestras calles pintadas con la efigie de Unai Emery.
Francisco García
Socio del València CF
Puix a mi m'agrada Unai. No sé que més se li pot demanar a un entrenador per al VCF en les circumstàncies actuals: treball, compromís, il·lusió i compliment dels objectius. Tot lo altre, fanfàrria de nou ric.
ResponEliminaUnai rules...
No es ése el punto del texto. Lo que intento decir es que estamos en una fase en la que es difícil encontrar ídolos entre los nuestros. Unai es todo lo que podemos tener a día de hoy en eso estamos de acuerdo.
ResponEliminaI no es poco. Ferguson tardó 5 años en ganar la Premier con el United. Despues han crecido juntos.
ResponEliminaSupongo que Mestalla y la que se autoproclama "millor afició del mon" son demasiado sabios para tener paciencia y apoyar a los nuestros. Pero creo que eso ya lo sabemos de otras epocas. Y si no que se lo pregunten a Cuper (del que aun se hace mofa en la prensa local), a su mujer o al propio Rafa Benitez. Eso sí, con el borracho de Koeman toda la paciencia del mundo, porque a toro pasado no me vale... Por no hablar del QUIQUE ME ABURRO...
Lo siento, pero es que me enciendo al pensar en estas cosas.
Yo paso de ídolos. Mestalla me basta. Y si es vacío casi que mejor.
ResponEliminaBT
Quizá buscar ídolos sea signo de inmadurez o de no querer vivir en la realidad. Quién sabe...
ResponEliminaHola, muy interesante el post, muchos saludos desde Panama!
ResponEliminaCuando Pablo Aimar abandonó Mestalla me sucedió lo mismo que narras tú con la pérdida de Kempes. La marcha de Kempes, del Piojo López y de Pablo Aimar me produjeron un vacío que no sé qué futbolista llenará en el futuro. Ojalá fuese Isco o el Chori (aunque éste no es el Chori que o vi jugar en River).
ResponEliminaAl Valenci le falta ahora ese jugador que transmita la sensación de que en cualquier momento puede crear la jugada que decida un partido.
Interesante tema, Francisco, daría mucho para debatir.
ResponEliminaEl dinero, la comercialización del fútbol, acabó con los ídolos, al menos en lo que a mí respecta.
Cuando era pequeño, quería llevar el pelo de Mario (algunos os reireis, porque me conoceis, y si de algo carezco es de pelo). Más tarde, en mi adolescencia, al que tenía en un pedestal era a Fernando (de éste sí pude llevar su pelo, pero no me dió por ahí).
Y para de contar. Admiración, agradecimiento por haberme hecho disfrutar, leyendas, todas las que quieras, pero ídolos, ni uno más. Y no creo que vuelva a tener ninguno.
Un saludo
Jose Miguel Lavarías.
Me ha gustado el post. Los héroes modernos nos dan esperanza, ilusión de permanencia.
ResponEliminaLlevo tiempo con una duda, igual ustedes me lo aclaran: ¿qué coño hace Joaquín con el brazalete de Capitán?
El brazalete merece un escrito aparte.
ResponEliminaA mí, a día de hoy, me parece otro de los símbolos del valencianismo en ocasiones ultrajado. Porque si Joaquín no merece llevarlo, menos lo merece Miguel y tambien lo lleva en alguna que otra ocasión.
Todos tenemos en mente quien debería portarlo, pero claro, nos meteríamos en terrenos pantanosos y muy enfangados.
No encuentro, en la plantilla actual, un líder para llevar la capitanía.
Un saludo
Jose Miguel Lavarías.
El Capitán está claro que debería ser Albelda. Si lo quería echar del equipo Soler eso ya pasó a la historia, como el mismo Soler. Ahora que ya no está debería volver a llevarlo David Albelda.
ResponEliminaEstoy de acuerdo. El verdadero capitán es Albelda. Yo no veo otro.
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