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Cada vez que se oyen rumores sobre la posible reanudación de las obras del nuevo Mestalla, se me pone un nudo en el estómago, tengo sentimientos encontrados, el nuevo estadio está más cerca de donde resido, y en diez minutos andando estaré allí, pero como animal de costumbres, mi mapa de movimiento humano, es sencillo y reproducible, la proximidad del nuevo estadio, suplantará a las tertulias pre-partido en coche, a la satisfacción de encontrar aparcamiento legal a la primera, al peregrinaje originario desde la zona de la Mezquita y posterior desde el Paseo de la Alameda, a la llegada hasta los aledaños del viejo Mestalla, allí donde se respira el ambiente y el sonido inconfundible de la afición, la excitación antes del partido, los cánticos, el trago a la rubia, la caballería con su innegociable rastro, el asalto al monumento a la afición, la llegada de los contendientes, y siempre a un cuarto de hora del comienzo, el inicio de las rampas del particular Alpe D’Huez, por su vertiente más dura, por la Torre B, luego acceso a Vomitorio 469, bajada de vértigo a la tercera fila, con el campo de batalla de color verde como fondo, saludos a mis compañeros de armas, hasta encontrar el refugio de mi trinchera, el asiento nº140. “THE SHOW CAN BEGIN”.
Mi consciencia sobre Mestalla y el fútbol nació a golpe de transistor, escuchando la cruel adversidad de un triste y anunciado descenso, los inicios parten del lastre de creerse mago inexperto e ilusionista en sueños de campeón, comprados a golpe de talonario, e impagados con economías quebrantadas, para mayor gloria de la ambición, de la dictadura fanfarrona y del ego desmesurado.
No os faltará razón para decirme que visteis a algunos de los mejores jugadores europeos y sudamericanos del momento, pero yo desde mi perspectiva inmadurez, os contesto, que esos éxitos si no tienen un equilibrio económico, se vuelven simiente en campos de fracasos futuros.
Al ritmo de timbales de Segunda División, empezaron los pobres de espíritu a abandonar el barco del Valencia CF, con la misma intensidad y a la voz de “El Valencia será lo que los valencianos quieran”, se subieron los valientes, a manadas, como nunca antes había sucedido, un ejército de optimistas, dispuestos a recuperar el orgullo perdido, y renacer de nuestras cenizas, cual Ave Fénix.
Crecí con la esperanza de un temprano regreso a la élite, forjado en la disciplina y austeridad económica, del primero de nuestros valientes, Don Arturo, que quiso, supo y pudo sacar la espada clavada de lo más profundo de nuestro escudo, rellenándolo de economías malabares, equilibrados presupuestos y amortizadas deudas.
Para redirigir el rumbo, continuamos confiando en la sapiencia de una leyenda del fútbol mundial, un argentino de los de tango de Gardel, un viejo amigo del Valencia CF, Don Alfredo y su ayudante Jesús Paredes, sus señas de identidad, trabajo, honestidad, parquedad en palabras, y ocurrentes respuestas, nunca dijo una palabra de más, no vino a ganar títulos, pero con él conseguimos posiblemente el más trascendental del club “El Ascenso”, después en el retorno a primera, se sufrió como cualquier equipo recién ascendido, sin la suficiente experiencia, y afectado por las lesiones, llevó al equipo a desfondarse en el segundo tercio de la Liga de 1987-88, así que se hizo cargo del equipo, un valencianista de los de antes, de los de siempre, D. Roberto Gil, que consiguió mantenerlo en la máxima categoría.
Después del asentamiento en la categoría y en plena pubertad, apareció un uruguayo rígido, serio y trabajador, Víctor Espárrago (el antecesor del homo-Cúper), junto a su inseparable Modesto Emir Turrén “El Jefe”, su fútbol basado en el rigor táctico-defensivo y en la racanería de un fútbol escaso, amante del cuerpo a cuerpo y de la combatividad, pero efectivo. Un increíble 3º puesto, nos daba acceso (justo seis años y medio después) a lo impensable, el retorno a las competiciones europeas.
En lo deportivo se recurrió a una cantera igual de productiva que antaño, aderezado con exóticos fichajes, que elevaron al club, pese a la estrechez monetaria, a cotas insospechadas, hicimos nuestro el lema “nunca con tan poco se consiguió tanto…” añadiendo “…y especialmente en tan corto espacio de tiempo”.
Mi adolescencia se fue con Guus Hiddink, un holandés errante, de ida y vuelta, un exquisito cafetero de juego preciosista y escaso botín, que nos dejó duelos de altura entre el Dream Team de Cruyff, y la Naranja Mecánica, y… por desgracia de 2 noches de tren europeo, dos humillantes descarrilamientos en la Copa de la UEFA, el nombre de las estaciones, Nápoles y Karlsruher. Después, llegó el caos institucional y deportivo.
El paso a mi juventud, en la antesala de lo antiestético, trajo el rumor de lo incierto, la Ley de Sociedades Anónimas, la oportunidad de mentes ávidas de protagonismo, por hacerse con el poder accionarial del Valencia CF, desde la distancia en el tiempo, me resulta más fácil de entender, pero lo cierto es que todo pasó muy deprisa, y sin más, nos vimos con Paco Roig de presidente, creí que su incontinencia verbal sería transitoria, sí, no lo voy a omitir, le hizo un lavado de cerebro a una afición aletargada y anclada en la monotonía, y nos hizo ser partícipe de su Valencia campeón, nos hizo subir la autoestima, nos lo creímos y casi lo consiguió, un extraño e injusto subcampeonato de Copa y un excepcional subcampeonato de Liga, pero el peaje se me antojó excesivo, a nuestro D. Arturo, lo empujamos a marcharse por la puerta de atrás, la vorágine de las SS.AA. dejó obsoleto el viejo sistema, como antigua forma de club de fútbol, y se tragó a todo aquel que no quiso competir, utilizando como método, la chabacanería y el “bocachanclismo”. Las SS.AA nos dejaron para la posteridad, que el fútbol ya nunca sería lo mismo.
La era de Paco Roig (nada que ver con la de Aquarius), la recuerdo como una “mascletà” de sucesión de noticias extradeportivas, bochornosas la mayoría de ellas, el tiempo se me pasó rápido, tal vez por la continua retahíla de fichajes, no en vano, en dos temporadas nos trajimos a medio Logroñés, a casi una cuarentena de jugadores fichados en 4 temporadas, y en el mismo espacio de tiempo, se fichó a Parreira y su estilo de juego “El Parabrisas”, al tío Luis Aragonés con sus amiguetes, Patxi Ferreira, Moya, Otero y Engonga; a Jorge Valdano, el estilista del verbo, y su filosofía “Las perchas o la utilidad de las derrotas”, que vino aquejado de graves problemas de incontinencia verborreica, una trajeada variedad del mal que padecía su presidente.
Pero para mí, lo peor fue ver, uno tras otro, a jugadores como Quique, Giner, Robert, Penev, Eloy, Tomás, Sempere, luego Arroyo, y en otros períodos, Fernando, y finalmente Camarasa, dejar de pertenecer al club, y pasar a ubicarse para siempre en el “Hall of Fame” de mi memoria, pues con ellos el club fue creciendo y buscando su lugar, una búsqueda paralela a la mía, era como si mis hermanos mayores se fueran de casa, sabes que ya nada será igual, no en vano habían permanecido junto a mí, muchos años.
La Copa del 99, con el guiño a Camarasa, levantando la copa junto a Mendieta y el Piojo López, guarda un significado especial para mí, pues Camarasa no sólo estaba alzando la Copa, estaba en cierto modo, haciendo un homenaje generacional, los que no consiguió ganar ningún título, y los que ya empezaban a triunfar. Eso o, que en mi acusada bondad, creí conveniente repartir emocionalmente un trozo a Copa con ellos, se lo debía. Ostras, hubiera sido increíble ver a Fernando levantar un trofeo, y no menos increíbles las celebraciones del cachondo de Giner, o ver a Sempere cantar.
Parece un poco extraño, ahora que lo pienso, pero en aquella etapa, cuando el club sufrió más, y la máxima aspiración era entrar en UEFA, cuando se esfumaban las Ligas antes de llegar a Navidades, y conseguir un título, era una quimera, fue entonces cuando fui más del Valencia CF que nunca.
Al final la hoguera de las vanidades, exhumó su particular venganza, y donde antes el populacho aclamó al emperador, después pidió su cabeza hasta destronarlo. El resto, y lo que sucedió después, hasta el día de hoy, ya lo conocemos, todavía está muy reciente y pertenece a otra etapa de mi vida.
Si alguna vez vuelven los buenos tiempos económicos se abrirá la veda para que cualquier flautista de la palabra nos hipnotice y, con su melodía de la abundancia, nos confunda y vuelva a birlarnos nuestra dignidad y sentimiento: he llegado a la confusa conclusión de que es normal, cíclicamente necesitamos caer al fondo del abismo, y saber dónde estamos, para volver a resurgir. Deber ser el espíritu fallero que impregna esta tierra, que nos hace parecer como un monumento fallero, quemar y rehacer. Ahora que, como nos descuidemos, en una de estas no nos rehacemos.
Es por esto, que en el momento que se puso la primera piedra para el nuevo estadio, esa piedra tenía grabada la caducidad del viejo Mestalla, se podrá tardar más o menos tiempo, pero una verdad es inescrutable, su desalojo y derribo final.
Yo no sé si estaré preparado para ese día, el de su destrucción, pero procuraré estar cerca, no quiero que nadie me lo cuente, lo quiero ver con mis propios y seguramente vidriosos ojos, ese será el trozo de objeto que me lleve de él, su recuerdo de las tardes y noches allí vividas.
Cuando ya haya sido aniquilado, y en su espacio mortal, se realicen edificios, jardines o lo que urbanísticamente se decida, las generaciones de ayer y de hoy, sabremos que estuvo allí, con todos nosotros, gritando, animando, llorando, riendo, sufriendo, todos juntos, y será un deber de valencianista, no olvidar, y recordar a las generaciones de mañana, que y quien fue nuestro Mestalla, pues ese será el momento del nacimiento del mito, el lugar donde se reunió, al sufridor perenne de bufanda, al aficionado de bocata y pinganillo, al contertulio de lo blanco o negro, al come-pipas en envoltorio de opiniones maleables, al socio-accionista de alegres lágrimas, solemnes tardes y gloriosas noches, … es ahora, cuando echando la vista atrás, me doy cuenta de cuánto te voy a echar de menos. “THE SHOW MUST GO ON”
José Luís Aguilar, “Pepelu”
Socio del Valencia CF
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Mi consciencia sobre Mestalla y el fútbol nació a golpe de transistor, escuchando la cruel adversidad de un triste y anunciado descenso, los inicios parten del lastre de creerse mago inexperto e ilusionista en sueños de campeón, comprados a golpe de talonario, e impagados con economías quebrantadas, para mayor gloria de la ambición, de la dictadura fanfarrona y del ego desmesurado.
No os faltará razón para decirme que visteis a algunos de los mejores jugadores europeos y sudamericanos del momento, pero yo desde mi perspectiva inmadurez, os contesto, que esos éxitos si no tienen un equilibrio económico, se vuelven simiente en campos de fracasos futuros.
Al ritmo de timbales de Segunda División, empezaron los pobres de espíritu a abandonar el barco del Valencia CF, con la misma intensidad y a la voz de “El Valencia será lo que los valencianos quieran”, se subieron los valientes, a manadas, como nunca antes había sucedido, un ejército de optimistas, dispuestos a recuperar el orgullo perdido, y renacer de nuestras cenizas, cual Ave Fénix.
Crecí con la esperanza de un temprano regreso a la élite, forjado en la disciplina y austeridad económica, del primero de nuestros valientes, Don Arturo, que quiso, supo y pudo sacar la espada clavada de lo más profundo de nuestro escudo, rellenándolo de economías malabares, equilibrados presupuestos y amortizadas deudas.
Para redirigir el rumbo, continuamos confiando en la sapiencia de una leyenda del fútbol mundial, un argentino de los de tango de Gardel, un viejo amigo del Valencia CF, Don Alfredo y su ayudante Jesús Paredes, sus señas de identidad, trabajo, honestidad, parquedad en palabras, y ocurrentes respuestas, nunca dijo una palabra de más, no vino a ganar títulos, pero con él conseguimos posiblemente el más trascendental del club “El Ascenso”, después en el retorno a primera, se sufrió como cualquier equipo recién ascendido, sin la suficiente experiencia, y afectado por las lesiones, llevó al equipo a desfondarse en el segundo tercio de la Liga de 1987-88, así que se hizo cargo del equipo, un valencianista de los de antes, de los de siempre, D. Roberto Gil, que consiguió mantenerlo en la máxima categoría.
Después del asentamiento en la categoría y en plena pubertad, apareció un uruguayo rígido, serio y trabajador, Víctor Espárrago (el antecesor del homo-Cúper), junto a su inseparable Modesto Emir Turrén “El Jefe”, su fútbol basado en el rigor táctico-defensivo y en la racanería de un fútbol escaso, amante del cuerpo a cuerpo y de la combatividad, pero efectivo. Un increíble 3º puesto, nos daba acceso (justo seis años y medio después) a lo impensable, el retorno a las competiciones europeas.
En lo deportivo se recurrió a una cantera igual de productiva que antaño, aderezado con exóticos fichajes, que elevaron al club, pese a la estrechez monetaria, a cotas insospechadas, hicimos nuestro el lema “nunca con tan poco se consiguió tanto…” añadiendo “…y especialmente en tan corto espacio de tiempo”.
Mi adolescencia se fue con Guus Hiddink, un holandés errante, de ida y vuelta, un exquisito cafetero de juego preciosista y escaso botín, que nos dejó duelos de altura entre el Dream Team de Cruyff, y la Naranja Mecánica, y… por desgracia de 2 noches de tren europeo, dos humillantes descarrilamientos en la Copa de la UEFA, el nombre de las estaciones, Nápoles y Karlsruher. Después, llegó el caos institucional y deportivo.
El paso a mi juventud, en la antesala de lo antiestético, trajo el rumor de lo incierto, la Ley de Sociedades Anónimas, la oportunidad de mentes ávidas de protagonismo, por hacerse con el poder accionarial del Valencia CF, desde la distancia en el tiempo, me resulta más fácil de entender, pero lo cierto es que todo pasó muy deprisa, y sin más, nos vimos con Paco Roig de presidente, creí que su incontinencia verbal sería transitoria, sí, no lo voy a omitir, le hizo un lavado de cerebro a una afición aletargada y anclada en la monotonía, y nos hizo ser partícipe de su Valencia campeón, nos hizo subir la autoestima, nos lo creímos y casi lo consiguió, un extraño e injusto subcampeonato de Copa y un excepcional subcampeonato de Liga, pero el peaje se me antojó excesivo, a nuestro D. Arturo, lo empujamos a marcharse por la puerta de atrás, la vorágine de las SS.AA. dejó obsoleto el viejo sistema, como antigua forma de club de fútbol, y se tragó a todo aquel que no quiso competir, utilizando como método, la chabacanería y el “bocachanclismo”. Las SS.AA nos dejaron para la posteridad, que el fútbol ya nunca sería lo mismo.
La era de Paco Roig (nada que ver con la de Aquarius), la recuerdo como una “mascletà” de sucesión de noticias extradeportivas, bochornosas la mayoría de ellas, el tiempo se me pasó rápido, tal vez por la continua retahíla de fichajes, no en vano, en dos temporadas nos trajimos a medio Logroñés, a casi una cuarentena de jugadores fichados en 4 temporadas, y en el mismo espacio de tiempo, se fichó a Parreira y su estilo de juego “El Parabrisas”, al tío Luis Aragonés con sus amiguetes, Patxi Ferreira, Moya, Otero y Engonga; a Jorge Valdano, el estilista del verbo, y su filosofía “Las perchas o la utilidad de las derrotas”, que vino aquejado de graves problemas de incontinencia verborreica, una trajeada variedad del mal que padecía su presidente.
Pero para mí, lo peor fue ver, uno tras otro, a jugadores como Quique, Giner, Robert, Penev, Eloy, Tomás, Sempere, luego Arroyo, y en otros períodos, Fernando, y finalmente Camarasa, dejar de pertenecer al club, y pasar a ubicarse para siempre en el “Hall of Fame” de mi memoria, pues con ellos el club fue creciendo y buscando su lugar, una búsqueda paralela a la mía, era como si mis hermanos mayores se fueran de casa, sabes que ya nada será igual, no en vano habían permanecido junto a mí, muchos años.
La Copa del 99, con el guiño a Camarasa, levantando la copa junto a Mendieta y el Piojo López, guarda un significado especial para mí, pues Camarasa no sólo estaba alzando la Copa, estaba en cierto modo, haciendo un homenaje generacional, los que no consiguió ganar ningún título, y los que ya empezaban a triunfar. Eso o, que en mi acusada bondad, creí conveniente repartir emocionalmente un trozo a Copa con ellos, se lo debía. Ostras, hubiera sido increíble ver a Fernando levantar un trofeo, y no menos increíbles las celebraciones del cachondo de Giner, o ver a Sempere cantar.
Parece un poco extraño, ahora que lo pienso, pero en aquella etapa, cuando el club sufrió más, y la máxima aspiración era entrar en UEFA, cuando se esfumaban las Ligas antes de llegar a Navidades, y conseguir un título, era una quimera, fue entonces cuando fui más del Valencia CF que nunca.
Al final la hoguera de las vanidades, exhumó su particular venganza, y donde antes el populacho aclamó al emperador, después pidió su cabeza hasta destronarlo. El resto, y lo que sucedió después, hasta el día de hoy, ya lo conocemos, todavía está muy reciente y pertenece a otra etapa de mi vida.
Si alguna vez vuelven los buenos tiempos económicos se abrirá la veda para que cualquier flautista de la palabra nos hipnotice y, con su melodía de la abundancia, nos confunda y vuelva a birlarnos nuestra dignidad y sentimiento: he llegado a la confusa conclusión de que es normal, cíclicamente necesitamos caer al fondo del abismo, y saber dónde estamos, para volver a resurgir. Deber ser el espíritu fallero que impregna esta tierra, que nos hace parecer como un monumento fallero, quemar y rehacer. Ahora que, como nos descuidemos, en una de estas no nos rehacemos.
Es por esto, que en el momento que se puso la primera piedra para el nuevo estadio, esa piedra tenía grabada la caducidad del viejo Mestalla, se podrá tardar más o menos tiempo, pero una verdad es inescrutable, su desalojo y derribo final.
Yo no sé si estaré preparado para ese día, el de su destrucción, pero procuraré estar cerca, no quiero que nadie me lo cuente, lo quiero ver con mis propios y seguramente vidriosos ojos, ese será el trozo de objeto que me lleve de él, su recuerdo de las tardes y noches allí vividas.
Cuando ya haya sido aniquilado, y en su espacio mortal, se realicen edificios, jardines o lo que urbanísticamente se decida, las generaciones de ayer y de hoy, sabremos que estuvo allí, con todos nosotros, gritando, animando, llorando, riendo, sufriendo, todos juntos, y será un deber de valencianista, no olvidar, y recordar a las generaciones de mañana, que y quien fue nuestro Mestalla, pues ese será el momento del nacimiento del mito, el lugar donde se reunió, al sufridor perenne de bufanda, al aficionado de bocata y pinganillo, al contertulio de lo blanco o negro, al come-pipas en envoltorio de opiniones maleables, al socio-accionista de alegres lágrimas, solemnes tardes y gloriosas noches, … es ahora, cuando echando la vista atrás, me doy cuenta de cuánto te voy a echar de menos. “THE SHOW MUST GO ON”
José Luís Aguilar, “Pepelu”
Socio del Valencia CF
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Que bon relat i que bona descripció de les temporades que vaig viure en la meua juventut.
ResponEliminaEl temps passa de vegades massa ràpid.
Josep Bosch
Mucha emoción siento al leerte. Ay... Mestalla. Gracias por tus palabras.
ResponEliminaEnhorabuena.
ResponEliminaConsigues hacer la dificil tarea de emocionar, al final todos somos un poco nostálgicos y otras épocas nos evocan tiempos mejores.
Que razón tienes, los clubes de fútbol desaparecieron con las Sociedades Anónimas.
Echo mucho de menos aquellos tiempos, eran más nuestros. Ahora está todo mucho más desvirtuado.
Grande, grande grandeeee....!!
ResponEliminaCon las entrada de las Sociedades Anónimas Deportivas se pretendía mejorar la transparencia económica y jurídica de las empresas que operaban en el mundo del deporte profesional en España y abrir la puerta a posibles salidas a bolsa de dichas sociedades.
ResponEliminaEstoooo.... sin comentarios.
Ahora vas y lo cascas.
Pues bien, a día de hoy 20 años después, no se ha producido ninguna de las premisas por las que se decidió acometer esta Ley.
¿Alguna sugerencia?
que gran texto Pepelu, lo has sintetizado a la perfección.
ResponEliminaCreo que estos años de prestado nos están sirviendo para amortigüar el dolor.
Por otro lado me aterra el nuevo campo. Nunca será nuestro. Nos pilla con el paso cambiado...
BT
Cada volta que gire el cantó de Blasco Ibañez en la Av Suecia , tinc eixe mateix pensament .. " Pronte tot aÇo desapareixerá.. " i el mateix nuc que`l dia que toque me farà plorar segur.. m´apreta ya fort ara..
ResponEliminaClar i emotiu Pepelu
Choy
Amunt Valencia Sempre!!
Mestalla ya no es para mí algo tangible. Hace mucho que lo perdimos, que nos lo hurtaron. Nos queda lo que somos, lo que seremos, pero siento comunicaros que Mestalla ya no existe más. nunca lo reconoceríamos entre los balances contables y las pésimas decisiones.
ResponEliminaEn lo relativo a tu texto, Pepelu, impecable.
Fran
pero si queda mestalla para rato! no ploreu che.
ResponEliminaPepelu, amigo. Gracias por tu texto que ya sabes, es compartido por muchos de nosotros.
ResponEliminaNo quiero pensar en el día en que las grúas comiencen la demolición de Mestalla... No creo que peuda soportarlo en pie.
Saludos
Sergi Calvo