Artícle publicat en la Cartelera Turia el 7 de novembre de 2014.
El juego se ha convertido en un asunto tangencial en el fútbol. Últimamente lo que gira alrededor del balón, el entorno, es lo que magnifica o empequeñece a un mundo, más bien a una galaxia, en la que política, economía, religión, sexo, solidaridad o cultura son partes más que sustanciales de aquello que en su día fue un deporte.
El fútbol y lo que le rodea es fuente de tristezas y alegrías, de episodios efímeros y de cuestiones perdurables. En el asunto que nos ocupa, satisfacción y perdurabilidad son algunas de las sensaciones que transmite el libro que acaba de publicar Rafa Lahuerta (Valencia, 1971) titulado La balada del bar Torino (Llibres de la drassana) que se presentó la semana pasada en un acto coordinado en representación de la editorial por Toni Sabater, con Miquel Nadal y Paco Lloret, que al margen de muchas otras cosas son unos buenos amigos del autor, como maestros de ceremonia.
No estamos ante un libro de fútbol, aunque el balón ruede por todas y cada una de las venas de sus páginas. Tampoco es una autobiografía o un autorretrato. Ni siquiera es una visión apasionada de una ciudad conocida y querida. Estamos ante una novela, quizá una novela que Rafa nunca quiso escribir, pero que es la que nos ofrece al sumergirnos en unas páginas que no dan tregua.
En primer lugar, la historia de la familia protagonista, la del autor, así como la de los personajes más próximos, se convierte en el armazón de una trama apasionante. Estamos ante una historia épica, de sacrificio, complicidad y humor, pero también de amor. No le hace falta al texto una secuencia narrativa ortodoxa, no necesita de orden cronológico para atraparnos, con el fútbol como música de fondo, en lo más íntimo de la vida de estos Buendía valencianos del siglo XX, surgidos en un horno del círculo central de Valencia y atrincherados en el córner del barrio de San José, donde continuaron haciendo pan y disfrutando de la silueta del campo de Mestalla que se alzaba poderoso entre ellos y el resto de la ciudad.
No sé lo que pretendía contar el autor. Sé lo que ha contado. Me llama mucho la atención que una persona discreta, aparentemente tímida, cáustica, haya sido capaz de desnudarse como muchos otros, quizá más extrovertidos o locuaces, seríamos incapaces de hacer. Supongo que se trata de algo que obedece a una necesidad personal quizá no explícita, pero que queda implícita en un texto que nos lleva al mundo de una persona culta, analítica y muy ágil en la prosa, que demuestra que reflexionar y escribir bien es compatible con animar la grada de Mestalla, haber sido uno de los 5.000 irreductibles del 12 de abril de 1986 en Barcelona o ser capaz de observar el césped, el fútbol, los goles y la vida desde la última fila del estadio, sin reprimir las ganas de colocar una bufanda de su club en el cuello de la figura de la fuente de la plaza de la Virgen para festejar un título.
No sólo habla Rafa de inutilidad, melancolía, paisajes urbanos poblados o desiertos. Ahí está el enésimo robo al horno de este pastelero troskista y los contrachistes ante humoristas como Eugenio al que le dice que no va a tomar una Miranda para mirindar (contado así suena a gilipollez, pero en el libro el chiste es definitivo). Prueba de su visión de la vida y el fútbol es que durante diez años se encargó de que por las pancartas que la peña Gol Gran mostraba en Mestalla pasarán tipos de la entidad de Borges, Camus, Ausiàs March o el entrañable Viejo Casale de Fontanarrosa.
En esta catarsis, no queda fuera la Turia (Rafa también es un marxista de Groucho), que se convirtió en una parte de la vida del autor al sustituir con ella a Don Balón como revista de cabecera en 1991. Ahora veintitrés años después, el libro consigue que Mario Kempes, que ocupa la portada con una imagen impresionante, no pase de ser un secundario de lujo en esta balada y, sobre todo, que eso no le importe demasiado al lector. !Qué paradoja, Kempes un secundario¡ Quizá esa sea otra de las grandezas del libro, la de conseguir que Mario esté presente en toda la trama, pero nunca la eclipse. Lean esta historia, sobre todo aquellos a los que no les gusta el fútbol, escuchen esta balada. Suena fenomenal. Es magnífica.
Alfonso Gil
Periodista
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No puedo estar más de acuerdo en todo. ¡Plas, plas, plas!
ResponEliminaFran
Excelente análisis de lo que revela Rafa Lahuerta en su libro la Balada del Bar Torino.
ResponEliminaRafa, nos introduce en su Caro Diario, desde su vespa (aunque cuente que escribe desde su bicicleta estática) y nos introduce en su Valencia, ciudad y equipo, para como bien dice Alfonso Gil, “capaz de desnudarse” y narrar una historia íntima familiar que destila amor y agradecimiento eterno, rodeada por la memoria histórica del Valencia FC y la magia de Mestalla.
Alfredo Cardona