Tuve la gran suerte de pasar ocho años de mi vida, lo que entonces duraba la EGB, en el modesto colegio público Primer Marqués del Turia.
Fue un privilegio recibir clases de maestros vocacionales, que se implicaban en el aprendizaje mucho más allá de las propias materias que impartían.
También lo fue convivir con compañeros y amigos de distinta índole y procedencia social, sin conservantes ni colorantes, como la vida misma más allá de las vallas del recinto.
Y fue un privilegio tener el colegio más cercano a Mestalla.
Desde una parte del patio se divisaba la silueta del fondo sur.
Cuando salíamos de clase, antes de regresar a casa, solíamos ir a jugar a las aceras del viejo estadio. Improvisábamos partidillos en los que las porterías (puertas de acceso al Campo) estaban paralelas unas a las otras.
Eran tardes de mil aventuras y anécdotas en el escenario que nos hechizaba, sin ser conscientes en ese momento, para toda la vida.
De vez en cuando, nos metíamos en las oficinas que daban a la Avenida de Aragón, la antigua sede social.
En la sala enmoquetada, una enorme mesa alargada rodeada de vitrinas donde se exponían banderines, trofeos y lo que a mí más me llamaba la atención, fotos de jugadores que nos hicieron grandes.
Entre todas ellas, majestuoso, luciendo Senyera y melena insurgente de rock, con el escudo bordado en el lado del corazón, Mario Alberto Kempes.
Aquella mirada seria y profunda parecía susurrarme: “Aguantad, volveremos a ser grandes”.
Vivíamos por entonces la peor época de nuestro Valencia, que tras varios amagos terminó con el descenso a segunda división.
Y para mí, para un chavalín para el que aquellas fotos parecían ciencia-ficción, testimonio y eco de un tiempo glorioso que mi generación no pudo vivir en primera persona, fueron esperanza y fe, fidelidad, compromiso, militancia y pasión que nos ayudó a perseverar muchos años duros, insípidos y tediosos, hasta que por fin llegó la etapa más laureada del club (1999-2004) de la que sí fuimos testigos, y por qué no, protagonistas privilegiados.
Nos lo merecíamos todos, pero principalmente aquella generación que empezamos a jurar amor eterno a este sentimiento llamado Valencia Club de Fútbol cuando pasaba por el peor momento de su historia. Nuestro particular kilómetro cero.
Pienso además, que nadie como nosotros saboreó luego cada segundo de aquellos cinco míticos años.
Durante la época dorada, ya desaparecida aquella sede social, siempre tuve recuerdo para aquellas fotos y aquel susurro del Matador que nos hizo grandes, enhebrando la esperanza y el sentimiento de generación en generación como nunca nadie lo ha sabido hacer.
Os lo digo con la certeza de quién lo vivió.
Si realmente la patria es la infancia, parte de la mía es Mestalla y alrededores.
Han pasado 30 años, y cada cierto tiempo necesito regresar a aquel kilómetro cero que ya no existe, para no perder la perspectiva de lo andado y quizá para buscar razones de aquel hechizo que aún me dura y con el que irremediablemente moriré.
José Carlos Fernández
Socio del Valencia CF
Audios:
··
·
Quiero compartir en forma de audio, el testimonio de aquellos años tan decisivos para nuestro Club, la temporada 1985-86 del descenso y la del regreso a primera, la 1986-87.
Años que nunca deberían quedar en el olvido. Aquel kilómetro cero de mi generación.
Con la perspectiva que da el paso del tiempo, me llama la atención como aquel pipiolo que era yo con los 12-13 años que por aquella época tenía, ya era consciente de estar inmortalizando en aquella cinta Sony de 60 minutos, un testimonio duro y trascendental en la historia de nuestro equipo y un resurgir de nuestras cenizas.
Se trata de diferentes audios, todas ellas extraídas del mítico programa deportivo local que en aquella época emitía en Antena 3 Radio, Paco Lloret, para mí el mejor cronista del Valencia Club de Fútbol, por profesión y vocación.
Siempre Amunt!!!
·
Espectacular y didáctico documento.
ResponEliminaNunca hay que dejar de mirar atrás para saber de donde venimos.
Gracias por compartirlo.
Pepelu
me se saltan las lágrimas
ResponEliminatremendo
BT
Palabras desde el alma que suenan a silbido de murciélago...
ResponElimina