diumenge, 21 de juny del 2015

Mamadas y Desfile de ciervos

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En el nuevo libro de Manuel Vicent, Desfile de ciervos, aparece un secundario de lujo que dará que hablar. Se llama Leopoldo, Poldo para los amigos. 

Ni Maldini ni Robinson le dedicarán jamás uno de sus informes. Posiblemente, la revista Panenka tampoco ilustrará sus fechorías. No importa, para eso está uvaM. 

Hay una localidad vacía en Mestalla. Es la de Poldo. En lugar de visitar el templo como le dice a su mujer que hace, Poldo se va a un puticlub llamado “El Venado”. En “El Venado” hay una habitación con Gol TV. Cada partido del Valencia es un ritual. Poldo se encierra con una meretriz. El sexo está en el aire. Si el Valencia no marca Poldo no culmina. Con cada gol del Valencia hay una mamada para Poldo. Si el partido acaba sin goles, Poldo se marcha a casa maldiciendo su suerte. No hay duda, Poldo ama al Valencia CF. 

Durante años hemos vivido bajo la dictadura lacrimógena del viejo Casale y su trágica muerte feliz. Seguramente, la inflación de literatura y sentimentalidad nació con ese cuento, tan magistral para la historia lírica del fútbol como devastador para clubs de recorrido impaciente y materialista como el Valencia CF. 

Teníamos a Gallolo, orgullo onanista de Mestalla, pero Gallolo ya era un ídolo caído, un mito amortizado. Su paja inacabada en la grada de Mestalla, el 19 de junio de 1993, es el pasado, espasmos del mundo de ayer, que diría Stefan Zweig. 

Gallolo es la faction y Poldo la fiction. Pero mientras Gallolo agoniza en un titular de prensa que el tiempo ha condenado al olvido, Poldo se codea con los héroes clásicos de la literatura universal. Ese es su mérito y la garantía de su inmortalidad, la prueba irrefutable de que la novela no ha muerto. Frente al arquetipo onanista de Gallolo y su vida echada a perder en las pensiones del Barrio Chino, Manuel Vicent levanta la estatua de Poldo, el huertano putero y lascivo, que vehicula su lujuria a través de los goles del Valencia. Sin goles no hay mamadas, sería el título de la serie. 

Desde ya, Poldo es el adalid del mestallismo fetén, su bandera y su estandarte. A la gloria por la felación, parece su lema. Hay un significativo cambio de paradigma. Adiós, por tanto, a la angustia y el sufrimiento estéril que lleva a la muerte o al síncope. Poldo es un visionario, el antagonista perfecto del viejo Casale. Con cada mamada reafirma su lealtad al Valencia y destruye un poco más la vieja tradición agonista de las hinchadas atrapadas en su cantinela retorcida y falaz de que hemos venido a este valle de lágrimas a sufrir. 

Poldo no es sólo un tipo al que le comen la polla con cada gol del Valencia. Poldo es la respuesta que durante años no sabíamos identificar porque la Internacional Lacrimógena nos tenía colonizados. En vano, buscábamos construir una metafísica propia pero lo hacíamos con ejemplos irreales, atrapados en esa ñoñería estéril de los borrachos de Anfield Road cantando una dudosa balada que traducida al castellano recuerda demasiado a cualquier tema de David Bisbal. 

La cultura de club que inocentemente reclamábamos no podía venir de tradiciones marcadas por el calvinismo o la mojigatería castellana, tan dadas a escandalizarse por cuestiones que en nuestro litoral siempre gozaron de amplia tolerancia. Lo nuestro, ahora lo veo, sólo podía brotar desde la ironía incendiaria y la amoralidad sin víctimas. Vive y deja vivir. 

Si la gente no iba a Mestalla no era por desafección, sino por felación. Por eso hay que imaginar a Poldo en la noche del 5-1 al Málaga durante la primavera de 2013. Esa noche, Poldo encadenó mamadas con un frenesí inusitado. Cuatro en apenas 20 minutos. “No te digo que me lo mejores, Iguálamelo” repite Poldo en la barra del bar. Hay que ser muy del Valencia para responder como un campeón a ese trajín. Ahora se entiende definitivamente el viejo cántico de “esta es l’afició d’un Valencia campeó…” 

La paradoja, literaria y vital, es que fue Fontanarrosa, el creador del viejo Casale, quién publicó otro cuento cuyo título no puede ser más aclaratorio, “El mundo ha vivido equivocado”. Y así es. No eran las banderas ni los cánticos, ni los tifos o los mosaicos, ni el ridículo énfasis por comprobar que afición es la más fiel. No, todo eso era impostura, apariencia, juego de máscaras. La verdad estaba en “El Venado”. La verdad era y son las mamadas, el ritual del gol y la certeza del éxtasis. Menos mal que Poldo nos ha enseñado la luz. O lo que viene a ser lo mismo: las lucecitas. 


Rafa Lahuerta
Socio del Valencia CF 
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diumenge, 7 de juny del 2015

Kilometro cero

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Tuve la gran suerte de pasar ocho años de mi vida, lo que entonces duraba la EGB, en el modesto colegio público Primer Marqués del Turia.

Fue un privilegio recibir clases de maestros vocacionales, que se implicaban en el aprendizaje mucho más allá de las propias materias que impartían.

También lo fue convivir con compañeros y amigos de distinta índole y procedencia social, sin conservantes ni colorantes, como la vida misma más allá de las vallas del recinto.

Y fue un privilegio tener el colegio más cercano a Mestalla.

Desde una parte del patio se divisaba la silueta del fondo sur.

Cuando salíamos de clase, antes de regresar a casa, solíamos ir a jugar a las aceras del viejo estadio. Improvisábamos partidillos en los que las porterías (puertas de acceso al Campo) estaban paralelas unas a las otras.

Eran tardes de mil aventuras y anécdotas en el escenario que nos hechizaba, sin ser conscientes en ese momento, para toda la vida.

De vez en cuando, nos metíamos en las oficinas que daban a la Avenida de Aragón, la antigua sede social.

En la sala enmoquetada, una enorme mesa alargada rodeada de vitrinas donde se exponían banderines, trofeos y lo que a mí más me llamaba la atención, fotos de jugadores que nos hicieron grandes.

Entre todas ellas, majestuoso, luciendo Senyera y melena insurgente de rock, con el escudo bordado en el lado del corazón, Mario Alberto Kempes.

Aquella mirada seria y profunda parecía susurrarme: “Aguantad, volveremos a ser grandes”.

Vivíamos por entonces la peor época de nuestro Valencia, que tras varios amagos terminó con el descenso a segunda división.

Y para mí, para un chavalín para el que aquellas fotos parecían ciencia-ficción, testimonio y eco de un tiempo glorioso que mi generación no pudo vivir en primera persona, fueron esperanza y fe, fidelidad, compromiso, militancia y pasión que nos ayudó a perseverar muchos años duros, insípidos y tediosos, hasta que por fin llegó la etapa más laureada del club (1999-2004) de la que sí fuimos testigos, y por qué no, protagonistas privilegiados.

Nos lo merecíamos todos, pero principalmente aquella generación que empezamos a jurar amor eterno a este sentimiento llamado Valencia Club de Fútbol cuando pasaba por el peor momento de su historia. Nuestro particular kilómetro cero.

Pienso además, que nadie como nosotros saboreó luego cada segundo de aquellos cinco míticos años.

Durante la época dorada, ya desaparecida aquella sede social, siempre tuve recuerdo para aquellas fotos y aquel susurro del Matador que nos hizo grandes, enhebrando la esperanza y el sentimiento de generación en generación como nunca nadie lo ha sabido hacer.

Os lo digo con la certeza de quién lo vivió.

Si realmente la patria es la infancia, parte de la mía es Mestalla y alrededores.

Han pasado 30 años, y cada cierto tiempo necesito regresar a aquel kilómetro cero que ya no existe, para no perder la perspectiva de lo andado y quizá para buscar razones de aquel hechizo que aún me dura y con el que irremediablemente moriré.


José Carlos Fernández
Socio del Valencia CF



Audios:
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Agradezco de nuevo a los amigos de Ultimes vesprades a Mestalla, la invitación que me hacen a su blog, para muchos de nosotros brújula en tiempos confusos de este sentimiento llamado Valencia Club de Futbol.

Quiero compartir en forma de audio, el testimonio de aquellos años tan decisivos para nuestro Club, la temporada 1985-86 del descenso y la del regreso a primera, la 1986-87.

Años que nunca deberían quedar en el olvido. Aquel kilómetro cero de mi generación.

Con la perspectiva que da el paso del tiempo, me llama la atención como aquel pipiolo que era yo con los 12-13 años que por aquella época tenía, ya era consciente de estar inmortalizando en aquella cinta Sony de 60 minutos, un testimonio duro y trascendental en la historia de nuestro equipo y un resurgir de nuestras cenizas.

Se trata de diferentes audios, todas ellas extraídas del mítico programa deportivo local que en aquella época emitía en Antena 3 Radio, Paco Lloret, para mí el mejor cronista del Valencia Club de Fútbol, por profesión y vocación.

Siempre Amunt!!!

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