EL VERDUGO. 1963.
Apunto de jubilarse de su oficio de verdugo, Amadeo ofrece su puesto al novio de su hija, Jose Luis, que pese a no querer se ve obligado a aceptar para poder acceder a un piso de protección oficial en el que pretende vivir junto a su prometida. Acepta con la esperanza de nunca tener que ejercer su labor pero los acontecimientos se desencadenarán para ponerlo a prueba.
Segunda obra maestra consecutiva del genio en la que la muerte se muere de risa y la risa de miedo. Juntas recorren todo el film de forma despiadada y lúcida dejando testimonio de un tiempo y un lugar en los que mientras la censura intentaba prohibir su proyección, la película compartía cartelera con la divertida, desenfadada y moderna “Con faldas y a lo loco”. Nobody is perfect.
A ningún valencianista nos gustó que las sucesivas y nefastas gestiones de los últimos presidentes del club acabaran con la venta del mismo. Como Jose Luis en la película, pensábamos que ese momento nunca podía llegar pero no dejamos de asumir el riesgo.
¿Que todos somos culpables?. Posiblemente, pero no todos en igual grado. En todo caso, desgraciadamente, todos fuimos insuficientes. Hubo gente, conozco casos, que destinaron todos sus ahorros a comprar acciones que además nunca vendieron aunque multiplicasen por diez su valor de adquisición. No bastó, pero fueron dignos y la dignidad nunca puede caer en saco roto. La dignidad lo es todo, de hecho es lo más urgente que debemos recuperar en el club.
¿Mereció la pena aceptar el trabajo de verdugo por una nueva casa de protección oficial (Nou Mestalla) o quizá debimos permanecer en otra mucho más humilde pero más acorde al momento en que nos encontrábamos, y a partir de ahí y siendo dueños de nuestro propio destino plantearnos un camino más lento, posiblemente más empedrado pero sin duda más realista y por lo tanto más conseguible?.
Como Jose Luis, no supimos decir no a la oferta de su suegro, qué curioso, de nombre Amadeo.
Sobre las alternativas en el proceso de venta (o por qué no, a la propia venta) ¿fueron todas tratadas con la misma transparencia y equidad?.
La justificación que el veterano verdugo argumenta al nobel parece bastante viciada:
“Me hacen reír los que dicen que el garrote es inhumano. ¿Qué es mejor, la guillotina?. ¿Usted cree que hay derecho a enterrar a un hombre hecho pedazos?”
A lo que el joven replica:
“Yo creo que la gente debería morir en la cama”.
A lo que el valencianismo podría añadir, “y si es posible de muerte natural, no interesada ni anticipada”.
Una de las escenas más impactante de toda la obra del maestro es la del patio de la cárcel, cuando el condenado se dirige con calma al patíbulo mientras el verdugo debutante, completamente descompuesto, tiene que ser llevado a rastras por los guardias de la prisión.
De nuevo ese toque berlanguiano de ternura y compasión con esa otra víctima que es el propio verdugo primerizo y que poco tiene que ver con los que de forma arrogante y envueltos en engaños que el paso del tiempo ha evidenciado, arrastraron a nuestro Valencia a la venta, sacando pecho y caminando por suntuosas moquetas en olor de multitudes.
Por lo menos el Amadeo de la película no se autopremió con un garrote vil de oro y brillantes por haber conseguido salvar su negocio.
Ojalá recuperemos pronto el club, aprendamos de nuestros errores (porque también somos culpables) y no lo volvamos a poner en peligro de muerte en manos de salvadores que terminan siendo verdugos.
“Eso mismo dije yo la primera vez” concluye Pepe Isbert en la película.
@MESTALLIDOS (Desde el tendido 7 de Mestalla, aspirante a secundario de Berlanga).
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