diumenge, 28 de novembre del 2021

EL ORGULLO QUE SEREMOS




A lo que se hace con y por amor nunca alcanzará el olvido. Se desdibujarán los rostros y se borrarán los nombres de sus autores pero los hechos permanecerán. No me cabe la menor duda.

Sucedió con aquellos cinco mil irreductibles que acudieron al Camp Nou aquel 12 de abril de 1986, con aquellos que acompañamos a nuestro club por los campos de Segunda hasta que volvió a ser lo que los valencianistas quisimos, con aquellos que pese a las ofertas venenosas de Paco Roig no vendimos nuestra dignidad y pasará con todos los que nos estamos movilizando, latido a latido, contra la nociva gestión de Peter Lim y sus cómplices.

Estamos en un momento histórico, aquí y ahora. No vale ni la equidistancia ni las medias tintas. Nos ha tocado a nosotros como antes les tocó a otras generaciones y somos responsables del legado que nos dejaron y del que dejaremos a nuestros hijos.

Se suele decir, y es cierto, que el fútbol nos regresa a la infancia, que es una forma de volver a ser niños cada quince días. Pero a los niños, biológicos o metafóricos, no hay que engañarlos, a los niños hay que enseñarles a querer al Valencia y ahora mismo eso significa a defenderlo de Meriton y su tiranía, la que trafica con sentimientos.

La militancia se forja con hostias como las de Mbia y con noches como las de Sevilla, cayendo al suelo y tocando el cielo. Pero hay algo mucho más importante que una derrota o una victoria, la dignidad, la esencia de lo que nuestro Valencia Club de Fútbol significa y sin la que no somos absolutamente nada. Y eso implica luchar, aquí y ahora, por recuperar nuestro club, por conseguir su libertad.

Observo a mi hijo tramando el plan con el que entrar a Mestalla un cartel de “Lim Go Home” sin que se lo requisen. Ya no es el acto inocente y que tanta gracia me hace de esconder el tapón de la botellita de agua que quitan al entrar, ahora es una auténtica lección de vida, una vez más, alrededor de nuestro Valencia. Ahora se trata de que ha comprendido que en nuestra propia casa intentan silenciarnos, que hay gente capaz de quitar la palabra a un pueblo, de mandarlo callar, de ponerlo en serio peligro de desaparición.

Recuerdo también a mi hijo con sus amigos ayudarme a hacer la pancarta “Lim, parásito de ilusiones” con la que fuimos a uno de los actos de protesta de hace unos meses. A él que por vergüenza nunca se atrevió a hacer una de “Soler, regálame tu camiseta”, y comprendo que ya está forjado en la militancia de nuestro Valencia Centenario como a nosotros nos enseñaron a entenderla, sirviendo a nuestro club y no sirviéndonos. Luchando por él y no mirando a otro lado, exigiendo su libertad.

Libertad y Valencia Club de Fútbol, quizá las palabras más bonitas que existen porque sin ellas no seríamos nosotros mismos.

Nos dirigimos a Mestalla mientras suena Aute en el coche: “¿Quién nos compuso el engaño de que existir es apostar a no perder? Vivir es más que un derecho, es el deber de no claudicar… Para qué seguir respirando si no estás tú… Libertad”.

Y pienso que dentro de 40 o 50 años, cuando nosotros ya no estemos, nuestros hijos nos recordarán ante sus hijos, devolviendo camisetas firmadas por toda la plantilla, rechazando invitaciones a desayunos en Mestalla, a subvenciones de locales, recorriendo las calles con pancartas hechas con nuestras propias manos, montando carpas los días de partido, agrupando acciones, burlando la censura… Contarán a sus hijos como en tiempos en los que nadie hacía nada por nadie, una masa de valencianistas nos movilizamos con y por amor a nuestro Valencia Club de Fútbol, simplemente porque nos necesitaba.

Y así, para las sucesivas generaciones venideras de valencianistas, como otras antes lo fueron para nosotros, aunque no recuerden nuestras caras ni nuestros nombres, el Valencia permanecerá y seremos orgullo.


José Carlos Fernández Haba.











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