En 2023 se va a cumplir un decenio desde que Peter Lim apareciera en nuestras vidas y cambiara radicalmente nuestra experiencia valencianista. Tiempo superior al que dispusieron, por ejemplo, los insignes Ramos Costa y Jaime Ortí. Tiempo más que suficiente para sacar ya conclusiones inequívocas y dejar de jugar a las patéticas y acomplejadas elucubraciones acerca de qué pensará el infame (con la asistencia de su socio Jorge Mendes) sobre el Valencia desde su torre de marfil.
Y, en el marco de la ignominiosa opacidad que caracteriza a este periodo, una gran certeza: Peter Lim es el primer mandatario al que el valencianismo le pide, por activa y por pasiva, que se marche y no facilita el traspaso de poderes. Por lo tanto, teniendo claro que no es el aprecio por los valencianistas -basta con leer sus declaraciones- lo que le anima a seguir “rigiendo” el club, el único objetivo de su empecinamiento resulta obvio: el afán de lucro a costa de la entidad.
Largo y tendido se ha hablado, desde un penoso y genuflexo ejercicio colonial de empatía con los sátrapas, sobre la compatibilidad entre esta finalidad (al sumidero, por consiguiente, la divisa del “servir y no servirse”…) y la existencia del VCF como un club de fútbol al uso.
Huelga decir que, a estas alturas, ese precario equilibrio se ha revelado como inviable. Al menos si consideramos que el VCF debe ser algo más que un escaparate para que los agentes de futbolistas mercadeen y unos especuladores foráneos se lo lleven calentito mientras esquilman hasta el tuétano un club histórico.
Por eso, ha llegado el momento de volver a recapitular. En especial, para que la responsabilidad de esta humillación sistemática recaiga sobre las cabezas de los que, compra de voluntades mediante (en metálico o en especies), han facilitado que quienes se habían hecho acreedores del CORDÓN SANITARIO disfruten de otra oportunidad más (y van…).
Como, brillantemente, sintetizó Vicent Molins: “El valencianismo se enfrenta rutinariamente con la necesidad de disimular que las cosas que le suceden al equipo sobre el campo, importan”. Y, en el marco de este Pantomima Full endémico en el que Peter Lim ha convertido la entidad, reside la metafísica de esta desnaturalización. Por primera vez en su historia, el VCF tiene unos dirigentes para los que la buena marcha del club no solo no es una prioridad, sino que incluso puede resultar contraproducente para el antimodelo deportivo que han perpetrado.
Somos numerosos los valencianistas con una trayectoria jalonada de lustros de abonos y docenas de desplazamientos que ya hace tiempo que apostatamos de conceder importancia a los resultados. Sentimos pecar de un exceso de lucidez, pero hemos desconectado de esa retórica porque nos percatamos de que es la coartada mediante la que Meriton pretende mantenernos en la alienación más absoluta.
Como en todo mecanismo especulativo, su estafa consiste en proyectar una constante promesa: el próximo partido, el siguiente fichaje, otro renderizado del Nou Mestalla… Spoiler: al VCF ya no lo va a salvar ningún gol en el descuento. Su condena es de otra naturaleza.
¿Cómo no vamos a relativizar lo que pasa en el terreno de juego (poco pan y pésimo circo, por otra parte) cuando es la propia dirigencia del club la que nos ha demostrado, una y otra vez, que la competitividad no es parte de su “proyecto”? Han preferido cuatro temporadas sin Europa a una estructura deportiva homologable. No hay más preguntas señorías…
Sí, estáis en lo cierto. No hemos superado las destituciones de Alemany y Marcelino (que ese era el orden inicial del oprobio, no lo olvidéis…). Y es que, además, por sentido común, no queremos superarlas. No vamos a olvidar por qué lo hicieron y cómo lo hicieron. Es el carbono 14 de la malignidad intrínseca de la trama de Mendes y Lim. Porque la incompetencia es disculpable, pero lo que se hace con malas intenciones (propio de sujetos con un sesgo sociópata significativo) no tiene perdón*.
Y esa es la esencia de la trama Meriton, que permanece más vigente que nunca y en un estadio de degeneración cada vez más terminal (lo de tirar de cedidos por sistema y no como parches, de hecho, es una martingala de estos iluminados que ha venido para quedarse).
Comprenderéis que algunos no transijamos con que nos tomen flagrantemente el pelo a costa de nuestra pasión. Por eso, ningún partido de fútbol nos va a despistar del único objetivo relevante, precisamente, para volver a disfrutar de los encuentros del VCF: la desaparición de Meriton de Mestalla y, con ella, la de la traición que su nociva idiosincrasia representa para el cumplimiento de la voluntad de querer llegar que hizo grande a esta institución.
Sin embargo, el actual estado de degradación contrasta, hasta que el elefante en la habitación ya mute en brontosaurio y derribe sus tabiques a trompazos, con el distópico clima de ilusionismo que, a modo de contraprestación, determinados medios han inducido en el estado de ánimo del valencianismo. Un valencianismo a cuya alienación contribuyen, por ejemplo, concediendo estatus de normalidad a procederes ultraopacos que ningún ciudadano de una democracia occidental asumiría en entornos público-privados convencionales. A saber:
- Una presidenta que no se sabe expresar en las lenguas cooficiales y cuya dedicación a un menester que mueve decenas de millones de euros al año es parcialísima y, en ocasiones, ni siquiera ha justificado su residencia permanente en la ciudad. Además, sin conocimiento alguno sobre la parcela que “gestiona”.
- Una estructura de “comunicación” indigna de ser calificada como tal, pues únicamente emite mensajes unidireccionales y apenas se presta a un mínimo ejercicio de escrutinio público. Decisiones de la más alta enjundia para la afición y el accionariado se ventilan sin una transparencia que debería suponer un requisito de respeto.
- Un poder de decisión deslocalizado y despótico que se revela como un absoluto lastre para el futuro de la entidad, aunque, por supuesto, no para los intereses de Peter Lim y Jorge Mendes (comisiones, enchufismo con amiguetes, utilización espuria de la imagen y los recursos del club…). Tan difuso, por otro lado, que nadie ha visto la sede de la fantasmagórica empresa pantalla cuyo infame nombre todos repetimos como un mantra.
Pero la relativización de estos desmanes, siendo altamente cuestionable, resulta menos escandalosa que la propagación de los siguientes relatos falsarios:
- La leyenda del hijo del pescador (¡gracias por tamaña compasión de filántropo desde el Financial Times!).
- La profesionalización del organigrama y la internacionalización que modernizarán un club anquilosado (hasta que, en un alarde de periodismo de investigación, se constató que eran unos chandaleros crujiéndose en La Deportiva).
- El amable y simpático diplomático Anil Murthy (curiosamente, así se nos vendió, de inicio, en contraposición a Layhoon Chan).
- La amable y simpática gran gestora Layhoon Chan (ahora en contraste con Anil Murthy y pese a que nunca superó la 12ª posición en la tabla).
- Gattuso: el Simeone che (como ya han pasado los Reyes Magos, os voy a contar un secreto: el entrenador, tras Marcelino, es siempre cooperador necesario del pérfido bucle del ilusionismo que maquina Meriton cada campaña).
La responsabilidad de la opinión publicada a la hora de inocular en la agenda estas narrativas, hasta que la realidad, periódicamente, las arrumba, está en el meollo de la complejidad extra que, para el valencianismo crítico y combativo, implica enfrentarse en una guerra de desgaste de posiciones a largo plazo y, ya de por sí, desigual contra quienes están destrozando la entidad hasta dejarla exánime.
Se trata de una responsabilidad, como en el amañado, torticero y viciado proceso de venta, compartida. Pero esa naturaleza colectiva en ningún caso es inocente. Si Mestalla asiste al deterioro del club abúlico, apático e incluso, en ocasiones, esquizofrénico (haciendo la ola con un cúmulo deslavazado de cedidos sobre el verde), se debe, en gran parte, al efecto sedante de una exposición mediática que, aunque también ha contado con notables ejemplos de anteposición de la dignidad de la institución (eterno agradecimiento), ha preferido, en líneas generales, priorizar SU show business.
Hablando en plata: habéis vuelto a infantilizar a la afición con cuentos chinos (desde #ElValencianismoQuiereARandom al Tiro al canterano rata, pasando por El árbitro me tiene manía). Habéis perdido una nueva oportunidad, quizá ya la última, de tratar a los valencianistas como adultos, contarles la verdad (en lugar de ocultar la basura que hay en el club) y poneros del lado de quienes sufrimos por el secuestro de la institución. Habéis vuelto, en definitiva, a abonar el terreno para el beneficio de los tahúres, charlatanes y equidistantes para los que el VCF es mera carroña que parasitar. Y, de paso, habéis ninguneado y despreciado a los valencianistas de base que se están dejando el alma para revertir el latrocinio. En resumidas cuentas: entre VCF y Meriton, habéis elegido Meriton.
Este estado de las cosas contribuye a perpetuar una entidad ya no solo desustanciada (hasta la memoria es objeto de banalización por parte de los oportunistas suplantadores de una identidad en la que nunca creyeron), sino también inmersa en un proceso paralelo de promoción por meritocracia inversa. Molt sensillo: como la gente más competente no se va a dejar manipular por los sátrapas, se produce una incesante cooptación de mediocridad y carencia de escrúpulos que sume al VCF en un empequeñecimiento que tiende a infinito. Los mejores directivos, entrenadores, futbolistas, exfutbolistas, empleados, periodistas, intelectuales, hinchas… no quieren saber nada de esa máquina que tritura tanto la carne humana como el material del que se hacen los sueños y todos llaman Meriton. Pero recordemos que disponen del presupuesto del VCF para, aprovechando las muy personales debilidades, comprar escudos humanos, propagandistas, palanganeros y chivatos.
¿Qué podemos esperar ante este panorama de devastación deportiva y moral? No se trata de recetas mágicas, sino de que cada cual haga todo lo que esté en su mano para que a Meriton se le vuelva incómoda su presencia por estos lares (es decir, justo lo contrario que irte de aperitivo con ellos e intercambiar prebendas).
- Por una parte, cabe esperar que, cuando la tozuda realidad vuelva a atropellar, una campaña más, a los providenciales exégetas de Lim, se produzca una primavera, también mediática, como la que vivimos en 2022 y, por un momento, nos hizo soñar con ese CORDÓN SANITARIO que nos habría dignificado como afición y sociedad civil y puesto en la senda del empoderamiento y de la solución.
- Por otra parte, conviene apelar al buen juicio del valencianista para que se movilice junto a las asociaciones, los colectivos y las personas que, verdaderamente, han antepuesto la dignidad del VCF sobre intereses particulares. No hace falta decir cuáles son, ya que los hechos siempre hablan con más rotundidad que las palabras. Los que SIEMPRE Y COHERENTEMENTE están en primera línea de esta causa.
Frente a los que van a utilizar el atenazador mecanismo psicológico del miedo, opongamos la determinación de quienes ya no tenemos nada que perder. Desengañémonos: el Valencia, con Meriton, ya está muerto. Lleva nuestro escudo y nuestra camiseta, pero, en manos de Lim o sucedáneos principescos, son meras carcasas vacías mediante las que, taimadamente, nos chantajean para que unos especuladores sigan haciendo negocio.
Y distingamos: nosotros somos y hacemos el Valencia. Lim y Meriton, simplemente, son los que tienen la llave de la caja, que es lo único que les interesa de nosotros. No lo olvidemos nunca. Salte del rebaño y ¡a por ellos!
Simón Alegre (socio 4453)
*Por favor, que no nos digan ahora que se trató de decisiones para rebajar la deuda, puesto que los estados contables y los sueldazos que cobran los sátrapas, desconociendo lo que se funden con las tarjetas, por parasitar el club hablan por sí mismos.
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