Iniciem amb la temporada de lliga una sèrie de col·laboracions d'aficionats dels equips que visitaran Mestalla. Els hem demanat que ens oferisquen la seua visió, sempre particular i individual, de Mestalla. D'aficionat al futbol a aficionat al futbol, d'un malalt a un altre. Sense més transcendència però, pensem, amb tot l'interés.
Des d'ací mostrar el nostre més sincer agraïment a aquells amistosos rivals que honraran este blog amb els seus escrits.
Mestalla: el templo del dolor.
Después de casi toda mi vida (30 años) como hincha acérrimo y obsesivo, ahora vivo retirado del fútbol. Lo llevo bien, gracias, al menos por el momento. Pero, a pesar de mi retirada, no puedo olvidar mi pasado mallorquinista y ‘barralet’. Y en ese pasado las visitas de mi equipo al estadio de Mestalla ocupan un lugar especial, por doloroso.
Los aficionados a la selección de rugby de Sudáfrica conocen al estadio neozelandés de Carisbrook (Dunedin) como ‘La casa del dolor’ (The house of pain), pues en ese recinto no han podido ganar los Springboks desde hace 80 años (racha que se rompió, precisamente, este pasado 12 de julio [http://es.youtube.com/watch?v=0tuxR32d0e8]. La última victoria sudafricana en Carisbrook data del lejanísimo 1928). Para mí y para el mallorquinismo al completo Mestalla ha significado lo mismo que Carisbrook para los Springboks: un templo del dolor en el cual las ambiciones rojinegras eran minuciosamente desarboladas y trituradas. Año tras año. Ninguna victoria en Mestalla. Cada visita anual significaba para el Real Mallorca una derrota asegurada, a veces amplia e indiscutible; un uno fijo en la quiniela. Si en otros estadios el Mallorca se mostraba en ocasiones ambicioso y luchador, en Mestalla los jugadores rojinegros no evidenciaban ninguna actitud positiva o ambiciosa. Eran derrotados con una facilidad pasmosa, como si el ambiente (otros dirían el ‘karma’) del estadio valencianista irradiara un aire mefítico que eliminara de raíz su voluntad, de la misma manera que le sucede a esos protagonistas de El ángel exterminador de Luis Buñuel que, inexplicablemente, son incapaces de salir del salón de una casa.
Pero el problema no era tanto el Valencia como Mestalla (al Valencia se le ha ganado en Palma en no pocas ocasiones), pues las derrotas del Mallorca en este estadio no sólo se han producido a manos del Valencia CF. Probablemente la más dolorosa de todas, al menos para mí (me recuerdo días después del partido, todavía aletargado por el peso de la decepción), se la infligió otro equipo, el FC Barcelona. Fue en la final de la Copa del Rey de la temporada 1997-1998. Y fue en Mestalla, el templo del dolor. En un partido intensísimo, de esos que se denominan (a veces con excesiva generosidad) épicos, con un imperial Carlos ‘Lechuga’ Roa (partidazo el suyo; en la tanda de penalties paró tres tiros y metió el que lanzó), el Mallorca de Héctor Cúper se quedó al borde mismo del éxito, que habría supuesto su primer título. Llevó la iniciativa en el marcador, controló a las estrellas rivales (Figo y Rivaldo), padeció dos expulsiones en la prórroga (‘El Mencho’ Mena y Quique Romero, además de la lesión de Gabi Amato), y después, en la tanda final, Jovan Stankovic tuvo en sus pies el balón del triunfo. Pero disparó fuera. La tanda siguió. El Mallorca no podía ganar. Era Mestalla. El dolor. La ruleta alcanzó hasta el fallo de Eskurza, que dio el triunfo a los blaugranas, que conseguían ese año el doblete (Video final Copa 1998: http://es.youtube.com/watch?v=MlYE_G3q3Os)
Siguen los paralelismos. Si, como he dicho, la Sudáfrica de rugby acaba de romper el maleficio del terrible estadio de Carisbrook, el Real Mallorca hizo lo propio con Mestalla el pasado 30 de marzo (http://www.elpais.com/articulo/deportes/Mallorca/gana/primera/vez/Mestalla/elpepudep/20080330elpepudep_19/Tes). Esta última temporada el Mallorca venció en Mestalla, y además con sorprendente facilidad y amplitud (0-3). Todo lo que caracterizaba los partidos Valencia-Mallorca acabó transfigurándose; la habitual dificultad operativa de los visitantes dio paso a una placidez inspirada y letal. Un milagro. Lo malo es que no pude disfrutar semejante gesta, dada mi retirada futbolística. Me enteré tras el partido de la sorpresa. Mestalla ya no era invencible, pero no se me ha permitido disfrutar de ese preciado momento. Para mí Mestalla siempre será el templo del dolor, incluso cuando ya haya desaparecido.
Postdata: nunca he estado en Mestalla. En su interior, quiero decir. Viajé por primera vez a Valencia el pasado mes de noviembre y me quedé a las puertas del estadio. Ni se me pasó por la cabeza la posibilidad de entrar. Una de esas noches de noviembre, tras salir de la Universidad de Valencia, escuché desde la calle cómo un reducido número de aficionados noruegos celebraba la derrota valencianista a manos de su equipo, el Rosenborg. La única alegría que me ha deparado Mestalla se dio esa noche, un poco más tarde. No tuvo que ver con la derrota valencianista (no guardo rencor alguno a este equipo, y por eso no celebré su derrota en Champions), sino con la victoria del Rosenborg. Este equipo noruego nunca me había llamado la atención, pero después de coincidir con sus hinchas (femeninas) en un bar esa madrugada, en el barrio del Carmen, donde celebraban la victoria, creo que ya me cae algo mejor. De este equipo no recordaré los remates de sus delanteros ni las jugadas de sus centrocampistas, sino las vertiginosas curvas y los cabellos largos y rubios de sus fogosas seguidoras.
Juan Antonio Horrach
Aficionado del RCD Mallorca
wow, very special, i like it.
ResponEliminaEspléndida contribución.
ResponEliminaPaco Gisbert
Muy interesante e ilustrativo. Parece ser que lo que pasó la temporada pasada fue un hecho aislado. Ayer volvió a ser el templo del dolor....
ResponEliminaAnoche se cumplió la tradición.
ResponEliminaQue conste en acta: la liga de 1971le fue entregada al VCF en la previa de un VCF-Mallorca de copa.
bar Torino
Por añadir una referencia histórica más al hilo de la temática, en el sentido apuntado por Bar Torino, recordaría también que el VCF volvió a conseguir la posibilidad de jugar la Copa de Europa casi 30 años después de su primera oportunidad al vencer al Mallorca por 3-0 en el último encuentro de la campaña 98-99. Tarde calurosa, asistencia a una comunión demorada en mi caso, Ranieri despedido con un repaso a sus hitos como general valencianista por el fondo sur y Cúper aguardando su turno en el banquillo visitante.
ResponEliminaHe de decir que cuando yo tenía casi 9 años el Lluís Sitjar quizás fue el primer templo del dolor que conocí como valencianista, en aquella Copa de 1991 jugada al viejo estilo, con la Liga acabada. Después llegarían, sin alcanzar la magnitud de Montjuich, otros más, el siguiente La Romareda en 1993, seguro que Gallolo se acuerda...
En fin, freno, que ya estoy empezando a divagar y a desviar el hilo, brillante idea la de hacernos ver Mestalla desde el prisma ospiti.
Neófito, recuerdo ese partido: la derrota del Mallorca lo enviaba a la previa de la Champions, y allí fue eliminado por el Molde (¿alguien se acueda de este equipo noruego?). El desastroso sustituto de Cúper, Mario Gómez, fue cesado rápido, entre otras cosas al descubrirse que no tenía el permiso de entrenador en regla.
ResponEliminashalom