divendres, 19 de maig del 2023

MEMORIA DE UN VALENCIANISTA SIN PEDIGRÍ

1919-2023 MESTALLA

Dedicat a tots el meus amics valencianistes ( ja sabeu qui sou ) i en especial a la guardiana de la esencia del ser, Merchina Peris.

Memoria de un valencianista sin pedigrí



No, yo no tuve un abuelo, tío o padre que me acompañara a Mestalla los domingos alternos de cada mes. No había casi dinero en casa suficiente como para permitirnos ese placer y lo asumí con la naturalidad que puedes tener con 8 o 9 años. En esos tiempos pude comprobar que en el colegio éramos bastantes los niños con la fé del murciélago; eran los años duros pre/post descenso, pero había buena base para el futuro, porque entonces no existia la basura mediática de ahora y ser del club de tú ciudad o región era hacer patria. Era costumbre (al menos en Torrent) y no podía faltar, una senyera del Valencia CF en tus regalos de cumpleaños o de comunión. Siempre aposté por mi equipo en lo que yo llamo “los años de la transición”, en los que no teníamos ningún referente claro.

De ahí viene todo.



El descenso apenas lo recuerdo como un trauma, no fui consciente del drama hasta que empezó la temporada en segunda con la UD Figueres y luego Sestao, Cartagena, Jerez, Logroñés, filiales..etc.

Ese año no salimos en el álbum de cromos de Ediciónes Este y me di cuenta de la magnitud de la tragedia, sin embargo nuestra fe por el club en el colegio sé multiplico por cien. Nada ni nadie podría hacerme cambiar mi historia. Esa temporada seguí los partidos del equipo desde una radio que perteneció a mi abuelo Pascual y que solo podía recibir dos o tres emisoras de AM. Recuerdo, ahora lo sé, que era Antonio Rubio de Radio Nacional el que narraba esa temporada.


Desde la modesta casa de campo de mis padres a la que íbamos los fines de semana, escuchaba los partidos y me hacía promesas. Si el Valencia marcaba gol me obligaba a mi mismo a dar varias vueltas a la caseta para aliviar la tensión y la alegría. Era un ritual de celebración. Volvimos a primera gracias a una generación de chavales como Quique, Fernando, Revert, Giner, Voro, Alcañiz, Sixto, Fenoll y gracias al compromiso (y responsabilidad) de Sempere, Subirats o Arias, la travesía en segunda duró tan solo unos meses.

Imagino que como premio a lo único en lo que mi padre y yo hemos estado de acuerdo en la vida, un día de agosto de de 1987 me enseñó dos entradas para el Trofeo Naranja. Íbamos a ver al Valencia CF contra el FC Barcelona.

El día señalado dejamos el viejo SEAT 1500 aparcado en una zona lejana ya que la matrícula era de Lleida y mi padre temiendo la jugada quiso ser previsor “a vore si encara me fotrá el cotxe algún fill de puta”.

Indescriptible mi reacción al ser consciente de que por primera vez iba a ir a Mestalla. Sigo pensando de dónde sacaría el dinero el pobre hombre y sospecho de mi abuelo Alfonso, que era zapatero remendón en la calle Murillo en plena frontera entre el Barrio del Carmen y Velluters y al que mi padre solía acudir con la excusa de “ vamos a ver al abuelo” y así de paso siempre le caía alguna gratificación.

Como no podía ser de otra manera fue en el Gol Gran, arriba del todo, ya sabéis, donde nos juntábamos los pobres, los solitarios, porretas y demás fauna.

Ese run run, ese murmullo, esas luces, ese himno, ese césped, esa sensación de ver algo único e inédito en tu vida que hasta ese momento solo era algo inalcanzable. Recuerdo también asomarme por la grada y ver la calle Joan Reglá repleta de furgonetas de la policía, eran esos tiempos de cuando el Barça caía peor que el Real Madrid.

Esa fue mi primera vez y con mi padre.

Pero hubo otra primera vez, contra el mismo equipo, al año siguiente en la temporada 88/89, pero fue diferente y es la crónica de un pecado irresponsable e inaceptable que cometí a los quince años.

Recuerdo ver a mi madre trabajar sin descanso, a destajo, y a veces de madrugada, cosiendo camisas o pantalones en un pequeño habitáculo de casa para sacar rédito a la maltrecha economía doméstica de la época. En uno de esos días ayudando a desembalar los fardos para facilitarle el trabajo toque algo duro en una de esas prendas. Fue cuando cometí el pecado.

Había una carterita pequeña con papeles y un billete de cinco mil pesetas. Ya sé lo que hubiese hecho cualquier niño decente, responsable y buen hijo y mas con las circunstancias con las que malvivíamos, pero yo no lo hice.

Amparándome en una mentira cómoda conseguí convencer a mi primo Alfonso, que era unos años mayor que yo, de una aventura. El plan consistía en ir a Mestalla, coger el tren desde Torrent y apearse en la antigua estación de Jesus y luego caminata hasta el templo.Toda una odisea.

Cometido el delito, ahora sólo faltaba disfrutar de él.

Era el partido de la segunda vuelta contra el FC Barcelona, estuvimos en la general de pie detrás de los Yomus, que se pasaron prácticamente todo el partido gritándole a Alexanco “violador, violador, violador” por un incidente del vasco con una lugareña en una concentración de pretemporada que casi le cuesta la cárcel y el matrimonio.

Recuerdo el resultado, 1-1, con golazo de uno de los mejores jugadores que yo he podido ver en Mestalla, Fernando Gómez Colomer. Cosa fina.

Poco mas recuerdo de aquel día solo que al salir me compre en un tenderete un azulejo pequeño con el escudo del Valencia CF que lamentablemente no encuentro desde hace tiempo entre mis cosas.

De los muchos pecados que cometí siendo menor de edad este es el que más he disfrutado. Con los años Mestalla iba a convertirse en un lugar donde iban a converger amigos, novietas, alegrias, lágrimas, cabreos y desgarradoras arengas cargadas de pasión y porque no decirlo, de sufrimiento; también en plan personal y si exceptuamos a alguna mujer, nada ni nadie me ha echo sufrir o disfrutar más en mi vida que Mestalla. Esto es. Nos asentamos en primera división de nuevo con alguna dificultad, con un Alfredo Di Stefano ya en su última etapa, luego, ya en los primeros 90 y con entrenadores tan diferentes como Esparrago o Hiddink, se consiguió revitalizar al club con buenos resultados. Quien nos iba a decir a todos los que fuimos a la finalde la Copa del 95 (la final del agua y del granizo) que quedaba muy poco para el gran Valencia CF de Ranieri, Cuper o Benítez.



En esa bonanza ya no pude estar en primera línea; pero eso es otra historia.

A mis amigos José Moret, Román Navarro Bacete y José Sáez Lorente.

Y a todos los valencianistas que, como ellos, nos dejaron demasiado pronto.

Tirant Lo Blanc i negre @Espiritu_del_79












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