Afortunadament, la publicació de llibres en l'entorn del València CF ha deixat de ser una situació excepcional. En últimes vesprades a Mestalla ens felicitem pel fet que alguns dels nostres col·laboradors han participat en este fenomen (al qual també hem pogut contribuir nosaltres amb la edició del llibre a benefici d'Elvira Roda que recull diversos textos publicats al blog), com és el cas de "Ja tenim equip" de Paco Gisbert, "Bronco y liguero" de José Ricardo March, "Tonico vol ser futbolista" de Josep Franco, "El poble de Mestalla" de Joan Carles Martí i "El nacimiento de la ciudad deportiva. La Valencia de hurras y alirones" de Miquel Nadal . Hui tenim el plaer de publicar el text que acompanya la contraportada de l’excel·lent llibre Paco Lloret al voltant del 90 aniversari del Camp de Mestalla que acaba de vore la llum.
Sobre el césped y en la grada, el campo del Valencia CF se ha convertido en un escenario de pasiones colectivas. Mestalla, que cumple 90 años, es el feudo de mayor solera de primera división y acumula en su interior un sinfín de vivencias singulares compartidas por miles de personas que han sido testigos de momentos mágicos e instantes únicos. Todas esas representaciones han ido evolucionando con el paso del tiempo, aunque la liturgia futbolística se mantiene intacta en su esencia.
Este libro traza un recorrido literario por aquellos acontecimientos destacados que han tenido lugar en el santuario del valencianismo. En él se combinan con precisión histórica un sinfín de datos de gran valor, pero va más allá; se adentra en el análisis de un sentimiento profundo que ha empujado a varias generaciones a vibrar con el espectáculo del fútbol y con la adhesión a unos colores concretos: los del Valencia CF.
Paco Lloret nos adentra en ese universo entrañable y a la vez misterioso, el de los seguidores valencianistas congregados en su foro, donde conviven el éxito y el fracaso, la alegría y la tristeza, pero en el que, por encima de todos los vaivenes, prevalece la lealtad a un club y una identificación plena. Su amena prosa se enriquece con la aportación de un material gráfico único que proporciona a este volumen un enorme atractivo, de imprescindible lectura para quienes alguna vez hayan pisado Mestalla o, simplemente, lo hayan soñado.
Aquella temporada tenia 10 anys. Havíem guanyat la lliga la darrera temporada i encara estava en el menú record el gol de Forment al Celta o el d'Antón en la Nova Creu Alta. Aquella temporada arribarem a dos punts del Madrid. Un dia amb pluja i turmenta. Darrer dia de falles. Unes falles en blanc i negre ,grises com l’època, òrfena de llibertats en el tardo-franquisme. Els xiquets d'aleshores no teníem mes que una televisió -grande y libre- y els partits del diumenge a la vesprada a Mestalla era de lo poc en color que desfruitàvem. Eixe dia després de dinar aní en mon pare -que ja ha complit 89 anys i encara manté el seu passe- a Mestalla, general del Gol Gran, a veure el partit. El resultat ja el sabem: VCF 1- Sánchez Ibáñez 2 ( portada del dia següent al diari Deportes).
Malgrat total sempre en quedarà el record de Mestalla, de xiquet amb mon pare i el d’un sentiment indescriptible, que ara continua amb el menú fill.
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El Príncipe de Asturias literario de este año es para Muñoz Molina. La pregunta que nadie le hará en rueda de prensa es porqué bautizó a uno de sus personajes con el enigmático nombre de teniente Mestalla, un militar golpista que muere en los primeros días del alzamiento del 36' a manos de un superior leal a la República.
No consta que Muñoz Molina sea futbolero y mucho menos que tenga simpatías por el VCF. Seamos sinceros, para tener simpatías por el Valencia hace falta una devoción que ni siquiera los más leales llegamos a comprender. Tampoco M.M. parece un Manuel Vicent evitando pajearse para que el Valencia no pierda en sus años de infancia tal y como cuenta el de la Vilavella en "Tranvía a la Malvarrosa". Pero Mestalla es un topónimo demasiado poco común si lo alejamos de la bahía de Artes Grafícas y sus meandros como para pasar inadvertido a ojos de un forofo lagrimitas. Por otro lado, cuando Muñoz Molina publicó "El jinete polaco" en 1991 el nombre del campo era oficialmente el de Luis Casanova. A principios de los 90, la potencia sonora de Mestalla era más bien una reliquia de tardes de domingo escuchando el carrusel, y sólo la tribu local mantenía el nombre por acción y efecto de la costumbre.
Intuyo que soy el único lector de Muñoz Molina que sintió una punzada en el estómago cuando el teniente Mestalla hizo su aparición en escena. El enfermito que soy le puso rostro inmediato al susodicho teniente. Y el elegido no fue un mito, ni tan siquiera un jugador más o menos relevante. El elegido, que entró a la fuerza y sin que yo mismo le abriera la puerta fue Tirapu, un jugador de escaso pedigrée que corría de manera atolondrada por la pradera de Mestalla a mediados de los 70'. Fernando Tirapu Arteta, un extra en el contexto de la historia oficial pero una figura determinante en mi formación como hincha del VCF.
Si Keita es mi primer recuerdo mestallí, Tirapu fue mi primer ídolo. Imagino que su aspecto de Mendieta sin oxigenar, así como su propensión al juego deslavazado y a trompicones tuvo un efecto demoledor en mi pequeño corazón de hincha parvulitos. Hasta que Kempes se confirmó como crack mundial yo era de Tirapu. Durante años mantuve colgado en mi cuarto su poster y su rostro aleonado fue la imagen que mi conciencia eligió como banderín de enganche cada vez que el Valencia aparecía en una conversación.
Después, Tirapu pasó al ostracismo de mi memoria y su aspecto de jabato enloquecido se convirtió en una especie de recuerdo clandestino, como si el fútbol de mis primeras temporadas en Mestalla no fuera de verdad y sólo hubiera quedado el rastro de unas pocas anécdotas. Cuando años después Tirapu volvió reconvertido en el teniente Mestalla tampoco yo mismo quise darle mucha bola. Sus tres temporadas en Valencia fueron irrelevantes, no marcó ni un solo gol, y al final, sus acérrimos más entusiastas, mi padre entre ellos, apenas lo valoraban como un trotón sin oficio ni beneficio que se perdía en su propio laberinto.
Posiblemente, el lugar de Tirapu en la historia de Mestalla no fuera dejar su huella como mito futbolístico, sino alumbrar futuros recuerdos en nombre de esa extraña enfermedad llamada memoria. Un día, Muñoz Molina lo puso a trajinar en una novela y yo le devolví al escenario donde su figura apenas nadie recordaba. Aún anduvo colgado hasta bien entrada la década de los 90' en las paredes del bar los Checas en aquella foto mágica de la 76-77, esa foto que aunaba todos los matices del Valencia, con un Claramunt crepuscular y una dupla Diarte-Kempes a punto de sembrar el terror. Tirapu estaba ahí. Agazapado, como un león herido a punto de irse para San Mamés. Todavía tuvo tiempo de ganar una liga. La 82-83. Jugó un solo partido, en La Romareda. Para entonces ya no llevaba melena, y en Mestalla, otro león, Koldo Aguirre, nos salvaba del abismo.
A finales de agosto coincidí en la sala de espera del Clínico con Enrique Saura. Nada más verlo supe que era él y eso que el tiempo le ha conferido un aspecto que poco o nada tiene que ver con su recordada estampa de Orzowei juvenil.
Ese mismo día se cumplían exactamente 28 años de su partido homenaje, un triste 0-0 contra Peñarol. Estuve a punto de comentárselo pero me pudo la timidez y la pesadumbre del lugar, así que me limité a saludarle con el reverencial respeto que exigen los mitos. Después me arrepentí, claro. El miedo a parecer un psicópata a lo "Holden Caulfield" Chapman, el asesino de John Lennon, me hizo olvidar que el verdadero homenaje era precisamente ese, que alguien le recordara con exactitud la fecha de su último partido como jugador del Valencia CF después de tanto tiempo.
Como este año, aquel 26 de agosto de 1985 también cayó en lunes. Recuerdo que anticipé una semana mi regreso desde las playas de Mazarrón sólo por estar en ese partido. Me entristeció mucho que sólo fuéramos 15000. Saura merecía más. Fue siempre un jugador de brega y pundonor no exento de calidad. Nadie mejor que él para provocar penaltis y nadie mejor que él para soltar latigazos contundentes desde fuera del área como aquel fantástico gol al Barça en los 1/4 de final de la Recopa de 1980, festividad de San José.
Saura se convirtió en leyenda al levantar la Recopa en aquella mágica noche de Heyssel. Capitán meritorio y de verdad, de la estirpe de los jugadores-enseña con 10 ó más temporadas en el club, ese dato que la modernidad ha convertido en quimera pero que hasta hace relativamente poco era muy común en Mestalla. Que nadie lo olvide. Sobre esa base de jugadores-emblema, que sin ser figuras han marcado época, se sustenta en verdad la idiosincrasia auténtica del Valencia. Saura es uno de ellos.
Con su adiós comprendí que el fútbol nos envejece y rejuvenece sin importar la edad. Fui viejo aquella noche del 26 de agosto de 1985, como he vuelto a ser un niño en muchas ocasiones posteriores en las que mi edad ya no rozaba ni siquiera la adolescencia.
Sirva este post como tributo al gran capitán, caballero de honor de la legión valencianista, como le gusta decir a otro indispensable de nuestra historia, Hernández Perpiñá.
Article originalment publicat al blog Perinquiets el 15 de juliol de 2013
Partido amistoso en homenaje a la afición del Valencia CF. Mestalla, 25 de mayo de 1990. Tras el descenso de la 85-86, el club che logró volver a Europa por la puerta grande con un tercer puesto y la gran respuesta del aficionado, tanto el año en Segunda División, como en su retorno, le hizo merecedora de una gran fiesta en su honor. El cuadro visitante, la Selección Argentina, Campeona del Mundo tres años antes en México. Y con su gran estrella al frente, Diego Maradona. Conservo esas imágenes en una colección de VHS que ofreció el diario Levante con el título “La Gran Historia del Valencia CF”
Aquél partido terminó 1-1. Se adelantó Argentina con un tanto (creo recordar) de Bertoni, que remató un centro desde la derecha del Pelusa. Empataría Enric Cuxart, delantero fichado al Espanyol ese año y que se destaparía en la última jornada de la temporada recién terminada, ante el Logroñés, con un hat trick en Mestalla. Esa temporada (89-90) el equipo fue subcampeón, sólo por detrás del Madrid dominador de la Quinta del Buitre.
Durante mucho tiempo el recuerdo del amistoso ante Maradona solapaba el de mi primera visita a Mestalla, precisamente aquél 3 a 0 ante los riojanos. Sin embargo, la grandeza de la visita de Diego y el mega-llavero con el escudo del club que me regaló el amigo que nos acompañaba en la grada engrandeció tanto el momento que ahí me enganché por completo. En la siguiente temporada, no faltamos a ningún choque.
Documentos perdidos
En Youtube hemos encontrado este video, grabado en noviembre de 1979, un año después de que la albiceleste se proclamara campeona en el Monumental de Buenos Aires. Un partido amistoso entre la Selección Argentina Juvenil y el Valencia CF. Recordemos que Maradona no fue convocado por Menotti para la cita mundialista de 1978. Sí lo haría en España’82, pero antes, el joven Diego quiso rendirle homenaje al Matador con sus elogios ante las cámaras.
En 1981 volvería la albiceleste, esta vez la absoluta, a pisar terreno valenciano. El amistoso data del año 81. El gol es de Ramón Díaz y la jugada de un Diego Maradona ya instalado en el once inicial. Presten atención a la asombrosa jugada del “Barrilete cósmico” al más puro estilo del gol ante Inglaterra en México’ 86.
Yo no tuve la suerte de ver jugar a Mario Kempes en su mejor época como futbolista. Sí he visto algunos de sus mejores partidos, sus goles en vídeo… y disfruté de su homenaje por televisión en directo. Era 1993, marcando un hat trick con cuarenta tacos ante el PSV de Guus Hiddink y de Romàrio da Souza, que también hizo triplete. La narración corría a cargo de Miquel Àngel Picornell y de Paco Nadal.
Toda esa mística del 10, Diego, Mario, el primer encuentro con el Estadio… merece alguna vez ser recordado. Hoy me dio por ahí y creo que es un ejercicio saludable.
Amb la mort d'Ignacio Eizaguirre, un dels millors porters de la nostra història i un dels grans referents del valencianisme, es tanca una de les etapes més glorioses de la nostra trajectòria com a club de futbol.
La seua pèrdua ens deixa orfes d'aquell València de la més immediata postguerra. El València obligat a canviar el FC pel CF per imperatiu legal. El València dels Luis (Casanova-Colina). El València de la València de les cartilles de racionament, de la fam, la misèria i les penúries. La València que a dures penes començava a refer-se de tres anys de guerra entre germans. La València dels vençuts i dels vencedors, que va tindre en el seu equip de futbol més representatiu una de les poques alegries que en eixos durs temps es podia tindre.
Amb la desaparició d’Eizaguirre diguem adeu al València més mític. Al València dels Epi, Amadeo, Mundo, Asensi i Gorostiza, però també dels Álvaro, Juan Ramón, Iturraspe, Lelé, Lecue, Pio i tants altres que convertiren un club fins eixe moment modest en un equip triomfador. El València CF dels anys 40 va ser el gran dominador del futbol espanyol, el València guanyador de dos copes 1941/42, 1949 però també de tres lligues 1941/42, 1943/44 i 1946/47.
Parlar de Mestalla és parlar d'una part molt important de la meua vida. Els vincles amb la figura paterna no seríen els mateixos, ni molt menys, de no haver-se preocupat en portar-me des dels tres anys a l'estadi on jugava aquell equip que vestía de blanc-i-negre. L'objectiu del meu pare era que el València Club de Futbòl fora tant important en la meua vida com ho era per a ell. I ho aconseguí totalment.
Mestalla es l'olor de la barreja de pipes, puro i gespa mullada. Es escoltar a Pepico, un home al qual recorde amb bigot, que s'assentava a la filera de davant i es girava a dir-me: “Pere, has portat els cerealitos?” Jo callava i em reia. Es reviure aquell ambient que m'envoltava i mirava bocabadat.
Aquell lloc no el podía comparar amb cap altre; els meus pares van cometre una errada portant-me abans a Mestalla que al circ, perquè mai he arribat a valorar al segon.
Per a mí un espectacle era veure com corría aquell argentí que anomenaven “Piojo” López, o com un jove valencià anomenat Farinós era capaç de llançar unes faltes des de quasi el mig del camp que a poc a poc s'enverinaven i acabaven dins la portería. Eixa portería del fons sur en la que els meus ulls van vore tants desitjos complits.
El meu seient, que moltes vegades era el braç del meu pare, em calmava i anulava les meues inquietuds d'infant per a convertir-me en un aficionat més. Cridaner, patidor, valencianista...
Recordant ara ixos dies em fa l'efecte que Mestalla sempre estava ple. Tal volta era així o, quasi segur, els meus borrosos records em fan recordar-ho d'aquesta manera.
És increïble que, passats més de quinze anys, recorde perfectament aquelles voltes que tenía que prendrem el brick de llet a les quatre i mitja de la vesprada perquè no podía accedir amb ell a la grada. Quantes agressions s'han estalviat amb eixa prohibició!
El cas és que ara tinc quasi vint anys i seguisc anant a Mestalla a veure al meu equip, però el meu pare ja no ve. Diu que es posa molt nerviós i que preferix escoltar el partit per la ràdio. Ara vaig amb tres amics, molt valencianistes, com jo, però no sé per qué ja no és el mateix. La il•lusió per anar a l'estadi no puc ni comparar-la amb la d'aquells temps. Tampoc m'assec ja on em sentava de menut i de Pepico fa molt de temps que no sé res.
El sabor del futbòl a Mestalla s'ha perdut, almenys per a mí, i donaría molt per poder tornar enrere, agafar amb una mà els cerealitos i amb l'altrà al meu pare, posar-me la bufandan i gaudir una vegada més d'aquelles primeres, però a la vegada, últimes vesprades a Mestalla.
"No sé si usted tiene 30 ó 40 años, no importa. Pero usted es un hombre hecho, es decir deshecho, como todos los hombres a su edad cuando no son extraordinarios" -"Bienvenido Bob", Juan Carlos Onetti-
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Era el orgullo de su madre, viuda de militar, amantísima beata del viejo mundo, aparatosa reliquia de aquella otra España que empezaba a languidecer. Una mujer salazón. Él era el estudiante ejemplar, el hijo modelo, la envidia del vecindario. Algunas mañanas de finales de los años 70', cuando yo bajaba al obrador a despedirme de mi padre antes de ir al colegio, solía coincidir con él. Entraba sigiloso pero solemne, con un saquito tejido laboriosamente por una abuela castellana donde se leía la palabra pan. Su abuela era una mujer de peinado imposible y gesto rancio. La abuela salazón. Carmen Polo a este lado del Turia. Carmen Polo de paseo por Blasco Ibáñez. Carmen Polo en la iglesia de San Francisco Javier, junto a la plaza Xúquer, escuchando en trance la misa de don Valeriano. Carmen Polo sin entender a esos hombres que fumaban farias y bramaban en un idioma extraño en la terraza del bar Los Checas. La abuela del nieto ejemplar.
Nuestro héroe, metódico y rutinario, pedía siempre dos barras y un croissant y miraba sin mirar con el desdén ilustre de los que aspiran a todo. Estaba a punto de licenciarse en medicina, y nuestro barrio, aquel barrio recién nacido a espaldas de Mestalla y con las calles aún por asfaltar, se le quedaba pequeño.
A mí me llamaba la atención su gesto estreñido, su alopecia incipiente, la extraña manera de combinar camisas a rayas con sueters Lacoste, la fina montura de sus gafas de empollón sapientín. No sonreía, no participaba de la cháchara, era inmutable.
Pasó el tiempo, apenas 3 ó 4 años, una eternidad para un niño, y el estudiante modelo se convirtió en médico. Dejé de verle, y sólo en la gloriosa jornada del 1 de mayo de 1983 reapareció de nuevo por el barrio. Fue ese día en el que tantas y tan variadas emociones se concitaron, hasta el extremo de que sigo pensando que está por escribir el relato rollo "Vidas cruzadas" de Robert Altman que recoja de manera concisa el trazo y la furia de aquella fecha imborrable. Yo podría hablar de la mía, pero sólo era un niño de 11 años, y mi relato quedaría sesgado, cogido con pinzas, sin el aliento rotundo de los corazones a punto de estallar.
Lo dejaré claro. Con esa edad y con mi vicio por lo anecdótico, yo sólo podía aspirar a fijarme en el doctorcillo ya totalmente calvo, que horas antes del partido se paseaba ufano con una bandera del Madrid y una de esas ridículas cintas con la leyenda "Hala Madrid" que se pusieron de moda para el mundial 82 y que en su caso, calvo prematuro y contumaz, carecía totalmente de sentido práctico aunque le otorgaba sin duda un aspecto de forofo voluntarioso, de hombre que no es hombre pero que todavía puede reciclarse en hombre, aspirante quizás a mearse un día en la vajilla de su abuela. La abuela salazón. Carmen Polo en el Barrio de San José.
Y recuerdo aquella mañana luminosa. La del 1 de mayo de 1983. Y la sorpresa de encontrarme en la puerta del bar Los Checas con el ilustre vecino, ¡¡¡¡madridista!!!!, ¡¡¡coño!!!, ¡¡¡este es del Madrid!!!!, ¡¡¡¡hostia-puta, le gusta el fútbol....pero es del Madrid!!!! y verlo extrañamente feliz, sonriente como nunca lo había visto, confiado en su cinta de Eva Nasarre madridista, exultante por volver al barrio y mostrarse en todo su esplendor de madridista que hoy si, hoy puede decir bien alto "hala madrí y que os follen a todos, paletosdemierda, rojos, provincianos, que todavía andáis con alpargatas cogidas con cuerda y en el fondo queréis ser españoles pero sólo sois españoles de segunda. Y eso, cojones, que hoy os vais a segunda. Y coño, que buena está la cerveza, venga va, otra cerveza, un día es un día, y vaya monologuito me estoy echando, que parezco ya el mismísimo Martín-Santos escribiendo Tiempos de silencio, aunque la verdad es que yo soy más del rollo Sánchez-Mazas y a tiros con los rojos, un médico con cojones soy yo, y venga va, otra cerveza, me estoy poniendo tibio de cervezas, igual luego le meo la vajilla a mi abuela de una puta vez y que se vaya la vieja a tomarporculo con sus misales y sus estampitas de los cojones, eh tú, ponme otra cerveza". Y sonreía, cada vez más beodo, ciego, borrachuzo del halamadrí, con la cercana silueta de Mestalla articulando en silencio las aristas de una jornada que aún hoy me parece imposible. Sonreía el muy cabrón, era un madridista feliz, ajeno al drama en el que el xoterio local vivía la mañana. Yo mismo, en la iglesia de 10 a 12, rezando cuando todavía creía en Dios, paseando con un hueso de aceituna en el bolsillo por los alrededores de Mestalla, rezando sobre todo para que el corazón de mi padre aguantara lo que se avecinaba, más preocupado por él que por mí. Y el ilustre mediquillo ataviado de preultrasur de la movida, bebiendo cervezas y chascando altramuces en la misma mesa donde meses atrás Albano y Romina Power habían llenado de estupor y falso glamour la resaca del mundial 82.
Puede que fuera el día de la madre y es seguro que era el día del Trabajo pero yo sólo recuerdo el canguelo atroz, el miedo, el pánico, la tensión que veía en los caretos de todos los valencianistas veteranos con los que me encontraba. Apenas comimos y dos horas antes del partido ya estábamos en Mestalla, fila 17 sector 5. El culo bien apretado, la senyera de Heyssel, el cromo de Wilkes, el autógrafo de Claramunt en un pase del 72', la medallita de una virgen que nos había dado mi tía y 3 huesos de aceituna en el bolsillo del pantalón. De la previa soleada e histérica recuerdo la música agonista del "en vanguardia y siempre avanzando, Mishubishi Electric", esa música que parecía la banda sonora del desastre porque empezó a oírse en Mestalla justo entonces. Ya del partido, el minuto de silencio en memoria de Rafa, la protesta de la AFE, el gol de Tendillo, la galopada de Arias, el inconsistente Metgod convertido en policía urbano. Faltando cinco minutos mi padre dejó de ver el partido y escondió la cabeza entre los muslos gimoteando y superado por el drama. Los de delante, siempre cínicos y procaces, lloraban atascados, con lágrimas de vieja experta en duelos. Todos los resultados encajaban y entonces la peña se levantó. Con el último remate de Santillana mi padre ya estaba también de pie, desencajado, descompuesto, repentinamente envejecido. Tuvo un amago de desmayo que provocó una pequeña avalancha. En realidad fueron varias pequeñas avalanchas porque hubo varios desmayos, algún colapso, una carnicería de babas y abrazos que olían a tragedia de farias y cervezas derramadas sobre las banderas del infierno. Puedo decirlo. Ese partido fue mi bautismo en el drama de la militancia.
Cuando todo pasó y la certeza de la salvación era un hecho pasamos por el bar Los Checas camino de casa. Entonces volví a verlo. Ahí estaba, con las gafas rotas, la ceja abierta, la cinta del pelo convertida en una compresa de sangre y lodo, la camisa de rayas tal cual un guiñapo, la bandera del Madrí hecha un pergamino, medio quemada. Lo habían ahostiado a base de bien, seguramente por patoso, por bocazas, por esas cosas por las que suelen cobrar los forofos ocasionales que no saben beber ni entender el terreno que pisan. El ilustre nieto e hijo, el don ejemplar, vapuleado, lloroso, borracho, sentado de nuevo en la misma mesa de Albano y Romina Power, herido de sangre y humillado en algún akelarre de los muchos que hubo aquella tarde-noche en los alrededores del campo, bebiendo a duras penas las últimas cervezas de su experiencia mestallística. Alguien, el espontáneo de turno, dejó en el aire el epitafio: "eixe ja no tornará més a Mestalla". Y es posible que diera en el clavo, porque lo que vino después merece otro post, otra historia, un análisis más concienzudo. Pero no me creo capaz. Lo mío, entonces y ahora, son sólo las anécdotas. Y aunque a veces lo he pensado, tampoco creo que el gol de Tendillo tuviera la culpa de todo lo que vino después...
Mestalla. Sector Gol Gran Alto. 11 años con el mismo pase. A mi derecha, la descubierta. A la izquierda, tribuna. Abajo, la Curva Nord. Atrás, el marcador. Enfrente, el campo más bonito del mundo. Cuantos goles, pitos o cánticos hemos cantado. Cuantos jugadores que ahora son estrellas hemos visto. Cuán en forma estoy gracias a las escaleras de la Torre B. Que bonito ver cada fin de semana, escrito en mayúscula verde, MESTALLA. Espero que sean muy lejanas las últimas tardes a Mestalla, pues el cariño a este campo es infinito. Como diría nuestro gran portavoz del campo, AMUNT AFICIÓ, AMUNT VALENCIA.
Hui fa un més que es consumà la desaparició de la UD Salamanca. Amb eixa desafortunada circunstància hem volgut demanar-li un text al nostre col·laborador Ángel Martín Fuentes, editor del blog Desde mi grada vieja y autor del text El 10 de Kempes publicat al nostre blog i al nostre llibre. Des d'ací volem expressar la nostra solidaritat als qui, com Ángel, es troben davant una situació tan inimaginable com és la desaparició del seu equip: una forta abraçada.
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Once de la U.D.Salamanca que se enfrentó al C.D.Mestalla en la temporada 51-52. Forman de pie de izq a dcha: Goyo, Gutiérrez, Tomás, Torres, Noreña, Paquito, Larrarte. Agachados de izq. a dcha: De la Mata, Fausti, Uroz, Urre y Herrero.
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Siempre imaginé que en el interior de todo aquello (cosas, lugares, entidades…) que no tienen vida; descansan alojados sentimientos.
Sentimientos, seguro, que fueron contagiados a esas cosas por todas aquellas personas que formaron parte o se relacionaron de alguna forma con ellas a lo largo de los años y cuyas experiencias y situaciones vividas juntos, les fueron calando, igual que nos sucede a las personas con el paso del tiempo.
Así, las cosas “inertes” del fútbol no iban a ser menos, y pienso que los estadios y los equipos acumulan “dentro” sentimientos y hablan entre ellos, se cuentan cosas…
Estoy convencido, por tanto, que en este último mes, desde el pasado 18 de Junio en el que se dio el paso definitivo para la liquidación y por tanto muerte de la Unión Deportiva Salamanca, (equipo que siento mío y del que he sido socio desde niño) ésta, se ha ido despidiendo de todos y cada uno de aquellos equipos, estadios…a los que se enfrentó y por los que paseó su escudo durante los 90 años que la dejaron vivir…y que duró su historia.
Despedida a su manera, despedida desde ese corazón de lo inmaterial, transmitiendo el cariño trasladado por las personas, jugadores, socios y unionistas de corazón que la integraron desde 1923... y que acumularon su cariño en ella.
Gracias a los responsables de este Blog y con la oportunidad que hoy me brindan; a través de mi persona y modestamente; hoy le doy forma con este texto, a esa despedida que imagino de la Unión Deportiva Salamanca al estadio de Mestalla:
En ocasiones; la relación histórica entre un equipo grande y uno modesto, puede parecer escasa, incluso insignificante; una gota diluida en la descomunal historia y el descomunal número de partidos que de primera división y de competición europea contemplasteis los aficionados valencianistas; frente a las sólo doce temporadas que la Unión vivió en campos de primera.
Pero yo soy de los que piensa que en la historia todo tiene importancia y que cualquier suceso del pasado tiene su influencia en el futuro, por muy pequeño que el gesto parezca, incluso en la historia de un equipo grande.
Así, el vínculo histórico de la UDS con el estadio ché, más o menos relevante pues, según se mire; sumó 18 encuentros.
Los que reunió la UD Salamanca para medirse al CD Mestalla en cuatro ocasiones y otras 14 para enfrentarse al Valencia CF.
Fue allá por los lejanos 40 en tercera división cuando la Unión pisó por primera vez el estadio valencianista; junto con otras tres temporadas consecutivas en los años 50 en segunda división para enfrentarse al CD Mestalla; que como filial valencianista disputaba sus partidos en el estadio de la Avenida de Suecia.
Uno de los mejores equipos de la historia unionista, el de la 50-51, fue el primero que consiguió sacar algo positivo del estadio y el primero que batió las redes del mismo; con un gol obra de Loren; en el empate a uno final de aquel encuentro. Del mismo modo; que un año después, en la temporada 51-52; la coincidencia de grupo hizo que la UDS tuviera el privilegio de medirse en el mismo verde con el mejor equipo filial valencianista de todos los tiempos; aquel que sólo su condición de vinculado le impidió subir a primera.
Pasaron casi 25 años hasta la vuelta del conjunto charro al campo de la ciudad del Turia; y en aquella ocasión fue entonces por la puerta grande; aquel regreso al césped valenciano se produjo en 1975 para enfrentarse por primera vez de forma oficial al Valencia CF, en primera división y con las cámaras de TV en directo.
Salida al terreno de juego de la UDS, con Rezza y Sánchez Barrios a la cabeza, en la temporada 74-75 para medirse al Valencia CF por primera vez en su historia en Mestalla con las cámaras de TV en directo.
Fueron catorce partidos en total en los que Mestalla recibió al club charro desde ese lejano 1975 hasta el día de hoy; catorce partidos que tristemente no aumentarán en número porque la Unión Deportiva Salamanca dejó de existir para siempre…dejando para el recuerdo muchos pasajes que quedarán en la historia, anhelada ya hoy por los unionistas, de un equipo pequeño, pero de corazón grande que tuvo el honor de jugar en Mestalla…
Así, los dos goles de Pepín en el debut charro en Mestalla en primera que contrarrestó en diez minutos los de Claramunt y Quino Sierra, el partidazo de Keita y Rep en la 75-76 y el gol de Planelles a D’Alessandro, el empate a cero en día de resaca fallera en el 77 y el gran partido de Juanjo, Alves y Pérez, el extraño penalti anotado por Albadalejo en el 3-1 de la temporada siguiente y el primer doblete de Kempes, el diluvio de Enero de 1979 con un Mestalla anegado que presenció un pobre 0-0 bajo aquel “Tambor de lluvia” y con TV, el gol de Diarte a sus ex en el 2-2 de la 79-80 y el empate final de Bonhof de golpe franco, el fallo de Antonio y el gol de Saura en el 80, el gol de Brizzola en el 82 en la goleada por 4-1, los dos partidos de vuelta en Copa del Rey en 1987 y 1995, el gol de Biota que metió el miedo en el cuerpo al estadio y que acercó a aquel equipo de 2ªB a la prórroga, los goles de Poyatos y Viola en el 96, la única victoria en Mestalla vestidos de morado en el 97 el día que se estrenaba el PPV con aquel cabezazo de Pauleta y el adiós de Roig a la presidencia del club o aquel último partido en el 98 y el gol de Angulo a Stelea… muchos y más, formarán juntos un capítulo en ese libro imaginario póstumo de la UDS dedicado a sus devenires en uno de los templos del fútbol español; en Mestalla.
Pero desgraciadamente la Unión no volverá a pisar vuestro estadio. Con la desaparición de un club que este año cumplió 90 años, se marcha un poco de mí, un poco de todas y cada una de aquellas personas y aquellas cosas que aportaron su granito de arena para forjar su historia y lamentablemente a los unionistas sólo nos quedará la memoria para honrarla. Nada ni nadie podrá sustituirla, aunque lo estén intentando tristemente sobre sus cenizas.
Dieciocho trozos de Mestalla, en forma de partidos, en forma de vivencias, en forma de sentimientos, también se fueron con la Unión hoy hace un mes, con la firma de su liquidación definitiva.
Hoy sólo me queda el consuelo de saber que la Unión desde ese cielo de los equipos donde ya descansa; se sigue despidiendo…hoy de ti; con un sentido:
—¡Adiós Mestalla!…
Y sí, sé que sigue recibiendo respuestas…hoy también de ti; con un hermoso:
—¡Adiós Unión Deportiva Salamanca!
Ángel Martín Fuentes
Socio de la UD Salamanca
FOTOS: Archivo de Loren Ruano, Libro Temporada 74-75 de Carlos Gil Pérez ·