dijous, 27 de maig del 2021

VALENCIA C.F. UN CLUB BERLANGUIANO (XI)

LA TRILOGIA NACIONAL (1978-1982).


LA ESCOPETA NACIONAL. 1978.

Un empresario catalán de porteros automáticos, Jaume Canivell, asiste a una cacería en Los Tejadillos, la finca del Marqués de Leguineche. Asisten también personajes fácticos del franquismo. El objetivo de Canivell es convencer al ministro para que le facilite a través de una ley la comercialización de su producto. Cuando parece que lo va a conseguir, el ministro es destituido y tiene que regresar a Barcelona sin haber logrado su objetivo.




PATRIMONIO NACIONAL. 1981.

El Marqués de Leguineche abandona su finca tras treinta años y se instala en su palacio de Madrid. Pretende así comenzar a relacionarse con una incipiente monarquía y recuperar su estatus social. Sin embargo el país está en plena Transición, los tiempos han cambiado y ya nada será como antes.




NACIONAL III. 1982.

La familia Leguineche, con su estatus social en decadencia, han vendido su palacio y se han mudado a un piso. Se produce el fallecimiento del suegro de José Luis, el hijo del Marqués, y pese a llevar varios años sin ver a su mujer, intenta retomar el contacto con la intención de hacerse con la herencia. Traman un plan para sacar el dinero fuera de España y eludir impuestos. Se trasladan en un tren de pelegrinos a Lourdes, para lo que escayolan a José Luis, escondiendo los billetes y joyas dentro.


La Trilogía Nacional es otro punto de inflexión en la carrera del maestro que alcanza su mayor cuota de éxito comercial y popularidad.

Como aquellas míticas alineaciones que los valencianistas recitamos de carrerilla: Epi, Amadeo, Asensi, Mundo y Gorostiza, o más recientemente Cañizares, Ayala, Albelda, Baraja, etc, la formada por Berlanga como director, Azcona como coguionista, Alfredo Matas como productor y Sol Carnicero como jefa de producción, cada uno en su papel, conducen al éxito. Nada que ver con la gestión de Mériton, capaz de dinamitar un proyecto que está dando resultado, por pura envidia e intromisión en facetas que nos son las suyas.

Los planos secuencia que tanto aparecen en la Trilogía potenciaban la credibilidad de las escenas, permitían a los actores encontrarse más seguros y artífices de sus personajes, se sentían en una atmósfera más próximos al teatro.

Como sucede en el mundo del fútbol, cuando más claras queden delimitadas las parcelas y exista una profesionalidad y método, más posibilidades hay de llegar al éxito. Cuando tienes al enemigo en casa, capaz de traspasar a jugadores clave poco antes de que comience la temporada o usar el banquillo del club como campo de experimentos, pocas posibilidades hay de alcanzarlo. Al final a los jugadores, que son los actores del equipo, la inseguridad les merma el rendimiento, los atenaza, siendo mucho más probable el fracaso.

Las tres películas son una perfecta radiografía de España. Aunque se centran en el periodo que transcurre entre 1978 y 1982, muchos de los vicios que se denuncian son perfectamente extrapolables a cualquier época posterior, la nuestra por ejemplo, en la que el término “berlanguiano”, además de ser reconocido por la RAE, describe a la perfección la crónica social, política y económica que nos toca vivir de la que como es obvio, nuestro querido Valencia no es ajeno: Cierre de Mestalla por Covid, posicionamientos políticos contradictorios en referencia a la ATE, descenso de ingresos económicos, etc.

La primera película de la trilogía, La Escopeta Nacional, surge cuando Berlanga conoce la noticia de que Fraga Iribarne, recién nombrado ministro de Información y Turismo, accidentalmente ha perdigoneado el trasero (término que emplearía Valdano) o culo (como diría Luis Aragonés) de la hija de Franco, Carmencita, en una cacería.

Si en La Escopeta Nacional se organiza una cacería para conseguir tráfico de influencias, contactos y negocios, Mériton compró el Valencia para lo mismo, como forma de hacer networking. La caza o el fútbol es lo de menos, un mero medio para otros intereses que nada tienen que ver con la naturaleza o el deporte.

El propio proceso de venta fue una puesta en escena para favorecer la opción de Peter Lim en detrimento de cualquier otra. En lugar de la finca de los Tejadillos, se utilizó el mismo Campo de Mestalla de forma premeditada y partidista. Con alevosía y nunca mejor dicho porque los focos encendidos de nuestro campo así lo atestiguaron, nocturnidad.

Además, como el tiempo ha demostrado, pusieron nuestro club en bandeja a Mériton, con insuficientes garantías de por medio.

Ya quisiera Jaume Canivell, empresario catalán que asiste a la cacería, haber logrado su objetivo de manera tan sencilla.

En “La Escopeta Nacional” si había que cambiar leyes, se cambiaban. En el proceso de venta, si había que omitir, facilitar cláusulas o aligerar garantías para favorecer la transacción a Mériton, se accedía. Y sin riesgos de perdigonadas en el culo.

Después de siete años de gestión en el club, siguen acostumbrados a que las normas y leyes se adapten a ellos y no tienen reparos en acudir a las instituciones políticas valencianas, Ayuntamiento o Generalitat, sin ni siquiera llevar una carpeta bajo el brazo, para que les prorroguen la ATE del Nou Mestalla cuantas veces les venga en gana. Están tan habituados a salirse con la suya (creen que quien paga manda) que cuando no han sido correspondidos en sus propuestas no han dudado en utilizar los medios oficiales del club para expresar su rabietas partidistas que nada tienen que ver con los intereses del Valencia.

Si en La Escopeta Nacional, Jaume Canivell, interpretado por el colosal Saza, intenta comercializar sus porteros automáticos, Mériton va más allá en su pretensión de hacerlo no solo con porteros, sino también con defensas, medios, delanteros, entrenadores o lo que haga falta.

De nuevo en la película cada personaje va a la suya, a vender su libro, en un entramado de relaciones sociales donde la incomunicación vuelve a ser latente pese a los diálogos permanentes que se solapan unos a otros. Muchos críticos manifiestan el parecido de La Escopeta Nacional con Plácido, tanto en estructura como en desarrollo. Transcurren además en un tiempo real, una se desarrolla en una tarde-noche previa al día de Navidad y la otra en un día de caza.

Para explicar Mériton en el Valencia también nos valdría el tiempo real que transcurrió aquel día de su llegada a Valencia y posterior recibimiento en Mestalla, allí ya estaba todo escrito. Las llaves de un club de casi cien años de historia en aquel momento, entregadas “al portador”.

La película fue un gran éxito de taquilla, el primer triunfo pleno y absoluto del genio valencianista que desenmascara el poder y la sociedad a modo de caricatura sin incurrir en solemnidades ni adoctrinamientos. Si se nos permite el apunte, lo que en @MESTALLIDOS llevamos intentando hacer desde hace siete años con la llegada de Mériton, el humor como medio y compromiso, reconociendo nuestras propias contradicciones, como también le gustaba hacer al maestro, del que somos devotos.

En la segunda entrega de la Trilogía, Patrimonio Nacional, Berlanga continúa pegando tortas como panes a una burguesía que comienza a dar síntomas de agotamiento.

Qué bien nos habría venido esa mirada crítica y certera a muchas de las gestiones previas a la venta del club, las etapas anteriores a la llegada del magnate singapurés, pues no hemos de olvidar que fueron culpables de la deriva que desembocó en la imprudente transacción.

Como sucede en la película, muchos de esos gestores hicieron uso del club como status o posicionamiento social sin tener ni idea de cómo manejarlo. Juan Soler fue el ejemplo más claro aunque como a la hija de Franco, le saliera la perdigonada por la culata….

Los protagonistas de Patrimonio Nacional, para conservar su estatus se ven obligados a trasladarse de la finca al palacio, utilizan todo lo que sea posible para no perder su posicionamiento social y sobrevivir.

“Mi exilio ha terminado” afirma con solemnidad el Marqués de Leguineche sin ningún tipo de escrúpulos, como suelen hacer algunos medios de comunicación cómplices de presidentes que llegan al club y luego resultan ser un pufo. No tienen reparos en retirarles el apoyo como si con ellos nada hubieran tenido que ver, y empezar de nuevo, adaptándose a las nuevas situaciones y salvadores. Todo por perpetuar el estatus en forma de voceros oficiales del club.

Mériton, como las clases sociales que se muestran en decadencia en la película, no ha tenido reparos en intentar adaptarse a los nuevos tiempos según su credibilidad se ha ido agotando.

No les importó quitar de su puesto a Lay Hoon cuando la amortizaron a base de engaños y mentiras, como aquella tarde de Convención de Peñas en que aseguraba que Paco Alcácer era el murciélago del Valencia mientras Lim estaba firmando su traspaso al Barcelona.

En Patrimonio Nacional los personajes evolucionan paralelamente a la restauración del Palacio, donde se desarrolla la gran parte de la película. En estos últimos años vimos como restauraban Mestalla para dar una imagen de poderío y potencial. No dudaron en instalar modernos marcadores electrónicos o dar una mano de pintura a lo grande que el paso del tiempo ha desteñido para dejar a la intemperie las miserias de un proyecto basado en la mentira y que pese a todo continúa intentando perpetuarse.

En la película se desarrolla el plano secuencia más largo de la historia del cine español. Son siete minutos por una serie de laberintos entre habitaciones y corredores, regateando muebles, persiguiendo actores, etc.

Si Berlanga tuviera que rodar la situación actual del Valencia le valdría con una cámara fija en el Bar La Deportiva.

Las escenas de la película son largas, adornadas con muchos gags visuales y sonoros, el ritmo es trepidante sin lugar al aburrimiento, todo lo contrario a esta desastrosa temporada recientemente finalizada, en la que el equipo de Javi Gracia ha hecho bostezar hasta al murciélago de la grada de la mar.

En la escena final de la película, con el Palacio convertido en museo, vemos a un grupo de japoneses desfilando por sus instalaciones y haciéndose fotos con el Marqués y su hijo. Cualquier día, en el tour de Mestalla se habilitará una habitación en la que se den cita los amigos de Ultimes vesprades a Mestalla, Rafa Lahuerta, Miquel Nadal, Paco Lloret, Merchina Peris, Javier Iranzo y otros sentidos valencianistas en especie de extinción para recordar los tiempos gloriosos de su querido club mientras los guiris les hacen fotos.

La película fue recibida con bastante frialdad por el público y crítica, nada que ver con la primera de la saga.

Con Nacional III se cierra la Trilogía que hubiera podido continuar si no fuera por la muerte del Marqués de Leguineche interpretado por el maravilloso Luis Escobar.

La cuarta entrega se iba a titular “Viva Rusia”.

La película se centra en las aventuras y desventuras de los personajes que interpretan Luis Escobar y José Luis López Vázquez, que escayolado intenta transportar dinero y joyas a Francia ante la amenaza que les supone la llegada del socialismo a España.

La moralidad pasa a un segundo plano, no les importa formar parte de un tren de enfermos que viajan a Lourdes en peregrinaje.

Esa forma de evadir capitales y regatear impuestos que tanto nos suena a través de sociedades y holdings de compra-venta de jugadores.

“Quien paga, Mendes” sería la adaptación del refrán.

O esas excusas de prorrogar la ATE unos meses más por causa de los efectos de la pandemia.

Nacional III gira entorno a las bufonadas y gags de la familia Leguineche.

La sociedad ha evolucionado a cambios muy drásticos arrastrando a personajes, al contario de la actualidad valencianista para cuyos dirigentes es la sociedad la que debe adaptarse a sus circunstancias desde la prepotencia de quienes creen haber salvado al pueblo de Mestalla y por lo tanto todo les debe estar permitido.

En la película hacen pequeñas colaboraciones personalidades famosas de la época, de distintas facetas y artes, un antecedente de lo que años después popularizó Santiago Segura en su saga de Torrente donde los cameos son frecuentes.

La película recibió las peores críticas de la Trilogía.

La Trilogía Nacional en su conjunto es una sucesión de miserias heredadas por un grupo de personajes variopintos y desquiciados que intentan sobrevivir desde su amoralidad. Van evolucionando a lo largo de las tres películas, pero además de esas miserias heredadas también van construyendo una nuevas.

Como en nuestro club, por desgracia, son miserias a los que todos, en mayor o menor medida, por acción u omisión, hemos contribuido a perpetuar.

Ojalá a nosotros sí nos dé tiempo a rodar una cuarta película en la que recuperemos nuestro destino, seguiremos siendo imperfectos, pero más nuestros.

Ánimo a todos los Marqueses de Leguinechecheché que por ello están peleando.


@MESTALLIDOS (Desde el tendido 7 de Mestalla, aspirante a secundario de Berlanga).

dijous, 20 de maig del 2021

VALENCIA C.F. UN CLUB BERLANGUIANO (X)



TAMAÑO NATURAL. 1974.

Michel no es feliz en su relación de pareja con Isabelle, por lo que opta por comprarse una muñeca de poliuretano de tamaño natural con la que comienza una relación amorosa y sexual. Cuenta con la complicidad de su madre ya que no tiene buena relación con Isabelle, quien por su parte intenta imitar a la muñeca para ver si así la relación mejora. La muñeca es secuestrada y vejada por un grupo de emigrantes españoles. Michel la recupera pero considera que ha sido desleal con él y despechado, se arroja junto a ella en su coche al río Sena. La muñeca termina por salir a flote. Desde un puente cercano, un hombre idéntico a Michel la observa con interés.

Para muchos es la película más inquietante del maestro, la más diferente a todas las demás.

La coralidad, una de las características más importantes de su filmografía, deja de ser protagonista para centrarse en Michel y sus andanzas vitales: físicas y psicológicas.

Berlanga siempre concedió una tremenda importancia a la coralidad de sus personajes en las escenas, era capaz de parar el rodaje ante la sorpresa de los protagonistas, porque alguien o algo en un segundo plano desentonaba.

Así debería entenderse y gestionarse el Valencia, siendo conscientes de que no solo importa lo que sucede en el terreno de juego, en ese primer plano que suele ser el foco de atención, sino que va mucho más allá: su masa social, su historia, su arraigo…Como canta Tardor, “És això el que ens fa grans”.

Al igual que Michel en la película, Peter Lim se compró su juguete, nuestro Valencia.

A diferencia del protagonista de Tamaño Natural que se aferra a su muñeca como un nuevo modo de necesidad vital y pasional, Lim lo utiliza como un capricho, como él mismo ha declarado recientemente: “Un medio para hacer networking”.

La muñeca costó unos 50.000 euros. El productor se llegó a quejar afirmando que por ese precio podrían haber contratado a Brigitte Bardot, la actriz de moda de la época.

A Lim nuestro club le salió proporcionalmente mucho más barato, se lo pusieron fácil los que ahora se quejan de engaño.

Uno de los temas que aparece en la película en la relación de Michel con la muñeca son los celos que se van acentuando de manera obsesiva y enfermiza según avanza la misma. Algo parecido a lo que Anil sintió cuando la afición valencianista reconoció en las figuras de Marcelino y Mateo Alemany el éxito de la temporada del Centenario y no en él.

Además, como en otras películas anteriores del genio valencianista, vuelve a tratarse la incomunicación como amplificador de conflictos, la ausencia de diálogo y por lo tanto de canales para solventar problemas. Meriton y sus gestores nunca han querido escuchar, no se sienten cómodos en el diálogo. La última prueba ha sido el veto en las redes sociales donde no admiten participación o lo que es más grave, el cada vez mayor número de acciones exigidas para poder asistir a las Juntas de accionistas. No quieren compartir su juguete.

En todos estos meses de pandemia en los que Mestalla ha estado vacío, se han sentido muy cómodos. Para ellos somos totalmente prescindibles, no les importaría que como la muñeca de Tamaño Natural, fuéramos de poliuretano.

Como dice Michel a la muñeca en una de las escenas: “¿Qué diferencia hay entre el tejido celular y el tejido de poliuretano?. Sí, hay una. El tejido celular siempre quiere un yate”. Nosotros no pedimos un yate, sino lo que tanto tiempo llevamos deseando y el pasado domingo les recordamos los dos mil y picos asistentes a Mestalla en el primer partido con público post-pandemia: “Peter vete ya”.

El final de la película es inquietante. Michel se arroja con la muñeca en su vehículo al río Sena. El coche se hunde, pero la muñeca, por la naturaleza del material del que está hecha, sale a flote. Desde un puente cercano, un hombre idéntico a Michel, la mira con interés.

Ojalá Meriton desaparezca y el Valencia salga a flote, los valencianistas aprendamos la lección de una vez por todas y nunca más demos opción a que vuelvan a aparecer otros que sigan siendo más de lo mismo.

@MESTALLIDOS (Desde el tendido 7 de Mestalla, aspirante a secundario de Berlanga).

dijous, 13 de maig del 2021

VALENCIA C.F. UN CLUB BERLANGUIANO (IX)



VIVAN LOS NOVIOS. 1970.

Leonardo viaja de Burgos a Sitges, acompañado de su madre, para casarse con Loli, propietaria de una tienda de souvenirs para turistas. La noche anterior a la boda, Leonardo se va de despedida de soltero con su cuñado e intenta echar una cana al aire sin éxito. Cuando regresa, encuentra a su madre ahogada en una piscina de plástico. Para evitar los correspondientes trámites y que peligre la boda, deciden esconder el cadáver y tirarlo al mar.

Película de transición del maestro Berlanga, de nuevo formando tándem con Azcona. Ambos son al mundo del cine lo que Albelda y Baraja o Pasieguito y Puchades a nuestro Valencia, genios que coinciden en el mismo tiempo y lugar complementándose, haciendo más grandes sus obras para hacer feliz a la gente.

Lo que en un principio iba a ser motivo de celebración, la boda entre Leonardo y Loli, va entrando en una vorágine de tragicomedia grotesca hasta convertirse en luto, desasosiego y finalmente locura.

Algo así como el paso de “la transacción más grande del fútbol mundial” o un Nou Mestalla como referente europeo a acabar teniendo que avalar pagarés y que la mole de cemento se perpetúe en la Avenida de las Cortes.

Es la primera película en color de Berlanga, otro de los motivos por los que se puede considerar película bisagra en su carrera, de nuevo condicionada por la censura y los problemas de producción.

En 1970 el franquismo se preocupaba por proyectar una imagen a Europa de apertura y modernidad. Así son los turistas, tanto en mentalidad como estética, que van apareciendo en la película y que contrastan con el personaje casposo y retrógrado de Leonardo. Es la crítica social de Berlanga.

Cuando Meriton desembarcó en el Valencia pregonaban una imagen de modernidad y vanguardia. Nombraron presidente del club a un “diplomático” cosmopolita y preparado como Anil Murthy para internacionalizar la imagen del club, cuando bajo esa figura se escondía un personaje grotesco y turbio, incapaz de generar un ápice de ternura, otro de los aspectos en los que Berlanga se aleja en esta película respecto a las anteriores. La crueldad no genera empatía ni condescendencia.

Otro ejemplo de engaño con el que Meriton nos ha obsequiado, ha sido el de proyectar la Academia de Paterna como de las mejores de Europa (Meriton Youth Policy) cuando la realidad ha sido un filial, nuestro Mestalleta, totalmente abandonado a su suerte y desestabilizado.

Como sucede en la película una vez consumada la tragedia de la madre de Leonardo, Meriton no tienen reparos en arrojar nuestro ADN al mar para que su fiesta continúe.

Que nada impida a Jose Luis López Vázquez, que interpreta al protagonista de la película, seguir intentando echar una cana al aire o a Peter Lim hacer networking.

La película termina con un plano aéreo, como si de la cámara Skycam de la Liga se tratara, en el que los protagonistas forman la silueta de una inquietante araña gigante.

El pasado ocho de mayo de 2021 lo que se proyectó desde el cielo de Mestalla, no fue una araña, sino un enorme murciélago formado por valencianistas de corazón pidiendo a los gestores de Meriton que se vayan de una vez, que su mezquindad ya no engaña a nadie.

@MESTALLIDOS (Desde el tendido 7 de Mestalla, aspirante a secundario de Berlanga).

dijous, 6 de maig del 2021

VALENCIA C.F. UN CLUB BERLANGUIANO (VIII)



LA BOUTIQUE. 1968.

Un joven matrimonio (Carmen y Ricardo) sufre una crisis de pareja. La madre de Carmen, sin decírselo a ella, se inventa una enfermedad mortal sobre su hija que únicamente comenta a Ricardo, con la intención de que todo cambie a mejor. A Ricardo se le ocurre montar una boutique para que Carmen sea feliz lo que le queda de vida. Sin embargo ella, perfectamente sana, comienza un romance con el decorador y la relación matrimonial, en lugar de ir a mejor, empeora considerablemente. Ricardo, desairado, le comenta a Carmen lo de su enfermedad mortal pero acaba por enterarse que no es verdad y plantea vengarse. 

En la relación donde se suponía amor, fidelidad y respeto, nos encontramos un submundo de engaños sobre engaños, intereses ocultos, entramados turbios y favores para distorsionar la realidad.

Nada ni nadie es lo que parece.

De nuevo algunas de las características y justificaciones de Meriton, empezando por lo de argumentar que como el club estaba enfermo de muerte y ellos lo han salvado, ya vale todo, cualquier acción que hagan está más que justificada sin tener que dar explicaciones al respecto, sin nada que cuestionar, únicamente que agradecer.

Fichajes a modo de distracción, como en La Boutique, cuando los intereses son otros y no meramente deportivos. Compras y ventas de jugadores a precios fuera de mercado, traspasos y generación de comisiones El club como concesionario, como boutique de jugadores, en la que el Valencia siempre es el medio y no el fin.

En un principio la película iba a ser titulada “Las pirañas”, nombre cuya identificación con los gestores de Meriton guardaría una semblanza mucho más explícita, pero los productores denegaron el deseo de Berlanga imponiendo el suyo, que para eso pagaban.

La película tuvo serios problemas de producción y no contó con los actores que Berlanga quería. Además, sin ninguna explicación que aportara algún plus a la misma, se rodó en Argentina.

Como en la época de Marcelino, con precedentes suficientes para comprobar que el proyecto funcionaba y que lo inteligente hubiera sido aceptar algunas de sus reivindicaciones para seguir alargando el ciclo exitoso y con recorrido, Berlanga consideraba que el guión estaba muy por encima de la película, muy condicionada por la serie de restricciones impuestas por el productor, Cesáreo González, con el que acababa de firmar un contrato de tres años.

A modo de ejemplo, cuando iban a rodar la secuencia del Rally, al llegar al set se encontraron con que no habían coches ni conductores, por lo que tuvieron que utilizar los propios vehículos del equipo de rodaje. Tuvieron que pintar números con los que adornar los coches e incluso como bandera de salida utilizaron una camiseta de un miembro del equipo de rodaje. Si por lo menos hubiera estado por allí nuestro querido Cañete, en su faceta de conductor de rally, hubiera podido aportar realismo a la inesperada situación.

En otra escena de la película, cuando el marido cree que su mujer está mortalmente enferma, mientras se encuentra tumbado en la playa y sin que ella lo vea, escribe en la arena: “Carmen 1943-196…”

Ojalá la amenaza real de muerte en la que actualmente se encuentra nuestro Valencia mientras esté en manos de Meriton no se consume y no tengamos que leer en la arena de la playa de la Patacona, donde viven por todo lo alto algunos de sus actuales gestores, aficionados al sol y a los gintonics:

“Valencia 1919-202…”

@MESTALLIDOS (Desde el tendido 7 de Mestalla, aspirante a secundario de Berlanga).