dissabte, 27 d’abril del 2019

BITACORA DEL CENTENARIO

Jornada 35


“Lo inacabado tiene un profundo encanto. Esta fuerza rota, este impulso interrumpido, este vuelo detenido, ¿qué hubieran podido ser y adónde hubieran podido llegar?” – Azorín.

Desde que subieron a primera división ha sido uno de los viajes que más me llamaban la atención hacer. No es que al equipo lo siguiera con especial interés -reconociéndoles su buen papel estas últimas temporadas- ni que la ciudad tenga mucho que ver más allá de la iglesia de San Andrés, sin embargo, su viejo y pequeño estadio siempre me parecía que tenía cierto encanto y que era motivo más que suficiente para ir a Ipurua.

No me atraen nada los estadios modernos, me parecen todos iguales, fríos, sin personalidad, carentes de alma, sin embargo, me quedo con esos viejos campos con cubiertas oxidadas y gradas incómodas que parecen más cerca de pasar a mejor vida que de perdurar en el tiempo. Los nuevos estadios que se construyen actualmente parecen más pensados para realizar cualquier actividad menos para lo que se supone que importa, el fútbol.

Uno que además siempre le ha gustado el fútbol inglés siempre ha sentido atracción con los viejos estadios que allí hay o habían. Craven Cottage, Upton Park, Brisbane Road, City Ground…

Hace unos días saltaba otra vez la noticia del posible adiós a nuestro viejo estadio. Tenía que llegar, solo habían pasado doce años desde que Soler (sic) nos anunciara el Nou Mestalla, y pese a todo, en algún rincón de mi mente aún albergaba la esperanza de que a algún gestor quisiera reconsiderar el cambio de barrio y dinamitara la mole de cemento de la avenida de la Cortes Valencianas. 

Alegaba Rafa Lahuerta en el diario El Mercantil Valenciano hace unos días: “la militancia más ilustrada de Mestalla puede cometer el error de lastrar poéticamente lo que se ha convertido en necesario para la supervivencia de la entidad. Sería un error que la autografía sentimental de unos pocos pusiera palos a la rueda del futuro”.

Bien, no es que me moleste ir a un campo donde pueda llegar a mi localidad sin que previamente tenga que pisar varias cabezas, o que cada vez que llueva tenga que estar pendiente de no irme rodando por las escaleras, o que el cambio de barrio sea un trauma ya que ambos me pillan igual de mal para llegar, ni tampoco que la novedad, en cierta manera, no me parezca excitante incluso ilusionante. No, no es eso. Simplemente me cansan y me aburren los estadios nuevos y relucientes. Visto uno, vistos todos.

Me quedo con el Mestalla vertical y furioso, con el Mestalla de las cicatrices y las tensiones acumuladas y con esa vieja que apela a las voces ancestrales que nos recordaba Rafa en su artículo y sobre todo me quedo con la idea de un Mestalla actual remodelado antes de un Nou Mestalla que nos puede deparar unas gradas más horizontales que verticales y más lejanas que cercanas al terreno de juego. 

Un mal cambio puede ser la puntilla a un club cogido con alfileres en la parcela económica.

Amunt Mestalla!

Josep A.

PD: Somos conscientes de la sentencia que nos obliga a derribar parte de las gradas de Mestalla, de la misma manera que somos conscientes que se podría llegar a un acuerdo con la asociación de vecinos y también somos conscientes que no veo muchos visos de llegar a buen puerto la venta a esos futuros cooperativistas.

dimecres, 24 d’abril del 2019

BITACORA DEL CENTENARIO

Jornada 34


LA ODISEA 




El año de fútbol estaba siendo caótico, infame, bochornoso, vergonzante, sonrojante, y cualquier otro adjetivo descalificativo que podamos añadir para definir la temporada 2007-08, pero como todo en la vida, incluso en la oscuridad uno puede atisbar cualquier resquicio de luz. En este caso la luz se abrió camino ante nosotros en forma de final de la Copa del Rey.

No serían más de las diez de la mañana, cuando mi compañero de trabajo Carlos me espetaba que quedaban muchas entradas para la final sin vender en las taquillas de Mestalla. Pedí permiso a mi jefe directo y me escapé hacia las taquillas, y compré entradas para Carlos y para mí. Las únicas localidades disponibles eran de Tribuna Superior Alta, y su precio 85€ (regalado para los precios del partido de la final de este año en el Benito Villamarín, casi prohibitivos, para lo que debería de ser la fiesta del fútbol).

El siguiente paso era decidir cómo nos íbamos a desplazar, no nos apetecía ir en coche, ya que el partido era Miércoles por la noche (nunca he entendido como alguien es capaz de permitir que se juegue una final entre semana, poca faena tienen los que deciden estas cosas), y al día siguiente teníamos que trabajar, básicamente porque el alcohol podría mermar nuestras capacidades a la hora de conducir el camino de vuelta, así que por un precio módico encontramos que el autobús era una buena opción, y posiblemente encontramos acomodo en el último autobús disponible para partir hacia el poniente español.

Y llegamos al día 16 de abril, la hora de salida fue a las 8 de la mañana, el punto de partida Avenida Aragón junto a Mestalla. Poco a poco fueron llegando los vecinos con los que compartiríamos el viaje. Detecté así a bote pronto varios grupos diferentes, una familia con niños (en adelante Happy Family), varias parejas (en adelante Lovebirds), personas mayores (en adelante Old People), Carlos y yo (en adelante Los Telemacos), y un grupo muy numeroso que no me atrevía a clasificar, un grupo con bastantes jóvenes (en adelante Young Boys), de estos últimos me sorprendió el extraño equipaje que introdujeron en el maletero del autobús un bidón azul, que parecía pesar bastante. El conductor del autobús que no sabía su nombre (en adelante Marcial), se mostró bastante reticente, pero al final cedió y permitió subir el bidón en el maletero.

Una vez todos ubicados en el autobús, en la parte delantera izquierda el grupo Old People, en la parte derecha la Happy Family, en la parte central los Lovebirds y los Telemacos, y después de un hueco de aproximadamente 5 filas de asientos finalmente los Young Boys. Todos nosotros capitaneados por Marcial.

El inicio fue espectacular los Young Boys empezaron a cantar y en cada canción el resto de la comitiva cantábamos con ellos, como si estuviéramos bajo el influjo de las voces cálidas como si se tratase del canto de las sirenas, y así estuvimos un buen rato, una inyección de moral y autoestima para arrancar el viaje. 

El destino o más bien la falta de previsión del Ministerio de Fomento, hizo que a la altura de Siete Aguas se estaban realizando tareas de mantenimiento (siempre necesarias pero muy molestas cuando nos perjudica en primera persona), el caos se apoderó de la A3, para avanzar unos pocos kilómetros invertimos varias horas, manda cojones que el día que más tráfico habría desde Valencia hacia el centro peninsular hubiera una retención de esa magnitud por obras de mantenimiento, así que como no avanzábamos solicitamos a Marcial salir en el área de servicio de Siete Aguas para evacuar y estirar las piernas.

Y allí fue en el área de servicio de Siete Aguas cuando descubrí el contenido del bidón, botes de cerveza cubiertas de cubitos de hielo, al abrir ese bidón, nos asomamos al Hades, en ese momento se destapó la maldición que nos acompañaría en nuestro viaje hacia la meseta. 

Al reiniciar la marcha, algo había cambiado en el ambiente, los Young Boys estaban un poco más activos, y fruto de esa actividad comenzaron a liarse unos porros como si no hubiera un mañana, el desvarío fue en aumento, Marcial no hacía más que mirar el retrovisor y gritaba a los Young Boys que dejaran de fumar y de beber dentro del autobús, en ese momento cambié el nombre del grupo de Young Boys a Lotófagos (en el libro de La Odisea, todo el que prueba el loto, hace que se olvide de su hogar, pues eso, “sense coneiximent”). De entre todos ellos sobresalía uno con el pelo largo, flaco y que se movía más que el cantante masculino de Boney M.
A la altura del pantano de Contreras, el límite entre “la terreta” y tierra extraña, llevábamos cinco horas de viaje, cinco además tiene muy mala rima. Pues así estábamos, de mitad del autobús hacia adelante nos agrupamos todos, menos los Lotófagos claro, ellos estaban agrupados en torno a fumar y beber. Ya nos habíamos enfrentados varias veces contra ellos para que dejaran de fumar, por respeto a los Old People pero sobretodo por respeto a los niños de la ya no tan Happy Family. La suerte hizo que el autobús no fuera muy moderno y todavía llevara pequeñas ventanas corredizas encima de las ventanas grandes, así que las abrimos para que Eolo, ventilara el bus. Aquí en el pantano bien podría ser el lugar donde aparecieran Escislas (monstruo con seis cabezas y tres hileras de dientes cada una) y Caribdis (monstruo en forma de remolino) los dos monstruos situados a ambos lados del pantano.

Marcial había mutado en Poseidón y la ira que transmitía era la misma que cuando dejaron ciego a su hijo Polifemo (cíclope). Conseguimos calmar el ambiente en varias ocasiones, indicándole a Poseidón que cuanto antes llegáramos a la meseta, antes podría deshacerse de los Lotófagos, menos mal que respondió positivamente a nuestros estímulos.

En Tarancón, los Lotófagos ya no cantaban, gritaban y entonaban canciones cada uno a su ritmo, totamente descompasados y en algunos casos (los más) ininteligibles, totalmente de pie y tambaleándose. El resto de la expedición sólo queríamos llegar cuanto antes. Posiblemente en este punto Circe diosa con poderes mágico de la isla de Eea, habría convertido a los Lotófagos en cerdos, ya que tenía esa habilidad, convertir en animales a los humanos.

A las cinco entramos al centro de la Rosa de los Vientos, y a las cinco y media el autobús estacionó en el lugar habilitado para ello en el Paseo de la Ermita del Santo, cerca de la Fan Zone valencianista. Fuimos bajando del autobús y la imagen era dantesca de los Lotófagos, dos como mínimo durmiendo la mona en el suelo, uno de ellos era el Boney M., otros tantos perjudicados notablemente, y algunos pocos conseguían a duras penas guiar al resto.

En la Fan Zone del Valencia C.F., en el Parque de San Isidro, entre traca y traca, bebimos cervezas a dos manos, después de casi 9 horas de viaje, necesitábamos reponernos y disfrutar, y allí estuvimos hasta que llegó la hora de marchar hacia el Calderón, reconozco que iba perjudicado pero consciente, seguramente algún trago más de cerveza me hubiera dejado fuera de combate.

Me esperaba algo más del Calderón por dentro, creo que estéticamente le afeaba el hecho de no ser un estadio cerrado, sobre todo debido a las aberturas a ambos lados de la Tribuna, en definitiva no era un estadio mejor que Mestalla. 

El partido fue de tal felicidad que es lo que mejor recuerdo de esa temporada, aparte de que la grada la dominábamos de largo, el partido fue un dominio de principio a fin, los goles tempraneros y casi idénticos de Alexis y Mata dejaron el partido muy a favor, y tan solo se asomó alguna duda tras el gol de penalti del Getafe, pero se remató al final gracias al postrero gol de Morientes, que dejó los últimos minutos en una fiesta valencianista en el Calderón.

Celebramos el título allí en el Calderón, y menos mal, porque ya sabemos todos lo que sucedió en Valencia, que no se celebró debido a la mala marcha del equipo en la Liga (mal hecho, el tiempo nos ha enseñado que tampoco llegamos y ganamos tantas finales como para no celebrarlas, los títulos se celebran siempre, no ya por nosotros sino por los más pequeños, a ellos hay que dedicarles los triunfos, son el futuro y hay que cuidar la cantera).       

Aún recuerdo la sonrisilla de Poseidón cuando íbamos subiendo al autobús, habían muchos más Lotófagos hacinados en el suelo durmiendo, creo que se perdieron la final entera. La vuelta fue terrible, salir de poniente se hizo eterno, casi como los siete años que la ninfa Calipso retuvo a Ulises en la isla de Ogigia. Poseidón decidió ir a una velocidad que nos permitiera llegar los últimos a cada estación de servicio.

Menos mal que no fueron siete años, sino siete horas las que nos costó volver al punto de partida, Mestalla, como Ulises y Telemaco vestidos de mendigos llegamos a Ítaca, sólo que nosotros íbamos mejor vestidos pero seguramente igual de cansados. Tuve el tiempo justo de llegar a casa, ducharme, desayunar y coger el coche para ir a trabajar, lo primero que hice fue colocar mi bufanda del Valencia en la pared de la oficina con dos chinchetas y la sonrisa de felicidad me duró todo el día pese al cansancio.

Recuerdo también que esos días en diferentes medio de comunicación, indicaban que el Valencia había contactado con Marcelino García Toral, para que fuera entrenador del Valencia C.F., y que este declinó la oferta. Se decía en ese momento que sobretodo porque el club no le aseguraba que no fuera a vender a sus estrellas. Me alegro que tomara esa decisión, sin duda habría venido como tantos otros entrenadores antes de tiempo. A este banquillo hay que venir curtido en mil batallas, y con un libro de estilo claro, fuertes y rocosos atrás, poderosos en el medio y efectivos delante, y sobretodo silenciosos, que nadie sepa que estamos, ese es nuestro ADN.

Para finalizar no quiero dejar pasar la ocasión de comentar que a la pregunta de Paco Polit en su magnífico programa Veus del Centenari, sobre cuál es nuestro deseo para esta temporada del Centenario, no fui yo solamente, sino muchos los que pedimos llegar a una final y si pudiera ser tocar metal, yo además añadí que me gustaría ir a una final con mi hijo Pablo, ya que en la final de 2008 tenía solamente cuatro años, pues bien, milagrosamente tenemos entradas y estaremos en Sevilla, así que ya sólo nos falta tocar metal. 

Amunt i a per la Copa.

José Luis Aguilar. @PEPELUVFC

dimarts, 23 d’abril del 2019

LA BALADA DEL BAR TORINO




Admito que cuando empecé a leer el libro de Rafa Lahuerta lo hice con prevención; un cierto escepticismo me impulsaba a dejarlo para más adelante, cuando quedaran lejos los fastos del Centenario. No obstante, como aficionado empedernido, picado además por las buenas críticas de la obra, decidí sumergirme en la lectura aprovechando los tiempos muertos de aeropuertos y autobuses. Lo acabé en pocos días, con la satisfacción y el disfrute de cuanto allí se dice, pero también con una envidia sana, pues no niego que me hubiese encantado ser el autor. Porque Rafa Lahuerta, además de escribir francamente bien, con soltura y un ritmo narrativo acorde a la obra, se ha planteado un ejercicio de sinceridad a raudales, con el corazón en la mano, o para no incomodar a los puristas del lenguaje, con la mano en el corazón. Todo lo contrario a mi impostura de autor de ficción al cual le da pánico escribir con sinceridad sobre vivencias y acontecimientos experimentados y, para remate, imbricarlos, o para ser más exacto, hacerlos confluir en el club de sus amores, el Valencia C.F., una especie de bote salvavidas al cual Rafa Lahuerta se ha asido en momentos azarosos de su vida, permitiéndole salir airoso y avanzar en su crecimiento como persona, pero también en la condición de personaje público. 


La balada del bar Torino, atendiendo a las indicaciones del autor, es una obra que ya tenía en mente muchos años antes de salir publicada la primera edición, en octubre de 2014 (hoy cuenta con cuatro), seguramente desde que decidió desvincularse del grupo Yomus, cuando se radicalizó en la década de los noventa. Rafa Lahuerta se vuelve más reflexivo y se percata de que siendo un miembro importante del colectivo de animación, ha perdido parte de su libertad para actuar en conciencia, algo que justifica a lo largo del libro. Un libro que en mi modesta opinión, más que una novela (hay cierta inventiva y metáforas hermosas), se trata de una autobiografía honesta, a través de la cual nos evoca plazas, calles y rincones de otra Valencia que todavía daba la espalda al mar, de la esquina de la calle Gorgos con la de Rubén Darío, del barrio del Mercat, de la calle Cuenca, de sus años en la panadería familiar, sus andanzas por la eterna calle Zurradores, de su otro abuelo Manolo, de su madre y hermanos, de su padre, actor fundamental para entender su fidelidad sin límites al Club, de sus años viviendo en la inquietud, de sus amoríos primerizos y por encima de todo el Valencia, C.F., meta y muleta para levantarse una y otra vez, pues nos recuerda que él es socio desde que nació en 1971, una marca indeleble de la cual es imposible renegar, por tanto uno ha de convivir con ella lo mismito que se le hace sitio a un lunar caprichoso, o a una calva prematura; lo contrario es un disimulo difícil de creer: mejor el tumulto de una multitud que ha hecho del Valencia C. F. la válvula de escape, aunque a veces sea errática y nos dé disgustos que se pasan en pocos días. 

A lo largo de las más de doscientas páginas, además de relatarnos sin tapujos los recuerdos más indelebles de su vida, Lahuerta aprehende fechas cruciales y efemérides más significativas para el valencianismo, recordándonos que un siglo da para mucho. También nos advierte del pedigrí familiar que entronca con las raíces valencianistas, ahí la amistad antigua de su tío Vicente con el mítico Vicente Asensi, hasta el punto de especular con la posibilidad de que la firma del primer contrato como profesional del miembro de la Delantera Eléctrica lo hubiera firmado en realidad su tío, o que por el Forn de la séquia se dejaran ver Pìo y Amadeo. De las vicisitudes de presidentes incomprendidos, del lastre de presidentes nocivos para la entidad, de infinidad de partidos asistiendo a Mestalla, de finales felices y finales malditas, de Kempes, santo y seña del valencianismo, de Puchades, del malogrado Vicente Peris, de la pirotecnia que es el Club, de la afición, a veces tan bipolar. Porque al fin y a la postre todo parte de una idea tan feliz como alocada, la de la fundación del Valencia en el hoy desaparecido Bar Torino, un homenaje de facto a las raíces del equipo che. 

Un libro, en resumidas cuentas, de obligada lectura, más tratándose de un seguidor del Valencia que no quiere olvidar el pasado, pero también quiere compartir las emociones y revivirlas merced a la extraordinaria obra. Gracias Rafael Lahuerta por este libro tan auténtico escrito con el corazón en la mano, o con la mano en el corazón. 

Julio Mauriz Nieto

dissabte, 20 d’abril del 2019

BITACORA DEL CENTENARIO

Jornada 33


¡VIVA ER BETIS! 



Tengo una buena amiga que dice de mí que soy un tío raro. Se basa ella, fundamentalmente, en mis aficiones y en la forma, vetusta y desusada con la que me enfrento a hechos cotidianos del mundo actual. Mi tardanza en incorporarme al uso del teléfono móvil, mi preferencia por los pañuelos de tela frente a los de papel, mi afición a la escoba frente al aspirador o mi certeza de que una sartén queda mucho mejor limpia usando Vim o Ajax, además de una generosa dosis de Fairy. 

En el apartado de mis aficiones destaca el coleccionismo de cromos de fútbol, algo asociado a la infancia y que, como un puñado de irreductibles galos, algunos ciudadanos de a pie seguimos cultivando como si de un conocimiento ancestral se tratara. Mi última adquisición es un lote de 11 cromos de la colección Caramelos La Aldeana, de la temporada 1934-35, que configura una alineación típica de la época del Valencia F. C. 

En mi sueño ingenuo de que las ligas europeas se refunden y configuren como ligas cerradas, de forma análoga a las competiciones de la MLB, NBA o NFL, me planteo muchas veces qué equipos merecerían tener asignada, de oficio, una franquicia en ellas. Mi criterio inicial es que todos los equipos que hayan ganado alguna vez la Liga deberían estar en esa nueva liga cerrada; siempre y cuando: sigan existiendo y tengan un entorno social que permita su viabilidad con una cuota de negocio aceptable. El Real Betis Balompié sería uno de esos equipos. Esos equipos son los que yo, periodísticamente hablando, considero un “grande”. Equipos de larga trayectoria histórica con al menos una Liga en su mochila y, por qué no, alguna que otra Copa. 

En la temporada 1934-35 el equipo que se llevó la Liga fue el Betis Balompié. Ganó con 34 puntos, uno más que su perseguidor el Madrid F. C., perdiendo tan solo 3 partidos de los 22 jugados en una liga de 12 equipos. El Valencia quedó abajo en la tabla, en un noveno puesto, con 20 puntos, pero a 9 puntos del descenso. Los equipos descendidos fueron el Donostia F. C. y el Arenas Club. El Betis ganó 3-0 en su campo y el Valencia hizo lo propio en Mestalla por 3-1, devolviéndole el amargo bocado de la derrota. 

Mi adquisición de esos cromitos de la temporada 1934-35 me conecta con la historia de un equipo como el Betis que, en los últimos tiempos de campeonar que vivimos estuvo frente a nosotros. Y, dándole a esto un giro austeriano, donde la casualidad y el azar dominan y gestionan de forma arcana la realidad, se me ha instalado en la sala de estar de mi mente valencianista la idea de que si al ganar la Copa de 2008 nos tuvimos que deshacer del Betis para poder llegar hasta la final, ahora estamos en una situación similar. Hemos eliminado al Betis, camino de nuestra nueva final de Copa en 11 años. Bastaría esta cábala carente de todo fundamento lógico para ilusionarnos con la idea de que Betis y Valencia estamos conectados para ofrecer al contrario un salvoconducto a los sueños de gloria. Si no, ¿por qué han aparecido estos cromitos esquivos, supervivientes de una guerra, una dictadura y varias décadas de democracia, justamente ahora? 

El enfrentamiento que nos anima a escribir estas líneas es liguero, una nimiedad si ponemos por delante las ilusiones y los deseos de agrandar la historia y palmarés del equipo centenario en 2019, un equipo lleno de momentos dulces, suficientes para sacar pecho y aceptar las derrotas con gallardía, sabedores de que nuestro equipo es, incontestablemente, diferente, pero nuestro, con sus debilidades y fortalezas, no siempre bien comprendidas por los vendedores de humo. Incómodos, broncos, duros, correosos, letales cuando el contrario nos subestima, y siempre con la voluntad de querer llegar, ésa que espolea nuestras más profundas ansias de trascender. Así que, celebremos este enfrentamiento contra el Betis con un grito que haremos nuestro como antesala de lo que está por venir: ¡Viva er Betis, manque pierda!

Fran García.


           

dissabte, 13 d’abril del 2019

BITACORA DEL CENTENARIO

Jornada 32


Extracto de los estudios recientes sobre la tribu de “Los otros” o “Granotes”.
Adaptación de la conferencia realizada por Sergi Calvo en la sede de la sociedad científica uvaM.
Abril 2019.

 Objeto de estudio:
“Los otros” son un grupo humano peculiar que se autodenominan a sí mismos “Granotes”.

Aunque el origen del término no parece tener relación con el citado anfibio, también nuestra civilización se refiere a ellos, con evidentes tintes despectivos, como “sapos”, con lo que su relación como especie con el género Batracio parece la más próxima a su volkgeist original.

Toma de contacto:
La primera toma de contacto por mi parte con estos seres en su entorno original, se produjo mediada la década de los 80 del siglo pasado. En mis visitas a su nicho ecológico, de manera muy rápida me sorprendió el hecho de que se dirigiesen al colegiado del encuentro futbolístico utilizando el término “Valencianistafilldeputaxotodemerda”. El hecho de que este término (o mejor, unión de conceptos dispersos) fuera utilizada cuando los lugareños percibían alguna decisión perjudicial para sus propios intereses deportivos, me hizo rápidamente deducir que “Valencianista” o “Xoto” son asociados a términos hostiles o profundamente despectivos. Deduje rápidamente el desencuentro entre estos seres y nuestra civilización. Nótese que no era la totalidad de los allí congregados los que utilizaban con furia y desprecio estos términos al colegiado. Mi teoría es que, muy probablemente, muchos de los allí congregados en aquel evento de fútbol en categorías semiprofesionales (Hábitat habitual de los “Granotes”) éramos en realidad valencianistas o “xotos” encubiertos. Contándose en muy pocas docenas los verdaderamente granotes “puros”.

Nicho o hábitat:
El espacio de desarrollo de esta cultura es una muy curiosa e interesante réplica, en tamaño miniatura, de un estadio de fútbol. Es prácticamente de idéntica forma a los estadios normales pero de en escala reducida. Aún así, pese a que los granotes son de tamaño normal, rara vez esta réplica miniaturizada de estadio llega a completar su aforo y si lo hace, gran parte de los asistentes lo hacen sin pagar acceso al estadio.

Rituales e idolatría:
Sus ídolos son los habituales en estas culturas y no difieren demasiado de las nuestras. Su principal deidad actual recibe la denominación de “Comandante Morales”, de reivindicada velocidad y agresividad hacia sus enemigos. Aún así, suele ser inofensivo en gran parte de los combates. Su principal mito habla de un defensa de gran tamaño llamado “Sergio Ballesteros”. Intrascendente fuera de las fronteras de la tribu, haría las funciones de paternidad mitológica. “Ettien” o “Paco Salillas”, nombres igualmente desconocidos para el común de los mortales, figuran en el panteón reciente levantinista. También aquí encontramos registros de deidades “pufo” o que no generan buen recuerdo en los ancianos de la tribu, es el caso de “Johan Cruyff” por ejemplo. Sorprendente es el análisis que se realiza de nuestro maldecido “Mijatovic”, que aparece igualmente en la cultura Levantinista o Granota. El engominado montenegrino aparece en los documentos iniciales, como una buena y salvadora divinidad, mas, en la evolución de su relato, también se percibe cierto gesto torcido entre los miembros más veteranos de la tribu. Siendo despreciado, casi por igual entre, ambos pueblos.

Aunque sin duda la más pintoresca y sorprendente leyenda levantinista está incluída en el llamado “Ciclo de Ramalho”: estrambótica historia de un delantero brasileño que tenía por costumbre ingerir por vía oral… supositorios.

Los registros de nuestro Vicente Rodríguez aparecen mutilados siendo el término “Vicentín” considerado Tabú entre los aborígenes.
  
Historia:
Según sus registros documentales, la fundación de la entidad es datada en el año 476 de nuestra era cuando el ostrogodo Odoacro, con la cabeza de un legionario romano a sus pies, como una pelota, “miro – textualmente- en dirección a Levante”. Tal sería la primera mención al club. No obstante, algunos estudiosos locales sostienen haber encontrado en un depósito de tablillas sumerias fechadas en 2975 AdC, registros cuneinformes que situarían ya entonces, la existencia del club.

Sea la tesis ostrogoda o un origen próximo a la prehistoria, el Levante sería, junto al Sevilla, no sólo el club decano del fútbol universal sino que sería el origen de la civilización occidental tal cual la conocemos.

Afición:
Mis recientes estudios sin embargo han desmentido una tesis muy extendida entre los extraños a este grupo: no existen Levantinistas puros, es decir, todo levantinista tiene una afición encubierta vinculada a Real Madrid o Barcelona.

Debo desmentir y apuntar la falsedad de esta afirmación. He conocido varios sujetos que sí que son ejemplares puros y que incluso muestran profunda indiferencia hacia el FC Barcelona y un profundo desprecio al Real Madrid. Verdaderamente sueñan y se emocionan con los suyos y lo son de ellos y nadie más. Para este humilde estudio antropológico, es una satisfacción la existencia de estos ejemplares y se recomienda formalmente su conservación genuina.

Dichos y costumbres:
Su gutural “Matxo Llevant” parece tener origen en la expresión, claramente inconsciente, de un loro en uno de los locales de reunión, Barrio de Ruzafa de la afición granota. Más indescifrable sitúa su analogía de “lo imposible” (en este caso el ascenso del primer equipo, algo ciertamente complicado e inaudito en su milenaria historia) con tintes algo siniestros y tétricos haciendo referencia a la antinatural cualidad de una animal difunto (un felino) a un árbol o palmera.

El resto de expresiones populares de esta especie suele hacer referencia o bien al tal Sergio Ballesteros, el susodicho Morales o, en tono burlesco-despectivo hacia nuestra civilización. Éstas últimas referencias de una rivalidad (No correspondida) suelen disminuir notablemente en intensidad tras una de las muy habituales goleadas que infringimos a los Granotas, declarándose una humillante tregua por su parte, que vuelve a crecer en intensidad hasta la siguiente derrota y/o descenso de categoría.

Conclusiones:
Aunque pintorescos y aguerridos, debe estudiarse la conveniencia de su romanización.

Sergi Calvo.

Pd. En “mis estudios” he descubierto (y ahora abandono la seriedad científica del asunto) al Abuelo de Hugo y Alex, el guerrero Nico y Víctor, Pablo, Martín padre e hijo o Rubén y Enzo, guardianes del arco, que sueñan en granota.

Son levantinistas de verdad, pendencieros e irreductibles, “picones” pero siempre desde el cariño y la amistad. Muy buena gente que vive con pasión auténtica y sana esta rivalidad que nos da vida y alegría.

No, no quiero que nadie os “romanice”, ojalá disfrutéis de vuestro Matxo Llevant durante muchos años con la misma alegría, ilusión y sencillez que me habéis demostrado. Sois ejemplo y pilar fundamental en el futuro de vuestro club.

Me enorgullezco de conocer vuestro auténtico levantinismo, pero sobre todo poder contaros como amigos.

Toda mi admiración, cariño y respeto.

(¡Y que continuéis con vuestra milenaria historia!)






dimarts, 9 d’abril del 2019

LA GALOPADA



El 24 de marzo me acordé de muchas cosas que creía olvidadas. Que se habían ido. Pero comprobé con sorpresa y alivio que no, no completamente. Estaban ahí, apareciendo lentamente, ocultas entre la maleza que compone todo lo absurdo y superfluo que cada vez me hace más difícil ver con claridad los recuerdos importantes y los sueños pasados. 

Soy de un pueblo bastante al sur de Valencia y bastante al norte de Alicante; y cuando era pequeño, en mi clase solo tres nos declarábamos aficionados del Valencia Club de Fútbol. No era fácil decirle al mundo: ahora ya sabéis que normalmente los fines de semana sufro, y ahora ya sabéis que podéis meteros conmigo los lunes. Los tres irreducibles acudíamos a una pequeña y vieja pista de futbol-sala por las tardes. Sin excusas. Allí el panorama era heterogéneo en cuanto a nacionalidades, edades, y simpatías. Pero existía un acuerdo común: íbamos a jugar. Y yo creía que se me habían olvidado esos partidos a pleno sol y que duraban toda la tarde. Partidos donde había que entregarlo todo, si querías tener el privilegio de que quisieran jugar contigo en la siguiente ocasión. Partidos donde un amigo mío que corría mucho se convertía en Claudio López, dejándolos a todos atrás, prepotente y burlón. Partidos donde te atrevías a hacer cosas que le habías visto tiempo atrás a Viola una noche de sábado en Canal Nou. Partidos donde se comentaba que el Bayern nos iba a eliminar seguro de la UEFA, y que lo importante era intentar no quedar muy mal. Partidos donde las chicas del puerto a veces venían y se sentaban en los bancos, creando una tensión extraña que aún no sabíamos que nunca íbamos a aprender a descifrar del todo. A veces, muchas veces, llegaba al campo tan pronto que no había nadie aún, y me dedicaba a intentar pegarle al larguero desde una media distancia. Creo que no me he sentido tan relajado y feliz en mi vida. Con mi camiseta Luanvi y mi logo de Ford, yendo y viniendo a por el balón, golpeándolo, mientras pensaba que sería una pasada ir algún día a Mestalla y ver de cerca a los jugadores. Recuerdo que la pista era pequeña y que cuando te llegaba un balón notabas como si una jauría se abalanzará para robarte el alma. Recuerdo también que, si lograbas escapar de eso, veías un brillo especial en los ojos de compañeros y rivales. No se lo contaré nunca a nadie, pero pactaría con el diablo por volver a uno de esos partidos, aunque fuera diez minutos. Por ver a los irreductibles, en su formato de antaño. Por correr como un poseso con la pelota. Por darle por la noche a mi madre mi camiseta del Valencia empapada para que me la lavara. Por sentirme vivo y soñar. 

Se que no podré volver, pero recordarlo es viajar allí. Así que, muchas gracias. Porque estuve allí y aunque en mi asiento lloré, fui feliz. Estuve allí todo el tiempo que duró la galopada increíble y el gol, del más joven entre los más jóvenes de la escuela.

Gonzalo Monfort

dissabte, 6 d’abril del 2019

BITACORA DEL CENTENARIO

Jornada 31


EN DOS PALABRAS: RAYO VALLECANO. 

RAYO: 

El rayo no fue vallecano, el rayo fue argentino, más concretamente cordobés. Fue una noche en la que ya no tenía nostalgia de Bellville. Eso había quedado atrás, olvidado, aquel 16 de agosto de 1976. 

Era la temporada en la que el Rayo se estrenaba como equipo de Primera División, con “el Palomo” Héctor Nuñez en el banquillo. 

Fue un 8 de abril de 1978. Por aquellos días sonaba sin parar el “Night Fever” de los Bee Gees en las emisoras de radio, mientras esperábamos impacientes el estreno de la película “Fiebre del Sábado Noche” pocas semanas después. Además el partido se jugó en el habitual, en aquellos tiempos, horario discotequero de las 22:30 h. Si Tony Manero se transformaba en la pista de baile convirtiéndose en una estrella, Mario Kempes hacía lo mismo en un terreno de juego. Y volvió a hacerlo esa noche, una vez más. Sólo faltó la icónica bola de discoteca con cristales de espejo. 

Fue el debut oficial de Pablo Rodriguez, “la ardilla de Ibrox Park”, al que Marcel Domingo había subido del Mestalleta al primer equipo. Pero el partido no se recordará por esto. 

Ganó el Valencia 7-0 con cuatro goles de Kempes, todos ellos en la segunda parte, en un intervalo de tan sólo 20 minutos. Fue un vendaval de esos a los que nos tenía acostumbrados. Entre el minuto 55 y 75 de partido un rayo cruzó Mestalla, entonces aún Luis Casanova, para fulminar a La Franja. Ese rayo se llama Mario Alberto Kempes. Él fue el auténtico y único rayo en aquel partido. 

Muchos años después, concretamente en agosto de 2015, en una de las visitas de Kempes a Valencia se lo recordé mientras me firmaba, como siempre con una sonrisa y amabilidad asombrosa, en la portada del monográfico “Kempes Story” que le dedicó la revista francesa Onze. Mario, con la humildad que le caracteriza, me respondió: “¿Cuatro goles en veinte minutos? ¿Vos está seguro? No sería yo, sería el Lobo”. 

“El tiempo nos ha enseñado a recordarte con amor. Por siempre, Mario Kempes, matador” (La Gran Esperanza Blanca). 

VALLECANO: 

Laurie Cunningham nació en un humilde barrio de Londres en 1956, pero bien podría haberlo hecho en Vallecas. 

La primera vez que le vi jugar fue en noviembre de 1978 en partido de ida de la Copa de la UEFA con el West Bromwich Albion. Fue una de las actuaciones individuales que más me ha impresionado en directo en mis muchos años de fútbol. Uno de los jugadores más elegantes que he visto sobre un terreno de juego tan sólo viéndolo correr. 

Su carrera apuntaba a lo más alto. Condiciones futbolísticas no le faltaban. Lamentablemente, carecía de otras necesarias para ser un buen deportista profesional. Le gustaba más la noche, las drogas, el alcohol, el tabaco y las discotecas (era un extraordinario bailarín) que la vida sana. Maneras de vivir. 

Fue uno de los primeros jugadores negros en jugar con la selección inglesa en una época en la que la multiculturalidad no estaba tan aceptada como ahora y el primer futbolista inglés en jugar en el Real Madrid. A partir de aquí, un deambular por varios equipos hasta que en 1986 fichó por el Rayo Vallecano que estaba en Segunda División, coincidiendo con nuestra temporada en el infierno, ese con el que solía coquetear demasiado Laurie Cunningham. 

Me lo imagino en el club de boxeo que hay bajo el propio estadio de Vallecas enseñando a “bailar” a Poli Diaz. 

Tras probar fortuna en el Charleroi y después proclamarse campeón de la FA con el Wimbledon volvió al Rayo en 1988 para intentar el ascenso a Primera. Y lo consigue, precisamente con un gol de Laurie. Termina la temporada. 

Cunningham estaba negociando su renovación con el Rayo. Tras una reunión con el Presidente se sabe que Cunningham se citó con un misterioso joven americano. Tras pasar la tarde el el hipódromo de la Zarzuela, deciden disfrutar de la noche madrileña, bailando sin parar en una discoteca y, de regreso a casa, a las 06:45 h de la mañana del 15 de julio de 1989, Cunningham fallece tras chocar su Seat Ibiza dorado contra una farola en la carretera de La Coruña. Su acompañante sale ileso. 

Nadie sabe quién era el joven americano, pero según mis pesquisas, le llamaban “el sabudet”. Me llamó la atención tal apodo. Me resultaba familiar. Tirando de hemeroteca, descubro que, veinticinco años antes, el Valencia C.F. acudió a una reunión a Madrid con motivo de la Copa de Ferias. A ella asistió el omnipresente D. Vicente Peris, como siempre acompañado por su inseparable y enigmático amigo americano, más conocido por “el sabut”, que ejercía de traductor. Tras la reunión, D. Vicente volvió al hotel, pero “el sabut”, que era un golfo empedernido, sucumbió a la noche madrileña. Dicen las malas lenguas que terminó con Anuska Loren, famosa vedette del Molino Rojo de Madrid. También dicen que nueve meses después la vedette tuvo un hijo. ¿Sería “el sabudet”? Yo no lo descartaría. 

DEP Laurie Cunningham, quien decidió que la vida pirata es la vida mejor. 

PD. El novio de mi hija es madridista. Mi madre, prueba del amor incondicional de los abuelos por sus nietos, lo justifica diciendo que el chaval es madrileño. Yo le respondo: “¡Coño, pues ya podría ser del Rayo! 

Jesús Roig Sena. 

dimecres, 3 d’abril del 2019

BITÁCORA DEL CENTENARIO

Jornada 30



NECROLÒGICA.


Hugo Orlando Gatti, “el Loco Gatti”, (Carlos Tejedor, 19 d'agost de 1944- Madrid 22 de maig de 2004). Porter de futbol argentí retirat, va jugar a la primera divisió argentina durant 26 temporades, en les que va disputar un total de 765 partits. Darrerament exercia d'articulista a diferents mitjans de comunicació.



Precisament la seua mort, segons tots els indicis policials estaria relacionada amb un article publicat al diari AS el passat 4 de març. Les investigacions judicials, encara sota el secret del sumari, apunten al compliment de la seua paraula. Per l'interès i l'inèdit del cas reproduïm íntegrament la seua premonitòria columna d'opinió:



“La Liga ya se ha ganado, yo lo tengo muy claro. Cuando empezó el campeonato ya dije que era para el Madrid y no me estoy equivocando. Hoy lo reafirmo. ¿Por qué? Pues porque el Madrid es el mejor equipo de España y del mundo. Además, el Valencia y el Deportivo se enfrentan pronto entre sí. Incluso me atrevo a arriesgarme asegurando que el segundo puede ser el Barcelona, porque ha remontado en las últimas fechas, porque han ganado mucha confianza y porque, tras el Madrid, es el equipo con apellido más ilustre de su país.

Ante el Racing, los galácticos pueden permitirse el lujo de descansar para que jueguen los Pavones. Aquí en Argentina no hay dudas: el Madrid será el campeón. Y sus rivales también lo saben: el Valencia ha dejado escapar el tren de su papá (siempre digo que el Madrid tiene dos hijos bobos, el Barça y el Valencia). Los de Queiroz también alzarán el trofeo de la Copa, estoy seguro. Yo lo digo ahora: si el Madrid deja escapar esta Liga yo me pego un tiro en medio del Bernabéu (dos en caso de que perdiera también la Copa del Rey). El drama mayor viene en la Champions League. No lo veo tan claro, así que no me arriesgo a jugarme la vida en ello. Me da mucho miedo esa competición. Hablamos de cosas mucho mayores y el Bayern irá a morder al Bernabéu”. (Diario AS, 4 de marzo de 2004).

Des de la pèrdua de la final copera davant el Deportivo de A Coruña en el mateix Santiago Bernabeu, precisament el dia que l'equip madridista celebrava el seu centenari, el comportament de Gatti va canviar segons apunten els seus íntims. 

La debacle madridista en Champions davant el Mònac, junt a la imparable remuntada del València CF a la Lliga, van fer que les darreres setmanes es convertiren en un autèntic infern per a l'exporter de Boca, segons ha manifestat el psiquiatra que el va atendre al servei d'urgències d'una prestigiosa clínica especialitzada en enfermetats mentals de la ciutat de Buenos Aires. La consecució del doblet pel club de Mestalla després la victòria en la final de la Copa de la UEFA, disputada a Goteborg, el passat dia 19 de maig, va fer que Hugo Gatti decidira posar fi al seu patiment. Va comprar un vol Buenos Aires-Madrid i una vegada allí es va dirigir al recinte madridista on va adquirir una entrada per al Tour del Bernabeu. La resta dels detalls de com va poder adquirir un revolver i accedir al cercle central del camp es desconeixen. El ben cert és que el “loco Gatti” va complir la seua paraula.

Descanse en pau.

Josep A. Bosch i Valero