dissabte, 12 d’octubre del 2024

COMUNICAT ÚLTIMES VESPRADES A MESTALLA

Des d'Últimes vesprades a Mestalla, col•lectiu que treballa per la recuperació de la memòria del València CF, volem denunciar el plagi dels textos del nostre company José Ricardo March (@joshrimarn) per part del departament de comunicació del club.

No deixa de ser irònic que des del 'local management' de l’entitat es busque aprofitar, sense citar-lo, el treball d'un dels historiadors de referència del nostre club, a qui la direcció de l'entitat té vetat des de 2019. El cas de March no és, malauradament, l'únic exemple de veto per part del Valencia a periodistes i investigadors crítics amb la gestió de Meriton. En el cas d'úvaM, un dels altres integrants, Josep Bosch, també el patix.

Esta darrera publicació, plagiant sense escrúpols, és un bon moment per assenyalar l'ús bastard i interesat que es fa de la història del nostre club i dels seus símbols per tractar de distraure i amagar la més que evident destrucció i l'espoli que pateix el club per part dels seus actuals “okupes”, convertint el Valencia en una colònia de Singapur. Una ciutat-estat que, com ha quedat suficientment clar durant esta passada setmana, està molt allunyada de la nostra forma d’entendre la llibertat d’expressió i la manera de mostrar públicament la discrepància.

No deixa de ser irònic que els qui es plenen la boca amb la nostra història siguen, al mateix temps els que es neguen a la catalogació del club com a Bé d’Interés Cultural (BIC). Fa uns mesos, arran la negativa de Meriton a la declaració del València CF com a BIC, el nostre col·lectiu i els seus integrants van ser assenyalat públicament pel ‘local management’ d’estar situats al costat dels "enemics del València". La clàssica treta d’“embolicar-se amb la bandera” quan ha sigut Meriton qui s’ha aprofitat pública i notoriament d’algunes de les nostres iniciatives per recuperar el nostre passat.

No enganyen a ningú, només a qui vol seguir enganyat. Nosaltres, per la nostra part, continuarem amb la tasca que hem fet i fem des de l’inici del nostre col·lectiu.


Amunt València i Lim Go Home!

divendres, 27 de setembre del 2024

NOS VEMOS EN EL ENTIERRO

                                             

Y al acto asistirán todos. Y de entre el silencio sentido, tristeza e impotencia, emergerá el perfume del político, la gomina del financiero y la insolencia del periodista cooperante. Sin tanto protagonismo no andarán muy lejos, representantes de aquellas interesadas asociaciones bochornosamente cercanas al finado. Incluida la CEV. Departiendo con ilustres federativos incrédulos de la mortal dolencia del enfermo, ayudistas por omisión en su desaparición. Leyendas del club de respetuoso e impecable luto, haciéndole frente al remordimiento. Lágrimas, banderas, fotografías, coronas y curiosos, acompañando a 105 años de historia, intensos e inolvidables. 

Ese político valenciano, tan abierto y valiente en época electoral y tan cómodo, interesado e incapaz gobernando. Desde el poder y desde la oposición. Desde la Generalitat y desde el Ayuntamiento. Miedosos y ajenos a las preocupaciones reales de los valencianos. Escurridizos ante el interés general. Temerosos en la gestión de la indefensión de su ciudadanía. Cobardes para encarar situaciones comprometidas con el infractor poderoso. Arrojados cuando la infracción la firma el débil. La oportunidad perdida este pasado mes de julio con una INTERVENCIÓN política disfrazada de “MOCIÓN URGENTE”, humilla, frustra y desespera. Hubiera dado la posibilidad de rectificar y desarrollar los trámites legales administrativos para merecidamente derogar el actual Planeamiento que implicara la completa eliminación de las plusvalías urbanísticas ante el devenido incumplimiento de los actuales administradores del club. Invirtiendo en el problema real de la Institución y la indefensión de sus accionistas y seguidores, debilitando la posición de poder de su actual máximo accionista y disputando la recuperación de la dignidad perdida y la necesaria eliminación de esa sensación de impunidad con quien incumple, ofende, maltrata o veta. Pero no se atrevieron. Parece que no asumieron que el problema del enfermo era real, profundo y de enorme riesgo. Prefirieron polemizar en quien “trabajó” dicha moción, dando carnaza a políticos y periodistas débiles en busca de falsos intereses en contraposición al único interés oficialmente reconocido que es el de una sociedad de inversión valenciana por el suelo terciario del nuevo estadio. Harán bien ustedes en rezar además de por el difunto, por el cumplimiento en plazo de los hitos exigidos en la Moción aprobada. 

A través de al menos dos variables, el banco de referencia del club interviniendo a favor de sus propios intereses reforzando el afianzamiento de la deuda, hubiera podido limitar la actuación de una gestión impropia por parte de los ejecutivos del Valencia: la primera, a partir del 29 de julio de 2022 cuando el Consell anterior toma el Acuerdo de caducar la ATE por Incumplimiento. Su consecuencia, la disminución de la valoración de la edificabilidad del actual Mestalla y prenda principal del acreedor al decaer la calificación urbanística. No consta ante este hecho, la solicitud de sustitución de garantías y mucho menos la imposición de ejecución anticipada de la deuda en vigor. La segunda, producto de la refinanciación de la deuda bancaria en el ejercicio 2014-15, se exigió el cumplimiento de unos ratios calculados sobre la base de los estados financieros del club y que su incumplimiento, implicaría un supuesto de vencimiento anticipado del contrato. Según la última Memoria, el club solicitó para los ejercicios 22/23 y 23/24 un “waiver” o permiso del banco para incumplir su compromiso de mantener una posición adecuada en cuanto a liquidez, solvencia o estabilidad financiera que redujera las posibilidades de impago de la deuda. Dicha solicitud, según dichas cuentas resultó concedida. Procede por nuestra parte, repasar alguna cifra significativa a fecha 30 de junio de 2023 para entender los “merecimientos” del deudor sobre esta concesión: Deuda total: 329,4 MM de euros, obligaciones de pago a corto plazo: 130,6 MM de euros, fondo de maniobra: - 89 MM de euros, resultado financiero etapa “LIM”: - 187,4 MM de euros, capital social: 6,8 MM de euros, patrimonio neto: 18,6 MM de euros. Nos detenemos un instante para hacer una comparativa con el ejercicio 15/16 cuando el club presentó un Capital Social de 86,9 MM y un Patrimonio Neto de 110,4 MM de euros. Ingresos presupuestados 23/24: 97,7 MM de euros o gastos presupuestados 23/24: 125,2 MM de euros. Todo acompañado por el contexto conocido institucional, urbanístico, social, de empequeñecimiento deportivo y de riesgo reputacional para el banco. La entidad bancaria cuenta con su derecho a decidir así. El nuestro, menos vinculante, para juzgar la mayor o menor ortodoxia y rigor del análisis de riesgo y toma de decisiones así como para recordarles en que lugar tienen su Sede. Pueden consultar con el empresariado valenciano lo que significaba el Valencia para su ciudad y cotejen la oportunidad perdida de poder haber influido en poner las cosas algo más difícil a quien sistemáticamente ha incumplido. A nosotros y a ustedes, más allá del pago anual de la obligación. 

Durante 30 años, el Valencia padeció una especie de “corrupción” no tipificada ligada a la publicidad y su contraprestación en forma de amplificación del ruido y mensaje, a instancia de quien paga. Todo lícito. Dañino e inmoral pero legítimo. Influyente en el pasado y con transcendencia residual en la actualidad. Chatarra vieja solo seguida por el habitante de su desguace. Amén.  Por otra parte, sobresale un periodismo poderoso por la repercusión del medio que le da amparo justo en el momento más delicado. Profesionales limitados por líneas editoriales impuestas por las respectivas direcciones preocupadas por el itinerario de la opinión versus subvención. La presente y la futura. Son periodistas ágiles para virar y dependientes del turno de filtración, califican de buen o mal gestor a quien reiteradamente se esconde, buen o mal director deportivo al responsable de los patéticos mercados de fichajes o buena o mala directora financiera pese a presentar 8 de 9 ejercicios en pérdidas. Mudables si ven de cerca el colapso. Sin descuidar el periodismo laxo y blandito, experto o adolescente. Experimentados en el veto, sabemos de qué hablamos. Acompasados palmeros de la causa política y deportiva, que hablan y escriben al dictado de ineptos, alejados de un mínimo de decencia y oficio. Así, el agitador, el subvencionado y el felpudo conviven en perfecta armonía hasta el punto de resultar complicado diferenciarles. Capacidad de resignación para el profesional íntegro, valiente e independiente. Que los hay.

Nosotros también hemos cometido errores. No nos escondemos. Fiar toda nuestra estrategia hostil a la valentía política y financiera resultó una equivocación monumental. Sin ambages. Consentir alianzas contra natura no solo nos retrasó, nos paralizó. No aprovechar sinergias fue otra equivocación, esta compartida. Y trabajamos “al  céntimo” la vía gentil, sin conseguir en ninguna de las opciones gestionada la credencial que te permitiera presentar oferta alguna. Pese al potencial del club y de la comunidad, venció el contrapeso de la decadencia. El mantenimiento del Planeamiento, frustró y dificultó la posibilidad de poder sentar en una misma mesa, a los diferentes actores con capacidad para valorar la idoneidad o no del cambio de estadio en este momento. Pese a ser conocedores de la dificultad política, contable, financiera, jurídica-urbanística o de afectados. Por encima del análisis, resulta que había una consideración con rango de principal condicionante, donde el promotor – el club -, no tenía capacidad económica para acometer la obra y cambiar de casa. A partir de ahí y en este escenario el traslado se antojaba imposible. Inviable. Irrealizable. Desaconsejable. Irresponsable. Suicida. 

Por supuesto que vamos a ser parte de esta despedida. Alejados del perfume, gomina y variedad de  insolentes, asistiremos a despedirnos de forma discreta y si ellos nos dejan, acompañados de nuestros amigos de “LibertadVCF” y úvaM. Los primeros auténticos generadores de motivación, organización, energía, convencimiento, persistencia o ejemplo. Los segundos, porque nadie como ellos sabe cuidar, relatar y proteger aquel hermoso tesoro que heredamos, llamado Valencia Club de Fútbol. 

Llegando al final de la fábula tenemos suerte que tan solo sea una fábula. De esta forma, el club aún no ha muerto. Aún no bajó a segunda división. Aún no cumplió con los condicionantes impuestos en Licencia y Moción. Aún apelamos al arrepentimiento individual político, financiero y periodístico. Aún cabe aunar esfuerzos. Aún se puede constituir una mesa de trabajo ante la preocupación latente en la sociedad valenciana que no entiende la anacrónica comparación del momento actual del club con los años de principio de siglo cuando se decidió el cambio de casa. Distinto club, distinta sociedad, distinto escenario económico, urbanístico y político que precisa de expertos, diálogo y conclusiones. Y también de generosidad. Nos aplicamos.


Plataforma "Espíritu del 86”   

dijous, 25 de juliol del 2024

¿Y TÚ DE QUÉ CONOCES A ESTOS DOS PELUTS?


La semana pasada Mario Kempes cumplió 70 años.

Super Deporte hizo un bonito especial por la efeméride, en el que tuve el honor de colaborar. Inicialmente mi participación se ceñía a ceder material de mi colección kempesiana para ilustrar los artículos, pero la cosa se complicó cuando Pascu Calabuig me pidió un texto. Tras darle una pensada, rápida pues solo disponía de dos días y 500 palabras para entregarlo, me vino a la cabeza una situación vivida de la que salía un texto un poco alternativo para la ocasión, por lo que me decanté por uno bastante más mainstream, dejando el indie para el blog de uvaM y sus raritos lagrimitas, que lo soportan casi todo.

Corría la temporada 83-84. Hacía poco que habían retirado la estatua ecuestre de Franco de la hoy plaça del Ajuntament, la que pocos años después, durante el servicio militar, más de una vez tuve que custodiar dando vueltas alrededor de la misma en Capitanía General cuando un sargento de guardia, de cuyo nombre no quiero acordarme, se pasaba con el alcohol; y el VCF estaba inmerso en una gravísima crisis económica derivada de la reforma de Mestalla, entonces Luis Casanova, por el puto Mundial de Naranjito (a ver si aprendemos la lección). La plantilla cobraba con retraso y aún no existía Gedesco, lo que provocó una salida de jugadores importantes, como Solsona, Arnesen, Felman, Carrete o Cerveró; y otros que lo eran menos, como Welzl o Idígoras. Pero, para mi alegría pese a que ya no era ni mucho menos lo que fue, nos seguía quedando mi ídolo, Mario Kempes, “el Matador”.

Yo era un mediocre estudiante de tercero de Derecho (con Romano a cuestas, como Dios manda), cuya puerta de la habitación de estudios estaba repleta de posters, fotos y recortes de Mario Kempes hasta que un día, no sé por qué, nuestro perro pastor alemán, de nombre Sarcómero (cosas de tener un hermano mayor estudiante de Medicina) le dio por arrancar todos aquellos a los que llegaba a zarpazos. Aún sigue ahí la puerta y lo que queda de aquellos posters para quien quiera comprobarlo.


Mi hermano Juan Carlos tenía 14 años y le habían invitado a un cumpleaños en la urbanización Alfinach. Mi padre estaba pasando consulta y, por tanto, mi madre tenía que ir sola a recogerlo. No le gustaba conducir, por lo que le propuse llevarla yo a cambio de que me comprara dos discos, “Synchronicity” de The Police y “Canciones Profanas” de Alaska y Dinarama. Aun recuerdo a la tía Pilarín la del forn diciéndome: “Poca vergonya. Li vas a fer aixó a ta mare? Poca vergonya”.

El cumple era de Mari Carmen Galán. Su padre, Juan Galán, tras unos inicios en el Mestalleta, fue portero, entre otros, de Levante y Espanyol; y su tío, Enrique Galán, también empezó en el Mestalleta, para triunfar años más tarde en el Oviedo, llegando a alcanzar la internacionalidad. Pero mi familiar preferido de Mari Carmen era su tío Vicent, “el coixo”. Y todo tiene una explicación, futbolera, por supuesto. Vicent es de mi pueblo, Museros. Tiene una discapacidad física debido a una enfermedad de infancia que le hace ir en silla de ruedas. Pues el tío, pese a ello, en la Final de Copa del 79, tras pitar Guruceta el final del partido, ayudado por “Barreta” (otro entrañable vecino de mi pueblo, que en paz descanse) campaba a sus anchas por el césped del Vicente Calderón junto a los Kempes, Bonhof, Arias, Solsona, Carrete, Manzanedo, Botubot o Castellanos. Yo, desde mi localidad de Tribuna de Fondo Sur, junto al tío Pepico, mi hermano Javi, Manolo el del mas y su hijo Vicente, alucinaba viendo a Barreta correr empujando el carrito y Vicent con los brazos abiertos imitando la celebración de Mario en sus dos goles al puto Real Madrid. ¿Cómo no va a ser mi preferido?

Bueno… volvamos a 1983 y al cumple de Mari Carmen. Ahí que llegamos mi madre y yo a casa de los Galán en el Ford Fiesta gris de mi hermano Javi. Tras unos saludos de cortesía, mientras mi madre se queda hablando con un grupo de personas, Mari Carmen, conocedora de mi idolatría, me dice que me va a presentar a su tío Mario. Y allí estaba. Mario Alberto Kempes Chiodi (campeón del Mundo con Argentina y dos veces pichichi, campeón de Copa del Rey, de la Recopa y de la Supercopa de Europa con el VCF) con su amigo y compañero Ricardo Penella Arias, luciendo sus dos abundantes melenas ochenteras. Hoy, en la puta era de los teléfonos inteligentes, que son de todo menos teléfonos, tendría una maravillosa foto de extraordinaria calidad y nosecuántos megapíxeles. Pero, aquel día, apenas acerté a balbucear un “Encantado, yo soy socio del VCF…” cuando me interrupió mi madre, con cara de pocos amigos, y me dijo: “¿Y tú de qué conoces a estos dos peluts?” Mi madre, futbolera y valencianista donde las hubiera, que en los años 50 hubiera reconocido a kilómetros de distancia a Pasieguito o a Puchades, incluso disfrazados y con peluca, en los años 80 había apartado temporalmente de su vida el fútbol y su VCF para encargarse de la casa, su marido y sus tres hijos (afortunadamente, hemos avanzado mucho y estas cosas ya no pasan o no deberían pasar) y no tenía ni puta idea de quiénes eran. Le dije: “Mamá, los conozco de Mestalla” (aunque su nombre oficial era Luís Casanova, en mi casa siempre le hemos llamado Mestalla), a lo que ella respondió: “¿Se sientan a tu lado?”. Y yo le contesté: “No, yo los veo desde mi asiento mientras ellos juegan abajo, en el césped. Mamá, son Mario Kempes y Ricardo Arias”. Respondió, rápidamente: “¡Ah, los jugadores del VCF! Son guapos, pero si se cortaran el pelo aún lo serían más. Seguro que sus madres piensan lo mismo, pero no se atreven a decírselo. Y también tengo que decirles una cosa, juegan muy bien, pero Pasiego-Puchades eran mucho mejores. On va a parar!”. Mario, que estaba descojonándose de risa, le respondió muy amablemente: “Señora, si ganamos la Liga le prometo que nos cortamos el pelo cortito, ¿te parece bien, Richard?”. Arias asintió: “Me parece bien, Mario. Nos cortamos el pelo como si estuviéramos en la mili”.

El fin de semana siguiente, el VCF ganó 2-1 en Mestalla a la Real Sociedad y se puso líder de Primera División. Al llegar a casa, se lo dije a mi madre, quien me respondió: “Vaig a posar un ciri a la Mare de Deu dels Desamparats. Sus madres me lo agradecerán. Y tú, haz el favor de cortarte ese pelo o el próximo partido no vas a Mestalla, que es lo único que te duele. Ay… el fútbol dels collons!!!”

Algunos años más tarde, no demasiados, con mi padre, desgraciadamente, ya fallecido y sus hijos criados, mi madre volvió a ser la futbolera valencianista que su padre le enseñó a ser, y cuando yo le recordaba aquella anécdota, me decía: “Calla, calla. Mentirós. ¿Cómo no voy a reconocer a Kempes? Si hay más fotos suyas en casa que del resto de la familia, porque él ya es uno más de la familia, familia lejana, pero uno más”.

Jesús Roig Sena
Socio num. 590 VCF

dissabte, 13 d’abril del 2024

OTRA GRAN DERROTA


Cuando había que prepararse para acudir al estadio, no recuerdo que nos motivara el anhelo de llegar a un lugar en el que recibiéramos atención personalizada, un asiento con calefacción incorporada, arrumacos, ni un sinfín de viandas de estrella michelín en los descansos. La experiencia de ir al fútbol implicaba, como implica ir a un concierto o a un festival, saltos, gritos, lluvia, calor, colas en el urinario, llantos, risas, cansancio, maldiciones y abrazos con absolutos desconocidos como si te los fueras a follar.

Se generaba un ambiente de comunión y se alentaba la intimidación al rival como vía para ganar puntos cuando las piernas de los futbolistas no daban para más. Era la forja para los recuerdos de una vida entera. Nos importaba un pimiento lo adusto que era y la gente acudía en masa con la plebe de la mano para iniciarlos en este rito dominguero. La narrativa moderna, sin embargo, nos insta a aborrecer lo que hizo del fútbol una pasión para transformar los estadios en lujosos resorts, cómodos templos clónicos, tan ovalados como desprovistos de carácter a los que acudir a relajarse. Esas atracciones forzadas que desplazan a los aficionados locales para sustituirlos por turistas adinerados del norte de Europa, o por casuals cuyo único interés es hacerse valer del escenario para lucir una sudadera de 100 euros en sus historias de Instagram, ya no te venden fútbol, sino pasar un finde en un centro comercial.

Como sucede en una economía enfocada al turismo a costa del bienestar de los ciudadanos autóctonos, paulatinamente el hincha de casa ha dejado de ser el foco de atención para los clubes. Se afanan en felicitar el Año Nuevo chino o San Patricio, pero ignoran las fechas importantes de su propia historia. Sus mensajes, al igual que las franquicias que lo han devorado todo, están plagados de lemas en inglés tan vacíos, impersonales e innecesarios, que si comunican con alguien no es contigo.

En eso se respalda el triste triunfo de esta política extractiva y depredadora, en lograr que los desfavorecidos maten por preservar el derecho de los ricos a despojarlos de sus hogares, barrios, ciudades… y ahora también de sus pasiones futbolísticas.

El Nou Mestalla es un claro ejemplo de este desvarío. Monumento a la coentor. Una aberración nacida de la corrupción política, cuyo fin no era proveer ni fomentar nada con su creación, sino perpetuar el modelo turístico de grandes eventos que aumentara el caudal de las mordidas, comisiones y especulaciones de un régimen y un partido que se consideraba impune. En ese afán, el VCF no era más que un instrumento para lograr tales fines, no les importaba lo más mínimo, por ello lo intervinieron hasta transformarlo en una conselleria sin cartera, y en consecuencia, llevarlo a la ruina más absoluta. Asunto que hubiera tenido un ligero sentido de existir alguna coherencia en ese plan, pero aquellos que se aprovecharon de él lo abandonaron cuando ya no podían ocultar sus vergüenzas.

Por eso resulta del todo indecente hilar discurso, análisis o reportaje alguno sin mencionar este peculiar hecho: que el fracaso del proyecto del estadio, la ruina del club, la llegada de un magnate de Singapur, la operación aval que lo precipitó y otros asuntos (como la venta accionarial a Juan Soler) fueron obra del Partido Popular. Nuestra desgracia es que quienes nos asestaron el golpe fatal han regresado al poder, con idéntica hoja de ruta, para rematarnos. Repiten los mismos sainetes, hoy, por reconocibles, menos sutiles, de antaño: grandes eventos, grandes distracciones, gran especulación.

Y podrían ganar de nuevo. El evento llamado a deslumbrar al ingenuo también ha ido a coincidir en esta alineación nostálgica. Lo controlan todo: las administraciones, la prensa, una sociedad sin espíritu crítico y un poder empresarial que, alejado del antiguo maná de la construcción, es ahora el yerno del dueño de Mercadona buscando trascender. La guinda para que, si fuera menester, ejecutasen la ilegalización del club con tal de que Hacendado Junior obtenga lo que papá desea.

En esta vorágine, al igual que nuestra ciudad y sus habitantes, en 2024 nos encontramos tan derrotados como en el pasado, pero con la agravante de una situación mucho más precaria. La euforia por los éxitos y una psicopatía colectiva en pro del lujo nos negaron en 2006 la posibilidad de un debate crítico sobre la conveniencia de esa construcción. A pesar de ello, fue necesario luchar para acallar las pocas voces discordantes que se atrevieron a plantar cara, padeciendo altas dosis de violencia mediática y política. Hoy, ante semejante desnorte, lo que predomina es la ausencia total de discrepancia. Reducida a meros desahogos en redes sociales o a conversaciones de sobremesa. Nos enfrentamos a un entorno alineado con el poder y con una masa social acomodada en su impasible papel de espectador, tan asimilada, como los zombies tecnológicos que somos, que celebra la mediocridad de su club haciendo la ola con entusiasmo, mientras otros nos narran cuentos edulcorados sobre lo bien que gestionamos el holocausto y lo maravilloso que resulta vernos desaparecer aferrados a una identidad mancillada.

Ya no se habla de futuro, ni queda rastro de la vieja voluntad de querer llegar. Solo el anhelo de palmarla como la palma un secundario en una peli de acción. Piñau, piñau. Boom. Boom.

Así que sí, de la misma manera que se prioriza el piso turístico sobre el vecino, la franquicia sobre el comercio local, o tu calidad de vida se relega cuando interfiere con los intereses del lobby hostelero sin que nadie mueva un dedo (o cambie de papeleta), un Senegal-Turquía de 2030 será más relevante que el futuro y la existencia del Valencia C. F. Puede que sólo nos salve el paréntesis que nos otorga que el único interés del propietario sea revalorizar sus acciones, no acabar el estadio. Aunque, tal como ocurrió en 2006, los intereses económicos, el ego, los negocios y la posición social de los (i)responsables son, en definitiva, lo único que cuenta.

Lo sabemos porque estamos en una película que ya hemos visto, lo que antes causaba escándalo, ahora se acepta con normalidad. Los que se indignaban ante ofertas de 170 millones por las viejas parcelas llamarán héroe al que las adquiera por 50 millones. La indignación frente a la reducción de calidades en el ‘donut de cemento’ se transformará en elogios a un campo decorado con lonas mal colocadas que disimulen una construcción inacabada.

El momentáneo salvavidas que representa el desahogo del propietario no da para cantar victoria, pues en cuanto los vientos cambien la dócil aceptación del Lonas Arena Park se forjará, como en su concepción, a través de engaños persistentemente amplificados por todos los medios posibles. Ese estadio, hoy no más que una pirámide moderna en espera del cadáver del faraón, solo tuvo sentido en un mundo y en un club que ya no existen. Y aún así seguimos enfrascados en un embrollo que, por lo general, no cuestionamos.

Recordemos como en la década de 2000 algunos creyeron ingenuamente que la única forma de mantener el éxito o elevar su estatus consistía en adoptar el modelo de los ‘arenas’ estadounidenses. Estas estructuras de acero y vidrio se vendían como la panacea, con discursos que prometían riquezas ilimitadas. Lo que se omitía era que estos recintos también venían con un considerable incremento de los costos de mantenimiento y personal, y que las enormes deudas contraídas para su construcción devoraban cualquier ingreso proyectado, por muy generoso que fuera. La diferencia con el pasado es que hoy contamos con la experiencia verificable de casi dos décadas de ‘arenas’ en el fútbol europeo. Por eso, en 2024, sabemos que las fantasiosas proyecciones de ingresos nunca se materializan, quedando a años luz de lo prometido. Que las deudas, tanto previstas como inesperadas, ya sean los contratos fallidos para la explotación de palcos o servicios de catering, han desangrado a todos los clubes, generando déficits colosales. Que la rentabilidad marginal de los derechos del nombre y el valor limitado de tener más asientos, junto con la difícil o imposible explotación comercial de sus espacios internos, no suelen compensan el costo de su construcción y mantenimiento.

¿Realmente vale la pena pasar por estos ciclos ruinosos y destructivos para acabar generando 15-20 millones más que en los viejos campos, teniendo que destinar casi todo ese dinero extra a pagar facturas?

Semejante calvario ha puesto en jaque la existencia de numerosos clubes. El Schalke y el Girondins de Burdeos pelean por no descender a tercera división. El Hamburgo, que se enorgullecía de nunca haber descendido, cumple seis temporadas en segunda. El VCF y el Lyon apenas sobreviven en primera. El Tottenham y el Atlético aguantan con ingeniería financiera, llegando los Spurs a vender parte del club a un magnate estadounidense para obtener cash, fórmula que ya sondean en Madrid. Mientras que el Arsenal atravesó un período convulso que acabó con la era Wenger y la peculiaridad de ser el último club Premier sin propietario. Ahora en manos de otro millonario altivo que no ha conseguido frenar la sangría de déficits anuales que arrastra la entidad y bajo cuya gestión se han visto protestas masivas exigiendo su salida.

Solo la televisión, el salvavidas de los clubes británicos, evitó males mayores cuando la situación se tornaba crítica. Estas ruinas no hacen más que desacreditar la idea original de que los estadios faraónicos eran necesarios para el éxito y crecimiento de clubes con aspiraciones, cuando en realidad los pilares del nuevo fútbol han sido los derechos televisivos, la Champions League y una sólida estructura deportiva. Resulta curioso que a nadie le pareciera sospechoso que la aristocracia balompédica nunca emprendiera tales proyectos, dejándolos en manos de clubes aspirantes sin la economía o recursos para soportar la presión que conlleva la construcción de estadios de tales magnitudes. Y hasta sorprendente que los dos únicos casos de «éxito» hayan sido estadios financiados con dinero público, quedando la exposición al riesgo de los clubes reducida al mínimo, o que uno de ellos, hablamos del Bayern, partiera desde un estadio olímpico.

La triste realidad que distingue al Valencia de todos ellos es que su mengua no proviene de construir un estadio imposible, sino de pretender hacerlo. Debido a su incapacidad para completar la obra ha sufrido todas las consecuencias adversas sin disfrutar de los escasos beneficios que tales recintos podrían aportar.

Conscientes de ello, persistimos en la idea primitiva: intercambiar parcelas por estadio, o viceversa. En eso sí somos únicos. Esta obstinación en un modelo de ejecución sin salida, que no ha sido cuestionado en casi dieciocho años desde la presentación del proyecto y quince desde la paralización de las obras, contrasta con la tendencia vista en otros clubes. Mientras el modelo de ‘arena’ se desmoronaba, equipos como la Juventus, Liverpool, Leverkusen, Stuttgart, Marsella, Real Sociedad, y más tarde el Barça y el Madrid, siguieron el ejemplo previo del Manchester United y el moderno Manchester City de los jeques, descubrieron el potencial de los antiguos estadios al transformarlos y adaptarlos a la modernidad, incluso si eso significaba reducir su aforo.

Estas renovaciones quirúrgicas, que ajustan el gasto al máximo e invierten solo en lo esencial, asestaron el golpe final a la ruinosa idea de la americanización.

Pero a pesar de ser una concepto relegado al ostracismo, en esas seguimos nosotros. Ensimismados en una ejecución solo plausible en un contexto de burbuja inmobiliaria y festival crediticio que hace décadas que desapareció. Pues siquiera el continuo fracaso en hallar soluciones creativas ha logrado quebrar el paradigma mental impuesto en la era del boom inmobiliario. Los tenaces intentos de ceder la gestión del estadio a cambio de su finalización fueron sistemáticamente rechazados por empresas y operadores del sector, al considerar el negocio deficitario y carente de atractivo. Si esto sucedía con un proyecto completo y un club todavía aferrado a la élite, ¿qué beneficios podemos esperar de uno que amenaza con avanzar dejando el 60% de las instalaciones sin construir, ocultando la mayoría del graderío tras lonas y cuyo inquilino anda abonado a la media tabla sin capacidad de crecimiento? Lo mismo ocurrió con la supuesta venta de las parcelas, las escasas opciones reales de venta que han brotado en dos décadas fueron desestimadas por considerarlas insuficientes o ni siquiera dignas de atención por su bajo valor. Si después de casi veinte años de estancamiento no se encontró solución alguna, más allá de persistir y darle vueltas a la idea original, ¿cuánto tiempo más estamos dispuestos a tolerar esta ruina perpetua? ¿Otras dos décadas, tres? ¿Cuarenta años pagando cemento e intereses de un recinto inutilizado?

Las alternativas siempre han estado presentes, aunque la voluntad de explorarlas ha brillado por su ausencia. Incluso con cambios de gobierno, ha prevalecido la alergia a la iniciativa, con un enfoque más interesado en capitalizar políticamente la aparente resolución de problemas heredados que en buscar soluciones reales. Dado que el embrollo del estadio tiene raíces políticas y es el resultado de un intervencionismo agresivo en favor de intereses particulares que han acabado destruyendo al VCF, la solución parece obvia: que aquellos que desearon el estadio sean quienes lo finalicen.

El club ya ha excedido sus capacidades pagando un alto precio por su sumisión a terceros. Y su inversión representa el 50% del coste total de la obra. A pesar de las complicaciones morales que conlleva el uso de fondos públicos en el deporte de masas, el modelo Múnich/Bilbao ofrece un camino sencillo, rápido y viable. Y posiblemente el único. Sin embargo, este también choca con la cultura comisionista, el flujo de dinero hacia círculos cercanos y otras prácticas populares. Pero si no están dispuestos a ello, déjenos tranquilos, olvídense para siempre del Valencia y que sea el tiempo el encargado de sepultar el nuevo viejo estadio. No estamos aquí para llenarles los bolsillos a los hosteleros ni a vuestros amigos de pupitre.

Más que nada porque la necesidad de un nuevo estadio nunca fue real, sino otro capricho impuesto por la desfachatez de ciudad que era aquella Valencia de principios de siglo. Hoy, tras un viaje lleno de vicisitudes, nos encontramos con una realidad social, deportiva y financiera que exige soluciones más terrenales y acordes con las circunstancias actuales del club.

Aunque la idea de permanecer en Mestalla pueda causar rechazo, esta reacción no es más que otra maniobra de distracción para permanecer impasibles en el inmovilismo. Las soluciones legales son accesibles y representan una alternativa mucho menos dañina que las consecuencias de completar el mortífero donut de cemento de Corts Valencianes. Hasta el recital común de descréditos al viejo recinto parecen sacados del manual de la buena corrupción: deje de invertir en una infraestructura hasta que su deterioro justifique la necesidad de demoliciones y nuevas construcciones, y ya tiene usted vía libre para lo que desee.

Pero por mucho que insistan, la realidad es que cualquier deterioro que presente Mestalla no es consecuencia de la edad, sino del abandono. Desde su remodelación para el mundial 82 a finales de los setenta —tuvo como consecuencia el descenso a segunda, en otro brillante coro de sainetes y complejos sin tratar—, la inversión en el estadio ha sido prácticamente nula. Aparte de una capa de pintura en 2014 y el añadido de un anillo de gradas entre 1997 y 2002, que no mejoraron ni los servicios ni la calidad, no se ha hecho nada más en 45 años. Tamaña falta de cuidados no hay cuerpo que lo aguante.

Incluso con sus limitaciones actuales, nuestro querido y viejo Mestalla alberga un potencial enorme para ser revitalizado como instalación moderna que dote a la entidad de ese plus de ingresos que tanto parece entusiasmar a los fans de las lonas, y ello sin la consecuente pérdida de arraigo e identidad que supondría abandonarlo. Hay espacio de sobra para zonas comerciales, y una amplio espacio preparado para la incorporación de un hotel/centro comercial. Incluso los cimientos están adecuados para un parking, una oportunidad que nunca se ha explorado. Si hubiera voluntad, las posibilidades son infinitas.

Ni siquiera tienen a su favor la carta de la sentencia por la ampliación; pues aquello fue un proceso contra las administraciones por otorgar licencias que contravenían el plan urbanístico y por aprobar un proyecto que debieron corregir. Como perjudicado, el club podría reclamar compensación económica por los perjuicios sufridos, algo que no se ha hizo nunca, revelando una vez más la sumisión a los intereses políticos en aquellos años. Y aunque ese fuera realmente el verdadero obstáculo, se solventaría con dicha reforma, que es una solución evidente e insalvable si la intención fuera permanecer en el histórico estadio.

Estoy convencido de que si el destino del club estuviera en nuestras manos, nadie dudaría sobre qué camino tomar. Esta certeza se mantendría incluso si la entidad estuviera dirigida por personas razonables y comprometidas con la integridad y el futuro del club. En vez de trabajar por su saqueo y destrucción. Sin embargo, nos encontramos en una situación de incertidumbre, a la espera de que el próximo sorteo de la lotería nos traiga un máximo accionista que no sea peor que el carcamal de Singapur, o, en su defecto, que los espurios intereses del actual verdugo finalmente desbaraten la nueva hornada de corruptelas que tienen preparadas usando un Mundial como excusa.

No se trata únicamente de contar con bares o áreas pretenciosas para un público selecto. Estamos hablando, sobre todo, de supervivencia. Para una entidad que retrocede alarmantemente, que sufre una crisis de identidad y arraigo, despojarla del último vínculo que mantiene la esencia de lo que fue y lo que aspiró a ser, sería un golpe fatal. Introducir a este club, ya transformado en franquicia, en un espacio impersonal y frío, carente de cualquier atmósfera y lleno de lonas y cintas de nylon que disimulan sus deficiencias, sería ejecutar la sentencia de muerte que firmó en 2006.

Además, se ignora las profundas secuelas que sufre y sufrirá el Valencia CF debido a las decisiones tomadas en este periplo. El accidente demográfico es el más significativo de estos efectos. No hay necesidad de un estadio más grande cuando el actual, incluso con un aforo reducido, no logra alcanzar los niveles de abonos y asistencia de antes de 2008. Menos aún cuando las nuevas generaciones no tienen ningún tipo de interés en el fútbol y la generación anterior se ha perdido casi por completo. Los millennials representamos el último suelo social que sostiene al Valencia, y a medida que nuestros padres nos dejen, temo que detrás nuestro no quede más que un yermo nuclear.

Si queda alguna posibilidad de revitalizar el club y restaurar su antigua gloria, necesitamos un símbolo como Mestalla para impulsar ese renacimiento. En tiempos de crisis, es esencial aferrarse a certezas y emblemas que alivien el sufrimiento. Reconstruir esa identidad perdida en un mundo de cartón, no sería posible sin un recinto que es reconocido y admirado en toda Europa por su arquitectura, singular verticalidad y esa capacidad de generar ambientes increíbles. Ese grado de desafección no es exclusivo de estos lares, lo estamos viendo en todas partes, hasta llegar a boutades de pintar la fachada del viejo Highbury en el Emirates para ver si de una vez ese campo les resulta acogedor a sus aficionados, que no han dejado de acudir en procesión hasta los restos de su viejo campo para llorar sus penas, lamentar su destino o convertirlo en el centro neurálgico de las protestas contra Kroenke. Los clubes que no poseen millones para rebozarse en lujos refuerzos, ni coleccionan títulos por castigo, necesitan más que nadie de esta clase de intangibles para sobrevivir a la tiranía del fútbol moderno y la gentrificación que lleva aparejada.

Si pensamos en el club, y no en una franquicia, en un espectáculo o en un mero entretenimiento pasajero fácilmente sustituible, eso es lo que necesita el VCF, y no dos partidos random de un Mundial que no le importa absolutamente a nadie en una ciudad ya de por sí arrasada por la turistificación.

La lucha por nuestra supervivencia como institución es inseparable de la lucha social y vecinal. El Valencia CF, al igual que la ciudad, ha sido víctima de políticas nefastas y de una depredación urbanística impulsada por sus actuales dirigentes. Ambas batallas parecen perdidas de antemano ante la apatía generalizada y un marco mental que convence a muchos de que la desolación de Ciutat Vella, vacía de vecinos y repleta de pisos turísticos, es beneficiosa para todos. Es la misma mentalidad que nos lleva a aceptar vivir de alquiler en locales comerciales reconvertidos, a precios exorbitantes, como si fuera lo más chic. Asistimos atónitos a una pacífica asimilación que solo se ve alterada cuando el equipo cae por debajo de la décima posición. Es una derrota en toda regla.

Así, que si hubiera alguna posibilidad de resurgir, de salvar Mestalla y enderezar el rumbo, esta difícilmente vendría de una afición postulada de manera radicalmente opuesta a lo que defendía de 2000 a 2014, o de unos socios que hace tiempo dejaron de ejercer su papel activo para convertirse en meros NPCS de un juego bugueado.

A ver qué dicen los dados.

Josep Lizondo "Desmemoriats".

dilluns, 8 d’abril del 2024

El Déu de Mestalla


Com totes les coses bones de la vida va ser un pensat i fet. Mon pare va telefonar aquell últim dissabte de maig de 1991 a casa de la iaia, on el meus germans i jo havíem anat a dinar. El València jugava eixe dia a les 22:30 hores, des de les taquilles em preguntava si volia anar. La meua resposta va ser un si rotund, eufòric, irreflexiu.

El trajecte des del carrer Gorgos era curt però intens. Envoltats de fidels parroquians i fum de tabac. Era un temps en el que el Club podia triar lliurement l’horari dels seus partits. Encara no ho sabíem, però prompte el mercantilisme desaforat anava a deixar-nos sense cap marge d’acció. A nivell personal naturalment jo tampoc sabia que aquella nit estava fent un viatge sense bitllet de tornada. A pesar de tot i de manera irremeiable una part de mi ja es va quedar per a sempre en el vell i emblemàtic estadi.

Amb els huit anys que jo contava aleshores tot allò em va parèixer descomunal. Segurament em va quedar gran. El partit acabà amb victòria per 2 a 1. El dos gols els va fer Fernando. El nostre deu brillava amb llum pròpia en un equip que volia eixir de la foscor i tornar a donar guerra en les lluites que atorguen la gloria.

Com dirien hui els moderns, Fernando era un jugador diferencial. El nostre estendard, tots el coneixien arreu de l’estat i el vinculaven directament amb el Valencia, en una època en la que no era estrany ser un one club man. El seu futbol era un compendi de bones condicions, qualitat, visió de joc i encert de cara a gol. Sense dubtes, per a tota una generació va ser el primer ídol futbolístic.

Anys després el deu, ja convertit en mite, va tornar al club. Es seu pas per la secretària tècnica va ser curt, amb encerts i errors la seua eixida es va precipitar fruit de les diferències amb els mandataris. La seua millor herència va ser delegar el càrrec en Braulio Vázquez. El gallec fou durament criticat en aquella època pels aficionats més histriònics i proclius al populisme, la qual cosa baix el meu punt de vista el consagra com a un professional honest i eficient.

Este estiu es complirà una dècada des de que el Valencia va ser, primer venut i després segrestat. Com en tants altres moments de la història, un encantador de serps va contar amb el favor popular per fer i desfer en benefici propi. Encara em bull la sang quan recorde eixos dies. Que car li ha eixit al valencianisme aquell minut de gloria d’Amadeo Salvo.

Davant la dictadura de Meriton la postura que ha adoptat Fernando Gómez ha sigut molt decebedora, per dir ho de manera diplomàtica. El procés d’auto destrucció es imparable. La situació del club per tant es límit. Arribats a este punt qualsevol cosa que no siga la lluita total i frontal contra Lim es col·laboracionisme. Aixina de clar i de dur. La realitat és massa trista com per a assumir la resignació. No crec que el meu raonament siga el de un radical, Al meu sentiment de lluita l’impulsa el record d’aquell xiquet que vaig ser i que mai més ha pogut abandonar la militància valencianista. Perquè el vincle d’un amor pur i autèntic es capaç de suportar el pas del temps i el pes de les traïcions.

Tot i això cal dir que després d’un tranquil exercici de reflexió he conclòs que a Fernando Gómez no tinc res que reprotxar-li. Es tracta d’un dels jugadors que amb més orgull i dignitat ha defensat la senyera de capità. Segurament la culpa és meua per voler creure que el factor referencial havia de transcendir del terreny de joc.

Des de l’òptica de la edat adulta vaig entendre fa anys que Fernando sempre serà el meu deu, però el veritable Déu resideix en Mestalla, no se’l pot vore ni tocar. Se que la seua existència es inqüestionable perquè des d’aquella nit de maig de 1991 la meua fe és indestructible.


Dani Soler.

dijous, 28 de març del 2024

EL GOL Y LA TRACA DE FORMENT




Ni el fort vent regnant ni la foscor a què tenen condemnada Mestalla van impedir que ahir per la vesprada continués explotant la traca infinita que va encendre Forment aquell 28 de març del 1971. Com passa des del 2018 a iniciativa de Rafa Lahuerta, a la vorera de vell camp tornarem a celebrar l'alegria dels nostres pares en un exercici humil però carregat de simbolisme i emotivitat. Un acte de resistència tan senzill com un discurs, una cançó i una traca que va ressonar contudentment a les entranyes de Mestalla per commemorar el passat però també per reivindicar el futur, per celebrar que malgrat tot encara seguim drets, ni agenollats ni el nostre beneït vell camp enderrocat.


També l'acte l'aprofitem per a fer-li un xicotet i merescut homenatge a Antón Martínez, perquè el seu gol una setmana després a Sabadell va ser tan important com el gol de Forment.



DISCURSO DE MIQUEL NADAL



CANCION DE CISCO FRAN - SARRIA '71 



LA TRACA DE FORMENT - SERGIO MANZANERA



Breu cronologia d'una traca: 

2018 - José Vte. Forment i Rafa Lahuerta
2019 - Javier Iranzo
2020 - José Carlos Fernández (virtual per causes de la pandèmia)
2021 - Antón Martínez (en Almenara)
2022 - José Vte. Forment i Antón Martínez 
2023 - Merchina Peris
2024 - Sergio Manzanera


Ultimes vesprades a Mestalla