Hui celebrem el 92 aniversari del nostre València CF, i volem celebrar-ho amb el magnífic artícle publitact ahir al diari l'informatiu pel nostre col·laborador habitual Vicent Chilet. Felicitats a tots!
Las explosiones de euforia, los impulsos cainitas, todo forma parte del guión. A nadie tendría que extrañar la metamorfosis anímica que ha experimentado el valencianismo en apenas una semana, con dos hirientes derrotas de por medio, en Gelsenkirchen y Zaragoza. Se ha pasado de un descontrolado entusiasmo, tocado de fanfarronería sin malicia, a una llamarada de indignación que busca culpables, que exige la abolición del orden reinante.
Nada que no haya pasado en otras temporadas, ni en pasadas generaciones. La pasión con la que el hincha valencianista vive su militancia le impide tomar distancia, analizar las cosas con perspectiva. En muchas épocas el rendimiento irregular del equipo no le ha ayudado a encontrar un término medio. Como cuenta Paco Gisbert en "Ja tenim equip", en los años de vino y rosas de finales de los 70, la afición saludaba al Valencia en Mestalla con una sonora bronca por alguna indolente exhibición en Burgos o Gijón en el domingo anterior y acababa la tarde jaleando las genialidades con las que que Johny Rep, Lobo Diarte o el Matador Kempes sentenciaban el encuentro. Esos cambios de humor, muy propios también de la idiosincrasia del carácter valenciano y su impaciencia pirotécnica, vienen inducidos por la "paradoja de la frontera" en la que se sitúa un club, grande entre los humildes y pobre entre los poderosos, en busca de su lugar en el mundo.
Por lo tanto, como tantas veces, el enfado actual tiene muy poco recorrido. De la misma manera que no sabe digerir sus épocas triunfales, el Valencia es un club con una asombrosa capacidad para levantarse de las decepciones. No se flagela, como otros, en la tentación onanista de literaturizar la derrota. La derrota sobre todo le jode, no hace de ella una bandera. Es un caso diametralmente opuesto al de otro outsider, el Atlético de Madrid, anclado en el gol de Schwarzenbeck, en el último minuto de la prórroga de la Copa de Europa de 1974. Desde aquel momento, no sólo padece la melancolía sino que además la celebra siendo conocido como "El Pupas", dando por título "Qué manera de palmar" a su himno del centenario o preguntándose en ingeniosas campañas publicitarias "por qué somos del Atleti".
En el Valencia los reveses tienen otro calado. En 2001, en cuatro días, Oliver Kahn, del Bayern de Múnich como Schwarzenbeck, le arrebató la Liga de Campeones en San Siro y Rivaldo, con una chilena imposible, le privó de intentar otro asalto a la Champions. En las semanas siguientes, se fue el entrenador Héctor Cúper, y la venta de su máxima estrella, el capitán Mendieta, llevó aparejada la dimisión del presidente Pedro Cortés. La institución se veía descabezada en el césped, en el banquillo y en los despachos. Un panorama teóricamente apocalíptico que, meses después, oh sorpresa, se tradujo en la consecución del quinto título de liga, acabando con una sequía de 31 años. Una temporada más tarde Rafa Benítez, harto de la gandulería de algunos jugadores del equipo defensor del título, vaticinó que quedaban "dos meses de aguantarnos". Al final fueron unos cuantos más, los suficientes para recuperar la corona de campeón -a menudo se olvida- ante el Real Madrid de Beckham, Figo, Ronaldo y Zidane. Incluso el momento más dramático, el del descenso de 1986, sirvió como catarsis para la regeneración social del club, la base sobre la que fueron posibles los títulos posteriores.
Al final "semper proximus annus est" -Siempre nos quedará la temporada que viene"-, el lema en latín de una peña de aficionados londinenses citada en "Scunthorpe hasta la muerte", una joya que bien merece un artículo aparte. El disgusto pasará, el Valencia, que nadie lo dude, volverá. Si es pronto o más tarde dependerá en la medida en la que su directiva apueste, de manera decidida, por un criterio deportivo definido, más allá de cuadrar desesperadamente los números a partir de la venta de sus mejores futbolistas.
Vicent Chilet
Socio del Valencia CF
·
Las explosiones de euforia, los impulsos cainitas, todo forma parte del guión. A nadie tendría que extrañar la metamorfosis anímica que ha experimentado el valencianismo en apenas una semana, con dos hirientes derrotas de por medio, en Gelsenkirchen y Zaragoza. Se ha pasado de un descontrolado entusiasmo, tocado de fanfarronería sin malicia, a una llamarada de indignación que busca culpables, que exige la abolición del orden reinante.
Nada que no haya pasado en otras temporadas, ni en pasadas generaciones. La pasión con la que el hincha valencianista vive su militancia le impide tomar distancia, analizar las cosas con perspectiva. En muchas épocas el rendimiento irregular del equipo no le ha ayudado a encontrar un término medio. Como cuenta Paco Gisbert en "Ja tenim equip", en los años de vino y rosas de finales de los 70, la afición saludaba al Valencia en Mestalla con una sonora bronca por alguna indolente exhibición en Burgos o Gijón en el domingo anterior y acababa la tarde jaleando las genialidades con las que que Johny Rep, Lobo Diarte o el Matador Kempes sentenciaban el encuentro. Esos cambios de humor, muy propios también de la idiosincrasia del carácter valenciano y su impaciencia pirotécnica, vienen inducidos por la "paradoja de la frontera" en la que se sitúa un club, grande entre los humildes y pobre entre los poderosos, en busca de su lugar en el mundo.
Por lo tanto, como tantas veces, el enfado actual tiene muy poco recorrido. De la misma manera que no sabe digerir sus épocas triunfales, el Valencia es un club con una asombrosa capacidad para levantarse de las decepciones. No se flagela, como otros, en la tentación onanista de literaturizar la derrota. La derrota sobre todo le jode, no hace de ella una bandera. Es un caso diametralmente opuesto al de otro outsider, el Atlético de Madrid, anclado en el gol de Schwarzenbeck, en el último minuto de la prórroga de la Copa de Europa de 1974. Desde aquel momento, no sólo padece la melancolía sino que además la celebra siendo conocido como "El Pupas", dando por título "Qué manera de palmar" a su himno del centenario o preguntándose en ingeniosas campañas publicitarias "por qué somos del Atleti".
En el Valencia los reveses tienen otro calado. En 2001, en cuatro días, Oliver Kahn, del Bayern de Múnich como Schwarzenbeck, le arrebató la Liga de Campeones en San Siro y Rivaldo, con una chilena imposible, le privó de intentar otro asalto a la Champions. En las semanas siguientes, se fue el entrenador Héctor Cúper, y la venta de su máxima estrella, el capitán Mendieta, llevó aparejada la dimisión del presidente Pedro Cortés. La institución se veía descabezada en el césped, en el banquillo y en los despachos. Un panorama teóricamente apocalíptico que, meses después, oh sorpresa, se tradujo en la consecución del quinto título de liga, acabando con una sequía de 31 años. Una temporada más tarde Rafa Benítez, harto de la gandulería de algunos jugadores del equipo defensor del título, vaticinó que quedaban "dos meses de aguantarnos". Al final fueron unos cuantos más, los suficientes para recuperar la corona de campeón -a menudo se olvida- ante el Real Madrid de Beckham, Figo, Ronaldo y Zidane. Incluso el momento más dramático, el del descenso de 1986, sirvió como catarsis para la regeneración social del club, la base sobre la que fueron posibles los títulos posteriores.
Al final "semper proximus annus est" -Siempre nos quedará la temporada que viene"-, el lema en latín de una peña de aficionados londinenses citada en "Scunthorpe hasta la muerte", una joya que bien merece un artículo aparte. El disgusto pasará, el Valencia, que nadie lo dude, volverá. Si es pronto o más tarde dependerá en la medida en la que su directiva apueste, de manera decidida, por un criterio deportivo definido, más allá de cuadrar desesperadamente los números a partir de la venta de sus mejores futbolistas.
Vicent Chilet
Socio del Valencia CF
·
7 comentaris:
Vicente has dado en el clavo, como siempre. ¡Felicidades a todos los valencianistas!
Excelente.
BT
Chapeau, Vicent. Ara a vore si s'assegurem la champions de l'any que ve.
Josep Bosch
Magnifico artículo, Vicent.
Has descrito, a la perfeccion, cual es el sentir de la aficion valencianista, o al menos me he sentido identificado plenamente con él, despues de los fracasos en Gelsenkirchen y Zaragoza.
Me había esperado hasta hoy lunes para poder escribir que el disgusto ya había pasado, pero anoche volvimos a tropezar y el disgusto sigue y sigue. Esperemos que este descanso que viene ahora nos siente bien.
Creo que puedo afirmar, con total rotundidad, que incluso por encima del descenso a segunda, los dias que transcurrieron durante la final de Milan y el Rivaldazo, fueron los peores de mi vida valencianista.
Saludos disgustados
Jose Miguel Lavarías
Gran análisis.
La ilusión se genera desde la humildad y el pensamiento positivo. Y en ese menester los valencianistas, dirigentes y aficionados, tenemos mucho que aprender.
Alfredo Cardona
propongo un hit parade de enfados sonoros. Ahí van mis cinco. No son seguramente los más abrumadores pero si los que más me encabronaron. Los he clasificado por orden de encabronamiento:
2-VCF-Racing de Santander-3 (copa 89)
3-Mallorca-VCF-1 (copa 91)
1-VCF-Karl Zeiss Jena-0 (Recopa 80-81)
1-VCF-Castilla-1 (copa 84)
2-Sevilla-VCF-1 (copa 2009)
las finales perdidas y el Rivaldazo me dejaron triste pero de otra manera...
BT
Ahí van los míos, 5 de muchos, pero por citar algunos:
0-1 contra el Celta en la 82-83, uno de los peores partidos que he visto jamás.
1-5 contra el Napoles en UEFA. Además, mi unico enfado con Tuzón, pues fue el responsable de un Mestalla medio vacío.
1-7 contra el Madrid en el Naranja. Convencidos estabamos casi todos que les ibamos a meter una buena tunda, pues ellos jugaban con los suplentes.
7-0 de Karlsruhe. Sin comentarios.
4-2 del Madrid en Supercopa del primer año de "Unai es guai"
Un saludo
Jose Miguel Lavarías.
Publica un comentari a l'entrada