dimarts, 17 d’octubre del 2023

MESTALLA ES LA CASA DEL VALENCIA C. F.




No me voy a andar por las ramas. El Valencia Club de Fútbol tiene un estadio centenario, y ésa es su casa, no hay más. Mestalla.

Han pasado los años suficientes para poner en perspectiva los hechos que ha vivido el club desde el nefasto movimiento accionarial de compra masiva de acciones y el ascenso a la presidencia del inepto Juan Bautista Soler. Lo que se pretendía con el proyecto del Nou Mestalla era más un viaje egocéntrico que cualquier intento sensato de dotar a un gran club de una nueva herramienta de crecimiento social, deportivo y económico. La realidad es tozuda y tras los múltiples vaivenes del proyecto, la sucesión de errores en lo social y económico más el advenimiento del cáncer Mériton, lo que en un momento pudo agregar algunas gotas de ilusión al valencianismo se ha convertido en una rémora, en un lastre, en un desastre.

Los políticos son marionetas manejadas por su mediocridad y su ansia de trascendencia. Esas dos manos les hacen ejecutar todo tipo de piruetas dejando al lado lo que en todo momento debería ser su norte. El bien común, el cuidado de los dineros públicos y la conservación del patrimonio cultural y deportivo de la mayor entidad social de la Comunidad Valenciana. Es por esto que mi argumentación para dejar claro que Mestalla es la casa única del Valencia y del valencianismo sigue un camino donde lo emocional se une al pragmatismo.

Fenway Park, la casa de los Red Sox de Boston, fue inaugurado en 1912. Un edificio de ladrillo rojo, con columnas de hierro para soportar las cubiertas de las gradas, una pared enorme llamada el "Monstruo Verde" y diferentes ampliaciones a distintos niveles para aumentar el aforo. Es un orgullo para los Red Sox, pero lo es más aún para la ciudad de Boston. Si alguien desea experimentar las sensaciones de los que lamentaron en 1919 la marcha del bambino "Babe Ruth" a los Yankees de Nueva York, no tiene más que acudir a un partido en Fenway Park. Aún recorren las gradas los vendedores de "Cracker Jack", sandwiches, cervezas o cacahuetes, gritando su mercancía y ofreciendo al público algo real y auténtico. El campo más antiguo de las Grandes Ligas no se mueve de su ubicación original.

Wrigley Field, la casa de los Cubs de Chicago, fue inaugurado en 1914. Ha visto en todos estos años miles de partidos de béisbol, sus techumbres siguen siendo soportadas por columnas de hierro y cuentan con el marcador manual más antiguo de las Grandes Ligas, inaugurado en 1938. Da igual que los Cubs hayan sido históricamente un equipo perdedor, da igual que, temporada tras temporada, cuando algún jugador destacaba y era vendido el equipo volviera la medianía que lo ha caracterizado durante más de un siglo. Da igual, Wrigley Field es su casa y en Chicago nadie piensa en que un nuevo estadio convertirá a los Cubs en lo que nunca han sido. Saben qué es el legado y su trascendencia, no lo banalizan. Lo honran de múltiples maneras.

El antiguo Yankee Stadium se inauguró en 1923. Toda la gente lo conocía como "la casa que construyó Babe Ruth", ya que las actuaciones memorables de Ruth en Polo Grounds, el antiguo terreno de juego de los Yankees, aportaron el músculo económico para iniciar la magna tarea de construir el impresionante estadio de los Yankees. La grandeza de los Yankees no tiene parangón en las Grandes Ligas, pero los jugadores cada vez cobran fichas y sueldos más altos y los Yankees, acostumbrados a la grandeza deportiva y económica, decidieron construir un nuevo Yankee Stadium. No hicieron las cosas a lo loco, con soberbia o, peor aún, ignorancia. No. Compraron un terreno adyacente al viejo Yankee Stadium y allí construyeron el nuevo, al otro lado de la calle. Como si el Valencia Club de Fútbol hubiera comprado en 2004 unos terrenos al otro lado de la Avenida de Aragón y allí, al ritmo que se pudiera permitir, construyera el Nou Mestalla.

Basten estos tres ejemplos para comprender que el Valencia Club de Fútbol nunca ha sido, ni será, comparable con los Yankees de Nueva York. Basten para entender que nuestro campo de fútbol es el más antiguo de La Liga, que conserva su emplazamiento original, que su nombre conecta de forma directa y carnal con la esencia de la ciudad y su origen huertano, que tuvimos marcadores que nadie en Europa tenía y que algunos de esos objetos nunca debieran haber sido desechados, si se desea mantener el legado y su trascendencia. Nuestros vendedores, con la chaquetilla con el anuncio de "Pictolín" detrás, ofrecían "Turrón Meivel" y bombón helado en los partidos de verano y principios de otoño, y la gente comía pipas y regaliz para entretener los nervios o el hastío de un mal partido. Todos estos valores se esfumarán con el abandono de Mestalla. Tal vez alguien piense que soy un nostálgico y eso me impide entender el fútbol moderno. Les reto a un debate. Sé muy bien lo que no funciona y lo que hace que alguien desee asistir en persona a un campo de fútbol, o de béisbol, o de rugby. Eso es algo que ni los políticos ni los dirigentes actuales del club sabrán nunca.

Mi fórmula (expresada en los mismos términos hace más de diez años) para conservar Mestalla es ésta: el esqueleto del Nou Mestalla se regala a la ciudad y que ésta decida qué hacer con él; la reforma de Paco Roig debe ser demolida y aprovechando esa actuación se hace una reforma de Mestalla que lo deje renovado con 45000 espectadores. Cuando seamos los Yankees ya construiremos un coliseo que hasta los romanos vendrán a admirar.

Cisco Fran.

#LimGoHome