dissabte, 2 de maig del 2020

DOS FECHAS QUE CAMBIARON AL VALENCIA


 

A lo largo de los más de cien años que jalonan la existencia del Valencia C.F., se han sucedido infinidad de situaciones que han determinado el discurrir de la Sociedad, unas formidables y otras no tanto. A veces han sido los hados benefactores quienes propiciaron la estabilidad y el crecimiento del equipo hasta llevarlo al cielo del triunfo y el reconocimiento. Por el contrario, hechos puntuales e inesperados teñidos de desgracia, ayudaron, y de qué manera, al retroceso, al empequeñecimiento temporal de nuestro querido Valencia. Algunos de ellos llegaron en forma de lesiones, marcando drásticamente los días posteriores de los afectados y con ello del devenir de la Institución. Ejemplos de ello son la de dos zurdos que separados por la distancia de más de veinte años, tuvieron vidas paralelas a partir del infortunio, con similitudes dignas de recordar. 

Mario Alberto Kempes fue fichado en el verano de 1976 por el bueno de Pasieguito. Al contrario que a Diarte, Carrete, Castellanos o Juan Carlos, los fichajes de aquel comienzo de curso, a Kempes apenas se le conocía. Simplemente era un zurdo con una melena llamativa y que presuntamente venía a sustituir a Valdez, un clásico de inicios de los 70 venido a menos. A los pocos meses todo el mundo sabía que el Valencia tenía en sus filas un tesoro que muy pronto iba a convertirse en el mejor jugador mundial, justo hasta el 22/10/1980. Aquella noche, el Valencia disputaba en Alemania Oriental el partido de ida de los octavos de final de la Recopa frente al Carl Zeiss Jena. La derrota por 3-1 no fue lo peor –el equipo campeón del torneo en el curso anterior veía factible superar la eliminatoria en campo propio-, sino la lesión que Kempes sufrió en el hombro –algo a lo que tampoco se le dio más trascendencia, opinando que era superable-, y que a la postre condicionó para siempre el juego del Matador. Desgraciadamente y de rebote, para el Valencia hay un antes y un después de aquel veintidós de octubre. El crack argentino continuó jugando con cierta asiduidad, pero parecía haber perdido su brillantez en el juego y hasta la capacidad de golear, solo recuperada en parte en el tramo final antes de ser traspasado a River en marzo de 1981. Cuando regresó a Valencia por impago del club bonaerense, volvió el mismo jugador del tramo final de su primera etapa, con cierta facilidad para ver puerta, pero mucho menos resolutivo y determinante en el juego colectivo del equipo que antaño. ¿Qué le hubiera ocurrido al Valencia de no producirse la lesión? ¿Habría superado al conjunto alemán, tal vez habría revalidado el título de campeón de la Recopa? ¿Hubiera tenido más opciones de ganar aquella liga tan abierta 1980-81 y que finalmente conquistó la Real Sociedad? ¿Tal vez no hubiera sido traspasado jamás, a pesar de las deudas que apretaban a la Sociedad? Son preguntas difíciles de contestar. Aunque quién sabe, a lo mejor, de no haberse producido aquella “intrascendente” desgracia de su hombro, hubiera seguido jugando en el Valencia y este jamás habría descendido a segunda –al final del curso 1985-86 ni siquiera tenía los 32 cumplidos, una edad ideal para un jugador con un físico privilegiado como el del Matador. 


Vicente Rodríguez fue fichado en el verano de 2000 procedente del Levante. Cuando llegó solo tenía 19 años, una zurda que enamoraba y unas ganas inmensas de corresponder a la confianza depositada en él, pero no dejaba de ser un joven por pulir y que en principio venía a complementar a un jugador tan consolidado y determinante como era Kili González. En su segunda temporada no solo había dejado en el banquillo al argentino en muchos partidos, si no que se convirtió en una pieza básica del Valencia campeón de liga. Al final de la temporada 2003-04, con solo 22 años, pasaba por ser el mejor zurdo europeo del momento, además de titular indiscutible en la Selección Española. Sin embargo, un 29/09/2004, también en Alemania y jugando contra el Werder Bremen el 2º partido de liguilla de la Champions, el de Benicalap sufrió un esguince de tobillo, siendo sustituido en el minuto 78 por Moretti. Aquel, por otra parte, tan frecuente mal de los futbolistas, habría de marcar su posterior carrera futbolística con altibajos que también mermaron el nivel competitivo del Valencia. Vicente se recuperó aparentemente de la lesión, pero su juego jamás volvió a acercarse al nivel de calidad que mostraba en cada partido hasta esa noche alemana. Desde entonces, las lesiones y recaídas fueron su destino y también el del Club. No es ningún disparate asumir que el Valencia no ha vuelto a tener un interior/extremo izquierdo con el desborde y/o la capacidad goleadora de Vicente, al menos durante 4 temporadas consecutivas. Como en el caso del Matador, también son pertinentes las mismas preguntas que desembocan en una: ¿Si Vicente no se hubiera lesionado jamás, que hubiera pasado con el Valencia? 

Kempes y Vicente, Vicente y Kempes, dos genios del fútbol que hicieron más grande al Valencia durante algunos años, muchos menos de los que nos hubiera gustado, teniendo en cuenta que el argentino sufrió la lesión de su hombro con 26 años y el valenciano de su tobillo con 23. No por ello han dejado de pertenecer al imaginario valencianista, hasta el punto de considerar a Kempes el mejor jugador en la historia de la Sociedad, y a Vicente, uno de los más geniales extremos izquierdos, en cierta manera, heredero natural del Matador.

Julio Mauriz.