divendres, 9 de novembre del 2018

BITÁCORA DEL CENTENARIO



Jornada 12

EL HINCHA ILUSTRADO.

El momento culminante de mi trayectoria como hincha con lecturitas fue el desplazamiento a Getafe de la temporada 2012-13, la de Valverde tras el cese de Pellegrino. Ese día quedará en los anales. Era sábado y Madrid amaneció teñida de rojiblanco. El día anterior, viernes, el Atleti había ganado la copa en el Bernabéu. Llegué a primera hora y enfilé mis pasos hacia la casa familiar de los Panero, en la calle Ibiza. Con mi bufanda de hincha discreto me hice una foto en el portal del número 35. En ese momento, unas vecinas comentaban el nuevo peinado de la princesa Letizia. Me miraron mal. Yo a ellas también, por cotillas y por beatas. Después crucé al otro lado, al de los números pares. Seguí ilustrándome. La calle Ibiza está al norte del Retiro y es una especie de panteón de falangistas condecorados. Leopoldo Panero padre al margen, la lista sigue con Dionisio Ridruejo, Carlos Ollero, Adriano del Valle y don Agustín de Foxá.

Don Agustín de Foxá merece un apunte, y no sólo por la sonoridad emblemática de su apellido. Del gran poeta del Régimen franquista pende la famosa anécdota de los dictados. Si no la sabes te la cuento. Había dos fórmulas para registrar errores ortográficos. Una para pobres y otra para pijos. El dictado de los pobres era: Ahí hay un hombre que dice Ay; el de los pijos: Don Agustín de Foxá viajó a Jávea en un Jaguar.

Sin duda, el hombre que mejor ha pronunciado el nombre de don Agustín de Foxá ha sido Juan Luis Panero, el hermano mayor de los Panero. Le escuchas recitar “amigo de Foxá” y lo comprendes todo. Seamos sinceros. Las ciudades sólo son cementerios de estatuas de poetas donde cagan las palomas.

En la calle Ibiza de Madrid se entiende a la perfección. Justo enfrente de Ibiza 35 hay otra lápida, la de la casa natalicia de Plácido Domingo. Todavía recuerdo a Plácido Domingo cantando aquella memorable aberración del Mundial 82:…el mundial, ¡viva!, que todos los países vienen a jugar. El mundial, ¡viva!, los grandes del balón se tienen que enfrentar. El mundial, ¡viva!, el campo es una fiesta, es todo un festiva. El mundial, ¡viva!, que todos van a recordar, y a cantar…Ante tanta gloria del pasado me entraron ganas de lo de siempre.

Mi afición por los hoteles es sabida, pero el apuro iba en aumento y no tuve más remedio que parar en la Pastelería Mallorca. En plena faena me vino a la cabeza la cita de Marta Sanz: “Literatura es el punto de intersección entre urbanismo y escatología”. Fue una deposición de aliño, que no constará en acta. Al menos, había escobilla.

Como estaba de un lírico subido, a la hora de comer opté por el Café Gijón. El único intelectual de guardia a esas horas era Juan Cruz. ¡Dios, el meloso Juan Cruz en vivo y en directo! Me senté en la última fila del café y pedí unos huevos rotos con jamón. De reojo, los camatas miraban mi bufanda del Valencia: ¡Miradla hijos de puta, miradla! De fondo, la voz meliflua y aterciopelada de Juan Cruz llenaba el instante de prosodia. Debieron echarle algo a los huevos porque tuve otro apretón, el segundo. Fui al baño y al pasar por delante de Juan Cruz carraspeé con énfasis. Ni se inmutó. Al abrir la puerta del baño me asusté. Aquí no cago ni de coña, pensé. Crucé al hotel Ritz. Valió la pena.

Después, aliviado y feliz, di un paseo por la calle Fuencarral. Como tengo cara de buena persona se me acopló el típico tolai con ganas de conversación futbolera. Me hice el sordomudo, pero de verdad. Lo mejor fue cuando el tolai intentó disculparse en precaria lengua de signos y yo, con voz grave y firme, le dije: tranquilo, no pasa nada. Eso lo remató. Hora y media antes del partido cogí el Cercanías de Getafe. Entré de los primeros y me acoplé en la última fila del sector visitante. Fue un buen desplazamiento. Nos hicimos fácilmente con la animación y también con el partido. Marcó Mathieu y las opciones de Champions siguieron intactas.

En el descanso, un notas de unos 43 años y medio me miró extrañado. Tío, preguntó: ¿Cómo es que te sabes todas las canciones? ¡Pareces un ultra! Respiré hondo, pensé la respuesta, contesté: Porque soy el hombre que casi conoció a Michi Panero. Ya no me volvió a dirigir la palabra. Si le hubiera dicho la verdad, tampoco me hubiera creído. 

Rafa Lahuerta