dimarts, 29 d’agost del 2017

LA VEZ PRIMERA





Mamá cierra la puerta del coche, su gran preocupación es que mi pequeño no pase frío.

Daniel olvidará todo esto. No recordará las últimas instrucciones… con cuatro años y medio, las palabras de mami quedarán diluidas en el pozo de los no-recuerdos: “abróchate bien la chaqueta”, “Si tienes hambre pídele a papá el bocadillo”, “si te cansas, se lo dices a papi y él me llama y vengo a buscaros en seguida, ¿eh?”…

Pero mi pequeño no escucha nada de esto, no está prestando atención a estas vitales instrucciones, sus ojos miran a otra dirección: es de noche y entre los edificios casi sin luz, se intuye una silueta casi mágica, pintada de negro y naranja.

 Los ojos de Daniel sólo miran Mestalla.

Daniel olvidará el paseo por los alrededores…
-¿Quiénes son esos, papi?
-Son jugadores muy, muy buenos del Valencia… mira “El Piojo” (Daniel sonríe “¿un piojo?”) y ése es Mundo que metió muchísimos goles y Cañizares que era un portero muy bueno y ése es Kempes (“ooooh, Keeempes, ése era buenísimo, ¿verdad?”).

Daniel olvidará que tampoco hoy hay un ambiente extraordinario, Daniel no recordará porque apenas le importa, que el partido es algo más que intrascendente, un partido de vuelta de Copa del Rey en una eliminatoria muy preliminar y prácticamente sentenciada. Sólo hay una curiosidad interesante en el partido: La primera visita del Leganés a Mestalla...Pero a un pequeñajo de cuatro años y medio, eso le importa más bien poco.

Daniel olvidará la rampa de subida hacia la localidad, fila tal, asiento cual. Seguramente nunca recuerde que hoy el papi no va dónde siempre, sino que aprovechando una desesperada oferta del club, vamos a una localidad más calentita y protegida del frío… Daniel no sabe nada de esto, (ni tampoco que era condición obligatoria por parte de mamá para poder ir)…

Daniel ya ha olvidado que no es la primera vez que pisa Mestalla: el césped, en una feria de marketing, pero ya no se acuerda… por eso, cuando atraviesa la puerta del vomitorio, abre los ojos muy fuerte… ”!!!Halaaaa… qué grande… y que verde... ostraaas!!!”

Daniel olvidará al murciélago-mascota que anima los prolegómenos y las conversaciones de los (pocos) vecinos de localidad. A Daniel no le importa en absoluto saber ni de la intrascendencia del partido ni de la delicadísima situación del Valencia, al borde del colapso institucional y en una situación deportiva tan desastrosa que sólo los más viejos del lugar atisbamos a recordar…

Daniel no sabe nada de ésto, porque, básicamente, no me lo ha preguntado, porque, básicamente, no le importa en absoluto, a él sólo le importa ver al Valencia jugar en Mestalla.

Suena la banda de música que toca los acordes del pasodoble y los jugadores saltan al campo… “¡Mira, Papi! ¡Es el Valencia!” sonríe mientras aplaude con timidez…

                                     



Yo lo he olvidado.

Olvidé la azarosa razón por la que yo, a punto de cumplir seis años, pude utilizar el pase reservado en riguroso turno a mis dos hermanos. Sospecho que fue una varicela, oportunamente contagiosa la que me permitió entrar, por primera vez en la mágica rotación.

Confieso que he olvidado el camino aquella tarde hacia el Luis Casanova, supongo que andando por Jacinto Benavente primero y por los cuarteles de Aragón luego, hasta la Avenida de Suecia… supongo que haría sol y la tarde sería templada y calurosa. Es más que probable que al entrar alquiláramos una almohadilla, de color verde oscuro. Seguro que mi madre me dijo que luego habría que devolverla a la salida (aunque había gente que la había comprado y la traía desde casa) y mi padre sonreiría, sabiendo que esa almohadilla muy probablemente íba a ser devuelta, ciertamente, pero al vuelo en otra dirección…

No me importaba nada más que jugábamos contra Las Palmas. No tenía ni la más remota idea, del hecho, que veníamos de una apasionante eliminatoria Europea contra el Manchester United y que el equipo estaba concentrado en otros menesteres… Todo eso lo supe muchos años después, sólo me preocupaba ese extraño olor a puro que respiraba en el viejo estadio y los murmullos de nuestra localidad acerca de si hoy jugaría o no un tal “Kempes”.

He olvidado que era 20 de Septiembre, sí recuerdo el año: 1982. Olvidé la alineación aunque sí recuerdo que los nombres de aquellos jugadores que ya habitaban en mi imaginario, pronunciados en la megafonía y ahora encarnados frente a mí, me resultaron de una impresión más que notable… ¡mi primera alineación en el Luis Casanova!: Sempere, Carrete, Botubot, Tendillo, Arias, Castellanos, Saura, Solsona, Roberto, Idígoras y Kempes.

Pero nunca olvidaré
y mi hijo Daniel tampoco lo hará, pues lo veo reflejado en sus ojos…

La sensación de una primera vez en el viejo Luis Casanova.

El verde del césped, el sonido del balón al ser golpeado.

El silencio, el murmullo, el eco del aplauso que rebota contra la grada de cemento.

El “uuuyyyy” al unísono, el comentario chillón, la protesta excesiva.

La camiseta, blanca, con un escudo de color y un murciélago en el pecho.

Lo grande,

Lo enorme

Que es Mestalla.

Sergi Calvo
Socio y accionista del Valencia C.F.


2 comentaris:

Pau Corachán ha dit...

La primera siempre es especial, por la pureza con que la vivimos, aún sin corromper. Cuando no importan más avatares que lo más auténtico: el verde, que los de blanco son los nuestros y el vértigo de asomarse al gigante vertical que tenemos por casa.

Ojalá nunca perdiéramos esa inocencia.

Buen artículo, Sergi.

Amunt!

Unknown ha dit...

Una preciosa forma de relatar tu primera experiencia en Mestalla y la que viviste con tu hijo.
Me ha emocionado, yo no recuerdo mi primera visita a Mestalla. Fui con mi padre, es lo único seguro, quiero pensar que era el trofeo Naranja.
Bravo por tu relato, y haz de memoria de tu hijo de esa primera vez.