Mestalla, el viejo Luis Casanova, un estadio poco weather friendly porque, como todo el mundo sabe: en la capital del Turia, no llueve nunca.
O mejor dicho, CASI nunca, sempre plou quan no hi ha escola y es cierto que, aunque los datos pluviométricos que arrojan los climogramas de la capital nos hablan de un territorio tirando a seco y que, en los últimos años, se aproxima peligrosamente a la aridez, también es cierto que aquí, algo, aunque sea poco, llueve… y la lluvia moja, y cala porque aquí, Plou poc però per a lo poc que plou, plou prou.
Y aquí hace sol, y humedad, en combinación peligrosa (que se lo digan al bueno de José Luis Gayá). El frío, la lluvia, el sol, incluso el aire están bien, uno puede más o menos protegerse de ellos pero, ¡ay, amigo! La humedad es la parca de nuestra atmósfera, a todos alcanza, hasta los huesos.
Y allá por otros barrios, los estadios están bien cubiertos y protegidos, (cierto que a veces las columnas y pilares que sujetan esas cubiertas interfieren en la visión del verde), aunque el viejo estadio recogido y cubierto de caire británico o norteño ya es una especie en extinción frente al estadio moderno, animal tecnológico donde la comodidad vence a la humanidad… fríos estadios donde no hay calor, porque el más intenso de esos calores, el humano, ha sido extinguido bajo luces de neón, pantallas led y barras automatizadas. Pero eso es otra historia.
Mestalla no está cubierto, no al menos la mayor parte de su aforo si exceptuamos, claro está la cómoda y vetusta tribuna / anfiteartro.
Y muchas gentes, tanto aficionados, contables y directivos argumentan que es así lo lógico, ya que en Valencia no llueve nunca y que más que el Sol, el problema es la humedad, y eso lo sabemos bien en noches de veraniegas de Naranjas intempestivos y bochornos asfixiantes.
Hace algunos años (…) se debatió incluso, la oportunidad y necesidad de realizar en pleno la cubierta de un posible (…) nuevo Estadio valencianista: Mucho dinero y tiempo para cuatro gotas.
Y sin embargo, en Valencia, a veces, llueve. En Valencia a veces hace mucho frío, por una humedad pertinaz que trae el viento y en Valencia, también hace un sol que en ocasiones se convierte en fuego abrasador.
Es cierto que son cuatro días en la temporada, pero también es cierto que son esos cuatro días en que nuestros pequeños se quedan en casa secuestrados por una mamá que aplica la necesaria dosis de cordura. Sumemos otros cuatro días en que, o crema solar o cangrejo asado. Y nos da que en algunas zonas de Mestalla, salvo algunos agradables entretiempos (los otros cuatro días y cada vez más escasos) se ha ido, tradicionalmente, las clases populares, a gallineros varios… a sufrir.
Y escribo con cierto conocimiento de causa: no es el mismo frío el de una tribuna resguardada que el de una Grada la Mar a la interperie, tampoco el mismo Sol el de numerada cubierta que el de General de pie Norte. No, no es lo mismo. Tampoco es el mismo precio, es natural, pero, no, no es lo mismo.
Se ha dicho que, en Valencia, ciertas cosas no son necesarias, permítanme que lo discuta, cuatro días de suplicio, no curten: enferman.
Y viajamos atrás en el tiempo, seguro que todo lector de estas líneas tiene su recuerdo de empatía hacia estas afirmaciones, en mi caso recuerdo dos especialmente:
Aquel Valencia - F.C. Barcelona de 1991 que se saldó con un épico 2-2. Llovió, llovió mucho y caló, caló mucho y hasta los huesos. El cemento helado de aquella esquina de General de pie norte fue testigo de un tormento agotador que dejó a alguna decena de mil de Valencianistas más de una semana en cama y con la sensación de haber superado con vida (los afortunados que lo hicieron) una de las pruebas físicas más exigentes que puede tolerar un cuerpo humano.
La primera temporada en la Champion’s League también vivió también una noche de tortura atmosférica en un Valencia – Bayern que se saldó con un apañado 1-1. Fue la noche en que Adrian Ilie inauguró su peculiar y algo grotesca danza goleadora, aunque muchos de los allí presentes, en el palomar de grada la mar, sólo suplicábamos por una cama cubierta por un edredón calentito y un estómago repleto de caldo hirviente. Aquella noche, los linces que compraron aquella noche acciones de farmacéuticas especializadas en antipiréticos y antigripales, consiguieron amasar una pequeña fortuna.
Noches de frío en Mestalla.
Unas cuantas, seguro que recuerdas alguna.
¡Ostras! ¡Qué frío!
Sergi Calvo
Llueva, nieve o truene…Mestalla
Pd.
Llovía, mucho. VCF-FCB 1991
Octubre, abrigos en las gradas, el baile de la Cobra congelada VCF-BM
1999
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