dimecres, 8 d’octubre del 2008

Con el debido respeto... señor Antón

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Hubo una época en la que se podía llegar a Mestalla desde lugares tan dispares como Monteolivete, la Cruz Cubierta o El Saler. Incluso en aquella época de la que hablo, Mestalla (entendida como un profundo y auténtico setimiento valencianista) estaba, en cierto modo, repartida por toda la ciudad, fundiéndose de modo natural e ingenuo con rincones prohibidos, cines que programaban películas de destape, voces discrepantes con el régimen y carreras delante de los grises. Para mí en esa época, coincidente con mi adolescencia y primera juventud, Mestalla estaba también en mi lugar de veraneo: El Saler. En este caso de un modo algo más real que imaginario. En las pretemporadas era habitual ver a los jugadores y cuerpo técnico evolucionar en el interior de la pinada del poblado de El Saler. Ermelo quedaba entonces tan lejos que ni siquiera era más que una entelequia y el Parador Nacional aún estaba haciendo su meritoriaje como centro de alto rendimiento. El paraje parecía de lo más adecuado, pues la cercanía al mar aliviaba, sobre todo en las primeras horas de la mañana, los rigores estivales y la hierba mezclada con la arena permitía que los músculos de nuestros jugadores se tonificaran convenientemente. Veraneaba en esos tiempos Manolo Mestre, junto a su familia, en los apartamentos Proval, a escasos 300 metros de donde yo residía, y era habitual verlo pasear de vez en cuando entre los pinos, así como era habitual ver a su hijo Manolo verbeneando y jugando partidillos que se organizaban entre las urbanizaciones. Más adelante llegó Marcel Domingo que, mientras entrenó al Valencia, residió en mi bloque de apartamentos y al cual saludábamos con marcial respeto cada vez que pasaba por delante de nuestra desidia estival. Casi simultáneamente desembarcó la familia Barona, cuyo patriarca José Barona había sido jugador del Mestalla y del Mallorca y que emparentaba por matrimonio con el gran Boro, portero del Gimnástico y del Levante. Su hijo Sergio, compañero de Fernando Gómez en las categorías inferiores del Valencia, se hizo gran amigo mío (aún lo es, que conste) y el fútbol y nuestro querido Valencia estaban siempre presentes en nuestras conversaciones. Pasaron unos pocos años (dos o tres, no más) y aparecieron en el horizonte Antón y Valdez. Se compraron unos coquetos bungalows en la urbanización Gavines I y III, con lo que verlos por allí pasó de ser excepcional a habitual. Esta presencia rubricó un creciente sentimiento de pertenencia y orgullo valencianista en mi persona. Kempes ya campeaba en Mestalla y fuera de ella. Pichichi, campeón del mundo, pichichi mundial, campeón de la Copa del Rey, de la Recopa, de la Supercopa de Europa… Valdez había sido mi preferido cuando empecé a ir a Mestalla, pero cayó cual ídolo pagano con la llegada de la K. De Keita primero, de Kempes, para siempre. Corría el año 1980, era verano, yo había acabado el COU, aprobado la selectividad, tenía claro que estudiaría matemáticas y el verano se extendía plácido ante mí, ofreciéndome un tiempo de total libertad. Con Sergio, recordad: el que jugaba en el Valencia con Fernando, y algunos amigos más de mi urbanización montamos un equipito para jugar en un campeonato que se organizó con el único objetivo de entretener los calores y el dolce far niente con lo que mejor se nos daba: jugar al fútbol. Cuando se supo que Valdez y Antón formarían parte del equipo de Gavines I y III estuvo claro que tendríamos muy pocas posibilidades de campeonar. A nosotros nos importaba poco. Se planificó una competición por eliminatorias, copera, en la que progresamos adecuadamente hasta enfrentarnos en semifinales contra Gavines 2, otro de los gallitos del torneo. En un vibrante y disputado partido logramos vencer y llegar a la final, donde nos esperaban Antón y Valdez. La liga de la temporada 1970-71 fue el primer título del Valencia del que fui consciente. Para ayudar a recordar aquella gesta aún tengo el álbum de esa temporada, el primero que coleccioné. Y saber que iba a enfrentarme a dos de los héroes de aquella liga no suponía más que un regalo enorme para mi filia valencianista. Tendría delante a Antón, el mismo hombre hirsuto y grande que ganó con su gol el partido frente al Sabadell y al fibroso y veloz Óscar Rubén Valdez Ferrero, zurdo cerrado (como yo), que marcaría dos de los tres goles del Valencia en la penúltima jornada, frente al Elche en Mestalla. Sergio y los otros amigos de mi equipo sabían, como yo, que era imposible ganar ese partido, pero decidimos jugar como sabíamos, ¿qué otra cosa podíamos hacer? El partido fue más disputado de lo que esperábamos. Nos sorprendimos nosotros mismos. Jugábamos con rapidez y precisión y el tanteo era ajustado. Ya no recuerdo con exactitud, pero podía ser un 2-2. Recuerdo que Pepe Císcar y Sergio marcaron y que en el centro del campo la lucha era cuerpo a cuerpo. Faltando poco para acabar, con el marcador ya en contra (perdimos por un gol tan solo) recibí el balón en la banda derecha y empecé a correr hacia la portería. En mi cabeza sólo cabía el gol como redención posible. Con el balón controlado levanté la vista buscando la meta rival; a pocos metros y avanzando a la misma velocidad de mi carrera pero en sentido contrario topé con Antón. Un coloso campeón de liga convertido en un valladar inexpugnable, que no lo fue. Con un desparpajo que rememoro cuando las piernas dejan de responderme en los partidillos que juego con mis alumnos adolescentes, le hice un túnel magistral al gran Antón. No recuerdo qué pasó después, seguramente algún defensa hizo una cobertura y debió arrebatarme el balón, pero lo que sí recuerdo es la voz de mi padre diciendo: “¿Pero qué haces? Te va a matar”. Antón fue un caballero. En los minutos que quedaban no fue a por mí. Salí vivito y coleando del campo con una sonrisa estampada en la boca. Al acabar nos dimos la mano con Antón y Valdez. Me sentí como un verdadero jugador de fútbol por primera y única vez en mi vida. Aquel partido y mi túnel a Antón se convirtieron en el mojón indispensable para evocar la primera liga del Valencia que vieron mis ojos. Quiero ahora, desde esta tribuna, y con el debido respeto, pedir perdón a Antón. Sólo mi juventud e irresponsabilidad me llevaron a probar en él una de las suertes futbolísticas más humillantes. Debieron pesar más entonces los laureles y la historia, pero al final eso poco importa cuando son los sueños los que espolean una carrera desesperada hacia el gol. Con el debido respeto…, señor Antón.

Francisco García
Socio del Valencia CF
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10 comentaris:

Anònim ha dit...

Amigo Fran. Tu perfecta descripción me ha hecho vibrar con ese tunel a Antón. Has conseguido que rememorara una situación en la que yo también me sentí por un día jugador de fútbol.
Un abrazo y amunt per sempre.

Anònim ha dit...

Muy bien, Fran. Una anécdota digna de recordar. Yo jugaba con Fernando en el colegio Salgui antes de que se lo llevaran al vValencia. Teni un cuerpo de pony que no se lo quitaba ni su padre, todo lo contrario a un jugador de fútbol: cuerpo pequño y culo grande, pero jugaba de maravilla, a pesar de su lentitud. Dudo que hoy en día, con la presión que se ejerce en el medio del campo y lo físico que se ha vuelto el fútbol triunfara igual. A veces me pregunto si jugadores como él o lento Del bosque tendrían cabida en el fútbol actual. Ya no da tiempo a aquello de recibir, mirar y pasar. Respecto a Antón, no sé si lo recuerdas, hubo un tiempo que se puso peluquín. Yo estaba en el campo cuando en una jugada se le cayó y hubo un murmullo general. Y qué decir de Valdez, con su número once que todos queríamos llevar en la camiseta. Un auténtico extremo izquierdo. Un abrazo.Nos vemos

Anònim ha dit...

Yo suelo ir a Gavines casi todos los domingos del verano. Mis suegros tienen casa. Lo que nunca me aclaro es si se trata del 1, del 2 o del 3. Junto a la piscina hay un campito muy cuco de futbol. ¿es ese el lugar de los hechos?

bar Torino

kawligas ha dit...

El peluquín de Antón fue casi tan famoso en aquellos años como el de José María Íñigo, cómo olvidarlo.

kawligas ha dit...

El Gavines que tiene el campito es Gavines 2, no ahí no ocurrió todo, sino en un descampado delante de los apartamentos que quedan a la izquierda del hotel Sidi: Aparwaks. Allí se jugó el campeonato, aunque ese campito que mencionas lo conozco bien. Jugué muchas veces en ese terreno y en un aparcamiento de Gavines 2, nada más entrar a Avda. Gola del Puchol.

Anònim ha dit...

Fran, me has emocionado canalla!
Solo queria recordarte que nos ganaron 3-2, de penalty lanzado por Valdez. Durante unos segundos yo tuve la esperanza de que tuviera piedad de Carlos, nuestro portero, pero a los grandes no les gusta perder ni al parchis.
Pepe

V Molins ha dit...

Aspactacular. Uno de los mejores artículos del Últimes Vesprades.

La anécdota de Rafa Camarasa sobre el peluquín de Antón merece un relato especial... YA.

Anònim ha dit...

Antón és una de les figures més recordades de la campanya 70/71, o al menys així m'ho sembla. Sempre el recorde en el llom del llibre que conmemora la consecució de la lliga eixa temporada.
Però, al remat, crec que Antón no ha tingut massa sort després en la seua vida. Als primers huitanta tenia un supermercat prop de Campanar que finalment hagué de tancar. Últimament em creuava amb ell en l'estació de tren de Castelló alguna vegada: sembla que tornava cap a València, a això de les 8 de la vesprada, després de treballar, per la seua roba diria que en una obra. Alguna volta vaig estar tentar de parar-lo i dir-li "Vosté és Antón: jo no l'he vist jugar però sé qui és. Gràcies per la lliga". Però no ho vaig fer, per pudor, també per no fer-li perdre el tren. Ja fa més d'un any que no me'l trobe.
Més que en pensar el futur de ex-jugadors d'èpoques més recents que s'han vist beneficiats per l'explosió econòmica del futbol, pense que el València hauria de tindre un poc més d'atenció en futbolistes d'èpoques menys afortunades i que, pel temps que passa, ja són més majors.
Però reconec que no és fàcil de fer.

jgv

Anònim ha dit...

Feres mal en no dir-li res. Els ex-jugadors son molt agraits i valoren a montó el reconeiximent posterior. Sobretot perque els fà sentir de veres partíceps d'una historia que no els oblida. Jo recorde a Anton de cap d'obra al voltant de Mestalla la setmana en que guanyarem la lliga de 2002. Hi havia obres i parí a saludar-lo només per fer-li saber que per molt de temps que passe i encara que mai el vaig vore jugar...la memòria es la vertadera militància.

bar Torino

Neófito ha dit...

Efectivament, Antón treballava com a cap d´obra en l´època que ha citat Bar Torino construint l´actual estació d´Aragó. De fet, un amic meu va compartir tasques en ell durant eixe temps. És com si s´hagueren conectat les dues lligues més esperades pel valencianisme al ritme d´Antón pujant el túnel subterrani com si fóra la banda de Mestalla.
Salutacions, amunt!