divendres, 31 d’octubre del 2008

Banqueta visitant. Real Racing Club de Santander

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Yo, señores, no soy ni malo ni soberbio

Yo, señores, no soy ni malo ni soberbio. Ni soy el sustituto de Álvaro Pombo ni un personaje pintoresco de la localidad. Mi único defecto es el rencor. Desempeño un alto cargo en cierta entidad educativa de Santander, que quisiera mantener en el anonimato para no aflorar tanto mi nombre como el de la entidad que contribuye religiosamente al pago de mi hipoteca. Aunque sepan que se encuentra en una península y tiene que ver con magdalenas. Vivo en una de las colonias de chalets con vistas al Cantábrico, los Chalets de la Tierruca, entre la Colonia Cisneros y la Colonia Santa Ana.

Paseo todos los días por las playas de la ciudad. Baños de ola de mar. Traineras. Colmados y edificios de madera. La estatua de Franco y el recuerdo momificado de Menéndez Pelayo. Y qué es Santander sino eso: los Botín, los tópicos sobre los indianos, cafeterías burguesas y tiendas de ropa con aire británico. Sé que ustedes no lo entenderán, porque yo a ustedes no les entiendo. Tienen títulos. Se ríen de si mismos. Han triunfado y fracasado. Si quieren elegir mística eligen mística. Si quieren impostura cuentan con ella a raudales. Puestos a ser singulares lo son a carta cabal. Les confesaré que ser del Racing es una estúpida inercia burguesa que se reduce a permanecer. Porque aquí todos somos bien del Madrid o del Barcelona. Por eso en el fondo admiramos sus cuitas, querellas y rencillas. Porque demuestran una profunda vocación y un compromiso del que nosotros carecemos. Ni siquiera el blanco y negro nos une. Todos los blancos y negros son diferentes. El nuestro es un blanco y negro verdoso y céltico como se demuestra en nuestra segunda equipación. El suyo es un blanco y negro anaranjado, mediterráneo y un poco austriaco. A mi me gustaría ser su corresponsal cantábrico, aunque no tengo más blasones que conocer a tres de las personas responsables de este blog.

Si llevo años y años acudiendo a El Sardinero con mi viejo sueño de convertirme en directivo. Años de lucha por la permanencia. Tardes de burdel y sobaos pasiegos. En una de esas tardes conocí a los tres perpetradores de esta bitácora. El Panata Lahuerta, el Chafa Charcos de Miquel Nadal, y el Ingeniero González. El primero jugando a esconder su cultura. El Panata me contó que tenían ustedes un directivo amamantado en la cultura del club rival, cuyo padre, en el bar levantinista que regentaba, obsequiaba los lunes con sardinas a los clientes del Valencia, cuando el Valencia había perdido en El Sardinero. El segundo, ese tontorrón lector de Paul Auster, amigo de los judíos y del Torino, no me cayó bien, porque ha sido la única persona expulsada de la entidad académica en toda la historia. El tercer día de curso sobre “La responsabilidad patrimonial de la Administración: nuevos retos y perspectivas”, se levantó solemne y mandó a la mierda a su compañero de pupitre, coruñés y del Deportivo, después de que este volviera a sacar la sonrisa de GIner y el penalti de Djukic. Y el ingeniero, porque de los tres, con su paciencia y su insistencia fue el que hizo posible aquel viaje pintoresco. Su único objetivo era la “Operación Campos”. Acudir con el Valencia a Santander, localizar a José Campos con su raqueta y en pantalón corto, y soltarle “Com té la figa la neta de Franco?”. Siguiendo una falsa pista acudieron a La Maruca, en donde las chicas malas y en donde te hacen la torpe broma con el sobao y el pasiego. Y allí se quedaron sin Operación Campos, sin ver el partido, y escuchando por la radio en Internet a un tal Rovira.

Sé que a ustedes les resultaba difícil encontrar una persona de pro para colaborar en su adiós a Mestalla, decidí enviarles esta carta. Y aquí estoy yo. Mestalla es toponimia, como El Sardinero, La Rosaleda o El Molinón. Para nosotros significa tardes de carrusel y puntos difíciles. Nosotros no tenemos títulos, pero tenemos la recia raigambre. A ustedes les dio por hermanarse con la afición riojana, y es lógico. Entre las aficiones cantábricas existe una cierta hermandad de lluvia, de novela de Zunzunegui, Chiripi, de terno de corte inglés, merienda burguesa y pastelillos. Ustedes son otra cosa. Les pierde la estética pero también salen ganando. En Santander tienen un amigo. Que no es malo ni soberbio. No soy el sustituto de Álvaro Pombo. Soy rencoroso. Me hubiera gustado ser directivo del Racing. Y les admiro por su despedida a Mestalla. Qué cabrones, “la figa de la neta de Franco”…

P.D. Pueden ustedes firmar mi artículo como “El duende de La Magdalena”, o “El pupilo de La Maruca”.


El duende de La Magdalena AKA El pupilo de La Maruca
Socio del Real Racing Club de Santander
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dimecres, 29 d’octubre del 2008

Contra los números redondos

·Los genios siempre rompen las normas. Fenoll, por ejemplo. Si el axioma de se juega como se entrena fuera siempre válido, el de Torrent hubiera sido Maradona. Pero Fenoll sólo fue Fenoll. Un jugador genial que pasó a la historia por un hat-trick inútil, el que le endosó al Porto el día de todos los santos de 1989.

Fenollet fue nuestro Onésimo. Un jugador de técnica prodigiosa, regate eléctrico y expectativas nunca cumplidas. Una promesa que durante meses fue cogiendo cuerpo en el imaginario de la tropa pero que al final quedó relegada al cajón de los sueños jamás cumplidos. Porque Fenoll, en primera instancia, nos hizo pensar que Paterna era algo más que una excelente máquina de forjar defensas centrales.

Con Emilio quisimos creer que por fin tendríamos un jugador diferente, excelso, genial. No un centrocampista estilo Fernando, sino más bien uno de esos tipos capaces de coger el relevo de Guillot o Seguí. Jugadores únicos y desequilibrantes que si dejaron impronta. De Fenoll, en cambio, apenas queda ese día. 3 goles que ni siquiera valieron para eliminar a los portugueses.

Aquella fue una jornada europea nada convencional. Al ser festivo se jugó en horario de tarde, con un Mestalla ahíto de gloria. El Porto era entonces un grande de Europa. Venía de ganar la copa de Europa de 1987 y en sus filas estaba Madjer. El VCF, tras seis años ausente de Europa, había eliminado al Victoria de Bucarest en primera ronda y contra el Porto tenía una inmejorable oportunidad de recuperar el crédito perdido.

El ambiente en Mestalla fue sobresaliente. Sin haber lleno, la grada estuvo con el equipo. El gol norte recibió al VCF con globos, papelitos y alguna bengala, en uno de los primeros tifos organizados al margen de las clásicas exhibiciones pirotécnicas de antaño.

En la atmósfera se palpaba la ilusión por volver. El regreso a la élite. De cuando la Uefa podía ser tan o más difícil como la copa de Europa.

Con dos arbitrajes tendenciosos el VCF cayó eliminado. Perdimos 3-1 en Das Antas y ganamos 3-2 en Mestalla. La vuelta la jugamos con una indumentaria nada común: medias azules y pantalón y casaca blancos, en un partido marcado por la temprana expulsión de Torres y el descaro del árbitro escocés.

Como ya ha quedado escrito, Fenoll hizo los 3 goles. Que su gesta no tuviera un efecto práctico visible es la mejor metáfora del Fenoll futbolista. Fuegos de artificio. Champagne desventado. Un casi casi permanente.

Este sábado se cumplen 19 años de todo aquello. Una efeméride nada redonda para conmemorar todas las gestas sin recompensa que también ayudaron a hacer de Mestalla un escenario curtido en remontadas imposibles, eliminaciones prematuras, ilusiones truncadas. En suma, un laberinto de asimetrías, decepciones y paradojas. Lo más parecido a la realidad. Y un mensaje cifrado. La sentencia que dejó escrita en 'El mágico aprendiz' Luis Landero: 'también es bueno que haya cosas que estén a punto de pasar y que no pasen. Y que siempre estemos, en mitad de ese desconcierto, aprendiendo a vivir'.

Rafael Lahuerta Yúfera
Socio del Valencia CF
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dilluns, 27 d’octubre del 2008

Jo anava a Mestalla (quasi) tots els dies

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La primera volta que aní a Mestalla vaig quedar massa impressionant. Acompanyat de mon pare (com Déu mana) i gràcies a que el meu padrí, soci de tota la vida d’anfiteatre, no podia anar al futbol i ens deixa dos passes. Era un nano, els crits, l’ambient, els insults a l’arbitre i els jugadors eren massa potents com per poder disfrutar del meu desvirgament mestaller. Pot ser era massa menut o massa impressionable. Poc podia sospitar que Mestalla es convertiria anys després, més enllà dels dies de partit, en un espai quotidià de la meua vida.

Jo pertanyia a la secció d’atletisme del VCF, des dels 13 anys fins un poc abans que Paco Roig es carregara les seccions esportives. Entrenàvem a Mestalla que no se si tots/es sabreu que tenia un gimnàs, unes pistes de basquet i fins i tot una mena de carrer d’atletisme. Tot això baix de la grada de numerada i en l’espai que hi havia fins a la vorera de la avinguda d’Aragó.

De dilluns a divendres anàvem al Mestalla, almenys fins a la construcció de les pistes del riu, i després de córrer (rodar en terme atlètic) durant vora una hora pel llit del Túria, on estiràvem, feíem tècnica de carrera i circuits en el gimnàs. I després a la dutxa. No en els vestuaris dels futbolistes, això hauria sigut massa, quasi indecent. Sinó en diversos vestuaris que hi havia escampats baix del gol sud i la grada de numerada.

Allí jugàvem al basquet quan l’entrenador no estava present i s’escaquejàvem de l’entrenament diari. Recorde un dia que jugàrem un partit ràpid amb Pénev. Ens va vore jugar i es posa a jugar. Nosaltres, emocionats. Lubo ho feia prou bé, sobretot tirar de triple. No debades ens comentava que ell jugava a basquet en Bulgària quan era menut. Tenia alçària per a fer-ho. Vore els jugadors no era cosa de tots els dies però els veíem sovint, tot i que la majoria ni ens saludava. Aparcaven els cotxes, els supercotxes que es gastaven ja llavors, quan anaven a resoldre gestions en el club (a demanar més diners, segur). Recorde també a l’expresident Tuzón, el qual sempre era molt amable amb nosaltres i ens preguntava com ens anaven les coses i ens animava a guanyar carreres en nom de l’entitat.

A nosaltres no ens donàvem passe per anar als partits, això estava reservat per als xavals de la pedrera, però així i tot anàvem tots els partits a vore els blanquinegres (en eixos moments de blanc immaculat). Era tota una odisea, sobretot en els partits grans, davant d’un Barça o un Madrid que el camp estava de gom a gom. Utilitzàvem els nostres carnets d’atletes del VCF, els mateixos que feíem servir per entrar tots els dies a entrenar en Mestalla. La cosa era complicada perquè la majoria dels porters ja ens coneixien i no ens deixaven entrar, però la paciència d’anar recorrent totes les portes de l’estadi, i el tirar-li morro, acabaven sempre per donar-nos el premi de poder fruir del nostre equip tot i que perdent-nos sempre els primer quart d’hora del partit.

Allí en Mestalla vaig fer un dels grups d’amics de la meua vida. Els K ens batejàrem i encara hui en dia conservem amistat i contacte permanent. Alguns encara fan altletisme, no és el meu cas, ja que la mala vida i el valencianisme (polític), em feren penjar les sabatilles. Hui en dia hem variat les velles instal·lacions del Mestalla pels parcs públics on ens contem les nostres vides mentrimentres els nostres xiquets juguen.

Per això per a mi el Mestalla no representa només les glòries i les misèries del nostre VCF. És, també, un espai on he passat hores i hores, on he conegut a alguna de les persones més importants de la meua vida. És un espai lligat a grans moments de la meua vida, a l’amistat, al sacrifici personal i a la meua adolescència.

Per això ara, quan vaig a Mestalla, que és poc degut a la meua residència a la ciutat d’Alacant, sempre deixe que els records associats als dies d’entrenament em tornen a visitar. Mestalla és un espai meu, ben meu, allí he passat molts dies de la meua vida.

Ignasi Bellido i Suay
Soci del València CF
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divendres, 24 d’octubre del 2008

“Animeu, animeu, que el món s’acaba”

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Tinc molt mala memòria. Sóc incapaç de recordar els fets concrets que he viscut, així que el meu cervell ha decidit amuntonar-los en grans sacs informes sense més especificació que una etiqueta on hi ha diversos noms de llocs, persones i períodes de temps, acompanyada d’una qualificació determinada de sensacions: bons records, mals records, normalets, tristos, feliços, amargs, alegres, vergonyants... El sac que posa “Mestalla, Fons Sud, General de Peu, Gol Gran, València CF, Jorge, Rafa Lahuerta, Cherokee, Adolescència” també hi diu “Felicitat”.

A l’interior del sac hi ha una sèrie de records rebolicats que combinen fets concrets relacionats amb l’equip i evocacions personals viscudes sempre a la mateixa grada. Per una banda, les carreres de Mazinho, les pujades del xufa Giner, els llançaments de falta de Pedja, les celebracions de Zubi, les entrades de Poyatos, les eixides espectaculars de Gálvez, els penals de Mendi, les pujades d’Angloma, el gol de vaselina d’Illie, els esprints del Piojo, els centres de Farinós, les derrotes contra el Barça, el gol de Pauleta, les mocadorades, les victòries contra el Madrid o el Bayern de Münich... I, per l’altra banda, les llargues i volgudes esperes a la grada una hora i mitja abans que començara el partit, els entrepans del descans, els ratpenats sobrevolant l’estadi a poqueta nit, els habituals del Fons i sobretot, sobretot, la festa que suposava l’animació continua.

“Animeu, animeu, que el món s’acaba” era un dels lemes repetits cada dos setmanes en el fullet que repartia la Penya Gol Gran. I així ho recorde, com si el món s’haguera d’acabar i no ens importara una altra cosa que animar el nostre València. No enteníem per què la resta de Mestalla no feia el mateix, però no ens importava. Érem incansables i amb Rafa Lahuerta al micròfon cantàvem i cantàvem. Els fets no els recordaré massa bé, però els càntics no se m’esborraran mai, potser perquè no els conserve al cervell sinó que els tinc gravats al cor amb tinta indeleble: del mític “Camino Soria” (“si Fernando brilla esto será un festival...”) als més simples “Lubo, Lubo”, “Uh ah, Viola” o “Mi amigo Patxi Ferreira”, passant per “Blanc i negre tenim el cor” o totes les formes possibles dels “València”, “Forza València” i “Ale València” (la nostra passió).

Després, tot just quan es va acabar la General de Peu (i tot just quan començàrem a guanyar títols), vaig deixar d’anar al camp. M’he limitat a patir o a alegrar-me des de casa, allà on fóra. En tot cas, d’haver tornat al Mestalla, tampoc crec que ho haguera gaudit com vaig fer-ho aquells tres o quatre anys inoblidables. Sóc dels que no entén anar al futbol sense animar constantment. Com li vaig llegir a un dels millors periodistes esportius d’estes contrades si de mi depenguera rehabilitaria la General de Peu, els partits a les 22:30 h. i el vell Mestalla que ara se’n va. En qualsevol cas, ell se n’anirà, però el meu sac de records al cervell i de càntics al cor persistirà. Com se sol dir, el vell Mestalla continuarà existint fins que el darrer dels nostres, els que l’hem xafat, l’hem viscut i l’hem estimat, se’n vaja d’este món. Mentrestant, ja sabeu: “Animeu, animeu, que el món s’acaba”.


Vicent Baydal
Accionista del València CF
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dimarts, 21 d’octubre del 2008

L'home del puro

··Se ha convertido en uno de los iconos de la historia reciente del valencianismo. En los días de partido en Mestalla, su presencia forma parte del ritual no escrito del hincha junto al café y tertulia previa en el bar de los aledaños, recoger las revistas gratuitas con las que limpiar el asiento y que el vecino de localidad te pregunte "hui, qué?" y tu le respondas "hui? ja vorem", con gesto escéptico. Este mito creado en aquellos locos años veinte que fueron el roigismo, ha sido pasto de la amable burla de las primeras filas de la numerada descubierta cuando en los prolegómenos de cada envite ejecutaba su menester, con presencia y paso firme.

Sí. El pasado 19 de octubre de 2008, "l'home del puro", el legendario personaje que acompaña, habano en ristre, a la banda de música y le comunica con un inconfundible estilo donde pararse, donde girar sus pasodobles a la grada y donde torpedear los ejercicios de calentamiento de Zubizarreta, Campagnuolo, Cañizares, Palop, Butelle, Hildebrand, Renan y otras docenas de cancerberos visitantes de paso, NO apareció por Mestalla. "L'home del puro", el mismo que los domingos intercambia cromos de la liga en la Plaça Redona para su nieto, el mismo que llegó a decir "me tocará sacarme el pase" cuando la SGAE amenazó con suspender la liturgia musical de Mestalla por violar los derechos de autor, fue sustituido por un mareado tipo ajeno al decoro protocolario, sin chaqueta, sin habano y con una camisa azul que desentonaba con la sobriedad del director de la banda y del resto de músicos. En el tiempo de descanso, Bar Torino nos alertó de la ausencia mediante un sms: "L'home del puro no hi és". De inmediato nos asaltó la preocupación, dejamos de teclear, el partido contra el Numancia pasó a ser cosa secundaria y prometimos una investigación.

Esperemos que su ausencia no haya venido motivada por ningún asunto grave y sí por alguna coyuntura dominical (un bautizo, la boda de un sobrino lejano, el sacrosanto derecho del guerrero al reposo) y que en el próximo partido en casa, contra el Racing Club, "l'home del puro", impecablemente vestido, vuelva a guiar con brío y garbo a la banda de música. De lo contrario habrá que interpretar su vacío como un síntoma premonitorio más de la soledad que nos invadirá con el adiós de Mestalla.

Última hora: Molins&Little, los comandantes al mando de la genial y delirante checheche, informan en rigurosa primicia que Nica, l'home del puro, se ausentó de Mestalla por motivos personales. Un viaje al extranjero, parece ser. Contra el Racing volverá por sus fueros.


Vicent Chilet Torrent
Socio del Valencia CF
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divendres, 17 d’octubre del 2008

Banqueta visitant. CD Numancia

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El sustituto de Javier Marías.

Según tengo entendido este artículo debía escribirlo Javier Marías, que por algo es el pseudohincha más letraherido del Numancia. Pero entiendo que los instigadores de este blog lo han tenido difícil para lograr su propósito. Eso al menos me dijo la otra noche mi amigo el panata (alias Rafa Lahuerta) que me insistió para que les contara lo que piensa un numantino de Mestalla. ¿qué que pienso de Mestalla? Pues nada. Me la pela Mestalla. Como me la pela todo lo que pasa al otro lado del Turia.

Como ya he visto que en este blog lo de menos es el fútbol les contaré como he llegado hasta aquí para ser el sustituto de Javier Marías. Al Panata lo conozco desde 1993, cuando empecé a trabajar de cocinero en Comidas Esma y él llevaba el pan. Un día alguien pidió una tortilla a las finas hierbas y deduje que estaba ante el típico lector de Tabuchi. Lo que no esperaba es que fuera el mismísimo Panata el patético aprendiz del periodista portugués y su 'Sostiene Pereira'.

Aquello me chocó, porque del Panata sólo sabía que era un futbolero muy del Valencia tirando a ultra. Así que a partir de esa noche tuvimos más temas de conversación: fútbol, fútbol y algo de libros. Lo cierto es que de la anécdota de la tortilla a las finas hierbas nació algo parecido a la amistad. Y aunque pronto dejé de trabajar en Comidas Esma, no dejé de vivir en mi piso de la calle Numancia. Porque si, esa es mi verdadera razón para ser hincha del Numancia. Haber nacido allí, en la calle que lleva el nombre de la resistencia heroica.

No padezcan pues. No tengo ninguna historia lacrimógena para ustedes. Mi padre nunca me llevó a los Pajaritos de pequeño, ni mi abuelo fue Antonio Machado, ni estuve allí el día en que los Gabinete Caligari se fueron a dar la murga 'camino Soria'. Fue todo más prosaico. Mi familia tenía un puesto de especias en el Mercado Central y vivíamos en la calle Numancia, entre la plaza del doctor Collado y Lope de Vega. Un día me puse a buscar de dónde coño venía la palabra Numancia y al final, pese a no haber google todavía, llegué al club de fútbol de la ciudad de Soria. Tenía 9 años y me hice del Numancia. Así, por la cara. Chulo que es uno.

Durante años estuve comprando cada lunes el Marca para ver el resultado de mi equipo en las categorías del subsuelo futbolístico español, un hecho que me confirió cierta fama de excéntrico. Fama que nunca desdije cuando años después me dejé crecer una cresta punky de color rojo. Cuando se puso de moda y Lotina era el entrenador cumplí mi sueño de ver un partido del Numancia en directo. Fue en el Camp Nou, en la copa de la 95-96. Ese mismo año, en el Milagro de P.Tinto el enano calvo salió corriendo delante del tren con la gloriosa camisa roja del Numancia. Todo un punto. O eso al menos deduje yo.

Por lo demás, nunca he vuelto al fútbol. Sólo me gusta en la tele. Además, me da mucha pereza cruzar los puentes que llevan a Mestalla o al campo del Levante. Soy de esos valencianos numantinos que nunca han pasado al otro lado del río. Cuando derriben Mestalla no tendré nada que añorar.

Rubén Heredia Martín
forofo del Numancia en Valencia
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dimarts, 14 d’octubre del 2008

El camp de Mestalla

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Al contrari del que he llegit en la majoria dels articles del blog, on l’afició ve de dins de la pròpia família, quasi com una herència, el meu cas es ben distint. En ma casa, ni als meus pares ni a les meues germanes, el futbol no els deia res. En canvi, a mi sempre m’ha agradat.

Recorde les primeres vegades que comencí a anar al camp, com també recorde el dia que vaig comprar dos entrades de general (ja que en eixe temps jo ja treballava) i convidí al meu germà, que era més xicotet, a anar a Mestalla. Les entrades eren ni mes ni menys que per al partit on s'estrenava la il·luminació artificial de Mestalla: Allò va ser una cosa de les més impressionats! I, com voreu, ja fa algun dia... 17 de març de 1959. Era la setmana de Falles i tot el món estava al carrer. L’ambient al camp era de molta festa i guanyarem l’Stade de Reims per 2-1, però l’admiració de la gent per la nova il·luminació és el que millor recorde.

Passà el temps. El meu marit era un gran aficionat al València, del qual arribà a tindre el número de soci 172. En ma casa s’ha respirat sempre una gran passió pel club: només cal dir que els meus fills són socis del València des del moment que van nàixer, una tradició que ara continua amb els meus néts.

Vivíem en la zona de Mestalla, quan l’avinguda d’Aragó encara no existia. Els diumenges quan hi havia partit donava gust vore passar tota la gent des de molt prompte.

No sé si sabeu que durant algun temps la presentació de l’equip es feia de matí en dia de faena. Recorde com m’agradava anar amb els meus tres fills i amb els fills d’una amiga. Mestalla encara no tenia seients i la gent s’assentava en la grada, menys en la tribuna on si que hi havia aquelles cadires velles d’espart. Allà s’assentaven els xiquets amb la seua llibreteta i el boli, esperant el moment en que passaven els jugadors per anar corrent a demanar-los un autògraf. I el millor venia després, quan s’ajuntaven a vore qui havia arreplegat més o qui podia dir “jo tinc el de Kempes”: eren moments importants per a ells, com a xiquets que eren.

Com vegeu, Mestalla ha segut important en la meua vida i la de la meua família. Hem tingut moments de tristesa, com quan la temporada 1985-86 baixarem a 2a Divisió. Però també moments d’emoció i alegries, com quan l’any següent tornarem on havíem d’estar.

També vull referir-me a la situació tan lamentable que hem viscut en el club els últims temps. Se suposava que, amb la venda de Mestalla, econòmicament, la cosa aniria millor, però... ja vorem...

Per acabar vull dir que a molts valencianistes ens costa deixar Mestalla. Per això voldria demanar responsabilitat i respecte als dirigents del València pel que significa Mestalla, ara que pareix que arriben les seues últimes vesprades.


Elvira Vidal Galindo
Sòcia del València CF
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diumenge, 12 d’octubre del 2008

Eres més lento que Buqué

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A la memoria de mi abuelo Manolo

Mi abuelo materno fue siempre un valencianista extrañado, un bohemio, un hombre del otro lado. Se pasó la post-guerra entre bambalinas, envuelto en la nebulosa del mundo irreal del teatro, que quizás fuese entonces el único mundo de verdad, el único espacio donde algunos hombres aún podían considerarse medianamente libres. Había salido de Valencia en el 39 y durante casi 15 años dio por vueltas por España.

En ese periodo trabajó con Jardiel Poncela y La Compañía Nacional de Teatro, donde fue un meritorio galán de segunda hasta que los celos de mi abuela y la mala vida le aconsejaron volver al redil. En 1954 lo dejó todo. O casi todo. Y volvió a Valencia, con mi abuela y mi madre, donde se estableció como representante de una fábrica de hierros y forjados.

En su regreso definitivo a Valencia, una de las primeras cosas que hizo fue sacarse el abono de Mestalla, el templo que no pisaba desde antes de la guerra. Cada tarde se juntaba con su amigo Pepe Esteban, taquillero del VCF en las oficinas que el club tenía en la avenida José Antonio (Regne de València). La mujer de Pepe Esteban también era actriz y cuando estaba de turné, su marido hacía vida en el piso que mis abuelos tenían en la calle Tejedores, frente a la actual Ca Revolta, en el barrio de Velluters. Casi todos los días se reunían en el bar Asturias, frente al Instituto Obrero de san Vicente. Y allí, entre vinos y partidas de cartas, echaban la tarde.

El Valencia, lógicamente, era tema obligado en la tertulia. Había pasado la gloria eléctrica de los 40' pero perduraba el carácter bronco y copero que le hacía tan reconocible entre los suyos. Esta estampa ilustra aquella época con precisión. La vieja tribuna de inspiración inglesa se sostiene junto al nuevo y emergente Gol Gran en un escenario que ya no esconde los cambios definitivos que están a punto de concretarse. Cuatro clásicos participan en la instantánea. A punto de rematar Mañó, de fondo Puchades, casi escondido Pasieguito y en segundo plano, esperando el rechace, Buqué, el preferido de mi abuelo.

Buqué era un jugador que tenía sus detractores. Y no es casual que muchos años después la frase “eres més lento que Buqué” mantuviera su sentido en el imaginario colectivo de Mestalla. Pero detractores a parte, Buqué era también un futbolista de toque, un artista, un mago del balón. Quizás por eso mi abuelo fue siempre su máximo defensor. Es posible que le recordara sus años de juventud en el teatro y quien sabe si estableciera nexos creativos entre ambos ámbitos. No lo sé. Esa, como tantas otras, es una de las conversaciones pendientes que nunca pude tener con él. El abuelo murió en 1964, con sólo 52 años, cuando yo ni siquiera estaba en camino. Mi primer pase en Mestalla fue su herencia. Sector 6 fila 7. Su yerno, mi padre, lo mantuvo 8 años a su nombre y sólo lo cambió cuando yo nací. Esta foto es el mejor testimonio que he encontrado para hacerle partícipe eterno de la larga vida de Mestalla. Entre bambalinas seguro que sonríe.


Rafael Lahuerta Yúfera
Socio del Valencia CF
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dimecres, 8 d’octubre del 2008

Con el debido respeto... señor Antón

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Hubo una época en la que se podía llegar a Mestalla desde lugares tan dispares como Monteolivete, la Cruz Cubierta o El Saler. Incluso en aquella época de la que hablo, Mestalla (entendida como un profundo y auténtico setimiento valencianista) estaba, en cierto modo, repartida por toda la ciudad, fundiéndose de modo natural e ingenuo con rincones prohibidos, cines que programaban películas de destape, voces discrepantes con el régimen y carreras delante de los grises. Para mí en esa época, coincidente con mi adolescencia y primera juventud, Mestalla estaba también en mi lugar de veraneo: El Saler. En este caso de un modo algo más real que imaginario. En las pretemporadas era habitual ver a los jugadores y cuerpo técnico evolucionar en el interior de la pinada del poblado de El Saler. Ermelo quedaba entonces tan lejos que ni siquiera era más que una entelequia y el Parador Nacional aún estaba haciendo su meritoriaje como centro de alto rendimiento. El paraje parecía de lo más adecuado, pues la cercanía al mar aliviaba, sobre todo en las primeras horas de la mañana, los rigores estivales y la hierba mezclada con la arena permitía que los músculos de nuestros jugadores se tonificaran convenientemente. Veraneaba en esos tiempos Manolo Mestre, junto a su familia, en los apartamentos Proval, a escasos 300 metros de donde yo residía, y era habitual verlo pasear de vez en cuando entre los pinos, así como era habitual ver a su hijo Manolo verbeneando y jugando partidillos que se organizaban entre las urbanizaciones. Más adelante llegó Marcel Domingo que, mientras entrenó al Valencia, residió en mi bloque de apartamentos y al cual saludábamos con marcial respeto cada vez que pasaba por delante de nuestra desidia estival. Casi simultáneamente desembarcó la familia Barona, cuyo patriarca José Barona había sido jugador del Mestalla y del Mallorca y que emparentaba por matrimonio con el gran Boro, portero del Gimnástico y del Levante. Su hijo Sergio, compañero de Fernando Gómez en las categorías inferiores del Valencia, se hizo gran amigo mío (aún lo es, que conste) y el fútbol y nuestro querido Valencia estaban siempre presentes en nuestras conversaciones. Pasaron unos pocos años (dos o tres, no más) y aparecieron en el horizonte Antón y Valdez. Se compraron unos coquetos bungalows en la urbanización Gavines I y III, con lo que verlos por allí pasó de ser excepcional a habitual. Esta presencia rubricó un creciente sentimiento de pertenencia y orgullo valencianista en mi persona. Kempes ya campeaba en Mestalla y fuera de ella. Pichichi, campeón del mundo, pichichi mundial, campeón de la Copa del Rey, de la Recopa, de la Supercopa de Europa… Valdez había sido mi preferido cuando empecé a ir a Mestalla, pero cayó cual ídolo pagano con la llegada de la K. De Keita primero, de Kempes, para siempre. Corría el año 1980, era verano, yo había acabado el COU, aprobado la selectividad, tenía claro que estudiaría matemáticas y el verano se extendía plácido ante mí, ofreciéndome un tiempo de total libertad. Con Sergio, recordad: el que jugaba en el Valencia con Fernando, y algunos amigos más de mi urbanización montamos un equipito para jugar en un campeonato que se organizó con el único objetivo de entretener los calores y el dolce far niente con lo que mejor se nos daba: jugar al fútbol. Cuando se supo que Valdez y Antón formarían parte del equipo de Gavines I y III estuvo claro que tendríamos muy pocas posibilidades de campeonar. A nosotros nos importaba poco. Se planificó una competición por eliminatorias, copera, en la que progresamos adecuadamente hasta enfrentarnos en semifinales contra Gavines 2, otro de los gallitos del torneo. En un vibrante y disputado partido logramos vencer y llegar a la final, donde nos esperaban Antón y Valdez. La liga de la temporada 1970-71 fue el primer título del Valencia del que fui consciente. Para ayudar a recordar aquella gesta aún tengo el álbum de esa temporada, el primero que coleccioné. Y saber que iba a enfrentarme a dos de los héroes de aquella liga no suponía más que un regalo enorme para mi filia valencianista. Tendría delante a Antón, el mismo hombre hirsuto y grande que ganó con su gol el partido frente al Sabadell y al fibroso y veloz Óscar Rubén Valdez Ferrero, zurdo cerrado (como yo), que marcaría dos de los tres goles del Valencia en la penúltima jornada, frente al Elche en Mestalla. Sergio y los otros amigos de mi equipo sabían, como yo, que era imposible ganar ese partido, pero decidimos jugar como sabíamos, ¿qué otra cosa podíamos hacer? El partido fue más disputado de lo que esperábamos. Nos sorprendimos nosotros mismos. Jugábamos con rapidez y precisión y el tanteo era ajustado. Ya no recuerdo con exactitud, pero podía ser un 2-2. Recuerdo que Pepe Císcar y Sergio marcaron y que en el centro del campo la lucha era cuerpo a cuerpo. Faltando poco para acabar, con el marcador ya en contra (perdimos por un gol tan solo) recibí el balón en la banda derecha y empecé a correr hacia la portería. En mi cabeza sólo cabía el gol como redención posible. Con el balón controlado levanté la vista buscando la meta rival; a pocos metros y avanzando a la misma velocidad de mi carrera pero en sentido contrario topé con Antón. Un coloso campeón de liga convertido en un valladar inexpugnable, que no lo fue. Con un desparpajo que rememoro cuando las piernas dejan de responderme en los partidillos que juego con mis alumnos adolescentes, le hice un túnel magistral al gran Antón. No recuerdo qué pasó después, seguramente algún defensa hizo una cobertura y debió arrebatarme el balón, pero lo que sí recuerdo es la voz de mi padre diciendo: “¿Pero qué haces? Te va a matar”. Antón fue un caballero. En los minutos que quedaban no fue a por mí. Salí vivito y coleando del campo con una sonrisa estampada en la boca. Al acabar nos dimos la mano con Antón y Valdez. Me sentí como un verdadero jugador de fútbol por primera y única vez en mi vida. Aquel partido y mi túnel a Antón se convirtieron en el mojón indispensable para evocar la primera liga del Valencia que vieron mis ojos. Quiero ahora, desde esta tribuna, y con el debido respeto, pedir perdón a Antón. Sólo mi juventud e irresponsabilidad me llevaron a probar en él una de las suertes futbolísticas más humillantes. Debieron pesar más entonces los laureles y la historia, pero al final eso poco importa cuando son los sueños los que espolean una carrera desesperada hacia el gol. Con el debido respeto…, señor Antón.

Francisco García
Socio del Valencia CF
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diumenge, 5 d’octubre del 2008

Un mosaico incompleto de la 82-83

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Yo le vi el culo a Kempes

Casi todo se ha escrito ya sobre la “intensa” temporada 1982-83 del VCF: Tres entrenadores, dos presidentes, varios miles de almohadillas como proyectiles cayendo sobre el césped, la deuda del club se dispara tras el Mundial, grandísimas noches europeas en Mestalla y por todo el continente, Soriano Aladrén en TVE…..Aún así, todas estas “minucias” quedan holgadamente ninguneadas por el trueno final…sí, la 82-83 es la temporada del gol de Tendillo.

No obstante, merece la pena recoger algunos retales, como jirones, de aquella época, que, a muchos, nos cambió la vida, de manera irreparable, tatuándonos en nuestro corazón una forma de ser, coronada por un murciélago sobre nuestro corazón.

20 de Septiembre 1982 Valencia 0 – Las Palmas 0

Hasta los más eruditos del lugar, deben, al menos por salud mental, haber borrado de su memoria semejante engendro. Desde luego, quien asoció el término “fútbol” a la palabra “espectáculo”, no pensaba precisamente en este acontecimiento histórico. Puedo apostar una moderada suma de dinero a que soy el único de los 35.000 espectadores allí presentes y que sigan con vida que recuerda a la perfección semejante partido. No, no es nada extraordinario, es sencillo: aquella soleada tarde, por primera vez en mi vida, con 6 años de edad, visitaba, por vez primera, el Estadio entonces llamado “Luis Casanova”…¡cómo olvidarlo!.

Recuerdo que lo que más me sorprendió, dado que estaba en Tribuna Central, es que no se escuchaban por ninguna parte los comentarios de los reporteros de televisión, en efecto, era como verlo por el UHF, pero sin voz.

Me chocó también el intenso olor a puro y a césped fresco. De hecho, el olor a puro siempre lo he asociado, desde entonces a Mestalla. Cuando mi tío nos visita en casa, o en una “boda-bautizo-comunión” es penetrar en mi nariz el humo de un puro y puedo cerrar los ojos y viajar a un Mestalla soleado… no “huele a puro”, yo digo “huele a Mestalla”.

Recuerdo al rival, amarillo-azul, la barba de Castellanos, el verde de Sempere, el golpe seco del balón, el murmullo de la afición…nunca lo olvidaré, ni puedo…ni quiero.

19 de Diciembre de 1982 Valencia 0 – Celta 1

Mi segunda o tercera visita a Mestalla.

Había quien decía que desde su frustrado traspaso a River, el Matador ya no era el mismo. Mirando su estadística en aquella temporada (13 Goles), las cifras no cierran el debate, no obstante, la comidilla general era que la etapa del más grande jugador del VCF de todos los tiempos estaba llegando a su fin. Por eso yo, un niño recién llegado al Templo, retenía en la retina cualquier gesto, cualquier detalle del astro argentino, como quien contempla algo mágico, histórico, universal…y caduco.

El balón queda suelto cerca del banquillo local, en banda izquierda de ataque valencianista, Mario Alberto Kempes lucha por la pelota con un defensa vigués. Kempes mete el cuerpo y estira la pierna para controlar el balón en un gesto famoso por su plasticidad y belleza, el jugador de rojo se abalanza sobre el argentino y voluntariamente le intenta frenar haciéndole falta agarrándole de la camiseta. Por desgracia (para el pudor general), no es la camiseta lo que el celtiña agarra, sino la pantaloneta del jugador valencianista, que se estira hasta el infinito y cae hasta bajo los muslos, mostrando o bien un calzoncillo blanco bien sudado o bien la ausencia del mismo.

Sonrío avergonzado, nuestros vecinos de grada hacen la burla lógica “Kempes… ¡Que se te ve el culo!”.

A Kempes, yo le vi el culo, tardé más en verle marcar un gol.
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El partido soñado.

23 de Enero de 1983 Valencia 1 – Osasuna 1

Nunca vi a Kempes marcar un gol en jugada, sólo el recuerdo vago de un gol de penalti en un 1 a 1 (deduzco pues la fecha desde las estadísticas) contra Osasuna y (tal vez) en la prórroga de penalties de años después contra el Sporting de Gijón, son mis únicos recuerdos del gran goleador.

Nunca vi lo que muchos vieron y disfrutaron. Me creo lo que me cuentan. Disfruto hoy al “Guaje” Villa como un guiño a la historia y al futuro.

26 de Febrero de 1983 Valencia 1 – At. Madrid 0

Si en mis 4 o 5 partidos en Mestalla había prendido mil detalles, en éste partido descubrí, por vez primera, la llamada “afición del Valencia”. Especie única, endemismo específico…simpático sujeto.

Nuestro vecino de localidad, hombre chaparro y gritón, pendenciero y “almohadillero”, de voz aguda y altisonante, pasó todo el partido haciendo burla de Castellanos. Aún recuerdo (no sé datar el acontecimiento) la mítica frase “hale, Sempereeee, ja te han colat otro supositorio”…. El bravo y barbudo centrocampista valencianista era hoy su diana.

Castellanos agarra el balón a distancia estratosférica, se perfila para el disparo. Raudo mi vecino se alza de su silla para pronunciar un chirriante: “Castellanos NOOOOOOOO….GOOOOOLLLL” y abrazarse con todo el que pasa por allí.

Asi nos hace el fútbol, del “noooooo” al “gooool” en cuestión de décimas de segundo.

Pese a la victoria, al acabar el partido, almohadilla a presidencia. “fueeeeraaaaa”. La almohadilla impacta, sorprendentemente en su objetivo. El presidente Tormo se gira indignado. Imposible localizar al agresor, se ha escabullido avergonzado…..Hasta el próximo partido.

2 de Marzo de 1983 Valencia 1 Anderlecht 2

No puedo asegurar que estuviera en Mestalla. Lo más probable es que no, sin embargo, como una imagen imborrable, me viene al recuerdo Adjutorio Serrat, vestido de la Senyera contra un equipo de morado con una gran “G” en la camiseta, la luz nocturna sobre el césped, el ambiente europeo que tardaría años en repetirse…¿estuve allí?, ahora creo que sí…imposible recordarlo….más difícil olvidarlo.

1 de Mayo de 1983 Valencia 1 – Real Madrid 0

No, aquel día no estuve en Mestalla. Mi recuerdo es el de mis hermanos y mis padres sonrientes al llegar a casa, donde les esperaba vestido con mi senyera. “¡Rápido, Estudio Estadio!”. Tendillo vuela (tenía 6 años, ¡a mi me lo parecía!) sobre el punto de penalti rival, la palomita d e Agustín es más plástica que efectiva. En casa se repiten los abrazos.

Emoción.

Parecía el final de una época, pero, desgraciadamente, sólo fue el principio…pero eso es otra historia.

AMUNT VALÈNCIA


Sergi Calvo
Socio del Valencia CF
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dijous, 2 d’octubre del 2008

Una banda sonora

·El que un podia o no podia fer als catorze o quinzes anys estava marcat per la festa de les Falles. Cada nou any implicava un progrés addicional en la llibertat lligat a la maduresa. Potser fóra l'any 1977. El carrer de Cadis, des de Trànsits i el Bar “La Pèrgola” fins a arribar a la Gran Via de Germanies, ja va tindre per sempre, amb aquella xica al meu costat, una banda sonora per a una primera eixida nocturna a vore el castell de focs artificials. Potser fóra la música de “Saturday night fever”, amb els Bee Gees i Tavares que vam vore d’estrena en el Cine Oeste el meu cosí Pepito Alonso i jo, perquè u, en el fons, no va tindre en casa la Col•lecció Austral de l'Editorial Espasa, la Deutsche Gramophon no es va adquirir per genètica sinó per hàbit, i durant alguns anys Albert Hammond, Fórmula V o Camilo Sesto guanyaven per golejada a la Nova Cançó. En aquells temps, quan acompanyava mon pare per les obres de Castellar, la Fonteta, el Tremolar o el Forn d'Alcedo, el que escoltàvem era “Música mientras trabaja”, en Radio Popular, amb els Piscis recordant les Virgos “en una tarde de domingo en la discoteca Bony de Torrente”, a Boney M amb “My Baker”, a Barry White i el so Filadèlfia, encara que pitjor haguera sigut decidir-se per Pablo Abraira, “Gavilán o Paloma”.

Potser aquell modest èxit, acostar-se fins al cine Júnior, i a pesar del terror, ser capaç d'agafar de la mà a una xica, va tindre a vore amb la decisió de comprar el paquet complet de les tres entrades del Trofeu Taronja, quedar-me a València i esperar que aquell detall de qualitat fallera em proporcionara algun èxit en les meues aproximacions femenines. Secretament vaig reservar per al segon partit, el que enfrontaria als equips invitats, la possibilitat d'absentar-me cas d'aconseguir alguna eixida emocionalment productiva.

Com el València vaig sestejar durant aquells quatre mesos i vaig acabar la temporada escolar sense cap indici de color. Aquella primera eixida estiuenca, disposar de les claus de casa i quedar-me sol a València es va saldar amb el fracàs. Mentres els meus pares i els meus germans estaven a Monserrat em vaig engolir els tres partits del Trofeu Taronja, els tres entrepans abans de començar el partit, les tres anades i tornades a Mestalla, sense cap oferta de partit sentimental. Per això, quan els estetes del futbol lamenten determinades temporades, em recorde d'aquell segon partit estúpid del Trofeu Taronja, en el que vaig aprendre que en el meu cas l'èxit sentimental vindria per la casualitat i no per complicats treballs lligats a l'estratègia o l’astúcia, i en els que em vaig iniciar sense remei a la rutina i a la resignació. Res podia passar en un partit Borussia Möenchengladbach-Vitoria de Setúbal d'un diumenge del mes d'agost de 1977. No va haver banda sonora més enllà de la salmòdia de la propaganda en la megafonia i dels pollastres de Casa Cesáreo: “Después de este partido, merendará, cenará, o tomará un estupendo resopón en Casa Barrachina”. Tot es va reduir simplement a triar un trajecte per a l'immens cansament de la tornada, i aquell va ser per Cardenal Benlloch, Eduardo Boscá, Peris Valero i Carrera de Sant Lluís: el retorn solitari amb la por a ser atracat en la ciutat buida, en els llavis un nom desgastat, la convicció que encara haurien de passar molts anys, moltes corbates nugades, centenars de trajectes en aquell autobús circular de les grans vies, quatre vegades vint, per a meréixer les mirades, eixes que presidirien el retorn dels llavis amables, l'assumpció dels rostres, la paraula que serviria per a acostar les mirades, el sabor de la nostàlgia que tindria per sempre el gust dels cigarrets llavors innocents, el pressentiment que hi hauria un dia, amb vesprades dolces, paraules inventades, nous blaus en un cel que de sobte voríem tendre, amb el cor eixamplat, i la brisa agitaria les banderes, i esta vegada sí que hi hauria banda sonora, sense motiu definit i sense raons per a justificar una alegria íntima i recuperada.

Ho recordava trenta-un anys després, en el partit contra el Saragossa. Parafrasejant a aquell altre, darrere de cada símbol, de cada himne, bandera o peluca taronja pot haver un signe d'humiliació i barbàrie, o un signe de civilització, un detall d'emocionada i íntima alegria. Aquell dia, una vegada guanyat el partit i mentres tot el món fugia molt de pressa, li vaig dir al meu fill que ens quedàrem per a disfrutar uns moments en silenci de Mestalla: les banderes, els programes de mà, restes de la batalla, els tècnics lluitant amb els cables, els somriures i els núvols en el cel. Vam poder dir com Josep Pla quan va acudir a la Conferència dels aliats en San Remo en els anys 20. Va visitar el cap de premsa del ministre d'Assumptes Exteriors de França, va escoltar desenes d'explicacions de política exterior, de diplomàcia contumaç i experts discursos estratègics. I va titular la seua primera crònica com a corresponsal: “El cielo de San Remo es demasiado azul”. Després d'aquell 1 a 0, Mestalla olia a pits adolescents en una “verbena” de barri en falles. I la banda sonora tornà a ser, potser com en 1977, una cançó de Chicago, “If you leave me now”.


Miquel Nadal
Soci del València CF
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