LA BOUTIQUE. 1968.
Un joven matrimonio (Carmen y Ricardo) sufre una crisis de pareja. La madre de Carmen, sin decírselo a ella, se inventa una enfermedad mortal sobre su hija que únicamente comenta a Ricardo, con la intención de que todo cambie a mejor. A Ricardo se le ocurre montar una boutique para que Carmen sea feliz lo que le queda de vida. Sin embargo ella, perfectamente sana, comienza un romance con el decorador y la relación matrimonial, en lugar de ir a mejor, empeora considerablemente. Ricardo, desairado, le comenta a Carmen lo de su enfermedad mortal pero acaba por enterarse que no es verdad y plantea vengarse.
En la relación donde se suponía amor, fidelidad y respeto, nos encontramos un submundo de engaños sobre engaños, intereses ocultos, entramados turbios y favores para distorsionar la realidad.
Nada ni nadie es lo que parece.
De nuevo algunas de las características y justificaciones de Meriton, empezando por lo de argumentar que como el club estaba enfermo de muerte y ellos lo han salvado, ya vale todo, cualquier acción que hagan está más que justificada sin tener que dar explicaciones al respecto, sin nada que cuestionar, únicamente que agradecer.
Fichajes a modo de distracción, como en La Boutique, cuando los intereses son otros y no meramente deportivos. Compras y ventas de jugadores a precios fuera de mercado, traspasos y generación de comisiones El club como concesionario, como boutique de jugadores, en la que el Valencia siempre es el medio y no el fin.
En un principio la película iba a ser titulada “Las pirañas”, nombre cuya identificación con los gestores de Meriton guardaría una semblanza mucho más explícita, pero los productores denegaron el deseo de Berlanga imponiendo el suyo, que para eso pagaban.
La película tuvo serios problemas de producción y no contó con los actores que Berlanga quería. Además, sin ninguna explicación que aportara algún plus a la misma, se rodó en Argentina.
Como en la época de Marcelino, con precedentes suficientes para comprobar que el proyecto funcionaba y que lo inteligente hubiera sido aceptar algunas de sus reivindicaciones para seguir alargando el ciclo exitoso y con recorrido, Berlanga consideraba que el guión estaba muy por encima de la película, muy condicionada por la serie de restricciones impuestas por el productor, Cesáreo González, con el que acababa de firmar un contrato de tres años.
A modo de ejemplo, cuando iban a rodar la secuencia del Rally, al llegar al set se encontraron con que no habían coches ni conductores, por lo que tuvieron que utilizar los propios vehículos del equipo de rodaje. Tuvieron que pintar números con los que adornar los coches e incluso como bandera de salida utilizaron una camiseta de un miembro del equipo de rodaje. Si por lo menos hubiera estado por allí nuestro querido Cañete, en su faceta de conductor de rally, hubiera podido aportar realismo a la inesperada situación.
En otra escena de la película, cuando el marido cree que su mujer está mortalmente enferma, mientras se encuentra tumbado en la playa y sin que ella lo vea, escribe en la arena: “Carmen 1943-196…”
Ojalá la amenaza real de muerte en la que actualmente se encuentra nuestro Valencia mientras esté en manos de Meriton no se consume y no tengamos que leer en la arena de la playa de la Patacona, donde viven por todo lo alto algunos de sus actuales gestores, aficionados al sol y a los gintonics:
“Valencia 1919-202…”
@MESTALLIDOS (Desde el tendido 7 de Mestalla, aspirante a secundario de Berlanga).
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