La afirmación que encabeza este texto no pretende ningún ejercicio de empatía con quienes se valieron de mentiras, argucias e incluso dinero del propio VCF (esos portugueses comprados en su propia tienda a precios fuera de mercado) para poner nuestro club a su merced; despojarlo de su esencia competitiva, “la voluntad de querer llegar”; y convertirlo en un fondo de inversión revestido de marketing de cartón piedra para incautos. Con Peter Lim y sus cooperadores necesarios solo cabe relacionarnos desde la confrontación. Por supuesto, tampoco se enmarcan estas líneas en el argumentario del autoodio local, ese que revictimiza a los valencianistas para tolerar y justificar sistemáticamente el memorial de agravios cometido por Meriton.
Efectivamente, Meriton es un modelo de éxito porque, a la hora de ponderar los intereses de esta empresa pantalla que controla el VCF, hemos de sacar de la ecuación el bien de nuestro club (la importancia que Lim concede a su reputación en las sociedades democráticas también está descontada). Toda posibilidad de orteguiana conllevancia ante su inadaptada y soberbia presencia fue dinamitada mediante la liquidación de cualquier atisbo de proyecto social y deportivo a la altura de la historia de la entidad. A Peter Lim se le ha dicho, por activa y por pasiva, que no se le quiere mangoneando la institución. No obstante, insiste en hacer oídos sordos y persistir parasitándola. Si la gestión extractiva del club no le reportara beneficios continuados, el especulador asiático no tendría excesivos inconvenientes en desprenderse de la pieza.
Por lo tanto, llegamos a dos conclusiones harto sencillas. En primer lugar, la consideración de que la continuidad de Lim es indefectiblemente perniciosa para el club debería conllevar que cada valencianista que se preciara de serlo aportara, en la medida de sus posibilidades, su cuota de desgaste de la posición del sátrapa (y de sus colaboradores -no los olvidemos- indispensables para facilitarle interlocución y sostén sociales). En segundo lugar, si hemos convenido que Lim es perjudicial para el VCF, ¿por qué el silogismo de la contribución unánime del valencianismo a la exclusión del singapurés y de los suyos (de aquí y de allá) se rompe? Spoiler: Peter Lim no puede lograrlo solo.
En buena lógica, todo valencianista debería estar contribuyendo alícuotamente a erosionar la posición de Lim y los suyos; pero, como comprobaréis, hay demasiada gente trabajando a sueldo o por gratificaciones para que este escenario fracase. Y, una vez la maquinaria de los subvencionados (suficientemente extensa para, valiéndose de elementos tóxicos enquistados en puestos estratégicos, emponzoñar el entorno) se pone a rodar, es cuestión de tiempo que una gran parte de la masa reproduzca sus relatos antivalencianistas incluso de forma inconsciente.
¿Queréis descubrir cómo funciona esta trama de cinismo corresponsable de la destrucción a plazos del VCF, esta ceremonia de la confusión inducida? Vamos a explicarlo citando a uno de quienes mejor explicaron su esencia. Me refiero a Borja Sanjuán en La Pechina, poco antes de elecciones y a, aproximadamente, un año de poner el lacito a la extremaunción de Mestalla, por inconfesables intereses orgánicos y mediante la compra oportunista al Partido Popular de su deep fake de la barra libre a Lim del 3 de agosto de 2024. Decía, más o menos, Borja que un fondo buitre se caracterizaba por aguardar a que la parte con la que “negociaba” unos activos estuviera con la guardia baja para poder imponerle unas condiciones draconianas. En resumidas cuentas, que los fondos buitre como Lim, cosa que ya nos han demostrado sobradamente, juegan con la desesperación de sus interlocutores.
Profundicemos en este repaso de los participantes en la división artificial del valencianismo, monitorizada de arriba abajo para que todo siga atado y bien atado para Lim y sus chupópteros asiáticos, portugueses y valencianos. Descubriréis, además, que al fondo buitre le sale muy barata la operación. Bastante más económica que cualquier fichaje o cesión mediante los que Meriton empobrece, temporada tras temporada, la plantilla de un VCF descapitalizado a propósito y que, una vez perdida la categoría (Santi Cañizares dixit), malvive usualmente cerca del descenso a 2ª División. No son opiniones, son hechos.
¿Cuáles serán, por consiguiente, sus umbrales de desesperación y dignidad para estar obrando contra los intereses del VCF? No es necesario aportar nombres (tampoco de las honrosas excepciones), puesto que los protagonistas resultan fácilmente reconocibles mediante estas descripciones de sus actos. Por sus hechos los conoceréis. Vamos por partes y de mayor a menor:
Amadeo Salvo y Aurelio Martínez: La génesis de esta estafa piramidal. ¿Por qué lo hicieron? Como resulta notorio que por un amor al Valencia y a Valencia fundamentado en alguna suerte de bonhomía no fue y se les presupone un conocimiento amplio del mundo empresarial, dejamos las conclusiones para el lector avezado.
Políticos mediocres: Una clase política, en el peor sentido del concepto, para la que los valencianos somos sistemáticamente moneda de cambio en el marco de los conflictos económicos y culturales entre Madrid y Cataluña. Con una autoestima valenciana reducida al topicazo (de Ribó a Catalá y de Puig a Mazón), se especializa en distorsionar y confundir la voluntad expresada por sus ciudadanos con la de sus intereses partidistas y grupos empresariales afines. El corto plazo, la coenta foto de cortacintas, los másteres en dar largas y el eslogan de todo a 1 euro son sus divisas. Como demostraron en el proceso de venta, les da igual lo que le pase al VCF y desoyen, desde el desprecio snob e incluso el antagonismo de corte granota, las reivindicaciones de los valencianistas. Su nivel de competencia y moralidad ha quedado manifiestamente testado antes, durante y después del acontecimiento histórico más relevante para los valencianos del siglo XXI. No hay más preguntas, señoría…
Patrones gorrones: No confundir con los patronos de la Fundación VCF, culpables de 2014. Otros culpables, ya en pleno 2024, son los dirigentes patronales de clubes, federaciones, empresarios y hosteleros. Anteponen sus intereses corporativos cortoplacistas sobre los del VCF sin ningún miramiento. Hablan, con una jeta que no cabe en el Mestalla que sueñan con demoler, en nombre de la afición, de la ciudad… Lo hacen con una premeditada hipocresía por bandera, pues son perfectamente sabedores de la situación por la que atraviesa la entidad y pasan por encima de ella alegremente, aprovechando su cuota de micrófono para seguir echando paladas de cal viva sobre la institución.
Directivos y empleados, bien pagados: El Meriton de aquí. Conocen mejor que nadie el vaciado del club que Lim está perpetrando. Los primeros son el cinturón de hierro de Meriton. De la fidelidad de esta primera línea y la pericia de sus abogados depende la continuidad del sátrapa. Los segundos también tienen constancia de estar colaborando eficazmente con el sostenimiento del régimen (en especial, el vigoréxico comisariado político dedicado a la represión de la disidencia). Sin embargo, ¿cómo y por qué salir a buscar un trabajo digno y con una retribución homologable cuando se sobrepasan los cuarenta o cincuenta?
Entrenadores devaluados: El entrenador es la piedra angular de la estafa que para el valencianista supone el contramodelo deportivo de Meriton. Desde la destitución de Marcelino, el entrenador del VCF conoce claramente cuáles son sus funciones. Por una parte, contribuir a la maquinaria de blanqueamiento e ilusionismo de la organización pamtalla. Por otra, y esto ha sido perfeccionado mediante aprendizaje correctivo, ejercer de escudo humano para la desactivación de protestas contra la gestión. Por consiguiente, solo técnicos que necesiten, a toda costa, entrenar al VCF para relanzar su carrera (ergo, sin méritos acreditados para merecer, en condiciones normales, ocupar este banquillo) van a prestarse a aceptar unas instrucciones que nada tienen que ver con los códigos del oficio y los posicionan indisimuladamente como arietes contra la afición.
Exfutbolistas oportunistas: Pese a que a la profesión de jugador de fútbol se le suponen unos ingresos suficientes para garantizar un sostén económico futuro, no todos los integrantes de este gremio se han administrado con una mínima solvencia. Aprovecharse de la vinculación pasada para obtener dinero del club y monetizar su enorme influencia en la sociedad es, por tanto, una oportunidad que numerosos exfutbolistas, aunque les toque dar la cara por el proyecto que está hundiendo al VCF, no están dispuestos a dejar pasar. Sea para su propio beneficio o desviar fondos para sus antiguos compañeros, la empresa pantalla que controla el club en ningún caso les da ese dinero a un coste cero para su reputación. Los exfutbolistas (a los cuales Meriton quiere que llames leyendas para ahondar en la fatídica brecha entre los que siempre cobraron del club y tú, valencianista, que siempre te dejaste los cuartos por el VCF) son pieza codiciada para Peter Lim y sus mejores hombres. Tengamos en cuenta que, para determinados aficionados que se mueven por idolatrías, los exjugadores operan como una especie de generales de ejército. Si se pronunciaran favorablemente ante una manifestación de los valencianistas de base, propiciarían un enorme efecto llamada. Sin ir más lejos, en Inglaterra, la cuna del fútbol, los periodistas que estaban al tanto de la situación del VCF no daban crédito a que la lucha por la liberación de la entidad no contara con el apoyo de sus exfutbolistas más laureados.
Periodistas de deontología distraída: No cabe duda de que el oficio de periodista se ha precarizado durante las últimas tres décadas. Si bien la digitalización de los medios ha comportado una evidente democratización en el acceso a la (des)información, la caída de los ingresos más seguros, la reducción de plantillas, la urgencia en la redacción de contenidos, la concentración editorial y la dificultad para discriminar los datos verídicos son solo algunos de los reversos perversos de este escenario. Ante tal reto, ¿es posible que fenómenos como la publicidad institucional a cambio de prebendas, las filtraciones dictadas o las campañas de desinformación contratadas contra el valencianismo de base (100 000 euros por encargarse de Libertad…) hayan adquirido más peso en las líneas editoriales del frágil ecosistema mediático valencianista que virtudes como el talento, la honestidad y las ganas de trabajar? The answer is blowing in the wind…
Aficionados privilegiados: No es extraño que, en grupos sociales dedicados al ocio, medren sujetos que persiguen conseguir beneficios a costa de una pasión colectiva. El valencianismo no supone, en este aspecto, una excepción. Hay aficionados que, por privilegios (entradas, preferencias, aprovechamiento de inmuebles, acceso a recursos de la entidad… Nada que le saque a uno de pobre, pero, por alguna razón relacionada con un cuestionable orden de valores y prioridades, les compensa) o protagonismo, se prestan a dar cobertura, por acción u omisión, a una gestión que ha acreditado sobradamente su antivalencianismo. Por una parte, hemos esgrimido los motivos que les empujan a esta traición. Por otra, es evidente no los cooptan debido a que les aporten un dechado de virtudes. Simplemente, su concurso resulta imprescindible a la hora de sostener la ficción de que existen aficionados que están a favor de Meriton o a quienes, simplemente, no les molestan Lim y sus secuaces. De este modo, se prefabrica, alimentando unos chiringuitos exiguos, pasivos y que solo se representan a sí mismos, una falsaria imagen de división de la afición valencianista. Su mediación resulta clave en el proceso de sustitución del hincha tradicional (minorizado por el nada inocente aluvión de turistas, enchufados, gorrones y fans) que ya acreditamos en el artículo de este blog titulado Mestalla lleno, con Meriton = espejismo.
Este último, el de los aficionados, es, como podéis imaginar, el eslabón más débil de la cadena. Se trata del más vulnerable ante este entramado de comportamientos espurios. Es, asimismo, el que más sufre por esta situación. Por eso, todos los agentes arriba mencionados se han encargado corresponsablemente de manipular los elementos de juicio de los seguidores para que estos últimos no osen poner en cuestión las migajas con las que Meriton sigue premiando su inestimable contribución al mantenimiento del status quo: Un VCF capado aposta para servir a intereses ajenos a su naturaleza. La responsabilidad, como en el proceso de venta, se comparte entre muchos para que al aficionado le resulte más complicado apuntar certeramente contra los culpables del saqueo de la entidad.
Después de presentar pormenorizadamente cómo funciona este poderoso aparato de domesticación del valencianismo para imponer unos intereses antagónicos a la entidad (no en vano, invierten más en él que en reforzar la plantilla, lo cual demuestra que las protestas SÍ importan), podemos concluir que Meriton va a seguir siendo, mientras fagocita y jibariza al VCF, un caso de éxito. Lo será mientras un juez no desaloje del club a este organismo hematófago. Y, entretanto, conseguirá subsistir gracias a la red de estómagos agradecidos desgranada, la cual continuará velando por desactivar el potencial de movilización masiva del valencianismo. Lo hará hasta que quienes les distribuyen los incentivos colectivos y selectivos emprendan su huida desordenada.
El colapso del club, por supuesto, no invalidará el éxito de Peter Lim en Valencia, sino que representará el letal estadio final de su faceta de endoparásito. Las clasificaciones históricas de la Liga, al contrario que Meriton y su gente, no mienten. Las cuentas, tampoco. Mientras tanto, si os lanzan a la cabeza leyes mercantiles con el fin de convenceros de que no se puede hacer nada para revertir la situación del club, no olvidéis que, para venderlo sin garantías o apañarle beneficios urbanísticos a Meriton, sí se retuercen las normativas y voluntades que correspondan.
Ante la ignominia relatada, solo queda recordar que la lucha por la liberación del VCF es un horizonte moral. Por muy difíciles que nos pongan las cosas los de las categorías citadas arriba, no nos apearemos mientras mantengamos un mínimo de fuerzas y organización. Nuestros cerebros y corazones no están en venta. Y nuestro valencianismo militante no nos permite seguir, ni impasibles ni acríticamente, la destrucción por capítulos del VCF. Amunt VCF y Lim go home.
Simón Alegre (socio 4248)
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