dilluns, 4 de març del 2019

DE BORGES. EL OLVIDO Y SER VALENCIANISTA



Decía Borges que somos nuestra memoria, un museo de formas inconstantes añadía, y estos días en que por duras circunstancias personales me aterra la idea del olvido viene a mí desde Huelva un bote que aunque no sea salvavidas al menos me ha devuelto a la actualidad valencianista para que no me ahogue en mis penas. 

Es cierto que muchos de nosotros desconocemos la razón por la que somos valencianistas. A mí no me introdujo en esta pasión mi padre, ningún familiar ni amigo. Pero es casi imposible encontrar a alguien que no cuide de ese museo personal de formas inconstantes que son los recuerdos que el Valencia C.F. nos ha dado para hacernos lo que somos. 

De los inicios de mi museo conservo controles hipnóticos de Fernando, arrancadas de locomotora transiberiana de Penev y anticipaciones de mariscal de Arias. 

También en aquel museo conservo un 7-0 llegado de tierras germanas una tarde de jueves y el sonido del teléfono de góndola de casa de mis padres que anticipó a la voz de un compañero de EGB que quería reírse un rato a mi costa, porque saben ustedes que Borges no dijo que ese museo estuviera lleno solo de cosas agradables. 

También en mi museo está el sueño que vivimos aquella temporada que casi somos campeones de Liga representado por una imagen que todavía acude a mí si cierro los ojos. Un joven Mijatovic tras anotar gol en el Vicente Calderón andaba como si fuera nuestro mesías hacia el árbitro apoyándose de un mástil de bandera que le arrojaron desde la grada. Y a punto estuvo de serlo. Y lo habría sido de haberse quedado. 

No es necesario explicar los lloros, la impotencia, rabia y odio que sentí con su marcha. 

Pero es que mi valencianismo es mi memoria y ese museo tiene sensaciones de todo tipo. 

Lo tuvo todo a su favor, porque si te dirige desde el banquillo Luis Aragonés todo es más fácil. Y es que lo mejor que le dio el sabio al valencianismo no fue un subcampeonato o unas cuantas victorias, al igual que lo mejor que puede darte tu padre no son cosas materiales. Luis Aragonés nos regaló lecciones de las que no se estudian, como un padre, como mi padre ha estado enseñándome toda la vida de la forma más dulce. Con el ejemplo. 

Para mi el Valencia C.F. es eso. Un lugar de memoria y ejemplo. Un museo de recuerdos que nos enseña como lo hizo aquella noche en París donde no pudimos levantar una copa para la que hicimos todos los méritos menos el último. O aquella otra noche en Milán donde hicimos hasta el último y aun así no la levantamos. O en aquella copa que no celebramos porque no había cuerpo para ello. O la otra que perdimos en quince minutos tras el aguacero. O en aquellos cuartos en que Rodrigo marcó gol en el descuento y lo celebramos como si hubiéramos ganado el trofeo. Con la valentía de quién sabe que detrás hay mucha gente, muchas historias y muchos mitos. Con la valentía que da saber que mi padre se sentaba a mi lado cuando yo era un crio para que le explicara, yo a él, de qué color jugaba el Valencia, como se llamaba ese delantero bajito o ese defensa que ceceaba. Con la valentía que da saber que un chaval de mi misma edad por entonces andaba por las calles de Huelva con la camiseta de nuestro Valencia. 

El valencianismo son recuerdos, buenos y malos, pero siempre enseñanza. Ser valencianista es abrazar a un desconocido cuando un semáforo se pone en ambar porque así decidimos celebrar la copa de Sevilla. 

Ser valencianista es no olvidarnos de los nuestros, de los que son y siempre lo serán pero también de los que lo fueron aunque decidieran irse. Porque el Valencia C.F. es el museo de nuestra memoria. Porque nunca vi jugar a Waldo y sin embargo lo admiro. 

Porque el olvido solo podemos combatirlo entre todos, con la memoria de lo que somos, con el ejemplo que nos dejaron. 

En estos días difíciles cuando comienza una cuenta atrás sádica y yo me aferro a los recuerdos de mi padre comienzo a entender que somos memoria y recuerdo y ejemplo.

@cordevalenciacf