dissabte, 9 d’agost del 2008

La mística es el matiz

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“Vivimos en un país metafísico pero nadie se da cuenta”
César Simón

Habrá que decirlo cuanto antes. Este es un blog que aspira a inventariar la mística del VCF desde la mirada lateral del matiz. Más allá del palmarés, la gloria o la estadística, el objetivo del viaje es saciar la botella del matiz: hacer apología de lo residual. No hay ninguna bandera que enarbolar y mucho menos la de la superioridad moral. La moral en el fútbol murió con la cansina sentencia de Camus. Lo que queda es un paisaje enfermo, en manos enfermas, escriturado por tipos enfermos: nosotros mismos.

Como dijo Arcadi Espada en el colegio Peset Aleixandre (marzo 2003), entre el fútbol o la vida hemos optado por la literatura, que es el único territorio donde la pereza opaca del fantasear encuentra cabida. Lo que intentamos a duras penas es preservar por escrito la emoción de Mestalla al margen de lo evidente. Lo evidente ya está en los libros, en las hemerotecas, en las vitrinas. Por contra, el inventario de matices corre el riesgo de perderse. Y es ahí donde algunos queremos centrar nuestros esfuerzos. Ya no soñamos con glorias futuras pero si mantenemos vivo el caudal energético de las metáforas. Es una forma de ofrecerle al valencianismo cuotas de realidad subterráneas, tangibles tan sólo desde la paradoja fluvial de la acequia invisible que nos acoge.

En la tradición ágrafa del valencianismo las palabras siempre caen del lado de la demagogia. Y ya es sintomático si valoramos que este fue un club fundado por un catedrático de literatura, don César Augusto Milego. Si nos apoyáramos en la locuacidad etílica de Vila-Matas acabaríamos descubriendo un eje del No de dimensiones amargas. El VCF es el club Bartleby por excelencia. Se niega a escribirse. Como el No escritor triestino Bobi Bazlen, acumula notas a pie de página que nunca ven la luz. No es extraño que la bandera fundacional del club se perdiera por negligencia ni que la mayoría de títulos, banderines y documentos acumulados durante 90 años permanezcan arrinconados en oscuras dependencias cubiertas de polvo y escrementos de ratas.

Somos un club de metafísica subterránea, como si la acequia de Mestalla cumpliera la doble potestad de ser fuente de vida y cementerio de ideas. Algo sucede bajo tierra que no vemos. La fluvialidad oculta es siempre un misterio mayor e insondable. Lo fácil es sucumbir entonces al discurso grandilocuente y sonoro de la fanfarronería. Y la lista es larga: Ramos Costa, Roig, Soler, Villalonga. La extrañeza del VCF es su capacidad para atravesar la historia cosido al No discurso o sorteando el influjo de la perversión ideológica.

Sin duda, hemos llegado hasta aquí gracias al impulso feroz de muchos pero hemos llegado mudos, por inercia, sosteniéndonos en el alambre del amor anónimo de un montón de hombres buenos que legaron una pasión sin palabras. Por el camino, este club tan querido se ha ido dejando el poder del lenguaje, esa membrana etérea y voluble que sin embargo engendra el material atómico de las lealtades que no exigen nada a cambio. Lealtades anónimas y sinceras que son ya un patrimonio del pasado. El club es ya una entelequia cosificada por la histeria y el síndrome del nuevo rico sin posibles. Un ente institucionalizado y deshumanizado, corroído por la miseria moral de los políticos y sus mercachifles. No nos engañemos. El VCF ya no existe. Queda lo poco que queda de Mestalla. Y la difusa sensación de todo aquello que hemos sido gracias a las vivencias acumuladas entre sus cuatro paredes. Es mucho, muchísimo. Y los que participamos aquí intuimos que merece la pena mostrar la otra cara de ese Valencia en vías de extinción. En realidad, ese legado basta para colmar una vida. Encierra, finalmente, el mayor de los misterios: todo es mentira pero hay que saber contarlo como si fuera verdad y cada domingo en Mestalla el mito volviera a volar.


Rafa Lahuerta Yúfera
Socio del Valencia CF
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1 comentari:

kawligas ha dit...

Es un texto magnífico y muy afinado. Por ahí discurren los males, malísimos de nuestro club. Y detalles (no nimios) como el de la bandera fundacional son la guinda de un pastel que se desmorona por su incapcidad de ser. El intento de apuntalar la memoria y la mística desde el blog son actos de justicia y autenticidad. Tan necesarios.