dijous, 22 de març del 2012

Nacidos el 18 de marzo

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¿Tiene sentido forzar que te cuadren las estadísticas o las efemérides?

Constituye un afán recurrente, confiere impostada seguridad a nuestros análisis.

Estamos acostumbrados a que nuestro club se rebele sistemáticamente contra los pronósticos fiables. Siguiendo a Hornby, lo hemos llegado a considerar la mejor escuela de vida, pues nos enseña metafóricamente a asumir conceptos indispensables como la victoria, la derrota y esa gama intermedia de grises que contumazmente tendemos a soslayar. No hay nada más auténtico para nosotros que el Valencia y su maravillosa imperfección. Rico entre los pobres, pobre entre los ricos.

La historia quiso una fecha: 18 de marzo de 1919. En el mismo día de 1932 se fundó el Real Zaragoza. No ha lugar la doble militancia. Sin embargo, el aplazado ocaso de Mestalla invita al homenaje de despedida.

Nuestro estadio y el Real Zaragoza forman parte de mi educación sentimental. Se encuentran entrelazados en mi infancia valencianista por la fuerza del terruño paterno. Mi vivencia valencianista difiere, por edípica, de la conexión generacional del pueblo de Mestalla. Tuve que emanciparme para experimentarla a mi manera, muy lejos de la inhibición de la que no puede desligarse el tardío converso. Pero a mi padre siempre le tendré que agradecer que no coartara mi ímpetu.

Algunas de las primeras tardes en Mestalla tuvieron al Zaragoza como interlocutor necesario. Primeros noventa, tres cuartos de entrada de los de antes, camisetas ahora llamadas retro, Balay y Mediterrània, diáspora aragonesa en el graderío y mazazo a cargo de los Higuera, Gay o Pardeza. Con la asistencia a aquellos partidos mi padre mataba varios pájaros de un tiro. Saciaba mi ansiedad valencianista, se reencontraba con sus raíces y satisfacía su pedigrí futbolero como espectador. Pontificaba, con razón, que los equipos que vestían de blanco eran los que mejor juego practicaban: Valencia, Sevilla, Zaragoza, Real Madrid... De un tiempo en el que las estridencias estéticas no distorsionaban unas señas de identidad que parecían inalterables. Tal vez mi padre identificara aquel blanco inmaculado con esa ordenada escala de valores que parcialmente compartimos y por eso le contrarió que a la conclusión de uno de esos encuentros me emperrara en que me comprara la única bufanda del VCF confeccionada con tela negra. Ahora entiendo sus reservas, pero también mi pulsión. Aquel ensayo de transgresión marcaba el tránsito hacia la adolescencia y el toma y daca de errores y aprendizajes en el que sigo inmerso. También, por supuesto, en Mestalla.

Y el Zaragoza siguió muy presente en nuestros avatares. Frustrando nuestra enésima ilusión copera en 1993, con la felicidad casi plena de aquella remontada en la jornada previa a la final de París o alumbrando símbolos del valencianismo como la paja de Gayolo (icono de nuestra Generación X) o la peluca triunfalista de Ortí. Muy atrás quedaba la actuación de infausto recuerdo del portugués Campos en el Camp Nou, segando nuestra tiranía en la naciente Copa de Ferias.

No nos privamos tampoco de recorrer el camino inverso y visitar la avejentada Romareda, con aquellos operarios con gorra de plato, su orgullosa afición, las malas pulgas de sus policías y aquellas paradas previas de la turba en El Milagro turolense.

Allí se vivieron tardes pascueras y soleadas que preludiaron nuestros últimos títulos ligueros, en un estado cercano al éxtasis, pero también otras noches en las que el Zaragoza nos jugó de poder a poder, el cierzo calaba hasta los huesos y uno tenía la sensación de que el ambiente desprendía una hombría y una competencia de las que carece la actual Liga. Autenticidad, al fin y al cabo.

Al final, sorteando la inestabilidad que jalona nuestra trayectoria, hemos ensayado el ejercicio de convertir el frío campo de las estadísticas y efemérides en un hilo sentimental, una manera tan válida como otra para un valencianista de vencer al desencanto, aplacar el resultadismo y tratar de infundir entusiasmo a nuestros correligionarios más pesimistas.

La coyuntura eutanásica del Mestalla físico (en lo esencial nunca dejaremos que muera) me ha animado a tributar este relato de homenaje al Zaragoza, uno de nuestros secundarios de lujo. Otro bronco y copero por excelencia. Nosotros, La Delantera Eléctrica; ellos, Los Magníficos. Un club joven como el nuestro y que también se sabe frontera entre poderosos y humildes.

Ellos nunca olvidarán que en Mestalla empezaron a forjar la leyenda de su hito más excelso, la Recopa de 1995. Yo también estuve allí y me apenaría que la del miércoles sea la última visita del Zaragoza a nuestro estadio. Más me ha entristecido el gélido e impersonal ambiente que envolvió el partido, así que valga este texto como modesta contribución crítica al modelo de gestión del fútbol que está llevando al Zaragoza al borde del precipicio y a parte de nuestra parroquia a la atonía más alienante.

La zaragozana Eva Amaral lo cantó con tino: Vimos tiempos crueles, o a mí me lo parece, vivimos esperando otro golpe de suerte.

Yo añado, Zaragoza y Valencia no se rinden. Per Sempre Mestalla!


Simón Alegre
Socio del Valencia CF
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5 comentaris:

Anònim ha dit...

Gran texto.

BT

Anònim ha dit...

No sabía de la coincidencia en las fechas de fundación.

Leo el nombre de Paquete Higuera y me entran los sudores de la muerte...

Un saludo
Jose Miguel Lavarías

Anònim ha dit...

Podríamos resumirlo como "Cualquier tiempo pasaso fue mejor", pero lo que realmente cambia somos nosotros, la percepción y/o prioridades que cambian durante nuestra vida.

Por cierto, que equipo más aseado tenía el R.Zaragoza a principio de los 90, y como nos tenían tomada la medida.

El gélido e impersonal ambiente del partido... se dan muchas circunstancias, en contra del club, sujerir e incitar que podemos pelear por la Liga, dar por hecho el tercer puesto 30 jornadas antes de que acabe la Liga; en contra del equipo, se puede ser tercero con un poco de brillantez, la terrible desconexión de la grada (salvo los de siempre), a poco que el equipo se implique, la afición lo agradece...

Igual hace falta una renovación de nuevas ordas de aficionados, en vez de un cambio en la dirección del equipo, no se...

Aunque el partido contra el Real Zaragoza, sí que es cierto que fue más falta de acierto que mal juego.

La pañolada fue sin pedir la cabeza del entrenador, por lo menos algo de cordura en este desasosiego, hemos avanzado.

Precisamente los tres equipos que estan en zona de descenso, me son bastante simpáticos por distintas circuntancias geográfica-familiares, duele verlos en esta situación y sólo espero que si caen, se levanten con la rapidez y el orgullo que les caracteriza.

PEPELU.

Anònim ha dit...

Cuando la rotura de la presa de Tous, el Zaragoza fue el primero en ofrecerse. Después está el tema de las raices aragonesas de muchos apellidos valencianos. Pero siempre ha habido hostilidad mutua, no sé por qué.

Juan ha dit...

Molt bon article Simòn.