divendres, 21 de novembre del 2008

De Mestalla al Maracaná yugoslavo

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Tengo la impresión de que las diferentes ubicaciones que he ocupado en la grada de Mestalla delimitan períodos de mi vida, amigos y experiencias. En la década de los sesenta era asiduo de la General de Pie grada alta, “donde las banderas”. Al finalizar los años sesenta y a principio de los setenta frecuentaba la zona del marcador Dardo. Sin embargo, la antigua general de pie de la grada de la mar resultaba más sugerente. Tener cerca las banderas, asomarse en lo más alto del campo y contemplar la impresionante panorámica que se perdía entre los Poblados Marítimos y el Mediterráneo hicieron que se convirtiera en el lugar habitual. Prefería llegar pronto y colocarme cerca de la medianera que se prolongaba con la línea de mitad del terreno de juego, lejos de los vomitorios. Nos sentábamos en el cemento hasta que el empuje de la gente que iba llegando obligaba a levantarse; en ocasiones la megafonía con una inconfundible voz, nos recordaba que la general era para estar de pie. Allí, una noche de Abril, canté la Tarara al Real Madrid en una eliminatoria copera ante el Mestalla C.D. que ganó 2-1. Una fiesta inolvidable.

Son pocos los recuerdos negros que guardo de Mestalla, al margen de las derrotas del equipo o el descenso a Segunda pero nunca olvidaré un partido de la Copa de Ferias contra el Estrella Roja de Belgrado.

La Copa de Ferias ha sido una competición estimada por nuestro equipo, que le dio prestigio internacional al ganarla en dos ocasiones. Decir Estrella Roja de Belgrado es hablar de uno de los mejores equipos de Europa de aquellos años. En Octubre de 1966 tras eliminar al Núremberg, el Valencia quedaba emparejado para disputar la siguiente eliminatoria con el poderoso equipo yugoslavo. La expectación era máxima. La prensa local informaba de la fortaleza y las figuras del rival. Mi recién estrenado 3º de Bachiller empezaba hacer agua. Aquel nombre, Estrella Roja, absorbía todo mi seso. Fui muy pronto al campo. Accedí por el vomitorio y tras bajar algo la grada me acomodé en la valla metálica que separaba la general de la numerada. No era un sitio que habitualmente ocupase, pero debí pensar que estaba cerca de la salida, en primera fila y apoyado. El ambiente era el habitual de las grandes citas; por momentos se palpaba en el ambiente que la noche haría historia.

Se inició el partido. Comenzó la pesadilla. Desde mi posición observaba como los accesos a los vomitorios de la General de Pie del Gol Gran estaban colapsados. El público quería acceder como fuera para ver el partido. Muy pronto empecé a notar en mis carnes el empuje de los que querían entrar por el vomitorio a escasos metros de donde me encontraba. Su fuerza me aplastaba sobre la valla que se clavaba en mi cuerpo. Mis frágiles brazos intentaban contraponer el impulso que me apretaba contra aquella barrera metálica. Mis protestas no sirvieron para mucho. Algunas personas que estaban detrás intentaban contrarrestar la presión. Por momentos creí que no lo iba a contar. Cada jugada de peligro del Valencia suponía una ola fatídica de aprisionamiento. Ante mis súplicas, la gente de alrededor se hizo eco, pero no hubo manera de parar la avalancha. No había forma de escapar, ni tan siquiera la opción de retroceder. Allí no había nadie que controlara la situación. Mientras, los Claramunt, Waldo, Mestre etc. realizaban un gran partido; las ocasiones se sucedían y el portero yugoslavo lo paraba todo. Y marcó Ansola el 1-0 definitivo. Al finalizar el partido, un hombre que había detrás me dijo: “Chaval, si no llego a poner mis brazos en la valla te hubieran aplastado”. Y que lo diga, pensé. Le di las gracias.

Tiempo más tarde supe que aquel famoso equipo rojo, tenía un estadio donde cabían 110.000 personas de pie, el pequeño Maracaná. Un gran campo dónde el Valencia eliminó de forma brillante al anfitrión con dos goles de Waldo. Años mas tarde, en ese mismo equipo jugaron M. Belodedici y N. Zigic.

De aquella noche infernal saqué dos enseñanzas: nunca más me ubicaría en la entrada a un vomitorio cerca de la valla y supe que el aforo de Mestalla, por arte de magia, también podía convertirse en ocasiones en un pequeño Maracaná de muerte.


Alfredo Cardona
Socio del Valencia CF
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8 comentaris:

Anònim ha dit...

gran aportación Alfredo.

Estoy seguro de que por aquella época algunos partidos superarían las 70000 personas seguro. La general daba mucho de si.

bar Torino

Anònim ha dit...

Muy sugerente la foto de hoy. Verano de 1978. El primer documento gráfico tras la reforma para el mundial 82.

bar Torino

Anònim ha dit...

Con textos así, Alfredo, me parece haber vivido esas épocas y esos partidos.

Siento añoranza de cuando los partidos europeos contra equipos del Este, cuando éstos eran poderosos y el solo nombre de CSKA, Spartak, Dinamo etc... imponían respeto.

V. Chilet

Anònim ha dit...

Pasa algo al respecto. La saturación de fútbol televisado ha hecho mucho daño a los miércoles europeos. Entonces eran un premio. Ahora muchas veces parecen un castigo.

bar Torino

kawligas ha dit...

El comentario de Bar Torino es muy acertado. La absoluta entrega de los derechos de las competiciones europeas y nacionales a las televisiones han modificado los hábitos de asistencia al campo. En mi opinión, se ha perdido un pedigrí que presidía los partidos de aquella época. Hemos ganado en comodidad, pues puedes verlo con todo lujo de detalles en tu televisor, pero se pierde todo lo demás, que es mucho y que es fútbol. Del de verdad...

Anònim ha dit...

El fútbol como espectáculo de masas, ha supuesto en la globalización de las imágenes televisivas un suculento botín. Los clubes y sociedades se frotaron las manos con el maná de la televisión y sus propuestas millonarias. Como muy bien comentáis, aquellos años en los que había una monotelevisión española, el aficionado contaba los días en espera del próximo partido en casa. No todo el mundo disponía de TV, y las opciones de que televisaran a tu equipo eran escasas. El lleno en Mestalla o el casi, fue una constante. El aburguesamiento cómodo del sillón, la complejidad del aparcamiento en los alrededores del campo, el tráfico etc., suponen una realidad que suma la ya repleta cartera de imágenes del fútbol televisado.

Tengo la seguridad de que Mestalla volvería a vivir aquellas noches grandes de fútbol europeo, si no hubiera otra opción de ver el partido que acudir al campo.
Espero que las infraestrucuturas de aparcamiento y tráfico en días de partido del nuevo campo, sean mucho mejores que las actuales.

Mi perenne vocación che me ha llevado a buscar vivienda en las cercanías del nuevo campo. Mestalla, de nuevo, bien vale una hipoteca. (aunque la terminen pagando los hijos, ahora que no me oyen)

Alfredo Csrdona

V Molins ha dit...

"Muy pronto empecé a notar en mis carnes el empuje de los que querían entrar por el vomitorio a escasos metros de donde me encontraba. Su fuerza me aplastaba sobre la valla que se clavaba en mi cuerpo. Mis frágiles brazos intentaban contraponer el impulso que me apretaba contra aquella barrera metálica."

Que por!!. Muy bueno, Alfredo.

Anònim ha dit...

Yo también tenía idealizado al Estrella Roja por el nombre. Igual me pasaba con el Celtic,el Inter, el Ajax y el Manchester United. No estuve en el partido pero aquel portero era Racic que luego estuvo muchos años en el Castellón. La estrella era el extremo izquierda, el mítico Dzajic.
Esa sensación de avalancha también la sufrí una noche contra el Barça, septembre del 72. Mi hermano, el pobre, estaba a punto de un ataque de nervios. Nos vimos apurados aunque cuando salimos nos descojonamos con mis primos que también venían. Cosas de la inconsciencia. Roberto Gil me confesó que Vicente Peris en algunos partidos le había dicho que se vendían entradas a granel y que si ocurría una desgracia acabarían todos en la cárcel. Por suerte no sucedió.

Paco Lloret