Son muchos los futbolistas a los que hemos visto repetir mecánicamente, tras cada gol marcado, el ademán de acercar el escudo del murciélago a los labios. Un gesto tan efímero como vacío de contenido que no dudan en trocar por la sonrisa de presentación y la cantinela “este es mi equipo desde que era pequeño” que escuchamos, atónitos, cuando se formaliza su traspaso a otro club.
En esta época en la que las declaraciones de amor a unos colores tienen como trasfondo infladas nóminas y una caducidad con fecha de 30 de junio, de murciélagos que vuelan para abandonar el escudo, resulta muy grato fijar la mirada en aquellos que mantuvieron viva la llama del valencianismo, muchas veces sin más recompensa que el calor de la grada y una asignación mensual inversamente proporcional a su amor por el Valencia. En este rincón de colores sepia y blanquinegro se ha abordado con detenimiento las trayectorias de Vicente Peris y Eduardo Cubels, dos hombres que establecieron su patria en Valencia y su capital en Mestalla. Pero no son los únicos.
Coetáneo a Cubells es Leopoldo Costa, Rino, el único jugador de la época fundacional que alcanzó la gloria de la Primera División en 1931. Rino, delantero de complemento que contribuyó al engrandecimiento de Montes, Picolín o Vilanova, rindió una década de extraordinarios servicios sobre el terreno de juego y, una vez retirado, atendió desde su droguería la llamada del Valencia siempre que esta se produjo. A la gran labor de Rino debemos, por ejemplo, la adopción del CD Cuenca como filial en una operación que daría a luz al entrañable Mestalleta. Tras aupar al recién nacido al Campeonato de España amateur, Rino fue requerido para conducir a los Mundo, Epi y Gorostiza tras la intempestiva salida del club de Encinas. Y así hasta su jubilación, estuvo disponible siempre que se le requirió.
Otro ilustre pluriempleado con alma mestallista fue Carlos Iturraspe. Llegó a Valencia procedente de Madrid y vivió, desde una medular granítica compartida con Bertolí y Lelé, la primera época de oro del club, entre las finales de Copa del 34 y el 46. En el interín bélico, Iturraspe había figurado como vocal en la Junta Directiva del Valencia FC, asegurando junto a Colina la continuidad del club durante el conflicto. Más adelante Carlitos se apuntaría un tanto al ejercer como cazatalentos de nivel en el fichaje de Puchades. Y firmaría su mejor logro con el ascenso, finalmente abortado, del Mestalla a la Primera División.
El nombre de Iturraspe, junto con el de sus compañeros, así como decenas de avisos y anuncios, salieron en innumerables ocasiones de los labios de Eugeniet, encargado de la megafonía de Mestalla a partir de los cuarenta. El sempiterno empleado del Valencia fue el encargado, por ejemplo, de comunicar, con su inconfundible hilillo de voz, los resultados finales de aquella Liga que el Valencia ganó “por teléfono”. Muy lejos queda hoy en día aquel antediluviano sistema del barullo que, pese a los esfuerzos del gran José Manuel Parra, ha contribuido a ensordecer a las nuevas generaciones de asistentes a Mestalla.
A partir de los sesenta, prácticamente durante tres décadas, observamos cómo en una esquina de las fotos del equipo asoma la figura, siempre modesta, de Ricardo de la Virgen. Heredero de Luis Miró y padre profesional de Españeta, ejerció de “hombre para todo” en Mestalla y desplazamientos. Fue un conseguidor de lo imposible, un maestro para resolver todo tipo de situaciones rocambolescas al que el maldito cáncer sólo pudo arrebatar el carnet del Valencia a comienzos de los noventa.
Y codo a codo con Ricardo trabajó, hasta su fulminante muerte, el preparador físico Rafa García. Alegre -todas las fotografías y vídeos lo retratan con una incontenible sonrisa de oreja a oreja-, trabajador, honrado, fue el principal culpable del excelente tono físico del Valencia campeón de los cursos 78/79, 79/80 y 80/81. Su muerte, en vísperas del trascendental Valencia-Real Madrid del 83, causó un hondo dolor al valencianismo y bien puede interpretarse, desde el punto de vista anímico, como el preludio del descenso a Segunda División y el cierre de una larga etapa.
Estos murciélagos del escudo jamás abandonaron Mestalla para atender a cantos de sirena ni tuvieron que besar la camiseta para demostrar gran amor por sus colores. Fueron, en el mejor sentido de la palabra, abnegados funcionarios del club, hombres de la casa a los que me gusta imaginar viviendo con intensidad las vicisitudes de su Valencia desde la parcela blanquinegra del cielo.
José Ricardo March
Aficionado del Valencia CF
·
10 comentaris:
Excelente.
BT
Hablas de la verdadera argamasa sobre la que se fundamente la grandeza de un club. Un aplauso mayúsculo a todos ellos y a ti, por recordarlos.
Y a cuantos de ellos le han impuesto la insignia del Valencia?
A Mendieta y a Cañizares si.
Vergonzoso...
No entiendo. ¿Mendieta y Cañizares no han hecho méritos? Además, todos los mencionados tuvieron salidas más que dignas del club. La prueba es que estuvieron vinculados a él durante toda la vida.
BT
A la foto que ilustra este article trobem un altra "rata penada" del nostre escut: Juan Ramón, el qual després d'haver-ho guanyat tot amb el primer equip va jugar al Mestalla i ajuda a aconseguir l'ascens.
Josep Bosch
Penseu que en els ultims anys més recents del club hi ha alguna "rata penada" que actualment no la valorem pero el temps li dona la raó ¿qui seria, o per el contrari no hi ha ningú?
Salva Baixauli Bosch
Bon apunt, Josep. De totes maneres considere que Juan Ramón es mereix un article sencer per a ell, o una sèrie com la que Ultimes Vesprades li dedicà a Cubells o Peris.
Gràcies a tots i abraços
José Ricardo March
Bonito artículo
Dejando de lado debates estériles, si que resulta cierto que cada club tiene sus señas de identidad "encarnadas" en algunos personajes de su historia. A ellos, atemporales, se debe honor y recuerdo.
Quien olvida su historia está condenado a repetir los errores del pasado y, por estos lares, errores, (y también maravillosos aciertos) han habido ya suficientes.
Sergi Calvo
Excelente texto, que jamás caigan en el olvido porque gracias a ellos somos grandes.
Y lo extraño es que a estas alturas el murciélago del escudo no haya salido huyendo.
Saludos alados
Jose Miguel Lavarías
Excel·lent JR.
El trànsit de Rino del VFC fundacional al de l'ascens a Primera m'ha recordat al d'aquells actors de cine mut que acabaren també en el sonor...
V. Chilet
Publica un comentari a l'entrada