Aviso para navegantes: no esperen chistes, ni sevillanas, ni tampoco una faena de Curro Romero. Soy un bético sin pedigrée, nacido y educado en pleno Ensanche de Valencia. Un bético sin gracia. El rarito de turno. Un bético de L'Horta para romper con todos los tópicos del viva er beti manque pierda.
La culpa la tuvo Esnaola, o peor aún, el televisor Telefunken en color que mi padre compró en la primavera del 77. Nuestra primera tele en color. Yo tenía 9 años y me enamoré del verdiblanco, del pelucón de Megido, de aquella final única entre Iríbar y Esnaola. Esa noche descubrí que el cesped era verde de verdad. Verde que te quiero verde. Y que era posible ser de un equipo con una camiseta original y distinta. La primera final de la copa del rey. Un día histórico.
Claro que en 1977 yo no sabía donde me metía. Que más da. Sólo tardé un año en descubrirlo. 12 meses después de aquella noche mágica el Betis firmó su sentencia de muerte precisamente al lado de casa, en el Luis Casanova. Fue la primera vez que estuve en Mestalla y también la primera que ví en directo al Betis. Mi Betis güeno. Ganó el VCF 4-2 y un tal Kempes jugó su último partido en Valencia antes de irse a la Argentina para consagrarse como máximo goleador del Mundial. Recuerdo que llovió bastante. Y también que mi padre, granota de salón, maldecía en silencio verse en la obligación de ir a Mestalla en calidad de padre de un bético. A la semana siguiente, el Betis bajó a segunda.
Después seguí siendo del Betis. Que remedio. Siempre llevaba medias verdes en los partidos del colegio y en primero de BUP me hicieron el ser más feliz del mundo: ponerme en la "D". Que en lenguaje marianista significa llevar camiseta verde en Deporte. Con las medias a juego el Betis empezó a jugar bastante bien al fútbol. Gordillo, Calderón, Poli Rincón, el inglés Peter Barnes. Un día le metimos 5 al Athletic de Clemente en mi debut en Heliópolis. 1982-83. Y al poco, enlacé 3 victorias seguidas en Mestalla. 84-85, 85-86 y en copa de la liga del 86, con el Valencia ya descendido.
Pero como todo parece volver, en junio de 1989 el Betis volvió a escoger Mestalla para despeñarse de nuevo. Y en la penúltima jornada de aquella liga perdimos 3-0 y nos fuimos a segunda vía promoción. Fue una noche de sábado muy del país. Casi veraniega, llena de color y buenos augurios. Ese día tuve la extraña sensación de que hubiera sido más feliz pudiendo ir más a menudo al fútbol. Cumpliendo, en definitiva, el ritual casi cotidiano de acudir cada dos semanas a ver a tu equipo. Pero para entonces ya había leído "La Marcha verde" un par de veces y el Betis formaba parte de mi ADN.
De alguna manera, ser del Betis en Valencia ha sido para mi una forma de aceptar el peso de las anécdotas en mi propia vida. De aquella televisión en color que mi padre compró en 1977 a esta inesperada participación en un blog amigo han pasado más de 30 años. Por el camino se quedaron aquellas medias verdes con las que me creía Cardeñosa y muchas visitas clandestinas a Mestalla cada temporada. El destino, que es caprichoso, me ha convertido en padre de un xotito. Un niño de 9 años que sueña con ser Villa. Ni siquiera la final de copa de 2005 contra Osasuna me sirvió de argumento. Se parece a su madre. Y yo, verde que te quiero verde, quizás lo prefiera así. Con un excéntrico en la familia es suficiente.
pd; Gracias a este blog es la primera vez que de manera más o menos pública he podido contar mi vida de bético en Valencia. Con Mestalla de trasfondo, ese campo que veía cada mañana camino del colegio... y del que nunca supe que decir.
Victor Almunia Seguí
Seguidor del Real Betis Balompié
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