dissabte, 28 de març del 2015

En defensa del relat

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Un club de futbol és molt més que el seu patrimoni, els títols i la trajectòria esportiva. Molt més que un grapat de futbolistes defensant els colors. Molt més que un grup de dirigents prenent decisions. Un club de futbol és, per damunt de tot, la seua gent, la seua història i el seu relat.

És allò que el defineix i pren la mesura dimensional com a societat, marca el límit fins on abraça la seua ombra quant a representativitat popular. El relat és la idiosincràsia, el caràcter, la imatge que et ve al cap quan sents el seu nom. En altres paraules, depenent del relat que durant les dècades se n'haja construït al voltant de l'escut i dels colors un club és gran, humil, mediocre, conformista o valent.

Partint d'esta premissa, podem afirmar en veu alta i amb el cap ben amunt que el València és un club gran, valent, amb caràcter guanyador i que sempre ha sabut alçar-se en front de les adversitats. Allò que fa tan gran al nostre equip és el fet que mai hem fet literatura de la derrota. Hem patit anys de sequera, però no ens hem acomodat en la postura de l'infortuni com sí que han fet altres clubs com ara l'Atlético de Madrid.

Des dels primers campionats regionals abans de la instauració de la lliga espanyola, els anys 40 amb la 'davantera elèctrica' dominant el futbol espanyol, els primers títols europeus, la Lliga del 71, la Recopa i Supercopa d'Europa de Kempes, les set copes, el lustre daurat amb el canvi de segle... tots els èxits del club han estat acompanyats d'altres fracassos dels quals, de forma cíclica i inevitable, ens hem alçat amb més força.

Els xiquets de Mestalla aprenen a estimar l'escut per transmissió familiar generalment i, abans o després, acaben agraint a la seua ascendència haver-los fet d'un equip tan gran. Aquells que cresquérem entre el 80 i el 99 i visquérem anys grisos plagats d'empats en casa contra equips de mitja taula i setenes posicions en Lliga -quan la setena posició no valia per a anar Europa-, però estranyament estimàvem al València, necessitàvem Mestalla. El temps ens va acabar donant la raó una màgica nit del 99 a La Cartuja de Sevilla.

És per això que, fins i tot en temps d'incertesa, l'escut i els colors sempre han prevalgut per damunt de tot, exercint de guia per a totes les generacions del valencianisme. Fills i filles d'un sentiment etern, conscients del nostre paper: tenim un relat per defensar i continuar escrivint.


Pau Corachán Latorre
Soci del València CF
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dilluns, 16 de març del 2015

Sin orden ni concierto

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Resulta revelador cómo nuestra mente salvaguarda con mayor nitidez las anécdotas o lo superfluo por encima de otras cuestiones esenciales. Creo que Mestalla nunca ha demandado grandes explicaciones porque sus moradores nos hemos contentado siempre con vivir al día y disfrutar de ello a la valenciana manera. No hay espacio para la urgencia de las clasificaciones y la incerteza de un futuro deslocalizado cuando, en las conversaciones entre adeptos, tiramos de anecdotario a modo de pedigrí valencianista. Nos olvidamos de las ataduras del presente y el único resultado que nos compete atañe a la exposición de estos relatos.

Fragmentarios, descontextualizados, deconstruidos, parcialmente modificados para acentuar su rareza; incluso, a veces, objetivamente rememorados… He aquí uno de los nervios de Mestalla y mi humilde contribución a la causa desde mi acontecer nómada por sus gradas.

El aleatorio orden de este anecdotario nos traslada a los cuartos de final de la Copa de la UEFA 96-97. Mestalla cuece la enésima remontada inconclusa, esta vez ante el Schalke 04. Cuarenta y cinco minutos antes del partido, horas antes de la Nit del Foc, nos encontramos los más fervorosos ya dentro del estadio, mientras suenan por megafonía “El Venao” y otros temas de la época y las Generales Norte y Sur dibujan sendos mares de banderas. Ante el furor de la marabunta, el speaker decide que corear los apellidos de los jugadores cuando se narren las alineaciones (por ejemplo, Andoni… ZUBIZARRETA!) supondrá un extra en pos de la victoria. Sorprendentemente, Mestalla, embriagado, responde tanto en el ensayo como tras la salida al césped. Meses después, verano mediante, el locutor lo volvió a intentar ante la visita del FC Barcelona, siendo en esta ocasión ignorada la iniciativa.

Peor salió el ensayo de un tifo de rollos de papel en el fondo sur (también contra el FC Barcelona, temporada 98-99), simultáneo a uno de cartulinas en grada central. Nuevamente, el speaker llamó al ensayo general (indicado expresamente para los de las cartulinas de grada central) desde su minarete, con la mala espina de que algunos también ensayaron con los rollos de papel. Ya era tarde para deshacer el entuerto…

Y no debe olvidarse que Mestalla fue pionero en tifos de rollos de papel (VCF-Real Madrid CF 89-90). También lo fue en la consagración del tifo sobre el césped, una extraña variedad, más bien performance, que se pudo ver antes del sacro VCF-RCD Espanyo de la campaña 01-02. La ocurrencia surgió de la reflexión relativa a que, si los aficionados de la grada central habían compuesto mosaicos durante toda la temporada, tenían derecho en este vital partido a contemplar un “tifo” delante de sus localidades.

Bien, continuemos con el repaso…

Como decíamos, los valencianistas hemos gustado de decorar nuestro estadio, mediante el desinteresado e ilusionado esfuerzo de los hinchas o también con la estridente distribución de colores para las sillas que sustituyeron a las de enea y al cemento, como las verdes de detrás de las porterías; o vallas, recuérdense las de las Generales pintadas de amarillo durante la segunda vuelta de la temporada 90-91. También cabría incluir la publicidad que se plasmó sobre el césped durante el Trofeu Taronja de 1987, de la cual no tengo recuerdo por cuestiones de edad.

Sí que me acuerdo de un hito que seguramente no tenga parangón en otros equipos de nuestra Liga (más allá quizás del Levante UD, por entonces en Segunda B), el de contar con una valla publicitaria contratada por un partido político. Se trataba de la de Unio Valenciana, visible al menos durante la temporada 94-95.

Como telúrica asociación de ideas me han sobrevenido los naranjazos que se propinaban a los jugadores del Real Madrid CF, fet diferencial de Mestalla. Tuvimos clausuras del estadio y apagones como todo hijo de vecino durante estos últimos veinticinco años, pero, para confusión y surrealismo máximos, aquel interminable descuento perpetrado por García de Loza contra el FC Barcelona en la campaña 91-92. Aseguran los testigos que decretó la conclusión del encuentro desde el túnel de vestuarios… Minutos antes había expulsado a un miembro de la Cruz Roja por un corte de mangas.

La banda de música merecería un capítulo aparte cuyo mejor narrador sería el finado Nicasio (el fondo sur no te olvida, “el del puro, oé!”). Mención especial para aquella animosa banda holandesa que entretuvo al graderío con sus charangueras evoluciones sobre el verde.

Sin duda, Mestalla es diferente. No tocaremos las palmas como los sevillistas, ni meteremos tantos decibelios como los colchoneros. Ni falta que nos hace. Así debió pensar el Último Pirotécnico, al que más de una década después de la prohibición de petardos y bengalas en recintos deportivos le pudo el gen explosivo de Mestalla y le dio por encender una traca en la banda de grada central para celebrar aquel primer gol de Claudio López al Liverpool (UEFA 98-99). La previa de aquel encuentro tampoco tuvo desperdicio, con Manolo saltando al césped con su bombo a cuestas y besando la hierba al estilo Juan Pablo II. Volvíamos a Europa, pero poco a poco.

No obstante, no sólo de grandes competiciones vive el hincha. También hemos podido ver deambular sobre el terreno de juego al hijo del malogrado Gadafi durante el último Taronja triangular y, tal vez, alguno pensaba que su recuerdo nunca volvería a manifestarse entre nosotros, pero me he permitido invocar el espectro de la Liga Autonómica. Por si la errática temporada 93-94 no había supuesto suficiente castigo para los valencianistas, la FORTA nos obsequió para matar el gusanillo con sendos grupos de tres de sus equipos asociados que lucharían por el título.

Tampoco resultó fácilmente clasificable el partido conmemorativo del 75 aniversario contra Brasil, en el que nos reforzaron Caniggia y Latorre, que además marcó un gol. Hubo tertulianos que se pasaron meses recomendando encarecidamente su fichaje en los aquelarres valencianistas…

El ejemplo perfecto de que tendemos a quedarnos con lo accesorio y soslayar lo solemne.

Dicho lo cual, después de acometer esta retahíla de anécdotas y rarezas, me alegro de poder integrarlas en ese coral relato valencianista que, como siempre, un poco a trompicones, vamos escribiendo.


Simón Alegre
Socio del Valencia CF
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dimarts, 10 de març del 2015

Un sentimiento heredado

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En homenatge a la figura del recentment desaparegut José Vicente Aleixandre publiquem este article aparegut en el diari Levante-EMV el 12 de maig de 2002 amb motiu del campionat de Lliga aconseguit aquella temporada pel València CF.
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En el velero triunfal del éxito se embarcaron anoche navegantes de otros mares, buscadores de fortuna, vividores sin escrúpulos, tocadores de palos ajenos, pregoneros de causas adversas, viajantes ocasionales, tahúres reconocidos, tontos útiles, listos de toda la vida, ignorantes supinos, jerifaltes aprovechados, militantes de colores extraños...

De pronto, en Mestalla, se cruzaban sonrisas forzadas, miradas que a duras penas podían esconder la contrariedad, parabienes falsos y abrazos traicioneros. A este carro de gloria se han subido gentes extrañas, que no estaban invitadas, que no tienen por qué inflar pecho ni colgarse medallas que no se han ganado.

Cuanto anoche se vivió en Mestalla es la expresión de un sentimiento atávico, heredado, que no se improvisa ni admite advenedizos. A la nómina de afiliados, se apunta cualquiera. En la fe, hay que estar bautizados. En la creencia sólo se enrolan los elegidos. Aquí nos conocemos todos, y sabemos cuánto hay de auténtico en un leve gesto y cuanta mentira se esconde tras un aspaviento grandilocuente.

En el 86, cuando el Valencia se fue a pique, muchos de los que anoche asomaban rollizos y ufanos por las pantallas de la fama, se escurrieron como serpientes. A aquel reclamo de urgencia sólo acudieron un puñado de esforzados valencianistas que sentían el hierro.

Alguno de ellos, asistía desde la tribuna, callado, emocionado, orgulloso y satisfecho, a una celebración que le pertenecía tanto como a muchos de los que la protagonizaban. Esta copa, es de todos, pero de algunos, un poco más que de otros.

Por eso, anoche, me acordé de tanta gente de mi pueblo que ya no ha podido vivir esos instantes. Hombres como mi padre, que heredaron un sentimiento y lo transmitieron a sus hijos. Él no estaba, pero en su lugar detecté a su nieto, agitado, frenético, absorbiendo con la mirada todo cuanto acontecía y percibiendo la misma fragancia de felicidad que habría aspirado su abuelo. De pronto, como empujado por un resorte, me vi subido al asiento, los brazos elevados sobre la cabeza, batiendo palmas, la voz quebrada y la mirada nublada... Por un instante, noté que esta copa también me pertenecía un poco...


José Vicente Aleixandre
Periodista
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dimarts, 3 de març del 2015

Mestalla, estribillo de nuestras vidas

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Escribir sobre Mestalla es escribir sobre una parte de mi vida.

No es un brindis al sol, son setecientos cuarenta y siete partidos los que llevo contabilizados hasta la fecha en una vieja libreta que me compré en 1986 y en cuyas líneas, casi treinta años después, sigo dejando caligrafía y testimonio de los partidos que acudo al viejo estadio.

Antes de esa fecha ya frecuentaba Mestalla, pero fue entonces, a mis doce años, cuando inicié aquella especie de inocente redención para regresar a Primera, apuntando los resultados jornada a jornada.

No existía internet ni el teletexto y llevaba las cuentas para el retorno a donde nunca debimos dejar de estar, a lápiz y manubrio.

Empezó siendo terapia y luego se convirtió en adicción que hasta fecha de hoy me dura.

Y no es que esté dispuesto a acabar con ella, es que mi hijo Rober, en su diario, aprendió a escribir anotando los partidos que desde que nació acude conmigo a Mestalla.

Mi hija Aitana, de momento no sigue la tradición familiar, aunque para nuestra envidia, nació un 20 de mayo, no de 1923, sino de hace cuatro años.

Así somos el pueblo de Mestalla.

Y es que no hay lugar en el mundo con más sentimiento por metro cuadrado que Mestalla.

En su atmósfera, nada es indiferente, todo es extremo, lo bueno y lo malo.

Para lo demás, ya está la vida ahí fuera. Ella se lo pierde.

Cómo explicar Mestalla, pienso desde el fondo norte asomado tras el bonito mosaico de “Tornem” (nosotros nunca nos fuimos) mientras miro hacia el bar Penalty observando los ríos de vidas que van a parar, entre otras, a la Grada la Mar.

Y pienso en Mestalla como estribillo de una canción en eterna composición.

Posiblemente una balada (valga como homenaje a Rafa Lahuerta, trozo de grada de Mestalla hecha persona).

Imposible de explicar a quien no lo pueda entender, porque del corazón a la palabra pierde toda su intensidad. No hay atajo que valga. Se trata de sentir.

Pienso en Mestalla como estribillo de un “se alza el telón”.

Sentado en las rodillas de tu padre, hipnotizado, observas ese mágico universo recién descubierto en el que lo menos importante es lo que sucede en el terreno de juego.

Pienso en Mestalla como estribillo de ley de vida.

Emancipado en la vieja General, cuando ser joven y animar eran las únicas dimensiones del teatro. Irreductible pasión de cuando creíamos que la vida iba en serio…como todos los jóvenes allí estábamos, entre avalanchas llevándonos la vida por delante.

Pienso en Mestalla como estribillo del desengaño.

La verdad desagradable asomó en forma de Sociedad no tan Anónima y muy Antideportiva, degradándonos de Generales de Pié a soldados rasos y desconocidos. Pero nunca arrodillados.

Pienso en Mestalla como estribillo del imperio che-austrohúngaro.

Berlanga en el ambiente, “Mestallidos” como sentencias autóctonas, Universo Mestalla:

“El año que viene vendrá a verte tu puta madre.
Tu puta madre y yo, como hago desde hace 40 años”.

Pienso en Mestalla como estribillo de otoños en el calendario.

Y la frente, cada quince días, marchitándose entre gol y gol, y volver, volver, volver, a tus gradas otra vez.

Mientras el paso del tiempo blanquinegra tu sien, supimos reír por dos veces en Mestalla lo que lloramos en París y Milán. Y la cuenta no está saldada.

Pienso en Mestalla como estribillo de aprendizaje y madurez.

Del cielo al infierno en un segundo y viceversa.

Por cada héroe que vi en el césped, descubrí diez en la grada.

Pienso en Mestalla como estribillo de vuelta a la niñez.

Billete de regreso, noventa minutos más descuéntame otra vez aquel cuento con final infeliz.

Pienso en Mestalla como estribillo de un futuro incierto.

Me resigno a tu caducidad impuesta. Nunca les perdonaremos.

Aún no te has ido y ya te echo de menos.

Pienso en Mestalla como estribillo de caminos que no importa si no llevan a Roma.

Yo me bajo en Blasco Ibáñez o Avenida Aragón.

Brújula de mi ciudad y mi vida, incluso en verano sin campeonatos, fuerzo tu encuentro.

No quiero Valencia si ti.

Pienso en Mestalla como estribillo del relevo generacional.

Ahora son tus rodillas las que dan asiento a tu hijo, que hipnotizado, mira ese mágico universo recién descubierto en el que lo menos importante es lo que sucede en el terreno de juego.

Y te das cuenta que ya formas parte, como estribillo, de esa balada en eterna composición llamada Mestalla.

Así más o menos, te siento.

Así, sin duda, te quiero.


José Carlos Fernández Haba.
Socio del Valencia.
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