Cuando hace 36 años Valencia fue sede de esta competición tuvo la
oportunidad de mostrar su particular arte popular al mundo, representado con
una falla conmemorativa. Aquel Mundial de España 82, Mestalla acogió la
decepcionante actuación de la selección anfitriona… Que luego completó la que
por entonces era el peor resultado de un equipo organizador del Mundial de
futbol. Por eso también vale la pena recordar algunos detalles de aquella
falla. España se teñía de tonalidad naranja como
la mascota cítrica del Mundial que, como novedad, se iba a disputar entre 24
selecciones. El año 1982 en València hubo fallas en su tiempo de anuncio primaveral,
y el hecho insólito que se celebraran
"las fallas del doblete", a finales del invierno y también en verano.
El estadio Luis Casanova, reformado
anteriormente, acogería la primera fase de la liguilla del campeonato como sede
de la selección anfitriona. La organización del evento repartiría beneficios a
la frontera norte de la ciudad por sus sendas reformas. El asolamiento de las
casas bajas de la calle General Pando, que habían asistido al crecimiento de
Mestalla durante seis décadas, crearía un acceso directo en el estadio en
ensanchar la avenida de Suecia y desvanecería otro rincón vivido de la ciudad.
También el acceso norte resultaría modificado, a través de la apertura de la
avenida de Aragón, donde se instalaría un monolito de bronce del escultor
valenciano Andreu Alfaro como recuerdo de la efeméride. En 1982 Vicente Luna
fue el artista elegido para la ardua tarea de plantar un monumento fallero en
la plaza central de todos los ciudadanos valencianos (que entonces llevaba el
nombre del País Valenciano). El 19 de junio el mítico Atlante levantaba una
enorme pelota de fútbol sobre sus hombros, ante el asombro de multitud de
turistas.
La falla que Vicente Luna plantó en junio
de 1982 para conmemorar la celebración del Mundial 82, y por encima de todo que
Valencia fuera sede de la selección española en los partidos que disputó
durante la primera fase del campeonato, se enmarca en su habitual trayectoria
de naturalismo caricaturesco. Fue la línea artística y profesional
característica de Luna, nacido en Sant Bult el 22 de julio de 1925, en el
barrio de la Xerea de València. La carpintería que regentaba su padre estaba
cerca de la casa natalicia del presidente José Ramón Costa, al que le
unía una gran amistad.
Luna vio marcada su infancia por la presencia de todos los materiales y
herramientas dedicadas a la profesión de su padre y empezó a formarse en la
Escuela de Arte y Oficios de San Carlos con no más catorce años. Estos estudios
a los compaginó Vicente con el trabajo que realizaba el taller de decoración a
cuya cabeza estaban Carlos Tarazona y Vicente Hurtado, que antes de la Guerra
Civil ya habían construido alguna falla. Era un complemento para el presupuesto
del taller en los meses de baja demanda de encargos, que solía afectar en
invierno a los obradores artísticos de la ciudad. En 1946 el artista Regino Mas
pidió colaboración a los maestros de Luna para la falla que plantó en la por
aquellos años Plaza del Caudillo, bajo el lema “El So Quelo panadero”. Esta
falla significó el inicio de la vinculación con las fallas de Vicente Luna, la
cual aún a día de hoy no ha abandonado, ya que aunque está jubilado, continúa
acudiendo cada día a su obrador de la Ciudad Fallera, sobre todo por no
abandonar el placer de la creación artística.
Como hemos apuntado antes la falla del Mundial es un ejemplo del clasicismo
fallero desarrollado por Luna dentro de su producción, con excepciones muy
puntuales en que se concedió abrir un cierta grieta experimental. Por ejemplo
hacia la corriente psicodélica en la falla plantada por la Comisión de la Plaza
del Mercat Central en 1969, “Parotets i marotetes”, o bien en dotar a sus
personajes de una caricatura contenida y realista en su modelado. Este estilo
caricaturesco empezaba a recuperarse a mediados de los años cuarenta del siglo
pasado, tras unos primeros años de mayor realismo motivados por las directrices
impuestas por los aires de nuevo orden, para dotar de expresividad a los
“ninots” de falla. En ocasiones Luna vestía algunas de las figuras del
“cadafal” con ropa de verdad a fin de adaptarlos a la representación, y los
complementaba con pelucas para dotarlas de mayor grado de realismo, cuando ya
había dejado de utilizarse estos elementos en los “ninots” por el modelado
completo del cartón (que se impone desde mediados de los cincuenta).
Con estas pautas profesionales y con una
trayectoria exitosa en el mundo fallero, Luna empieza a plantar en 1973 la
falla de la plaza del Caudillo, y no dejaría de hacerlo hasta 1983, esta última
cuando ya había abandonado la idea de plantar en esta demarcación, a causa de
las dificultades que encontraba en la relación profesional con el Ayuntamiento.
Y es que la falla de la plaza hasta 1979 estaba sufragada por una Comisión
fallera, con los usos de proximidad y con todas las facilidades que la
burocracia de la administración municipal no comportaba.
La falla del Mundial se plantó el día 19 de junio no más tres meses después de
haberse comenzado a trabajar en ella. “Atlante moderno”, lema de la falla, fue
posible gracias a la colaboración de veinte operarios que trabajaron para poder
cumplir el encargo. El Atlante que sostenía un simbólico mundo futbolístico en
forma de balón, servía para reforzar la imagen de una España que con una
todavía joven y débil democracia era aceptada por el resto del mundo
occidental. La falla se entiende dentro de las llamadas fallas conmemorativas,
que se han plantado como expresión de nuestra cultura popular en celebraciones
sin relación con la fiesta fallera, como exposiciones universales, olimpíadas,
congresos y otros actos relevantes.
Vicente Luna mencionaba al poeta Pepe Soriano como su colaborador en esta
aventura: “No es ciertamente un hincha, pero estaría encantado de que Valencia
haya sido designada sede, porque nos promociona y promociona al Valencia C.F.”.
Lógicamente no hubo indulto oficial de ningún “ninot” pero como decía Vicente,
si la hubiera habido, hubiera correspondido al "Naranjito".
El cuerpo de la falla, la figura de Atlas, se dejó a propósito terminada en
varilla, hasta listones de madera, que daban cuerpo primero al modelado en
barro y luego sustentaban el cartón en que terminaban las fallas, para que -en
palabras del mismo Luna- el público apreciara el trabajo que nunca podía ver en una falla de
aquellos años. Ya que la varilla quedaba oculta bajo las capas de cartón,
blanco de panecillo y pintura al óleo que solían ser los acabados normales de
la época.
Suponemos que para ganar tiempo, en la falla se reprodujeron algunos elementos
ya gastados por Luna en otras fallas como un esclavo de Miguel Ángel, que el
artista utilizó de remate en la falla de la Plaza del Mercat Central de 1971,
“El purgatorio”, y también los leones de las Cortes, que plantó en 1977 en la
falla “La nueva torre de Babel”, guardando el aquella ocasión la puerta del
“Congreso de Disputados” y en la falla del Mundial la de la “Institució de
Manifesers del Futbol”, donde chupaban del bote todos aquellos que se
aprovecharían de la celebración del Mundial en España, como empresarios de
hostelería, cocineros, taxistas o prostitutas, y que componían la escena
posterior del cadalso. Encima de la fachada de este particular organismo,
Naranjito, la mascota del Mundial'82 huía de los jugadores de todos los equipos
que querían cazarlo para ellos.
En las otras escenas podían encontrarse diferentes caricaturizaciones de
diferentes aspectos del fútbol. En la escena principal de la falla, una grada
con público, venido incluso de fuera del planeta Tierra, observaba como un
árbitro expulsaba del terreno de juego a un grupo de borregos que no dejaban de
comer hierba, referencia a aquellos jugadores que simulaban faltas y lesiones.
El rebaño de ovinos recordaba al plantado en la falla de 1963, de la comisión
del Mercat Central, “Va bola!”.
En las demás escenas se podía encontrar como un
futbolista que recibía masajes escoltado por dos guardias de Galas; un puesto
de pipas y regaliz que bajo el típico negocio escondía un otro ilegal de
reventa de entradas para los partidos; también se vendían y compraban, en una
más de las composiciones, jugadores como si fueran ganado, realizándose la
transacción entre un vendedor caracterizado de gitano, que mostraba los dientes
de uno de los jugadores, y un ostentoso comprador, al tiempo que otros futbolistas se
desnudaban para mostrar su físico.
En una pequeña escena una familia estaba tan absorbida por el Mundial que su
cabeza se había transformado en un balón reglamentario. Una nueva escena era
una tienda de recuerdos, en que no habían figuras de la mascota ya que los
franceses habían destruido y quemado los camiones que las transportaban.
Pablo Porta era el presidente de la
Federación Española de Fútbol, y una vez conseguida la clasificación del
equipo nacional hacia la segunda fase, ordenó a los jugadores del combinado el
retorno a Madrid para preparar la siguiente fase del campeonato. El pobre juego
de la selección había enrarecido el ambiente, ya que empataros a uno contra
Honduras de penalti, ganaron a Yugoslavia dos a uno con clara ayuda arbitral, y
perdieron contra Irlanda del Norte. Pero salir tan rápido aún hubiera alejado
más al equipo de la afición, pues les haría perderse todos los actos festivos
preparados por la ciudad. Finalmente la presión ejercida por los máximos
representantes del gobierno municipal consiguió que los jugadores de la
selección acudieron a la casa mayor del pueblo, donde fueron recibidos y
pudieron disfrutar desde el balcón de una noche al más puro estilo de la
festividad josefina, con castillo de fuegos artificiales y “cremà” de la falla,
la noche del 25 de junio. Miguel Tendillo y Enrique Saura harían de embajadores
a otros jugadores en aquella excepcional noche fallera de verano.
Pedro Nebot Rodrigo
Juanjo Bonilla Medina
Eduard Ramírez
Fotos: Joan V. Ramírez