LA TRILOGIA NACIONAL (1978-1982).
LA ESCOPETA NACIONAL. 1978.
Un empresario catalán de porteros automáticos, Jaume Canivell, asiste a una cacería en Los Tejadillos, la finca del Marqués de Leguineche. Asisten también personajes fácticos del franquismo. El objetivo de Canivell es convencer al ministro para que le facilite a través de una ley la comercialización de su producto. Cuando parece que lo va a conseguir, el ministro es destituido y tiene que regresar a Barcelona sin haber logrado su objetivo.
PATRIMONIO NACIONAL. 1981.
El Marqués de Leguineche abandona su finca tras treinta años y se instala en su palacio de Madrid. Pretende así comenzar a relacionarse con una incipiente monarquía y recuperar su estatus social. Sin embargo el país está en plena Transición, los tiempos han cambiado y ya nada será como antes.
NACIONAL III. 1982.
La familia Leguineche, con su estatus social en decadencia, han vendido su palacio y se han mudado a un piso. Se produce el fallecimiento del suegro de José Luis, el hijo del Marqués, y pese a llevar varios años sin ver a su mujer, intenta retomar el contacto con la intención de hacerse con la herencia. Traman un plan para sacar el dinero fuera de España y eludir impuestos. Se trasladan en un tren de pelegrinos a Lourdes, para lo que escayolan a José Luis, escondiendo los billetes y joyas dentro.
La Trilogía Nacional es otro punto de inflexión en la carrera del maestro que alcanza su mayor cuota de éxito comercial y popularidad.
Como aquellas míticas alineaciones que los valencianistas recitamos de carrerilla: Epi, Amadeo, Asensi, Mundo y Gorostiza, o más recientemente Cañizares, Ayala, Albelda, Baraja, etc, la formada por Berlanga como director, Azcona como coguionista, Alfredo Matas como productor y Sol Carnicero como jefa de producción, cada uno en su papel, conducen al éxito. Nada que ver con la gestión de Mériton, capaz de dinamitar un proyecto que está dando resultado, por pura envidia e intromisión en facetas que nos son las suyas.
Los planos secuencia que tanto aparecen en la Trilogía potenciaban la credibilidad de las escenas, permitían a los actores encontrarse más seguros y artífices de sus personajes, se sentían en una atmósfera más próximos al teatro.
Como sucede en el mundo del fútbol, cuando más claras queden delimitadas las parcelas y exista una profesionalidad y método, más posibilidades hay de llegar al éxito. Cuando tienes al enemigo en casa, capaz de traspasar a jugadores clave poco antes de que comience la temporada o usar el banquillo del club como campo de experimentos, pocas posibilidades hay de alcanzarlo. Al final a los jugadores, que son los actores del equipo, la inseguridad les merma el rendimiento, los atenaza, siendo mucho más probable el fracaso.
Las tres películas son una perfecta radiografía de España. Aunque se centran en el periodo que transcurre entre 1978 y 1982, muchos de los vicios que se denuncian son perfectamente extrapolables a cualquier época posterior, la nuestra por ejemplo, en la que el término “berlanguiano”, además de ser reconocido por la RAE, describe a la perfección la crónica social, política y económica que nos toca vivir de la que como es obvio, nuestro querido Valencia no es ajeno: Cierre de Mestalla por Covid, posicionamientos políticos contradictorios en referencia a la ATE, descenso de ingresos económicos, etc.
La primera película de la trilogía, La Escopeta Nacional, surge cuando Berlanga conoce la noticia de que Fraga Iribarne, recién nombrado ministro de Información y Turismo, accidentalmente ha perdigoneado el trasero (término que emplearía Valdano) o culo (como diría Luis Aragonés) de la hija de Franco, Carmencita, en una cacería.
Si en La Escopeta Nacional se organiza una cacería para conseguir tráfico de influencias, contactos y negocios, Mériton compró el Valencia para lo mismo, como forma de hacer networking. La caza o el fútbol es lo de menos, un mero medio para otros intereses que nada tienen que ver con la naturaleza o el deporte.
El propio proceso de venta fue una puesta en escena para favorecer la opción de Peter Lim en detrimento de cualquier otra. En lugar de la finca de los Tejadillos, se utilizó el mismo Campo de Mestalla de forma premeditada y partidista. Con alevosía y nunca mejor dicho porque los focos encendidos de nuestro campo así lo atestiguaron, nocturnidad.
Además, como el tiempo ha demostrado, pusieron nuestro club en bandeja a Mériton, con insuficientes garantías de por medio.
Ya quisiera Jaume Canivell, empresario catalán que asiste a la cacería, haber logrado su objetivo de manera tan sencilla.
En “La Escopeta Nacional” si había que cambiar leyes, se cambiaban. En el proceso de venta, si había que omitir, facilitar cláusulas o aligerar garantías para favorecer la transacción a Mériton, se accedía. Y sin riesgos de perdigonadas en el culo.
Después de siete años de gestión en el club, siguen acostumbrados a que las normas y leyes se adapten a ellos y no tienen reparos en acudir a las instituciones políticas valencianas, Ayuntamiento o Generalitat, sin ni siquiera llevar una carpeta bajo el brazo, para que les prorroguen la ATE del Nou Mestalla cuantas veces les venga en gana. Están tan habituados a salirse con la suya (creen que quien paga manda) que cuando no han sido correspondidos en sus propuestas no han dudado en utilizar los medios oficiales del club para expresar su rabietas partidistas que nada tienen que ver con los intereses del Valencia.
Si en La Escopeta Nacional, Jaume Canivell, interpretado por el colosal Saza, intenta comercializar sus porteros automáticos, Mériton va más allá en su pretensión de hacerlo no solo con porteros, sino también con defensas, medios, delanteros, entrenadores o lo que haga falta.
De nuevo en la película cada personaje va a la suya, a vender su libro, en un entramado de relaciones sociales donde la incomunicación vuelve a ser latente pese a los diálogos permanentes que se solapan unos a otros. Muchos críticos manifiestan el parecido de La Escopeta Nacional con Plácido, tanto en estructura como en desarrollo. Transcurren además en un tiempo real, una se desarrolla en una tarde-noche previa al día de Navidad y la otra en un día de caza.
Para explicar Mériton en el Valencia también nos valdría el tiempo real que transcurrió aquel día de su llegada a Valencia y posterior recibimiento en Mestalla, allí ya estaba todo escrito. Las llaves de un club de casi cien años de historia en aquel momento, entregadas “al portador”.
La película fue un gran éxito de taquilla, el primer triunfo pleno y absoluto del genio valencianista que desenmascara el poder y la sociedad a modo de caricatura sin incurrir en solemnidades ni adoctrinamientos. Si se nos permite el apunte, lo que en @MESTALLIDOS llevamos intentando hacer desde hace siete años con la llegada de Mériton, el humor como medio y compromiso, reconociendo nuestras propias contradicciones, como también le gustaba hacer al maestro, del que somos devotos.
En la segunda entrega de la Trilogía, Patrimonio Nacional, Berlanga continúa pegando tortas como panes a una burguesía que comienza a dar síntomas de agotamiento.
Qué bien nos habría venido esa mirada crítica y certera a muchas de las gestiones previas a la venta del club, las etapas anteriores a la llegada del magnate singapurés, pues no hemos de olvidar que fueron culpables de la deriva que desembocó en la imprudente transacción.
Como sucede en la película, muchos de esos gestores hicieron uso del club como status o posicionamiento social sin tener ni idea de cómo manejarlo. Juan Soler fue el ejemplo más claro aunque como a la hija de Franco, le saliera la perdigonada por la culata….
Los protagonistas de Patrimonio Nacional, para conservar su estatus se ven obligados a trasladarse de la finca al palacio, utilizan todo lo que sea posible para no perder su posicionamiento social y sobrevivir.
“Mi exilio ha terminado” afirma con solemnidad el Marqués de Leguineche sin ningún tipo de escrúpulos, como suelen hacer algunos medios de comunicación cómplices de presidentes que llegan al club y luego resultan ser un pufo. No tienen reparos en retirarles el apoyo como si con ellos nada hubieran tenido que ver, y empezar de nuevo, adaptándose a las nuevas situaciones y salvadores. Todo por perpetuar el estatus en forma de voceros oficiales del club.
Mériton, como las clases sociales que se muestran en decadencia en la película, no ha tenido reparos en intentar adaptarse a los nuevos tiempos según su credibilidad se ha ido agotando.
No les importó quitar de su puesto a Lay Hoon cuando la amortizaron a base de engaños y mentiras, como aquella tarde de Convención de Peñas en que aseguraba que Paco Alcácer era el murciélago del Valencia mientras Lim estaba firmando su traspaso al Barcelona.
En Patrimonio Nacional los personajes evolucionan paralelamente a la restauración del Palacio, donde se desarrolla la gran parte de la película. En estos últimos años vimos como restauraban Mestalla para dar una imagen de poderío y potencial. No dudaron en instalar modernos marcadores electrónicos o dar una mano de pintura a lo grande que el paso del tiempo ha desteñido para dejar a la intemperie las miserias de un proyecto basado en la mentira y que pese a todo continúa intentando perpetuarse.
En la película se desarrolla el plano secuencia más largo de la historia del cine español. Son siete minutos por una serie de laberintos entre habitaciones y corredores, regateando muebles, persiguiendo actores, etc.
Si Berlanga tuviera que rodar la situación actual del Valencia le valdría con una cámara fija en el Bar La Deportiva.
Las escenas de la película son largas, adornadas con muchos gags visuales y sonoros, el ritmo es trepidante sin lugar al aburrimiento, todo lo contrario a esta desastrosa temporada recientemente finalizada, en la que el equipo de Javi Gracia ha hecho bostezar hasta al murciélago de la grada de la mar.
En la escena final de la película, con el Palacio convertido en museo, vemos a un grupo de japoneses desfilando por sus instalaciones y haciéndose fotos con el Marqués y su hijo. Cualquier día, en el tour de Mestalla se habilitará una habitación en la que se den cita los amigos de Ultimes vesprades a Mestalla, Rafa Lahuerta, Miquel Nadal, Paco Lloret, Merchina Peris, Javier Iranzo y otros sentidos valencianistas en especie de extinción para recordar los tiempos gloriosos de su querido club mientras los guiris les hacen fotos.
La película fue recibida con bastante frialdad por el público y crítica, nada que ver con la primera de la saga.
Con Nacional III se cierra la Trilogía que hubiera podido continuar si no fuera por la muerte del Marqués de Leguineche interpretado por el maravilloso Luis Escobar.
La cuarta entrega se iba a titular “Viva Rusia”.
La película se centra en las aventuras y desventuras de los personajes que interpretan Luis Escobar y José Luis López Vázquez, que escayolado intenta transportar dinero y joyas a Francia ante la amenaza que les supone la llegada del socialismo a España.
La moralidad pasa a un segundo plano, no les importa formar parte de un tren de enfermos que viajan a Lourdes en peregrinaje.
Esa forma de evadir capitales y regatear impuestos que tanto nos suena a través de sociedades y holdings de compra-venta de jugadores.
“Quien paga, Mendes” sería la adaptación del refrán.
O esas excusas de prorrogar la ATE unos meses más por causa de los efectos de la pandemia.
Nacional III gira entorno a las bufonadas y gags de la familia Leguineche.
La sociedad ha evolucionado a cambios muy drásticos arrastrando a personajes, al contario de la actualidad valencianista para cuyos dirigentes es la sociedad la que debe adaptarse a sus circunstancias desde la prepotencia de quienes creen haber salvado al pueblo de Mestalla y por lo tanto todo les debe estar permitido.
En la película hacen pequeñas colaboraciones personalidades famosas de la época, de distintas facetas y artes, un antecedente de lo que años después popularizó Santiago Segura en su saga de Torrente donde los cameos son frecuentes.
La película recibió las peores críticas de la Trilogía.
La Trilogía Nacional en su conjunto es una sucesión de miserias heredadas por un grupo de personajes variopintos y desquiciados que intentan sobrevivir desde su amoralidad. Van evolucionando a lo largo de las tres películas, pero además de esas miserias heredadas también van construyendo una nuevas.
Como en nuestro club, por desgracia, son miserias a los que todos, en mayor o menor medida, por acción u omisión, hemos contribuido a perpetuar.
Ojalá a nosotros sí nos dé tiempo a rodar una cuarta película en la que recuperemos nuestro destino, seguiremos siendo imperfectos, pero más nuestros.
Ánimo a todos los Marqueses de Leguinechecheché que por ello están peleando.
@MESTALLIDOS (Desde el tendido 7 de Mestalla, aspirante a secundario de Berlanga).