Piensen en una marca conocida. ¿Le acompaña algún eslogan o frase que le haga recordarlo?
Lo haremos al revés. Le digo el eslogan y usted dirá que le viene a la mente. Alguno igual no le suena, pero tranquilo, eso es porqué es usted muy joven.
- Comenzamos:
"La chispa de la vida"
"A mí siempre me daban dos"
"¡Anda, la cartera!"
"A mi plim, yo duermo en..."
- Y del mundo futbolístico:
"Tener más moral..."
"Mes que un club".
Todo esto viene a cuento porqué conseguir que a una marca se le recuerde y marque "un antes y un después" cuesta mucho esfuerzo y aún más dinero. Lo que todas las marcas desean es tener esa relevancia con el mínimo coste.
El Valencia de los años 50, y anteriores, era bastante desconocido fuera de España. En Sudamérica eran contados los que lo conocían, al igual que a la inmensa mayoría de clubes españoles. Las excepciones, como no, eran los "grandes", que contaban en sus filas con estrellas mundiales. El Real Madrid y el Barcelona se disputaron el fichaje del más grande del continente americano, D. Alfredo Di Stefano, lo que les hizo aún más visibles. .
El Valencia comenzó a sonar más por Europa, en 1953, con el fichaje de Faas Wilkes. Pero este no era un jugador tan conocido en el resto del mundo futbolístico de entonces. Un modesto jugador vino a cambiar la historia del Valencia. Un hecho que en su tiempo tuvo una gran repercusión, pero que con el paso del tiempo fue perdiendo reconocimiento. Por supuesto hablo del excepcional marcaje de Mangriñán a D. Alfredo Di Stéfano, el 12 de septiembre de 1954 en Chamartín, en el primer partido de liga de la temporada 54-55. Una lástima que un verbo que comenzó a utilizarse en toda España no llegase a ocupar un lugar en el diccionario de la RAE, o por lo menos en el ADN de los valencianistas. Mangriñán y su verbalización Mangriñanear se utilizaron durante casi una década para describir a la parienta. Lo utilizaban más los hombres para referirse a sus mujeres por el mero hecho de ser estos, entonces, más futboleros. O al pesado de turno, que no dejaba de perseguir, ni a sol y ni a sombra, a la moza que pretendía.
Mangriñán era y es, en su definición, constancia en el trabajo encomendado, entrega total sin escatimar esfuerzos y como consecuencia de su resultado, trabajo bien hecho y aportación al resultado del equipo.
Nuestro escudo se ha confeccionado con las puntadas de las historias individuales de todos los que forman parte de este club. Desde los más visibles mediáticamente, jugadores, entrenadores y presidentes, hasta los menos visibles, como son los aficionados, directivos y empleados del club. A mi modesto modo de entender el Valencia perdió muchas oportunidades de añadir puntadas a su escudo. Esas puntadas que son más valiosas que las que puedan coserse con hilo de oro para conmemorar unas fechas concretas, sea un cincuentenario, ya olvidado por la inmensa mayoría, o sea el presente centenario. Puntadas de historias personales que conforman el murciélago que tan alto lo hacen volar y que por menospreciar o no saber sacarle todo lo que de bueno han aportado, aportan y aportarán al club se pierden y no engrandecen su historia y legado como merece. Hablo de los primeros jugadores, que nunca mejor dicho, por amor al arte balompédico se entregaron en cuerpo y alma. Hablo de esos llamados locos. Los aficionados por seguir ese nuevo deporte y los directivos por gastar, incluso lo que no tenían, en algo sin futuro.
Grandes historias que quedaron en el olvido. Nunca está de más recordar a los grandes, pero díganme cuantas batallas hubiese ganando Napoleón sin sus soldados, sin esos pequeños actos heroicos que completan la historia del devenir de los acontecimientos. Esos peones, imprescindibles para poder jugar al ajedrez.
Dar a cada uno el mérito que merece. Pues la defensa es el patito feo del fútbol. Como muchas veces he oído decir “Los goles son la salsa del fútbol”, sin pensar que mucha “salsa” puede estropear el mejor plato. Si tanto aportan los goles ¿Por qué no jugar sin porteros? ¿Por qué no jugar con 11 delanteros? ¿Serán mejores esos encuentros en los que los resultados sean de dos o tres dígitos? Quizás quieran volver al inicio de este deporte, en el que todos corrían tras el balón, antes de crear las reglas que lo comenzaron a regir. Ya no será este deporte que tantos amamos y tanto nos emociona. Ni mejor, ni peor, será algo diferente.
Con el hilo del esfuerzo, donde David volvió a vencer a Goliat, Mangriñán aportó su puntada de entre las miles que hay. Una puntada ni más ni menos importante que todas las demás, en la que cada uno hace todo lo que su fútbol le permite, sin escatimar en la entrega al conjunto. Pese a sus limitaciones técnicas fue, como siempre decía, «la horma de su zapato», el que supo entender el juego de su contrincante y utilizar sus mejores virtudes hasta conseguir aburrir a D. Alfredo, un portento del fútbol mundial. Anticipándose, consiguiendo que su rival llegase a desquiciarse por no poder hacer lo que mejor sabía, jugar al fútbol. Sin ninguna entrada brusca o incorrecta, todo deportividad.
D. Alfredo, viéndose impotente por el marcaje, en una jugada en la que Mangriñán cayó al suelo aprovechó para descargar toda su frustración e ira pisándole deliberadamente la barriga. Este lance fue vitoreado por gran parte de la afición madridista, la cual también descargó su parte de impotencia. Un socio del R. Madrid recriminó la actuación del jugador, lo que ocasionó la reprimenda de los aficionados que le escucharon. Fue denunciado a la directiva, que le llamó para pedirle explicaciones. Su respuesta fue la de entregar su pase de socio y darse de baja como tal. No aceptó que no se pudiesen criticar las acciones antideportivas, por muy jugador del R. Madrid y por muy Di Stéfano que fuese. Poco tiempo después paso a ser socio del Atlético de Madrid.
En la siguiente jornada el Valencia jugaba en Mestalla. Iturraspe no alineó a Mangriñán, pero el público, antes de comenzar el encuentro, comenzó a gritar el nombre del “secante”, lo que hizo que tuviese que salir al terreno de juego para recibir y agradecer la ovación.
En la jornada 16 el R. Madrid visitó Mestalla y venció al Valencia CF por 1 a 3. Se adelantó el Valencia con gol de Badenes a los 10 minutos, que neutralizó Olsen finalizando la primera parte, minuto 40. En los últimos minutos marcó Di Stéfano 2 goles, en el minuto 84 y el 85. Mangriñán no jugó ese encuentro, aunque años después un tal Sarmiento, uno de los fundadores del periódico AS, escribió un artículo en el que puso a Mangriñán en ese encuentro que no jugó y en el que Di Stéfano se desquitó del magnífico marcaje de la primera jornada de liga. Desconozco que le impulso a tal desatino, pues no debería ser normal que un periodista deportivo escribiese con tal desconocimiento de los hechos.
El siguiente partido, en el que se vieron las caras, fue en la jornada 15 de la temporada 55-56, en Chamartín, donde el R. Madrid ganó 1 a 0, con gran partido de los “ches” y una inoportuna y grave lesión de Fuertes, lo que mermó las posibilidades. La crónica del partido dice así “… no menospreciemos el estupendo papel de Mangriñán que hizo desaparecer como jugador al genial Di Stéfano, dicho sea en su honor, sin cometer una sola suciedad, mientras el argentino recurría, de palabra y obra, a toda clase de incorrecciones, algunas de las cuales , sancionadas por Arqué, quizá sean también sancionadas por las autoridades federativas;…”
De los siguientes marcajes no he encontrado, aún, prensa que los explique. Creo probable que se perdiese el interés para restarle el valor que cada uno de esos marcajes tuvo.
Mangriñán también supo anular a otros muchos contrincantes, pero no tuvieron la misma repercusión mediática.
Antes del marcaje del 12-09-1954, en su primera temporada como jugador del primer equipo, 52-53, Mangriñán marcó excepcionalmente a Sergio Rodríguez Viera, jugador uruguayo del Málaga, en la jornada 26 de liga, 5-04-1953. El Valencia comenzó encajando un gol en el minuto 2. A los 30 minutos fueron expulsados Becerril, por el Málaga, y Puchades, por el Valencia. Pero el mejor juego era del Valencia. En la segunda parte Quincoces le dijo a Mangriñán, y así me lo contó él, -“Mangriñán, ahora me va a marcar usted a… (otro jugador que ahora no recuerdo). El caso es que el marcaje de Rodríguez pasó a encomendárselo a otro jugador.
El Valencia consiguió marcar en la segunda parte, marcando el 3º en el minuto 68. El problema es que Rodríguez marcó en el minuto 82 y 85, lo que supuso el empate final a 3.
Ya en el vestuario Quincoces le pidió disculpas a Mangriñán. –“Me va usted a perdonar, pero hemos perdido un punto por mi culpa, ya que no debería de haberle cambiado en su labor de marcaje a Rodríguez”, que quedó totalmente anulado cuando Mangriñán era el encargado de su marcaje.
En el siguiente encuentro en Mestalla el Valencia perdería, contra todo pronóstico, contra el Atlético de Madrid. Estos dos resultados dejaron al Valencia a merced del resultado que se diese en el encuentro que tendría que disputar contra el Barcelona en Les Corts. Al perder 2 a 1 solo quedaba la posibilidad de un “tropiezo” del Barcelona en las 2 últimas jornadas. El Valencia ganó los 2 encuentros, al igual que el Barcelona, lo que permitió a este último proclamarse como campeón de Liga, quedando el Valencia subcampeón, por mejor golaveraje con el Real Madrid.
Volviendo al Marcaje a Di Stefano. La Pequeña Copa del Mundo que se disputaba en Caracas, Venezuela, se trataba de un campeonato a 4. Uno del país anfitrión, que en el año 1955 fue La Salle (Campeón de
Primera División de Venezuela 1955), un destacado equipo de Sudamérica, Sao Paulo (Tercer Puesto del
Campeonato Paulista 1955), y el ganador de la Copa Latina, que enfrentaba equipos de Portugal, Italia, Francia y España. La Copa Latina del año 1954 no se disputó, por coincidir con el Mundial de Fútbol, ya que en 1950 tuvieron problemas para poder organizarlo, por la coincidencia con dicho evento futbolístico, pues las figuras internacionales se dedicaban, en esas fechas, en exclusiva a su selección nacional. Por tanto no había campeón de la Copa Latina y los promotores de la Pequeña Copa del Mundo decidieron invitar al Benfica (Campeón de
Primera División de Portugal 1954/55) y al Valencia (eliminado en Cuartos de la Copa por el Sevilla en 1955 y quinto puesto de
Primera División de España 1954/55) no presentaba un palmarés de los exigidos para participar. ¿Por qué fue entonces invitado? ¿Quizas por haber ganado la Copa de la temporada 53-54?
La respuesta más probable, por el famoso marcaje a Di Stéfano. Ya que la directiva del Valencia al comunicar a los jugadores la participación en dicho campeonato y Mangriñán decirles que él solicitaba no participar, pues hacía meses que tenían preparado todo para contraer matrimonio en julio, por lo que coincidían ambos eventos le respondieron que él debía participar, pues era uno de los requisitos que les habían puesto desde la organización, como supongo sería que tampoco faltasen los jugadores internacionales. Finalmente tuvo que posponer un mes la boda y casarse en agosto, a su regreso de Venezuela.
Este hecho demuestra la gran repercusión que tuvo el marcaje en toda Sudamérica, donde la figura de Mangriñán, por su gran marcaje, fue la que ayudó a que fuese más conocido el Valencia por la inmensa mayoría de los aficionados en ese continente.
Recuperemos esas historias que nadie ha escrito. No esperemos a que otros vengan a explicarnos que es nuestro sentimiento. Como los ladrillos toscos que sujetan el enlucido y todos los adornos que colgamos en la pared, pues sin ellos nunca se sostendrían. Quede como un borrón en la memoria, de las diferentes directivas, el no saber reconocer lo que cada cual aportó a la historia de este nuestro Valencia. Y no hablo solo de jugadores, la parte más visible de la historia del club. Escriban sobre esas historias personales que no se cuenta en los libros de historia del Valencia. En mi caso aporto la historia que su protagonista nunca contó fuera del círculo familiar, es mas, nunca se atrevió, como yo lo hago, a decir que gracias en parte a él se jugó La Pequeña Copa del Mundo. Sin darse méritos, pues siempre pensó que lo que hizo no fue más que su obligación. La que todos, en mayor o menor medida de sus posibilidades, realizaban defendiendo el escudo que les fue prestado y que obligatoriamente debían devolver a su afición con sus mejores puntadas, para que ese escudo, que nos pertenece a todos, luzca vibrante, colorido y con ese sentimiento que no alcanzo a poder expresar en toda su amplitud.
Me permitirán que mi recuerdo personal sea para un gran hombre y padre, José Mangriñán Diago.
AMUNT VALENCIA!!!