EL BRILLO DEL TRIUNFO
(A esos ojos que ven ganar por primera vez un título al Valencia C.F., a todos ellos)
“Más allá de la noche que me cubre, negra como el abismo insondable, doy gracias a los dioses que pudieran existir por mi alma invicta. En las azarosas garras de las circunstancias, nunca me he lamentado ni he pestañeado. Sometido a los golpes del destino, mi cabeza está ensangrentada, pero erguida. Más allá de este lugar de cólera y lágrimas, donde yace el horror de la sombra, la amenaza de los años me encuentra, y me encontrará, sin miedo. No importa cuán estrecho sea el portal, cuán cargada de castigos la sentencia, soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma.” William Ernest Henley.
Jueves 23 de mayo, es de noche, en casa todos duermen menos yo, que estoy terminando de preparar las maletas para el viaje a Sevilla, el equipaje está compuesto principalmente por camisetas del Valencia C.F., por supuesto de sueños y mucha ilusión.
El silencio de la noche me sirve para escuchar mis pensamientos, en algunos momentos creo incluso que hablo sólo, me hago preguntas mentalmente y me contesto. Estoy intranquilo, nervioso, no sé qué pasará el sábado por la noche, procuro no hacerme ilusiones, me parece que así en caso de no traernos la Copa sufriré menos, estaré preparado. Es cierto que tenemos nuestras posibilidades, son pocas, pero nos tenemos que aferrar a ellas. Me preocupa más en caso de no ganar como consolar a un pequeño hombre de 14 años, tendré que hacerle ver que tendremos más oportunidades en el futuro, pero perder una final es muy duro.
Me acerco a la habitación de mi hijo se ha dormido con la luz de la mesilla encendida, está nervioso expectante, lo sé, se lo noto, es su primera final, no sabe dónde va ni lo que se va a encontrar, por suerte ya tengo experiencia en finales e intentaré guiarlo, le apago la luz y dejo que siga soñando.
Sábado 25 de mayo, la final se empieza a ganar en la grada, sobre todo gracias a una absurda e innecesaria batalla de speakers, y a un moderador intentando unir a las aficiones, y que pronto se dieron cuenta de que nosotros no habíamos venido a hacer amigos, y mucho menos a participar de ese engendro, habíamos venido a ganar la Copa, y dejamos claro que todo el que no era valencianista era enemigo nuestro, después el león de Mestalla rugió con fuerza cuando se desplegó la lona diseñada por el gran Lawerta, una auténtica obra de arte con un significado imposible de mejorar “Soñar que no tenemos techo” con las imágenes inmortales de Kempes "El Matador", el "Piojo" López y el "Pipo" Baraja.
Las ganas y las impaciencia por empezar la batalla se vieron reflejadas cuando nuestros jugadores comenzaron el calentamiento, la grada estaba perfectamente formada y animando con toda el alma, algo ya de por sí excepcional, ya que en cualquier partido en Mestalla la gente no empieza a entrar hasta que faltan quince o veinte minutos.
En dos momentos puntuales sentí un nudo en la garganta, el primero cuando salieron los jugadores de ambos equipos junto al cuarteto arbitral, y sólo se oía “Valeeeeencia Valeeeeencia” no me salía la voz de la garganta, el segundo cuando el colegiado pitó el final del partido, un momento indescriptible, de felicidad absoluta de “sentiment” desbordado, de alegría, de recuerdos, de liberación, de paz, no recuerdo un momento como este con semejante carga emocional.
Entre medias, la alegría desatada en los goles marcados por Gameiro y Rodrigo, y el sufrimiento cuando Messi marcó y todavía quedaban veinte minutos por delante, para masticar y digerir la angustia e incertidumbre del marcador. Me acordé mucho de Rafa Lahuerta y su profecía del partido, se estaba cumpliendo en cuanto al resultado y en el "timing" del partido.
Con el pitido final, disfrutamos con el reflejo del metal del triunfo bajo los focos del Benito Villamarín, nuestra casa de alquiler durante unas horas, abajo en el césped los jugadores y el cuerpo técnico se convierten en leyendas para siempre, hoy se han dejado la piel para que esta Copa se vaya a Valencia, hay brillo allí abajo, un brillo fruto del trabajo, del tesón, de la lucha y de la voluntad de querer llegar.
Tanto en la ciudad de Sevilla como hoy en el campo he visto a muchos amigos y conocidos, pero de todo lo vivido me quedo cuando acaba el partido y veo o intuyo las caras de mis compañeros de uvaM, sus miradas y el brillo en los ojos de José Miguel, en los de Josep, en los de José Antonio, en los de Miquel, en los de José Carlos, en los de Jesús, en los de Pepe, y también me imagino el brillo en los ojos de los que no estaban en el campo, en los de Xoi, los de Sergi, los de Rafa, los de José Ricardo, y los de Fran, un brillo sublime, una herencia y un legado inolvidable para nuestros hijos, que por primera vez han podido ver triunfar a su equipo.
Once años después, y tras una larga y angustiosa travesía por el desierto, un desierto cargado de víboras y alimañas, un peregrinaje en el cual hemos pasado mucha sed, hemos padecido auténticas tormentas de arena, y sobretodo muchas cosas mal hechas, demasiadas, y que aún estamos pagando, ganar esta Copa es como encontrar un oasis en ese desierto, agua para calmar la sed, refugio para ver pasar la tormenta.
Esta victoria es para todos nosotros los valencianistas, pero sobre todo para una generación entera que nació con el inicio del tercer milenio, una generación que apenas tiene recuerdos de la final ganada en 2008, y que sus recuerdos solamente consisten en ver la irregularidad en la Liga, y quedarse a las puertas de jugar finales, palmando en tres semifinales de Copa contra el FC Barcelona, en semifinales europeas contra el Atlético de Madrid, y como no contra el Sevilla FC con el fatídico gol de M’Bia en aquel maldito minuto 94. Todo eso hoy ha quedado atrás, hemos pasado página a lo grande, un extraordinario colofón a esta temporada intensa del Centenario.
El recuerdo que nos llevamos de esta final es para siempre, imborrable, mágico y supone un extra de vitamina que nos ayudará para seguir adelante cuando el desánimo nos quiera volver a alcanzar.
La foto que encabeza este texto es de mi hijo Pablo en la final, estaba alegre, contento, exultante; con su bufanda, su peluca naranja y su garganta como armas, no paró de cantar y animar a su equipo, a nuestro equipo, nunca lo había visto así, mimetizado con el ambiente, fue su personal forma de celebrar y vivir su primer título con el Valencia C.F.
Durante la celebración en el Benito Villamarín hice una pausa, todo se quedó en silencio a mi alrededor, observo todo el estadio, ondean las banderas y las bufandas al viento, capturo visualmente nuestra grada, hay mucho brillo en ella, lo hemos dado todo, nos hemos fusionado con el equipo, no hay mayor felicidad condensada en tan poco espacio, estoy orgulloso de pertenecer al Valencia C.F., gracias papá, y la oportunidad de poder disfrutar de ganar una final junto a mi hijo es algo que no podré olvidar jamás, me emociono sólo con pensarlo, y yo aquí en la grada, con mi silencio interior soy feliz, el hombre más feliz del mundo.
A mi hijo Pablo le pregunté qué era lo que más le había gustado de la final, la respuesta fue breve, reflexiva y concisa...GANAR.
Amunt!!!
José Luis Aguilar. @PEPELUVFC