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Si estás leyendo estas líneas en
este bendito blog es porque, sin duda, la historia latida de nuestro Valencia
es una de tus pasiones. Y si la historia latida de nuestro Valencia es una de
tus pasiones, puedo apostar que han sido varias, seguramente muchas veces, las
que en una animada tertulia o cualquier otra circunstancia, generalmente
veraniega (aunque no sea premisa necesaria) has despejado la incógnita, la gran
cuestión de imposible respuesta: Tu once. El mejor once de tu historia de amor
particular con Mestalla. La respuesta está condicionada por la edad: si has
visto a Mario o no, si has perdonado a Pedja o le sigues negando el carril del
ocho hacia el interior, el intento de equilibrar héroes del doblete con héroes
de la Recopa y, por supuesto, los amores familiares, casi de clan entre
Fernandistas, Aimaristas o incluso (sic) Albeldistas.
Otra conversación habitual es el
“once pufo”, los jugadores que han sido pesadilla para la camiseta. Mucha de
esta selección también está influida ya no por filias, claro, sino por fobias
personales; algunas discutibles, otras justificadas. No falla, cuando parece
confirmarse el hallazgo del peor nueve de nuestros tiempos, siempre, siempre,
otro nombre, higiénicamente olvidado, aparece para sumarse dolorosamente a esta
lista que parece no tener fin.
Pero hoy la ecuación del once que
te propongo es más complicada. Apenas acierto formularla: Un once ¿”olvidado”?,
¿“infravalorado”?... no exactamente, difícil de explicar… el recuerdo de estos
jugadores es, en líneas generales bueno, mayoritariamente dulce si bien casi
apuesto a que ninguno de esos once está en tu once mágico ni colgará en breve
de las lonas de la fachada de tribuna. Son esos grandes jugadores, que no
marcan una época pero que merecen un aplauso y un recuerdo que muy a menudo no
se le brindó con la generosidad merecida en su tiempo. No, no estoy diciendo
que fueran silbados ni mucho menos, trata, este artículo en definitiva, de
poner en valor algunos jugadores que no me importaría incorporar a ese once
mítico, el “Once de los olvidados”… a la sombra de los gigantes.
Aquí te sirvo los míos… ¡cerveza,
camarero!, querido lector, ¿Cuáles son los tuyos?
Ochotorena: Su temporada
primera, Zamora con Espárrago fue absolutamente prodigiosa, seguro que no está
en tu once inmortal pero era un porterazo, pilar de aquella vuelta a Europa y
eslabón de una gran cadena de guardametas.
Revellière: La falta de
liquidez nos llevó a no adquirir a este más que competente lateral derecho.
Competente y técnico, adaptado express en unos pocos meses de una temporada de
transición. Era un muy buen lateral como demostraría más adelante en su tierra.
Engonga: Aunque vino para
el Medio Centro, su explosión fue como un más que brillante hombre libre.
Técnico hasta el extremo, controlador del eje defensivo. Si falla en nuestro
once algún argentino, podría coger el testigo con absoluta fiabilidad.
Alain Roche: Buenísimo
defensa central en la era dorada de los defensas centrales. Sobraban, tal vez
por ello, su fugaz estancia y marcha no se valoraron como deberían. Experto y
fiable, importantísimo en la explosión de cambio de siglo. Al nivel de los
mejores.
Leonardo: Un media punta
extraordinario y jugador finísimo en el centro del campo… del Milan. Aquí un
muy joven lateral izquierdo, demasiado técnico en un equipo algo gaseoso. Tal
vez si nos hubiéramos ahorrado su periplo japonés y su reconversión posterior
se hubiera producido en Paterna, hoy su nombre estaría en otra lista.
Jorge López: El tapado del
doblete que él no ganó. Aquel partido Intertoto con el Villareal condicionó su
participación europea (bueno, la canceló) pero revisando aquella liga mágica,
su precisión en los centros, calidad indiscutible y sobre todo, su fiabilidad
desde el punto de penalti (Que puso fin a un trauma que venía de años atrás) lo
confirman como un jugador mucho más importante de lo que recordamos. Lástima su
posterior lesión y su final diluido, merecía más.
Jose Ignacio: Mazinho era
una barbaridad. Nunca vi en Mestalla un mediocentro tan completo en tantas
facetas del juego, ojalá alguno de sus hijos, sobrinos y protegidos llegara a
la suela de su zapato. Sin embargo este muchacho riojano era un jugador
espléndido: completo, técnico y bregador, buen distribuidor y defensor,
abarcando campo y jerarquizando. Un jugador que hoy… bueno, lo dejo ahí.
Luis Milla: Todos lo
descubrimos aquella tarde noche contra el Liverpool, como un moderno Javi
Fuego, Luis Milla, veteranísimo y curtido en mil batallas tenía que estar en el
césped. Siempre.
Carlos Arroyo: La gran
promesa y exigencia desde sus tiempos del Mestalla, cuando el Luis Casanova se
llenaba aquellos domingos matinales para verlo a él y aquel joven compañero
familia de una famosa cantante folklórica. Carlitos Arroyo estuvo muchos años en
el centro del campo del primer equipo, aportando eso: calidad, tal vez no top
pero sí confiable y fiel. Calidad pero de la vieja: lucha, presencia y algunos
goles en su momento justo.
Eloy Olaya: Su fichaje fue
una sorpresa para muchos, aquel Valencia grande desde la humildad, robaba al
Barcelona una de sus pretensiones. Internacional y talentoso, honrarle es
honrar al escudero, al que prende la mecha del explosivo para que otros
perforen la muralla. Todos recordamos a su pareja de diabluras, pero de la talla
gigantesca del búlgaro, algo más de metro y medio era, en realidad, asturiano.
Mista: Selección. Poco más
que añadir al mejor jugador de aquella final sueca. Rematador letal y técnico,
extraña conjunción en un futbolista desgarbado que fue imparable. La punta de
lanza afiladísima que conquistó las cumbres más altas que podíamos imaginar.
Si. Lo sé. Todo once es polémico,
pide mucho debate y desacuerdo y además, debe completarse con un banquillo que
se precie.
Adelante, te escucho.
Sergi Calvo
Socio del Valencia CF
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