El següent artícle va ser publicat en la Cartelera Turia la setmana del 21 de juliol de 2008. Agraïm tant l'autor com la Cartelera Turia la publicació del text en el nostre blog.
En medio del clima caótico que se respira en el Valencia, con un máximo accionista que se comporta como el perro del hortelano, un gestor que intentará reflotar la maltrecha economía del club a golpe de comisiones, una plantilla que no acaba de cerrarse y una afición que todavía no sabe si su equipo luchará por mantener la categoría o por lograr algún título, ha pasado inadvertido un hecho que demuestra que quienes rigen los destinos del club están más interesados en temas que poco tienen que ver con lo sentimental y mucho con lo material.
Dentro de unos días comenzará la temporada 2008-09, la última en la que el viejo campo de Mestalla será el feudo del Valencia. El recordatorio no es gratuito. Mestalla ha sido el escenario de los éxitos y los fracasos del Valencia en los últimos 85 años de su historia, que son muchos si se tiene en cuenta que el club cumplirá el próximo 18 de marzo 90 años de vida. El ritual de acercarse al viejo coliseo que linda con las avenidas de Aragón y de Suecia, de internarse en el caos automovilístico que supone para la ciudad un partido del Valencia, de picar algo antes de los partidos nocturnos, de celebrar los triunfos o ahogar las derrotas en alguno de los bares de moda que rodean el campo o de sentir que Mestalla es la casa de todos aquellos que han mamado el Valencia desde niños dará paso a trasladarse a un estadio con las últimas comodidades, con amplias zonas de aparcamiento, en una zona que está lejos de todo, y en el que, inevitablemente, el aficionado añorará su antigua casa durante años.
Mestalla se inauguró el 20 de mayo de 1923, sólo cuatro años después de la fundación del club, que hasta entonces disputaba sus partidos en un destartalado recinto, muy cercano en la distancia pero muy lejano en las condiciones para ver el fútbol, que respondía al nombre de Algirós. Más de medio millón de pesetas de la época costó a los responsables del club dotar al Valencia de un estadio moderno, acorde a los tiempos en los que la entidad iniciaba un camino hacia la elite del fútbol español que precisaba de un escenario decente.
85 años después, aquel viejo campo que podía albergar a 17.000 espectadores, se encontraba en el extrarradio de la ciudad y permitía a los aficionados dar un tranquilo paseo los domingos por la tarde por las zonas no edificadas hasta alcanzar su localidad es un intruso en el centro de la ciudad, ahogado por las altas viviendas que lo rodean y puede acoger a más de 55.000 personas. En el camino han quedado las reformas que han ido ensanchando el campo hasta su configuración actual: la acometida en la década de los 50, cuando se construyó el “Gran Mestalla” con parte de las recaudaciones que se conseguían cuando la gente iba a ver a Wilkes en el campo; la que obligó, para el Mundial del 82, a cambiar la fisonomía del barrio que lo rodeaba e hizo de Mestalla un estadio moderno para su época; y la que acometió el club en la década de los 90, ante la protesta vecinal, para aumentar su capacidad a costa de invadir la privacidad y el espacio de los edificios que le rodeaban.
Con el aspecto primitivo de sus primeros años, el moderno que fue adquiriendo en sus sucesivas reformas o la sensación que se tiene ahora de que aquello no da para más ampliaciones, el principal patrimonio de Mestalla es la educación sentimental que ha impartido a varias generaciones de valencianistas. Allí se celebraron los títulos, se lloraron las derrotas, se sufrió en los momentos débiles y se gozó cuando el viento soplaba a favor. Allí, sobre sillas de anea, la dura piedra o los asientos de plástico, se ha forjado la historia del club y la de sus seguidores. Allí mucha gente ha vivido algunos de los momentos más sentidos de su existencia.
Ante el olvido del club, entendido como entidad oficial, un grupo de valencianistas ha puesto en marcha una iniciativa singular a través de la red. Se trata de una bitácora (ultimesvespradesamestalla.blogspot.com) en la que el que desee puede dejar sus opiniones y comentarios sobre lo que ha significado Mestalla en su vida. Un lugar para la memoria y el refuerzo de la identidad del Valencia. El mejor homenaje que se merece el escenario de los sueños.
Paco Gisbert
Socio del Valencia CF
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Dentro de unos días comenzará la temporada 2008-09, la última en la que el viejo campo de Mestalla será el feudo del Valencia. El recordatorio no es gratuito. Mestalla ha sido el escenario de los éxitos y los fracasos del Valencia en los últimos 85 años de su historia, que son muchos si se tiene en cuenta que el club cumplirá el próximo 18 de marzo 90 años de vida. El ritual de acercarse al viejo coliseo que linda con las avenidas de Aragón y de Suecia, de internarse en el caos automovilístico que supone para la ciudad un partido del Valencia, de picar algo antes de los partidos nocturnos, de celebrar los triunfos o ahogar las derrotas en alguno de los bares de moda que rodean el campo o de sentir que Mestalla es la casa de todos aquellos que han mamado el Valencia desde niños dará paso a trasladarse a un estadio con las últimas comodidades, con amplias zonas de aparcamiento, en una zona que está lejos de todo, y en el que, inevitablemente, el aficionado añorará su antigua casa durante años.
Mestalla se inauguró el 20 de mayo de 1923, sólo cuatro años después de la fundación del club, que hasta entonces disputaba sus partidos en un destartalado recinto, muy cercano en la distancia pero muy lejano en las condiciones para ver el fútbol, que respondía al nombre de Algirós. Más de medio millón de pesetas de la época costó a los responsables del club dotar al Valencia de un estadio moderno, acorde a los tiempos en los que la entidad iniciaba un camino hacia la elite del fútbol español que precisaba de un escenario decente.
85 años después, aquel viejo campo que podía albergar a 17.000 espectadores, se encontraba en el extrarradio de la ciudad y permitía a los aficionados dar un tranquilo paseo los domingos por la tarde por las zonas no edificadas hasta alcanzar su localidad es un intruso en el centro de la ciudad, ahogado por las altas viviendas que lo rodean y puede acoger a más de 55.000 personas. En el camino han quedado las reformas que han ido ensanchando el campo hasta su configuración actual: la acometida en la década de los 50, cuando se construyó el “Gran Mestalla” con parte de las recaudaciones que se conseguían cuando la gente iba a ver a Wilkes en el campo; la que obligó, para el Mundial del 82, a cambiar la fisonomía del barrio que lo rodeaba e hizo de Mestalla un estadio moderno para su época; y la que acometió el club en la década de los 90, ante la protesta vecinal, para aumentar su capacidad a costa de invadir la privacidad y el espacio de los edificios que le rodeaban.
Con el aspecto primitivo de sus primeros años, el moderno que fue adquiriendo en sus sucesivas reformas o la sensación que se tiene ahora de que aquello no da para más ampliaciones, el principal patrimonio de Mestalla es la educación sentimental que ha impartido a varias generaciones de valencianistas. Allí se celebraron los títulos, se lloraron las derrotas, se sufrió en los momentos débiles y se gozó cuando el viento soplaba a favor. Allí, sobre sillas de anea, la dura piedra o los asientos de plástico, se ha forjado la historia del club y la de sus seguidores. Allí mucha gente ha vivido algunos de los momentos más sentidos de su existencia.
Ante el olvido del club, entendido como entidad oficial, un grupo de valencianistas ha puesto en marcha una iniciativa singular a través de la red. Se trata de una bitácora (ultimesvespradesamestalla.blogspot.com) en la que el que desee puede dejar sus opiniones y comentarios sobre lo que ha significado Mestalla en su vida. Un lugar para la memoria y el refuerzo de la identidad del Valencia. El mejor homenaje que se merece el escenario de los sueños.
Paco Gisbert
Socio del Valencia CF
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