·
Mi primera visita a Mestalla se remonta a la temporada 82-83, lo recuerdo perfectamente ya que además de ser el año del Mundial, por cierto nefasto para nuestra selección o mejor dicho para la “roja” como se empeñan en llamarla ahora los periodistas deportivos, fue el nacimiento de mi hermano, otro valencianista de pro.
Mi primera visita a Mestalla se remonta a la temporada 82-83, lo recuerdo perfectamente ya que además de ser el año del Mundial, por cierto nefasto para nuestra selección o mejor dicho para la “roja” como se empeñan en llamarla ahora los periodistas deportivos, fue el nacimiento de mi hermano, otro valencianista de pro.
Cada domingo que nuestro Valencia jugaba como local era todo un ritual, me levantaba y acompañaba a mi padre a comprar la prensa del día y de paso me obsequiaba con un paquete de cromos, pero no éstos que venden ahora autoadhesivos, sino los de cartón, ésos que tenías que pegar con pegamento “Imedio” o si me apuras con agua y harina, después íbamos a visitar a mis abuelos, que para mi goce y disfrute me tenían preparada mi ración de regaliz de palo y 50 pesetas “esa moneda gigante que no cabía en mi mano” y que evidentemente yo invertía en una nueva remesa de cromos, los cuales, y si ya los tenía repes, me jugaba en el patio del colegio a pantalones y camisetas.
Después de comer y con los nervios en el estómago acudía a Mestalla de la mano de mi padre con mi regaliz en la boca, emulando a los hombres que veían el partido puro en ristre, subíamos a General de pie y fue allí donde mi sentimiento valencianista afloró, entre esa marea humana, que cuando nuestro equipo marcaba un gol tenía que agarrarme fuertemente a la pierna de mi padre para no ser llevado por el gentío, fue allí donde empecé a admirar a tantos y tantos jugadores que han pasado por Mestalla, fue allí donde disfruté y padecí con las alegrías y las penas de nuestro Valencia, el descenso a segunda división y su correspondiente ascenso, la mítica remontada al Real Madrid con goles de Fernando y Roberto en los minutos finales y por supuesto con los éxitos conseguidos en estos últimos años.
Aunque hoy en día pueda parecer extraño a las nuevas generaciones de valencianistas, podías acudir al fútbol y verlo de pie sin tener que pasar por tornos ni registros de mochilas. Claro está que cada vez son más estrictas las normas de seguridad en los estadios de fútbol, pero esa sensación de cercanía y familiaridad que había en la grada de “general de pie” ya no se volverá a repetir.
Pero si tengo que quedarme con el mejor recuerdo de mis visitas a Mestalla es sin dudarlo el ir acompañado de mi padre a disfrutar y padecer juntos del sentimiento valencianista.
José Vicente Ferrer Ballester
Aficionado del Valencia CF
·