divendres, 27 de febrer del 2009

Banqueta visitant. Real Valladolid CF

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El viejo Zorrilla

Y estoy condenado a recordarlo cada mañana de verano.

Ahora lo sé. Sin duda fue culpa de la televisión. De la televisión en blanco y negro de mi infancia. Aquella de los cambios de equipación por la coincidencia de colores. Aquella de las repeticiones con la misma cámara y una R parpadeante en una esquina de la pantalla. Sin duda fue entonces, antes del año 76, pues ese año vimos ya en color los Juegos Olímpicos de Montreal (en mi casa jaleábamos a Juantorena a falta de material patrio).

Pero fue eso. La tele en blanco y negro. Recuerdo que fui al Viejo Zorrilla por primera vez con mi padre. Cuando el Valladolid estaba en Segunda División, quizás fuese el año tras el que ascendieron de su infernal paso por la Tercera. Llegabas hasta allí, pasabas la plaza de toros de color ladrillo, dejabas a un lado el campo de tierra marrón clara donde jugaban las categorías inferiores y otros equipos de Valladolid y entrabas en el pequeño estadio. Y un fogonazo verde te colocaba en un mundo distinto, más real, que instalaba dentro de tu pequeño cerebro un sano sentimiento de desconfianza en el aparato ese de casa donde veíamos esas imágenes desvaídas de la Primera División. Ese verde era real. Y casaba bien con el morado y blanco. Los otros equipos siempre iban de rojo o de azul, de un triste rojo o azul.

Pero no sólo eso. También llamaba la atención, de inmediato, sin empezar el partido, el ruido del golpeo del balón, algo irreproducible desde la televisión y que en el José Zorrilla, por ser pequeño, sonaba nítido y cercano desde la tribuna a la que iba con mi padre. Era un campo muy parecido al viejo Atocha, a esos campos vascos atrapados entre tribunas cubiertas, pero con la general sin techo (allí iba con mi hermano) donde te caían las palabrotas (entonces se llamaban así) desde cualquier lado.

Un estadio que tenía un tiempo mítico que contaban los mayores. Un tiempo en el que jugaron futuros internacionales y amantes de faraonas; de Lesmes I y II, Coque y Matito, en el que mi padre, vestido de militar, saltó en una ocasión jugando contra el Madrid a, según él, felicitar al árbitro, antes de que la policía le detuviese con los buenos modelos que su uniforme de oficial exigía.

Aquel fue un tiempo lejanísimo de Primera División que durante mi infancia parecía irrecuperable a pesar de Cardeñosa. El muchacho frágil y genial que se veía que llegaría lejos y al que se le recuerda por lo que no se le debe recordar. A Cardeñosa, a pesar de aparentar ser casi un niño, le daban leña por todos los lados. Cuando la entrada era dura de verdad en el estadio (en los fondos de general, sobre todo) empezaba a resonar un grito; ¡Docal! ¡Docal! Docal era un central rocoso al que el público reclamaba venganza, que él solía satisfacer con una de esas entradas por detrás, tras la cual se levantaba inmediatamente corriendo hacia su área, sin mirar hacia atrás, como si nada hubiese sucedido, mientras el damnificado se retorcía de dolor en el suelo. Eran tiempos de Llacer, Salvi, Lizarralde, Álvarez, Lorenzo, Puig-Viñeta (me encantaba ese nombre), jugadores que llevaban el estigma de la Segunda en sus botas, uno y otro año, una década entera. Porque los otros enseguida se iban, los De la Cruz, Cardeñosa, Landáburu (que un día nos enseñó que goles se pueden meter desde cualquier parte del campo, por muy lejos que se esté de la portería). Y frente a la sobriedad castellana, la locura de un joven Rincón que al vallisoletano de pro nunca terminó de convencer.

Y recuerdo la maestría absoluta de un Gilberto al que un Solsona, valencianista para más señas, casi desbarata para siempre. Pero en ese tiempo, la cosa empezaba a oler a otra cosa. Y con Moré y con Gail la cosa fue más para arriba, tan para arriba que terminamos subiendo: Pucela de primera. Y creo que subimos para disfrutar, sobre todo, de ese momento en que Juanito desbordaba su alegría allí en el Viejo Zorrilla creyéndose campeón de liga; mientras en su gemelo Atocha, Zamora marcaba un gol que significaba una Liga.

Ahí se terminó el Viejo Zorrilla. El campo se quedo pequeño, vino un Mundial. Gail marcaba el último gol a Basauri y todos nos fuimos a pasar frío, otra clase de frío más frío al Nuevo Zorrilla. Y allí donde había un viejo estadio, allí donde el fogonazo verde me cautivo un día, se construyó aquello que determina sin ninguna duda la modernidad plana e igualitaria de cualquier ciudad española. Valladolid tenía el Nuevo Zorrilla y El Corte Inglés. Y quizás solo unos pocos niños de aquella época de la Segunda perpetua añoramos ahora aquel Viejo Estadio.

Quizás solo yo estoy condenado a recordarlo, cada verano, cada mañana, cada vez que voy a la piscina de mi urbanización y allí con un nadar torpe y bonachón esta él, y la cabeza que metió el último gol en el Viejo Zorrilla asoma por encima del agua. Y en una ocasión, convertido de nuevo en el niño que le veía gobernar el medio campo, me atreví a preguntarle sobre todo aquello, sobre su gol, sobre aquel pequeño y viejo estadio que a mí me gustaba tanto en mis lejanos recuerdos. Solo me dijo una frase: Eran otros tiempos.

Prepárense, amigos valencianistas, precisamente para eso. Ni más ni menos. Sin remedio. Otros tiempos.


Fernando Terreiro
Socio del Real Valladolid CF
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dimecres, 25 de febrer del 2009

¿Qué te apuestas a que lo falla?

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Con los cuarenta ya cumplidos no recuerdo cuál fue mi primer partido en Mestalla. Supongo que sería en la década de los setenta, acudiría de la mano de mi padre, y junto a un tío mío y uno de mis cuñados. Tres localidades en el sector 7 teníamos en la familia.

Pero lo que sí recuerdo fue un soniquete que estaba presente durante buena parte de los noventa minutos que duraban los partidos. “Xé, auri joc, auri joc”, solía decir un hombre, ya mayor, y vecino de localidad. Y con este escrito quiero homenajear a todos aquellos “vecinos de localidad” que seguro todos hemos tenido en alguna ocasión en el viejo Mestalla, y que, bien por su peculiaridad o por su forma de ser, recordaremos siempre.

Después de fallecer mi padre, en diciembre del 81, en el año 83 tanto mi tío como mi cuñado se dejaron los pases, pero yo con 15 años ya tenía bien arraigado en mi sangre el valencianismo y no quise ni pude dejar de ir a Mestalla, por lo que abandoné aquella localidad y me trasladé a General de Pie, donde al no tener sitio fijo, los vecinos de localidad variaban cada domingo. De General a Sillas Gol Norte, fila 0, justo arriba donde ahora se ubican los Yomus, pero que por aquel entonces aun estaban en general. Y fue en esa localidad donde justo a mi izquierda, hombro con hombro, se sentaba un señor mayor, caliqueño aferrado a su boca, todos los partidos. No recuerdo siquiera su nombre, quizás porque jamás nos presentamos. Hablábamos mucho de fútbol, a mí sobre todo me gustaba escucharle historias del fútbol de las décadas anteriores. Le tenía un odio fuera de lo común al FC Barcelona y a todo lo que oliera a catalán. Recuerdo que a Mijatovic le llamaba “El Pianiste”, porque decía que tenía nombre de pianista, pero sobre todo recuerdo que cuando nos pitaban un penalti a favor, siempre se me arrimaba y me decía en voz baja al oído: ¿Qué te apuestas a que lo falla?. Guardo un gran recuerdo de aquel hombre que, un año, de repente, dejó de venir, creo que porque su esposa estaba delicada y debía quedarse en casa cuidándola. Y lo eché mucho de menos en años posteriores. Su sitio fue ocupado pero ya no fue lo mismo.

Ahora acudo en compañía de mi mujer al fútbol, a nuestros asientos en el sector 15 y también, delante nuestra, tenemos a otro vecino de localidad de los que te gusta escuchar, lo que ocurre es debido a su estado de salud pues viene cuando puede, pero siempre es de agradecer tener a un viejo aficionado cerca para poder disfrutar de su sapiencia futbolera.

Aun hoy, cuando nos pitan un penalti a favor me vienen a la memoria aquellas palabras... ¿qué te apuestas a que lo falla?


Jose Miguel Lavarías
Socio del Valencia CF
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dilluns, 23 de febrer del 2009

Aquella llum blanca que tocava el cel

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Jo vaig nàixer amb el cor blanc i la sang taronja. Sóc d'una generació de segona crescuda entre humiltat i desig de primera. Era quan les temporades acabaven al gener i els títols només pertanyien als llibres.

Recorde aquell dia com si foren diversos dies. El cor bategava més fort només en veure la majestuositat de Mestalla que enviava un canal de llum cap al cel com si tinguera una connexió directa amb les estrel·les.

Les seues banderes indefectiblement ordenades segons la classificació. Les escales fosques. I una porta per on entrava una llum blanca. La més blanca que havia vist mai. I per fi... entraves a les grades. els meus ulls il·luminaven més que les torres. D'això n'estic segur. M'arribava justet la tanca que separava la general de peu de sillas gol. Una tanca de filferro que separava les classes futbolístiques i que em predestinaven al proletariat esportiu.

Era una època on la gent aplaudia en escoltar la recaptació. Era una època on un gran fitxatge era només un fitxatge. Era un època on xiular l'equip era un luxe només a l'abast d'altres aficions. Era una afició aficionada i no professional. Una afició que no sabia ploure. O plovia poc. O plovia massa. Un afició a la que feia temps que amagaven el futur. I li deien que no en tenia.

La meua adolescència són records d'un pati de Mestalla. Mestalla va vore els meus ulls brillants d'il·lusió i de llàgrimes. Recorde sempre fer un recorregut visual per totes les grades com aquell conqueridor que volia saber la dimensió de la batalla. Recorde haver xafat la gespa en una invasió de camp d'una guerra entre muntanyes de grades plenes d'esperança aquell dia del Recreativo de Huelva.

Jo sóc d'aquella generació de segona que va eixir del Luis Casanova i va entrar en Mestalla. I quan se'n vaja Mestalla, una part d'aquell xiquet plorara per totes aquelles victòries que mai podrà vore. Un camp. El meu camp. El de més talla.


Carles López Cerezuela
Aficionat del València CF
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dijous, 19 de febrer del 2009

Humo

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Hace un frío de cojones. No encuentro sentido a ninguna de las actividades recomendadas para estos casos. Abrigarse, sentarse en torno a una mesa camilla con brasero, comer potaje, fabada, o un arroz caldoso, llenarse de capas de ropa o mirar fotos de tías buenas. Creo que el frío me ha poseído como a un desgraciado. Lo llevo dentro de mí. Un frío mortal, acerado y sin horizonte. El frío certero que me susurra que voy a morir. Que deletrea esa putada al ritmo del castañeteo de mis dientes. Me levanto de la silla, agitado, con los ojos buscando un punto donde concentrarse. Mi álbum de fotos de Mestalla parece decirme que siempre estará allí, para lo que desee. Lo abro. Los dedos están agarrotados por el frío y paso las hojas como un tullido, con una digna dificultad. Veo una foto que me calma, que me canta al oído como una soprano rumana exhibiendo sus dotes vocales en una esquina de la calle del Micalet. Mestalla se incendia. Ya no tengo frío. No sé qué me está pasando. Aparezco en otro tiempo, en otro lugar.

Una brisa cálida que no sé de dónde viene me besuquea los mofletes, mientras veo los botones marrón oscuros del abrigo de mi padre como si fueran grandes agujeros negros. No miro hacia otro sitio que no sea el suelo. El Puente del Mar está hecho una pena y la lluvia caída hace tres días aún juguetea en los huecos de la piedra. Uno mete el pie en un charco con la misma facilidad que respira, y eso aún mirando continuamente al centro de la tierra. Mis rodillas al aire no aprecian el cansancio que mi mente ya ha acusado. Mi padre siempre aparca lejos de Mestalla, para evitar problemas y poder burlar los inevitables atascos al finalizar el partido. La brisa cálida vuelve a agitarse en la espera del semáforo para cruzar la Alameda. Mi padre siempre habla en voz alta, como si fuera un catedrático. Yo sé que sabe de fútbol, porque es mi padre, que llegó a jugar algún partido con el Oliva en tercera división, aunque lo jugara después de haber jugado otro partido por la mañana en la playa de Nazaret con su panda de amigos. No hay quién le haga cambiar de idea sobre las virtudes o defectos de éste o aquel jugador.

Hoy vamos solos, aunque no siempre es así. Mi padre suele hablar todo el tiempo con gente que se encuentra en el paseo hasta el campo. Gente que conoce de sus partidos playeros o de colarse en el campo cuando la acequia de Mestalla aún estaba a la vista, o de su trabajo como representante de jabones al principio y de chocolates en la actualidad. Y siempre se habla de fútbol. El extremo derecha es una madre. El medio es “més burro que tacó”. Con esa defensa lo raro será que no bajemos. Yo no sé muy bien a qué se refieren, a pesar de que sé positivamente que hablan del Valencia.

Ya estamos muy cerca del campo y ahora empiezo a ver las casa bajas en los aledaños del campo, tras haber pasado los cuarteles y la caja de reclutas, con los soldados rumiando ese domingo eterno y triste del hogar del soldado y la nostalgia de la gente querida. Ese domingo triste y eterno que no arregla en ningún caso, sino más bien agrava, el monótono cántico del carrusel deportivo. Las casas bajas tiene las calles sin asfaltar, los días de lluvia aquello es un campo minado y, hoy, aún quedan restos de la batalla, por lo que al llegar al campo llevo los pies mojados y los calcetines con barro. Mi padre no se da cuenta de estas pequeñas crisis, él sigue charlando animadamente con todo aquel dispuesto a mantener una conversación. Al llegar a la fachada de la tribuna de Mestalla nos cruzamos con unos tipos raros, que hablan en clave y que, curiosamente, también saludan a mi padre. Él me dice tras dejarlos atrás: “son reventas”. Y yo pienso que deben ser personas importantes por la atención que mi padre les ha prodigado, y porque ese semblante oscuro y nervioso a la vez les confiere un carácter misterioso y mágico, al menos a mis ojos de niño de cinco años. Paseamos arriba y abajo entre la muchedumbre que hace lo mismo, invadiendo la calzada como si se ocupara campo enemigo. Veo a la policía armada en parejas y también a algunos de ellos a caballo. Y las boñigas de los caballos son tan peligrosas como los charcos de las calles sin asfaltar. Estoy cansado e insisto para que entremos lo antes posible. Por una vez, mi padre se da cuenta de que no va solo y accede a mi petición. Entramos por la puerta 3 y subimos unas escaleras que me permiten ver, por vez primera, un mar verde. Mi vista no puede fijarse en todo. Las banderas, con la clasificación de los equipos, en lo alto de la grada numerada, frente a la tribuna; los mensajes comerciales emitidos con un sonido atronador desde los altavoces, el marcador simultáneo, el reloj, el marcador, las sillas de playa con su asiento de enea en las que se sienta la gente en tribuna, con un papel numerado pegado en el respaldo. Y el humo de los puros. Un mojón de la memoria. Nunca más he sido capaz de oler el humo de un puro y no recordar cómo el rumor del público crecía ante los ataques contrarios y el silencio sepulcral se hacía en el estadio repleto de almas compungidas. Ni cómo una alegría y desatino, que uno no sabe bien de dónde sale, embargaba a todos, a mí también, cuando el Valencia lograba un gol. ¡Gol! Los abrazos entre gente que se desconocía hasta ese momento, el alivio en los rostros y la locura en cada localidad del estadio. Una forma de ver la vida a través del humo y la hierba levantada tras un choque de trenes en el centro del campo. Una forma de sentir alegría y tristeza en un mundo creado a la medida de los sueños heroicos de cada infancia. Un planeta que no gira en torno a otro sol que el de una herencia vívida, acrisolada domingo tras domingo, en dormitorios de persianas a medio bajar, con la voz perenne de los comentaristas deportivos y el sobresalto feroz del pitidito impertinente que señala que un gol ha sido logrado en algún partido.


Francisco García
Socio del Valencia CF
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dimecres, 18 de febrer del 2009

El gol que casi nadie vio

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De Heyssel a Heyssel hubo una noche en Mestalla. Un eje de simetría entre el 14 de mayo de 1980 y el 29 de mayo de 1985. Miércoles, 29 Septiembre de 1982. VCF-Manchester Utd. Primera ronda de la Uefa. 0-0 en Old Tradford y las espadas en todo lo alto para la vuelta. No empezó bien la liga el Valencia pero nada hacía presagiar que el primer curso de la decadencia tomaba cuerpo entre bastidores. La Uefa, ya desde el principio, fue una tregua. La única competición donde el equipo dio la cara. La temporada del regreso de Kempes. Enfrente un clásico, el Manchester de Bobby Robson, el capitán de la selección inglesa. La contienda venía viciada por la memoria de navajazos y agresiones padecidas en Bruselas dos años atrás, en la final de la Recopa contra el Arsenal. El otro Heyssel aún era impensable pero el valencianismo ya conocía de cerca la barbarie de los hooligans. La atmósfera desprendía electricidad. Extrañamente, los ingleses fueron ubicados en la grada baja del corner que une el Gol Gran con la Numerada, sector 3 y 4. Antes del descanso marcó el Manchester y todo hacía presagiar lo peor. No obstante, mediado el segundo periodo empató Solsona de penalty. Entonces, desde las sillas de gol comenzaron a lanzar petardos contra los ingleses que se abalanzaron hacia las primera filas a modo de huida. Ahí se produjo el choque. Llovieron sillas, botes, piedras. Vi a llauros sacar cadenas y a socios de toda la vida pegar un paso al frente sin miedo al conato. Nadie miraba el partido. O casi nadie. De repente, apenas un par de minutos después del empate, un estruendo en forma de gol nos recordó que lo sustancial acontecía en el césped. El gol de la clasificación. Un gol con eco. La remontada. Casi nadie lo vio. De ahí el eco. La minoría lo festejó en directo. La mayoría, pasados unos segundos. La pelota estaba dentro, empujada por Roberto, sobre cuyos goles emblemáticos en la portería del fondo norte cabría escribir otro post. Lo inaudito es que por obra y gracia de ese gol-milagro cesó la violencia. Mestalla en pleno saboreó la más hermosa de las venganzas mientras la policía se llevaba a los tarados de rojo. Fue una catarsis vibrante, coronada por un cántico tradicional y muy de la casa: "fill de puta, fill de puta". Su destinario era un ellos difuso y tribal pero las nueces las recogió un tipo de barriga inmensa y cabellera rojiza. Arrancaba sillas con una facilidad pasmosa. Una especie de Bud Spencer made in Old Tradford. Lo redujeron entre varios agentes y el apoyo moral de la parroquia. Ese mismo sábado, en Informe Semanal, se diseccionó la incipiente violencia en el fútbol a partir de lo sucedido en Mestalla. En los archivos de TVE deben constar las imágenes de los incidentes. Pena que no podamos ver el gol de Roberto. Llevo más de 25 años intuyéndolo.


Rafa Lahuerta Yúfera
Socio del Valencia CF
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dilluns, 16 de febrer del 2009

La Covadonga de la República

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Jugadors del València FC i de l’Athletic de Madrid, saludant puny en alt, abans del partit benèfic jugat a Mestalla, el 13 de setembre de 1936,
amb el resultat de València FC, 9 – Athletic de Madrid, 1. (Fotografia El Mercantil Valenciano, 15-9-1936)


En estos temps i en estos blogs, on els records i els sentiments d’allò que va ser o en alguns casos d’allò que creguem que va ser, omplin i omplin espais. No estaria de més fer un recordatori d’allò que va passar i que mai s’ha contat.

La memòria, i més si és la històrica, no sempre ha tingut qui ens la recorde. No anem a obrir cap fossar, ni és la nostra intenció. Però hi ha moments de la història del nostre club i del nostre camp de Mestalla que mereixen ser recordats i, encara que siga en unes poques línies, trets de l’oblit.

Són pocs els llibres que parlem amb extensió de la vida del València FC durant els anys de la Guerra Civil, no més cal pegar una ullada a les històries més o menys oficials del club.

Durant estos anys Mestalla, a banda de l’ús pròpiament esportiu, va ser escenari d’actes amb marcat caràcter polític, organitzats per partits i sindicats a favor de la República. Com l’organitzat per la CNT, el 16 d’agost 1936 on varen intenvindre Juan García Oliver i Federica Montseny entre altres oradors, o el celebrat el 23 d´agost de 1936 en el que el polític republicà Antonio Jaen Morente, no dubta en afirmar que: “Mestalla es la Covadonga de la República”, fent una comparança entre la reconquesta medieval i la situació que es vivia en eixos moments.

A més a més, el nostre club va estar molt vinculat amb la defensa del règim republicà, mal que es puga pesar a altres clubs amb un aparent passat republicà. L´entitat valencianista, va ser l’única a nivell esportiu, que no dubta en dirigir-se a la seua massa social per que acudiren a la gran manifestació organitzada per a recolzar al govern de Largo Caballero, que va recórrer els carrers de València el diumenge 14 de febrer de 1937.

Valencia F.C. Habiéndose adherido el Valencia F.C. a la manifestación que se celebrará el próximo domingo en Valencia, se invita a todos los socios de este Club y a los deportistas en general, a asistir dicho día, a las nueve y media de la mañana, al local social del Valencia F.C., Félix Pizcueta,23, para con nuestra presencia en la manifestación potenciar el sentir antifascista de los deportistas valencianos”. (La Correspondencia de Valencia, 12 de febrer de 1937).

Un altra mostra de la vinculació entre el club valencianista, el Govern i les autoritats republicanes la trobem en l’utilització de les instal.lacions de Mestalla com a centre de reclutament. D’esta activitat, quasi desconeguda, tenim constància per les comunicacions publicades a la premsa:

Voluntarios. Conferido por el ministro de defensa nacional a este comité, la misión de encargarse de las operaciones de reclutamiento en esta capital y poblados de su término municipal, se hace público para el general conocimiento, quedando establecidas las oficinas para este objeto en el campo de deportes de Mestalla […]”. (Fragua Social, 7 d’abril de 1938).

Tots estos fets, tenen el seu origen en la comissió gestora que va dirigir durant estos anys l’entitat de Mestalla, i en la figura, poc coneguda i gens reconeguda, del seu president Josep Rodríguez Tortajada, qui compatibiltzà este càrrec, amb el de regidor pel Partit Valencianista d’Esquerres a l’Ajuntament de la ciutat, on arribà a exercir d’alcalde-delegat. En l’apartat esportiu, la seua diligència, va fer possible la creació de la “Lliga del Mediterrani” i la “Copa de l’Espanya Lliure”, principals competicions futbolístiques disputades durant la guerra a l’Espanya republicana.

Por el personal de acomodadores del campo de Mestalla, afectos a UGT, ha sido incautado tanto el Club como su terreno de juego”. ( El Mercantil Valenciano, 13 d’agost 1936).

Como consecuencia de la incautación del Valencia FC por los jugadores y empleados del mismo, ha sido nombrada una Comisión gestora, compuesta por socios, jugadores y empleados”. (El Mercantil Valenciano,13 agost 1936).

En esta gestora a més de Josep Rodriguez, destaquen el jugador Carlos Iturraspe, qui va exercir de vocal i els membres de la comissió esportiva: Eduardo Cubells, Andrés Balsa i Luis Colina qui, a més a més, exercia de secretari i com a delegat a la Federació .

Valguen estes breus línies com a record i homenatge a tots els membres del nostre club, que pergueren la vida o la seua joventut en la guerra in-civil.


Josep Bosch
Soci del València CF

PD: La foto escollida per acompanyar l’article no és de molt bona qualitat, però pense que és molt significativa d’este periòde històric.
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dissabte, 14 de febrer del 2009

Banqueta visitant. Málaga CF

Pes·
Pescaíto frito

A mí me gusta el pescaíto frito. Y tengo la costumbre, desde hace muchos años, de pasear por la playa de La Malagueta después de haber degustado mi más amado manjar. Pero aquel día de 2002 era imposible hacerlo. La playa, sus alrededores y toda la ciudad estaban infestadas de unos tipos que daban un poco de miedo. Se dedicaban a encender tracas y petardos por toda la ciudad como si Málaga fuera Valencia en Fallas. Ellos tenían sus razones para hacerlo, pero yo no las entendía muy bien.

Al día siguiente me di cuenta de que aquellos energúmenos pirotécnicos tenían una razón para estar tan eufóricos. Aquel día, un Valencia deslumbrante ganó la liga en La Rosaleda, el viejo campo del Málaga que se encontraba en pleno proceso de reformas. Y empezaron a caerme simpáticos, pese a que no soporte ese horrible ruido que producen los petardos.

Soy del Málaga desde que nací, hace más de 40 años. Pero tampoco he sido un seguidor fanático de mi equipo y sólo me acerco a La Rosaleda unas diez veces al año. He de decir, antes que nada, que ser del Málaga es como degustar un plato de pescaíto frito. Gusta, da placeres breves, pero luego produce una digestión bastante pesada. Yo me crié futbolísticamente viendo a Viberti, aquel centrocampista melenudo que tenía un guante en los pies, y a Migueli, aquel Tarzán racial que luego se llevó el Barcelona. Y, muchos años después, hasta vi a mi Málaga en la Copa de la UEFA, donde eliminamos al Leeds United y llegamos a cuartos de final. Pero también he vivido el infierno de la desaparición del club, el descenso a tercera división y una travesía en el desierto que, en el fondo, acaba haciéndote de otro equipo además del de tu ciudad. Por una cuestión profiláctica: no vale la pena perder siempre.

Por eso yo era también del Barcelona hasta aquel día de 2002. Supongo que porque allí habían jugado Migueli o el Bokerón Esteban. No sé qué me pasó, pero aquel día descubrí un equipo que podía haber sido mi Málaga y que, para colmo, ganaba algo. Un equipo normalito que jugaba un fútbol primoroso y que, aunque yo siempre lo había considerado perdedor, aquel día ganó la liga.

Mi definitiva conversión al Valencia como segundo equipo se produjo dos años después. El Valencia visitó La Rosaleda y puedo asegurar que nunca en mi vida he visto a un equipo jugar tan bien al fútbol. Nos metieron seis y el gol de Salva, que por cierto estaba cedido por el Valencia, en los minutos finales de aquel partido, encerró una curiosa contradicción: aquel equipo era tan bueno que hasta el gol del Málaga lo marcaba un futbolista que a ellos les sobraba. Aquella noche salí de La Rosaleda con una sonrisa. Estúpida, porque soy malaguista, pero sonrisa al fin y al cabo.

Sigo siendo del Málaga. Mi segundo equipo sigue siendo el Valencia. Y me sigue gustando el pescaíto frito. Qué le voy a hacer. Y este año que el Málaga se codea con el Valencia en los puestos altos de la tabla tengo doble motivo de satisfacción. Triple, porque los pescaítos fritos me perforarán el estómago, pero cada vez me gustan más.


Pedro Molina Marín
Aficionado del Málaga CF
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divendres, 13 de febrer del 2009

Vicente Peris: la conmoció d'una absència

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Posem punt final a la setmana d'homenatge a Vicente Peris un altre 13 de febrer, el mateix dia en que va faltar al Camp de Mestalla, amb un recull de les reaccions que va generar la seua desaparició. Entre les innumerables mostres de condol i afecte d'aquells dies, colpix la unanimitat en la percepció de que es tractava d'alguna cosa més que un treballador del futbol. Aquell diumenge ens deixà un valencianista conscient de tindre l'oportunitat de posar en pràctica la seua idea de Club, d'altra banda molt avançada per al seu temps, i que tenia la absoluta seguretat de quin era el camí per arribar: la constància en el treball i la modèstia en les formes.

Mai no sabrem exactament quan perguerem aquell dia com a Club, però la nostra esperança és que el seu record servisca d'estímul per recòrrer un camí que tantes voltes hem abandonat amb tan indisimulada com patètica alegria.



Escribe nuestro Presidente
Una vida dedicada al Valencia C. de F.

Hace pocos días, con el pulso tembloroso por la incontenible emoción, escribía en la “Hoja del Lunes” unas líneas para enaltecer la obra de Vicente Peris Lozar, mi entrañable amigo, al amigo de toda la gran familia valencianista, el gerente de nuestro Club, quien acababa de fallecer en la enfermería de nuestro estadio.

Persiste en mi ánimo aquella dolorosa impresión. Todavía, cuando voy al Club, espero volver a verle aparecer en su despacho. Me resisto a aceptar la certidumbre de que Vicente Peris, con su juvenil y franca sonrisa y con su asombroso dinamismo, no se encuentra ya entre nosotros.

Hoy, en la primera página de este “Programa", falta el habitual artículo en el que Vicente Peris, mostrándonos una faceta más de su arrolladora actividad, comentaba los aspectos más importantes de la actualidad valencianista.

Recuerdo que, hace un par de años, hube de trasladarme a Liverpool, en viaje de negocios. Acudí a presenciar un partido entre el equipo titular de dicha ciudad y el Everton. En el campo compré un folleto dedicado al encuentro a disputar. Me gusto aquella publicación. Cuando regresé se la di a Peris, con la intención de picar su amor propio.

-¿Qué le parece esto? No esta mal, ¿verdad?

-Está muy bien. Pero nosotros podríamos hacerlo mejor.

-Creo que me ha costado un chelín.

-Nosotros podríamos distribuirlo gratuitamente –añadió Peris, que siempre tendía a adoptar, para el Valencia, todo aquello qua fuera susceptible de contribuir a estrechar cordialmente las relaciones entre el Club y nuestros consocios.

No volvimos a hablar de aquel asunto. Pensé que mi sugerencia había caído en el olvido. En las vísperas de las Navidades de 1970 nuestro gerente me pidió un artículo que contuviera un saludo a la afición valencianista. “Lo han solicitado de una revista”, me explicó. Cumplí su encargo, pero no se me ocurrió preguntarle de qué revista se trataba.

AI cabo de algunos días, con la ilusión y la alegría propias de quien va a depararnos una grata sorpresa, Vicente Peris se presentó en el despacho de la presidencia del Club.

-Presidente, aquí tiene usted un ejemplar del primer número del “Programa” del Valencia.

Así nació esta publicación. Robando tiempo al tiempo, y a despecho de sus ingentes obligaciones en el Club, Vicente Peris dedicaba a este “Programa” una atención constante. Le complacía la excelente acogida que le dispensaba nuestro público. Se enorgullecía legítimamente cuando otros Clubs españoles, deseosos de imitarnos, se dirigía a nosotros para averiguar cómo hacíamos esta publicación.

Evoco aquí todas estas cosas con triste nostalgia. Vienen a reflejar, en una pequeña parcela, la lealtad de este hombre, que generosamente dedicó su vida al servicio del Valencia C. F. Poseía un indomable instinto de superación, movido por el afán de que nuestro Club, en lo que a su organización concierne, y respondiendo a su categoría, estuviera a la cabeza del futbol español.

El Todopoderoso ha llamado a Vicente Peris a su eterna gloria. Quiero afirmar aquí que, en nuestro Club, prevalecerá el espíritu de este hombre, que estaba apasionadamente vinculado a una hermosa empresa: la de fomentar el afecto y la hermandad entre el Valencia C. F. y todos sus socios y amigo.

Julio de Miguel
Presidente del Valencia CF


Grave pérdida para el Fútbol Nacional. Inolvidable Peris.


El domingo a mediodía hablé con Vicente Peris en el despacho de la gerencia del gran club valenciano, y seis horas más tarde moría en el estadio Luís Casanova, al acabar el encuentro Valencia-Atlético de Madrid. Quizá en un acto más de servicio, donde tanto había gozado del futbol, para sufrir también lo suyo, ya que Peris, sin perder jamás su línea de corrección ni la sonrisa, sufría mucho interiormente cuando las cosas no iban bien. Esta vez no había motivo para el disgusto, ya que se había jugado correctamente, aunque existiera la emoción natural de los partidos que se resuelven por un solitario gol. El corazón de Vicente Peris no pudo aguantar y se paró. El Valencia ha perdido a un hombre de extraordinaria valía, pero el futbol nacional, también.

Igual que todos los grandes dirigentes, Peris nació futbolísticamente en la humildad, como Sir Stanley Rous, maestro de Liceo y ahora sir y presidente de la FIFA. Hace casi cuarenta años que le conocí como botones del Valencia. Era entonces un niño cordial, listo, sonriente, amable, y educado en las ideas y amor al futbol por un madrileño que hizo mucho por el fútbol valenciano. Me refiero a Luís Colina Álvarez. Junto a él, Vicente Peris pasó a empleado de las oficinas. Más tarde, a secretario del propio Colina, y de allí a secretario general del Club, al faltar su maestro por ley de vida. Luego, a gerente del Valencia, donde deja honda huella y un puesto muy difícil de cubrir, como siempre que se sucede a un hombre genial, y Peris lo era.
Sufría mucho en el fútbol, muchísimo, pero jamás lo aparentaba. Y esto equivale a sufrir dos veces más. Cordial cuando perdía o ganaba, correcto en las horas bajas de los arbitrajes, honesto en las negociaciones donde mediaba el dinero, inteligente, hábil, trabajador y con gran devoción por el fútbol, que casi era el motivo de su vida. Un profesional, corazón de amateur, aunque Peris, en realidad, era todo corazón. Conocía el fútbol y la vida, pero jamás tuvo para nadie una frase dura ni descortés, y eso que hacía falta mucha paciencia para escuchar lo que a veces oía. Madrid, como capital de España, niega que el fallecimiento de Peris sea simplemente una desgracia del fútbol valenciano. Lo es de carácter nacional, dentro de la gran familia deportiva. Era de los puros. Un señor en sus modales y su forma de proceder. Un dolor que estos hombres nos dejen. Tenía cuarenta y ocho años, y llegó al puesto por méritos, sin codazos y siempre sonriente…

Pedro Escartín

Hemeroteca.

Notícia apareguda a La Vanguardia el 14 de febrer de 1972.




Últimes vesprades a Mestalla

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dijous, 12 de febrer del 2009

Lo que esperamos de nuestro público. Vicente Peris.

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Publiquem hui la editorial escrita per Vicente Peris per al Programa del partit València CF - Club Atlético de Madrid disputat el 13 de febrer de 1972, el mateix dia de la seua mort. Les paraules son tot un homenatge en elles mateixa al compromís i a la visió d'un club, legitimada pel compromís constant, lluny de les fanfàrries que, posteriorment, s'han instal·lat en el missatge institucional del Club.

Hemos recibido de nuestro público numerosas e impresionantes pruebas de adhesión a los colores de nuestro club. Todavía vive en la memoria de todos nosotros el gran recibimiento que se tributó a nuestro equipo con ocasión de la visita del UD Las Palmas. Aquel recibimiento exaltó de tal manera el entusiasmo de nuestros jugadores, que se consiguió una de las más brillantes victorias de la temporada.

La identificación de la gran familia valencianista con las inquietudes deportivas del club es siempre importante. Lo es muchísimo más en los momentos amargos. Los aplausos de nuestros seguidores, su ilusión y su perseverante apoyo nos obligan a todos a superarnos, a no dejarnos ganar por el desaliento y a mantener en alto las banderas de las más ambiciosas aspiraciones. Hemos de repetir lo que tantas y tantas veces hemos proclamado con legítimo orgullo: que nuestro público, el público valencianista, es el mejor de cuantos fichajes hemos realizado.

Luego de nuestro desafortunado partido en Gijón hemos de recibir al At Madrid. Esta connotación, teniendo en cuenta la calidad y el prestigio de nuestro adversario, es de mucho compromiso para nosotros.

Para resolver favorablemente este encuentro confiamos en el esfuerzo y en el pundonor de nuestros jugadores y en la habilidad estratégica del director técnico del equipo. Pero confiamos también en nuestro público. No dudamos de que generosamente sabrá medir las circunstancias del partido y, dejando a un lado el disgusto que a todos nos ha producido nuestra visita a el Molinón, contribuirá a que los hombres que visten el glorioso uniforme del Valencia C de F se empleen sin otras preocupaciones que la de alcanzar el triunfo.

Por anticipado, queridos consocios y amigos, agradecemos los aplausos que vais a dedicar a nuestros jugadores en este dificilísimo partido. El encuentro con el Atlético de Madrid, como nadie ignora, entraña una indiscutible trascendencia para el porvenir del Valencia C de F en la liga actual. Vuestros aplausos recordarán a los jugadores de nuestro equipo, deseosos todos ellos de borrar el mal efecto de su actuación en Gijón, que tienen el deber ineludible de emplearse a fondo, con la más firme e insobornable voluntad de victoria.

EL GERENTE


Últimes vesprades a Mestalla
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dimecres, 11 de febrer del 2009

Vicente Peris. Imatgens 1961 - 1971

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Com a continuació del post anterior, hui fem un repàs fotogràfic a la trajectòria de Vicente Peris des de l'any 1961 fins el campionat de Lliga de 1971.

Les imatgens del post també les hem obtingut del "Programa oficial" del València CF del 27 de febrer de 1972. Com ja diguerem ahir este Programa del València CF - Real Club Celta de Vigo va ser el primer que es va editar després del traspàs de Vicente Peris.









Últimes vesprades a Mestalla
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dimarts, 10 de febrer del 2009

Vicente Peris. Imatgens 1939 - 1961

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En el marc de la setmana d'homenatge a Vicente Peris, hui presentem algunes fotografies que repassen la seua trajectòria personal i professional en el València CF des de quan comença a treballar al Club, l'any 1939, fins l'estiu de 1961, quan es produïx l'accident mortal de Walter i l'elecció de Julio de Miguel com a president.

Les imatgens que acompanyen este text estan estretes del "Programa oficial" del València CF del 27 de febrer de 1972, corresponent al partit València CF - Real Club Celta de Vigo. Este va ser el primer Programa que va editar-se després del traspàs de Vicente Peris.










Últimes vesprades a Mestalla
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dilluns, 9 de febrer del 2009

Del “viejo” Casale al jove Peris

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Durant quasi 25 anys el retrat que il·lustra este post va presidir les oficines del pavelló social del VCF en el xamfrà d'Arts Gràfiques amb l'avinguda d'Aragó. Vicente Peris, el gerent mort a Mestalla el 13 de febrer de 1972 mentre el València CF li guanyava a l'Atleti un partit de màxima tensió per la mínima. Només tenia 48 anys i la seua mort va suposar un abans i un després. No sols pel drama personal i familiar; també per la fonda empremta que el seu sobtat adéu va generar en el valencianisme. La seua mort va precipitar la dimissió de Julio de Miguel i possiblement va impedir la consolidació d'un projecte esportiu de primer orde.

Sostenim que el VCF va aconseguir el seu màxim equilibri en eixe període de temps. Una etapa de maduresa social i esportiva en plena línia ascendent. La copa del '67, les tres finals consecutives i la lliga del '71 així ho confirmen. Però més enllà del palmarés, queda l'empremta dels detalls i la seua ressonància: el reconeixement internacional del club, la gira mexicana, els actes commemoratius de les Bodes d'Or, el programa prepartit, el rellotge del Gol Gran, les obres de la nova seu del club i la consolidació en l'imaginari popular de Mestalla com a escenari mític. En resum, una època on el VCF va estar a l'avantguarda del futbol espanyol en organització i iniciatives de qualsevol tipus, que veien la seua recompensa en una graderia sempre plena i en permanent ebullició.

Quan Peris ens va deixar nosaltres erem xiquets o encara no havíem nascut però vam créixer escoltant l'ona expansiva del seu llegat. I el que és més cridaner, el testimoni mil vegades enunciat que amb ell al comandament el VCF mai haguera descendit a segona divisió. Especulacions, cert. Però especulacions que van despertar una al·lucinada curiositat per l'absent. En totes parts, una rara unanimitat mostrava una figura sense fissures. Tots els detalls engrandien la seua memòria i l'empremta del seu treball. Un valencianista exemplar, deien.

Sempre hem pensat que en la lluita contra l'oblit, el record dels grans hòmens és el millor sosteniment per a fer masticable i quotidià el mite del VCF. L'anonimat ha sigut el gran valedor moral d'este club. L'anonimat dels seus milers i milers de seguidors. Les xicotetes i vibrants històries de supervivència i tenacitat. El club com a patrimoni sentimental. Però l'anonimat és una força invisible que necessita referents molt visibles. En eixe sentit, la història del València està obligada a llegir-se als ulls de l'impuls d'alguns hòmens crucials i les seues respectives biografies. Poderosament la d'estos tres: Luis Colina, Eduardo Cubells i Vicente Peris. No eren ni van ser presidents però el seu exemple i el seu testimoni és crucial per a entendre el solatge real del VCF com a entitat. Els tres van morir quan encara podien oferir grans servicis al club. I en el cas tràgic de Peris, al peu del baló. En els budells de Mestalla.

Sense ànim de paréixer necròfils és significatiu l'influx de la pulsió mort en el destí del VCF. La sobtada mort de Luis Bonora va accelerar la fundació del València FC en 1919. Per contra, la prematura defunció de Peris va suposar la fi del València clàssic. Un club sostingut sobre valors molt ferms que a partir d'eixe instant va caminar erràtic, sense un pla clar d'actuació. Salvat quasi sempre per la poderosa maquinària social que l'empara.

D'altra banda, resulta paradoxal la lleu distància temporal existent entre el 19 de desembre de 1971 i el 13 de febrer de 1972. A penes mes i mig. I una reflexió: el que separa la mort fictícia del “viejo” Casale en el Monumental de River Plate de la mort real del jove Vicente Peris a Mestalla és també el que separa la novel·la de la realitat. I no obstant això, el relat de ficció pareix imposar-se al fet obvi i notori de l'absència real. La sensació narrativa que l'arquetip literari val més que l'home pres de l'oblit.

D'ara en avant, seria desitjable que la foto retrat que il·lustra este post recobrara el seu protagonisme en les oficines del VCF, encara que ja no queden coetanis de Peris en les dependències administratives. Es fa imprescindible que les generacions presents i futures coneguen Peris i el que va significar per al València. És el mínim que podem fer per qui va ser exemple i testimoni de l'assumpció del club com a motor i emblema de la pròpia vida. No hi ha millor homenatge que perpetuar la seua memòria. Per una vegada, la metàfora sang, suor i llàgrimes diu la veritat.


Últimes vesprades a Mestalla
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divendres, 6 de febrer del 2009

Los mítines de Mestalla

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El present article és una nova versió augmentada de part del llibre de l’autor, El nacimiento de la ciudad deportiva. La Valencia de hurras y alirones. Ed. Ruzafa-Show, Valencia, 2008.

Aquí están esas dos fotos. Mestalla a vista de pájaro en los instantes previos a la congregación de asistentes al mitin de la Derecha Regional Valenciana y de la CEDA, protagonizado por Luis Lucia y José María Gil Robles. Hubo un tiempo, un verano de 1935, en el que la dirección de la política española, y la posición de los distintos bloques políticos se manifestó en el campo de Mestalla.

El acto grandioso de Mestalla, la fabulosa organización de Mestalla, la capacidad de Mestalla… Des el punto de vista de la movilización, los actos de Mestalla señalan un antes y un después en la política.

El 26 de mayo de 1935 se celebra el mitin de las izquierdas en el campo de Mestalla, al que acuden unas 60.000 personas. Como respuesta a la intensa propaganda y al éxito organizativo de Azaña, el día 30 de junio la CEDA, en colaboración con la Derecha Regional Valenciana decide realizar dos concentraciones simultáneas. Una en el mismo lugar donde habló Azaña, en el campo de Mestalla, incorporando también como recinto para acoger al público el recinto de la Hípica y la Plaza de Toros, y la otra en Medina del Campo.

El domingo 30 de junio de 1935, 40 trenes especiales, coches y autocares, un buque de Baleares y la propia fuerza nutrida de la DRV se congregan en un mitin conjunto entre la Plaza de Toros y el campo de Mestalla. En este mitin multitudinario, las bandas de música interpretan el himno de la Juventud de Acción Popular, y el Himno Regional, con un escenario en el campo con dos cuadros confeccionados por la organización de Algemesí: uno representando a Gil Robles conduciendo a España, y otro de Luis Lucia conduciendo a Valencia, con las palabras “Presente, y adelante”.

Para competir con Izquierda Republicana y la Derecha Regional Valenciana, el PURA, el 7 de julio, se ve impelido a escoger también el campo de Mestalla y demostrar su solvencia organizativa y su capacidad de convocatoria política.

El diputado republicano, don Juan Calot, el que según Joan Fuster se dirigía a los suyos con ese gran eslogan de “Menos Rat Penat, y más República”, y que moriría asesinado en 1936 por los milicianos, declaraba a la prensa, para evitar interpretaciones de cifras de asistencia (porque la guerra de cifras no nació ayer ni antes de ayer), que el aforo era el que era:

“Para que no haya discusiones respecto de cifras, quiero decir, desde ahora, que el aforo auténtico del campo de Mestalla, sin sillas, y estando las personas codo a codo, es de 89.000 espectadores. Hasta ahora van repartidas 110.000 entradas, porque 21.000 asistentes al acto serán colocados en las inmediaciones del campo de Mestalla y escucharán los discursos mediante una adecuada instalación de altavoces. Por tanto, digan lo que digan después los que calculan cifras de muchedumbres, en Mestalla, dentro del campo habrá 89.000 personas, porque no cabe absolutamente una más, y fuera habrá, cuando menos, 21.000. Esto hasta el viernes. De aquí al domingo veremos a que cifra llegamos. Desde luego, el entusiasmo es enorme y el éxito será clamoroso”.

Mestalla inicia la serie de la campaña de discursos “en campo abierto”, en los que Azaña destila su propuesta de coalición entre republicanos y socialistas, clamando con su mensaje “Todavía hay República en España, todavía están vigentes nuestros derechos”.

Mestalla es lugar simbólico en el que se hace efectiva la alianza férrea entre DRV y la CEDA, y en el que las declaraciones de republicanismo institucional de Lucia provocarán la hostilidad del mundo monárquico. Mestalla será el espacio en el que para evitar la acusación de demasiado autonomismo, Lucia tendrá que repartir por cada diez banderines de DRV con la senyera, una bandera española que desactive la crítica en el mundo de la derecha.

Mestalla será el lugar del mitin al que pudo acudir la Lliga, pero en el último momento se mantuvo al margen. La campaña de los tres mítines continúa el 14 de julio, aniversario de la apertura de las Cortes Constituyentes en el campo de Lasesarre en Baracaldo, y el 20 de octubre en Comillas.

La política decimonónica fue una política de teatros y recintos cerrados. La crónica política del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX es el relato en Madrid, en Barcelona, en Valencia, de las concentraciones en cines, teatros o frontones, el Jai-Alai, el Novedades, el Tïvoli, el Moderno, la Comedia.

Nuestro Mestalla cambió la tendencia de la actividad política. Son innumerables las crónicas de acontecimientos, biografías políticas, memorias o simples libros de historia, en los que las grandes decisiones sobre las alianzas electorales o la dirección a emprender por los partidos se asocian al nombre de Mestalla.

Con el aumento de la efervescencia y la participación ciudadana, los actos políticos, que en el primer tercio de siglo se desarrollan en frontones, teatros o plazas de toros, dan el salto a los campos de fútbol, y el campo de Mestalla se convierte en protagonista de la revolución espacial en campo de la política de masas. Valencia y Mestalla son puntos de referencia de la política española.

Los resultados económicos de la conversión de Mestalla en escenario político fueron inmejorables. El semanal Acció glosaba los beneficios económicos de los actos en comparación con la temporada del Valencia F.C.:

El Valencia F.C. està traent-se l’espina de la temporada futbolística ab tota la MENA de mítines que estan donant al seu camp. Ja es parla de comprar un jugador, ab el líquid del partit Azaña, tres ab la recaptació de l’acte Lucia-Gil Robles i pot ser atres tants del resultat de l’exhibició radical-autonomista. Males llengües diuen que la Directiva del Valencia F.C. ha establit una sèl.lula dins de cada partir per aconseguir que fins la nova temporada hi haja una nova presentació de partits a Mestalla. I que el sistema va donant resultat. Nosatres ja estem preparant-se per a escoltar a Mestalla, al Melquíades, l’Albiñana, etc.

Ese también, fue nuestro Mestalla. Ahí está, a vista de pájaro, con la acequia, los muelles de la estación de Aragón, la primitiva tribuna, las instalaciones del Sporting Club de Tenis, la Hípica al fondo, las casitas de la calle General Pando. Aquel Mestalla de un caluroso domingo de junio de 1935.


Miquel Nadal
Socio del Valencia CF
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dimecres, 4 de febrer del 2009

El último Valencia clásico. La era Espárrago.

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El actual Valencia que amamos, no el de los carruseles incesantes de expectativas ficticias ni el de la locura constante, sino el que nos recuerda a nuestra infancia, por el cual noventa minutos a la semana nos convertimos en niños de nuevo, tiene algunos pilares indiscutibles, que, la historia, si es justa, algún día habrá de ubicar en su merecido lugar. Me gustaría referirme, en especial, en estas líneas, a don víctor Espárrago, director técnico del “último Valencia clásico”, gobernado entonces por otra viga maestra de nuestra historia reciente: Arturo Tuzón.

Los partidos de la llamada “Era Espárrago”, me vienen a la memoria como los últimos del “Valencia Clásico”. A bote pronto cabría argumentar que son las últimas memorias de un Valencia en blanco total. Pero la justificación de “último clásico” alcanza aún al reducido número de fichajes (aumentando la parte de ilusión en cada uno de ellos), y a un Mestalla viejo y hogareño que era refugio de un club grande que volvió a serlo.

De Víctor Espárrago recuerdo muy especialmente su primera temporada, aquellas tardes en que Mestalla volvía a quedarse pequeño, con la frescura de una ilusión renovada. Su llegada es fiel reflejo de la línea de discreción y cordura propia del Sr. Tuzón y vino acompañada del primero de una larga y provechosa línea de porteros nacionales brillantes, Ochotorena en competición bajo los palos con un ya veterano Sempere. El portero vasco, con su inseparable camiseta Rasán gris fue la piedra angular de un Valencia renovado. Por la izquierda Zurdi, extremo desgarbado y un pelo a lo Cipriá Ciscar y también desde Asturias el eslabón mexicano de las eternas esperanzas blancas frustradas, un nuevo 9 interruptus: Lucho Flores y su simpático bigotito. Y, capítulo aparte, el gigante disfrazado, que era el gran Eloy Olaya, cuya dupla con Penev, debe entrar con letras de oro en nuestra historia.

Aquella temporada, mi primera como Socio del Club de pleno derecho, fue la del 1-0 casi eterno, partidos trabados, bien medidos tácticamente, victorias, peleas… sin más ambiciones que “Volver”…La tercera posición a final de liga fue, en aquellas circunstancias, un logro descomunal y que puso en órbita europea al valencia de los Quique, Fernandos, Arroyos y compañía…

El segundo año fue más que el “año Penev” (“llámenme Lubo” decía el talludo búlgaro ante el jocoso juego de palabras que provoca su apellido en castellano). La primera parte de la temporada estuvo, en realidad, sostenida por Toni y Fernando, además de los sempiternos Arroyo, Quique y Ochotorena. Lo del brasileño es un caso a analizar: 12 goles en la primera parte de la liga (y sus apasionadas y jolgoriosas celebraciones) merecen un análisis más profundo que aquella noche contra el Celta…

Vendría el Subcampeonato (la tarde de Cuxart contra el Logroñés) y una tercera campaña más discreta y olvidable pusieron fin al trabajo del mezcla doctor, mezcla alfarero, que fue Espárrago en nuestro club.

Del uruguayo se recuerda su chubasquero, su gorra, el balón blanco con triangulitos negros, a Modesto Emir Turren, alquimista de lo físico, la defensa Ochotorena-Quique-Voro-Giner-Arias primero, Camarasa después- Revert. Las gafas de culo de vaso y el cañón en la pierna de Tomás, El mundial de Italia con ¡Tres! Valencianistas, un Quique espléndido que no llegó, injustamente, a participar, un Fernando en la tradición del 10 (pocos minutos ante Corea) y Ochotorena.

Capítulo aparte merece el REGRESO A EUROPA, aquella noche europea, la primera de mi vida consciente, contra el Vitoria de Bucarest (3-1, estreno goleador, celebrado como era habitual en él, del brasileño Toni) y la épica ya trillada contra el Oporto, en aquel 3-2 que, los que lo vivimos, nunca olvidaremos.

Ver aparecer a los rumanos, con su equipaje azul, sus nombres casi impronunciables y la tensión de una eliminatoria europea, despertó del letargo europeo al viejo cemento que aún habría de ver noches de gloria infinita…Pero por aquel entonces, ganar a un equipo rumano, en UEFA era un triunfo más que memorable.

Aquel Valencia era peleón, serio, como su entrenador. Grande, pero sin delirios, rebosante de humildad, festejando toda victoria como se merecía, peleando cada balón como si fuera el último.

El “Último Valencia Clásico”… Como en una espiral del tiempo, llegó Hiddink y Mijatovic, la delirante era Roig y el nuevo cemento sobre el antiguo, la gloria europea… pero ya sin dorsales por titularidad, con foráneos comunitarios y Ligas de Campeones… El fútbol antiguo, el de toda la vida murió con los ochenta y, en Valencia, gracias a Espárrago y Tuzón, le dimos un entierro digno y, para siempre, memorable.


Sergi Calvo
Socio del Valencia CF
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dilluns, 2 de febrer del 2009

Cuando Mestalla también era un cine

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A comienzos de la década de los 70, el fútbol sólo se veía en los estadios. La televisión era un reducto casi exclusivo del Real Madrid (como ahora pero a lo bestia), que ofrecía los partidos del club merengue para deleite del régimen. Sin pago por visión, cadenas que ofrecen fútbol a todas horas y partidos televisados, para ver al Valencia de los Abelardo, Antón, Paquito, Claramunt o Valdez había que ir a Mestalla.

No sé de quién fue la idea, pero la Liga 70-71 la vieron los valencianistas al completo. Sí, la liga de Di Stéfano en el banquillo, del gol de Forment ante el Celta y de la derrota más dulce del valencianismo en Sarriá. El caso es que, desde las primeras jornadas del campeonato, el cine Coliseum ofrecía completo, los lunes por la noche, el partido de liga que había jugado el Valencia fuera de casa un día antes.

El viejo Coliseum era un cine con historia. En él se celebraron mítines durante la Segunda República y la Guerra Civil, entre ellas una de Federica Montseny sobre la Comuna de París que figura en todos los libros de historia, sufrió una explosión durante una sesión, en julio de 1931, y, en la década de los 30, llegó a acoger veladas de boxeo o de catch, un deporte muy popular en Valencia hasta mediados del siglo pasado. Estaba situado en la Gran Vía de las Germanías, en la esquina de la calle de Castellón, cerca de donde actualmente se encuentran las oficinas de la agencia EFE.

Al Coliseum acudían cada quince días medio millar de valencianistas a disfrutar con su equipo. Poco importaba que los medios de comunicación hubieran dado cuenta del resultado del partido, de los autores de los goles o de cómo se había desarrollado el encuentro. La proyección empezaba con puntualidad, a las nueve de la noche, y el público la seguía como si el encuentro fuera en directo, Jaleaba los goles del Valencia, protestaba las decisiones arbitrales y hasta se lamentaba de las ocasiones malogradas. Como si el milagro del cine pudiera cambiar el resultado final del choque.

Hace unos años conocí por casualidad a la gente que filmaba aquellos partidos que ilusionaron a toda una generación de seguidores del Valencia. Me contaron que grababan los encuentros con dos cámaras, una general y otra a ras de suelo, que se situaba en la posición de los fotógrafos de la portería en la que atacaba el Valencia. Tras el encuentro, volvían a toda velocidad a Valencia para dedicar el lunes a montar las imágenes para que por la noche estuvieran listas para que los aficionados pudieran verlas en la pantalla del Coliseum.

Aquella experiencia sólo duró una temporada. El cine Coliseum cerró en 1972, comenzando la lenta eliminación de las viejas salas de proyección que han dejado a Valencia sin cines, más allá de los complejos multisalas. Ahora las televisiones ofrecen el fútbol en directo, en diferido, en resúmenes y con atención a los más nimios detalles. Ahora nadie celebra un gol del Valencia cuando ve un partido en diferido por la pequeña pantalla.


Paco Gisbert
Socio del Valencia CF
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