divendres, 27 de febrer del 2009

Banqueta visitant. Real Valladolid CF

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El viejo Zorrilla

Y estoy condenado a recordarlo cada mañana de verano.

Ahora lo sé. Sin duda fue culpa de la televisión. De la televisión en blanco y negro de mi infancia. Aquella de los cambios de equipación por la coincidencia de colores. Aquella de las repeticiones con la misma cámara y una R parpadeante en una esquina de la pantalla. Sin duda fue entonces, antes del año 76, pues ese año vimos ya en color los Juegos Olímpicos de Montreal (en mi casa jaleábamos a Juantorena a falta de material patrio).

Pero fue eso. La tele en blanco y negro. Recuerdo que fui al Viejo Zorrilla por primera vez con mi padre. Cuando el Valladolid estaba en Segunda División, quizás fuese el año tras el que ascendieron de su infernal paso por la Tercera. Llegabas hasta allí, pasabas la plaza de toros de color ladrillo, dejabas a un lado el campo de tierra marrón clara donde jugaban las categorías inferiores y otros equipos de Valladolid y entrabas en el pequeño estadio. Y un fogonazo verde te colocaba en un mundo distinto, más real, que instalaba dentro de tu pequeño cerebro un sano sentimiento de desconfianza en el aparato ese de casa donde veíamos esas imágenes desvaídas de la Primera División. Ese verde era real. Y casaba bien con el morado y blanco. Los otros equipos siempre iban de rojo o de azul, de un triste rojo o azul.

Pero no sólo eso. También llamaba la atención, de inmediato, sin empezar el partido, el ruido del golpeo del balón, algo irreproducible desde la televisión y que en el José Zorrilla, por ser pequeño, sonaba nítido y cercano desde la tribuna a la que iba con mi padre. Era un campo muy parecido al viejo Atocha, a esos campos vascos atrapados entre tribunas cubiertas, pero con la general sin techo (allí iba con mi hermano) donde te caían las palabrotas (entonces se llamaban así) desde cualquier lado.

Un estadio que tenía un tiempo mítico que contaban los mayores. Un tiempo en el que jugaron futuros internacionales y amantes de faraonas; de Lesmes I y II, Coque y Matito, en el que mi padre, vestido de militar, saltó en una ocasión jugando contra el Madrid a, según él, felicitar al árbitro, antes de que la policía le detuviese con los buenos modelos que su uniforme de oficial exigía.

Aquel fue un tiempo lejanísimo de Primera División que durante mi infancia parecía irrecuperable a pesar de Cardeñosa. El muchacho frágil y genial que se veía que llegaría lejos y al que se le recuerda por lo que no se le debe recordar. A Cardeñosa, a pesar de aparentar ser casi un niño, le daban leña por todos los lados. Cuando la entrada era dura de verdad en el estadio (en los fondos de general, sobre todo) empezaba a resonar un grito; ¡Docal! ¡Docal! Docal era un central rocoso al que el público reclamaba venganza, que él solía satisfacer con una de esas entradas por detrás, tras la cual se levantaba inmediatamente corriendo hacia su área, sin mirar hacia atrás, como si nada hubiese sucedido, mientras el damnificado se retorcía de dolor en el suelo. Eran tiempos de Llacer, Salvi, Lizarralde, Álvarez, Lorenzo, Puig-Viñeta (me encantaba ese nombre), jugadores que llevaban el estigma de la Segunda en sus botas, uno y otro año, una década entera. Porque los otros enseguida se iban, los De la Cruz, Cardeñosa, Landáburu (que un día nos enseñó que goles se pueden meter desde cualquier parte del campo, por muy lejos que se esté de la portería). Y frente a la sobriedad castellana, la locura de un joven Rincón que al vallisoletano de pro nunca terminó de convencer.

Y recuerdo la maestría absoluta de un Gilberto al que un Solsona, valencianista para más señas, casi desbarata para siempre. Pero en ese tiempo, la cosa empezaba a oler a otra cosa. Y con Moré y con Gail la cosa fue más para arriba, tan para arriba que terminamos subiendo: Pucela de primera. Y creo que subimos para disfrutar, sobre todo, de ese momento en que Juanito desbordaba su alegría allí en el Viejo Zorrilla creyéndose campeón de liga; mientras en su gemelo Atocha, Zamora marcaba un gol que significaba una Liga.

Ahí se terminó el Viejo Zorrilla. El campo se quedo pequeño, vino un Mundial. Gail marcaba el último gol a Basauri y todos nos fuimos a pasar frío, otra clase de frío más frío al Nuevo Zorrilla. Y allí donde había un viejo estadio, allí donde el fogonazo verde me cautivo un día, se construyó aquello que determina sin ninguna duda la modernidad plana e igualitaria de cualquier ciudad española. Valladolid tenía el Nuevo Zorrilla y El Corte Inglés. Y quizás solo unos pocos niños de aquella época de la Segunda perpetua añoramos ahora aquel Viejo Estadio.

Quizás solo yo estoy condenado a recordarlo, cada verano, cada mañana, cada vez que voy a la piscina de mi urbanización y allí con un nadar torpe y bonachón esta él, y la cabeza que metió el último gol en el Viejo Zorrilla asoma por encima del agua. Y en una ocasión, convertido de nuevo en el niño que le veía gobernar el medio campo, me atreví a preguntarle sobre todo aquello, sobre su gol, sobre aquel pequeño y viejo estadio que a mí me gustaba tanto en mis lejanos recuerdos. Solo me dijo una frase: Eran otros tiempos.

Prepárense, amigos valencianistas, precisamente para eso. Ni más ni menos. Sin remedio. Otros tiempos.


Fernando Terreiro
Socio del Real Valladolid CF
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18 comentaris:

Anònim ha dit...

Excelente Fernando. Gracias.

BT

Anònim ha dit...

No hay un estadio mas frio en todo el pais q el de Pucela, joder como casca el frio
Por cierto aun recuerdo el gol 3000 del VCF en liga y fue en el estadio de "la pulmonia", por Pizzi...

Joan

Anònim ha dit...

Y yo del estadio de la pulmonia recuerdo un gol de Minguela, en la temporada 82-83, la del patiment extrem, en partido televisado, en el ultimo minuto, con 0-0, a la salida de un corner, despeje de la defensa y con 20 tios dentro del area enganchó un derechazo que pasó entre toda esa maraña de gente para alojarse en nuestra portería. Que desesperanza en aquel momento.

Un saludo
Jose miguel Lavarías

Anònim ha dit...

Excelente. Muchas gracias por tu post espejo. Ese mundo plano, igualitario, tontorrón, nuevo rico, de manual de serie B de la mercadotecnia. El otro día mi hijo jugó en un campo de tierra y casi me emocioné de lo bonito que llegaba a ser un campo de tierra.

Saludos.

Tempo è dolore.

kawligas ha dit...

Un post muy acertado, con un poco de "cuando a tu vecino veas pelar..." y un mucho de autenticidad. lo malo es que parece que esos otros tiempos que tienen que venir, han llegado con adelanto. Por la pésima despedida que se está fraguando para el querido y eterno Mestalla.
P.D.: Los campos de tierra siempre albergaron fútbol del de verdad.

Anònim ha dit...

Como bien escribió Max Aub, el fútbol valenciano se edificó sobre el campo de tierra. Hace un par de meses fui al campo de fútbol del Cheste. Ya era campo de hierba artificial. Sin embargo, en la entrada han inmortalizado la marcadora de los límites del campo, como en una escultura.

Un día de estos se la mandó al clón panata.

tempo è dolore

Anònim ha dit...

Ese partido que recuerda José Miguel fue de morirse. Minguela nos tenía cogido el punto. Como antes un tal Rusky. El Valladolid es un poco como el Racing. Se nos atraganta desde los años 80' con bastante frecuencia.

Yo estuve en el Nuevo Zorrilla en la 90-91 y en la 94-95. Sendas palmatorias. La primera con 8 grados bajo cero. Recuerdo que llegamos a Valladolid a las 7 de las mañana, de un 18 ó 19 de diciembre. Un lumbreras el organizador del viaje. Al llegar aún era de noche y nos metimos en la estación. Cuando amaneció estaba todo nevado y nos pusimos a jugar al fútbol en un parque próximo hasta que vino la policia.

En el minuto 10 ya perdíamos 2-0. La de gilipolleces que he hecho por el Valencia.

Pd; el artículo, excelente, tiene una pequeña errata. El gol de Zamora no fue en Atocha. Fue en el Molinón. En Mestalla se celebró por todo lo alto, mientras el VCF le ganaba al Las Palmas 3-1 en el último partido de aquella liga que bien pudo ser nuestra...

BT

Anònim ha dit...

Basauri, que fue portero reserva del Valencia a mediados de los 70'. Y ahora es entrenador de porteros del Vilareal.

Anònim ha dit...

“[...] el campo es duro: ni una brizna de hierba. La hierba para los vascos, aquí la pelota salta más. La controlamos mejor".
(Max Aub,Campo abierto).

Josep Bosch

Anònim ha dit...

Hay que imaginar a Max Aub en el estadio Azteca, aquella noche de 1966. Y contar las veces que haga falta el impulso de aquel Valencia FC mexicano nacido del exilio y la determinación. Que esa historia siga siendo cosa de minorías me enferma. Es el síntoma de la anemia moral de este club. Incapaz de extraer de su propia gran historia el impulso para rehacerse en mitad de este lodazal.

BT

Anònim ha dit...

Gracias por sus comentarios y gracias a Casale por darme la poprtunidad de escribir en tan extraordiario blog. Lo he escrito todo de memoria y pensaba que era Atocha.

Rusky, bajito, rubio y listo. Minguela es desde hace tiempo concejal del PP, se busco bien las habichuelas.

No recuerdo muchos jugadores que hayan salido del Valladolid al Valencia, recuerdo muchos al Barcelona, al Madrid, al Atlético, al Betis pero el circuito Valladolid - Valencia no sé si ha sido fructífero. (Baraja y ahora César son evidentes). El domingo se divertirán, los últimos partidos del Pucela son de vértigo. Lo ideal para su situación ahora...¿o no?

Anònim ha dit...

Cuando pasen algunos años, o no tantos, comprobaremos la ligereza del traslado al nuevo campo, hecho como sin pensar, per collons, ad pompam, sin alma. A mi siempre me gustó la alternativa de los cuarteles, junto a Algirós y sin perder la estela de Mestalla. Hubiera sido similar a lo del Arsenal. Pero no. La última vez que reafirmé que mi mujer no entendía nada de lo que es el fútbol no fue ni por el fuera de juego ni nada similar. Vivimos a dos manzanas de Mestalla, en la Avenida de Cataluña. Cuando surgió todo esto ella pensó creyendo que me haría ilusión que podíamos vender el piso actual para comprar uno nuevo (si n'hi ha piscina) en el solar de Mestalla. Solo de pensarlo se me revuelven las tripas. Por el contrario, cuando pase, y creo que BT piensa lo mismo, yo me mudaría de barrio. La condena del amigo Terreiro es terrible.

tempo è dolore.

Juanjo Jambrina ha dit...

Pessoa hablando de fútbol. Un hecho tan inusual como entrañable. Excelente Terre pero ya sabe que yo me apunto al progreso por definición.

Anònim ha dit...

Yo ya ensayo la manera de no volver a pasar por Mestalla una vez cierre. Tengo alternativas para todo. Incluso para ir a casa de mi madre sin depeñarme en la esquina desde donde cada domingo veía poner las banderas. Para mi, la avenida de Aragón, la de Suecia, y algunos tramos de Blasco Ibañez, serán territorio vedado.

BT

Anònim ha dit...

Nunca estuve en el viejo Zorrilla pero me hubiera encantado. Recuerdo el sufrimiento radiofónico de la prórroga copera del 79 y el milagroso gol de Felman que metió al Valencia en la célebre final de Kempes contra el Madrid.El último partido en ese campo fue en la liga 80-81, expulsaron a Arias, el Valencia perdió 2-0 cuando estaba a un paso del liderato.Por la tele parecía un campo coqueto, aire inglés,comprometido para el visitante, parecido a Atocha y al Plantío con sus pilares en la grada.
En el nuevo Zorrilla he vivido de todo, mucho frío, alguna victoria cómoda y derrotas por la mínima o por goleada en tardes primaverales.También conviene evocar que dos bastiones del gran Valencia de los 70, Aníbal y Antón se fueron juntos al Valladolid.
Saludos

Paco Lloret.

Anònim ha dit...

Fantástico post. Enhorabuena Fernando.

Para ir haciéndome a la idea, trato de imaginar el espacio que ocupa Mestalla vacío, o convertido en un gran jardín, o con rascacielos... Pero por más que lo intente no puedo "eliminar" la fachada de Tribuna y la cubierta del Anfiteatro.

V. Chilet

Anònim ha dit...

El Valladolid siempre nos pareció un equipo que sabía jugar el balón. El rey de reyes del regate, D.Onésimo Sánchez, el hombre que no llegó a triunfar pero qu sienmpre nos acordaremos de sus acrobacias. Bienvenido, Fernado Terreiro.

Tarde de fútbol en ese nuevo horario al que cuesta acostumbrarse, desnaturalizado y torrefacto. Acercarse al ambiente multitudinario de los alrededores del campo; aficionados en busca de la localidad, con el suspense en el cuerpo "En busca de la identidad perdida". Y como siempre humo, distinto, pero humo al fin y al cabo, entre las frases de siempre. No me lo perdería aunque lloviera e hiciera la mitad del frío de Zorrilla, que dicen que es más que frío en invierno.

Alfredo Cardona

Anònim ha dit...

Lo siento. De vértigo ya les dije.

Recordaba a Aníba en el Valldolid y no a Antón, al que recuerdo en los cromos con su pinta de hombre muy maduro y su calva gloriosa. Desde que se rapan ya no hay jugadores calvos.