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“El sueño de un hombre es parte de la memoria de todos”, dijo Albert Camus. Y Luis Aragonés tuvo la generosidad de hacernos partícipes a muchos hinchas de su sueño de una vida ligada al fútbol. Gracias por la parte que nos toca.
Del futbolista, del entrenador, de la persona; de todo ello se ha hablado largo y tendido estos días. Pido turno ahora para esbozar las sensaciones, las de su paso por Valencia, puesto que un hombre –y su sueño- también es la impronta que deja.
Luis nos regaló un año mágico. Una temporada, la 95-96, en la que los valencianistas volvimos a disputar realmente el título de Liga, algo que los de mi generación ni habíamos llegado a barruntar. Nos ayudó a reencontrarnos con el gen competitivo del bronco y copero en una campaña en la que Fernando y Mijatovic se doctoraron y el Real Madrid y el Barcelona se llevaron cuatro goles cada uno de Mestalla.
Fue la temporada del roigismo en la que más se habló de fútbol y la única temporada de Roig que fue mejor que la pretemporada. Nadie podía imaginar, cuando el Espanyol nos ganó 2-0 en el penúltimo partido de la primera vuelta –con doblete del inefable Jordi Lardín-, que nuestro equipo protagonizaría una trepidante persecución al Atlético de Madrid, finalmente campeón. La que Luis resumió con el abrupto “Gil está acojonao”.
La 95-96 representó la Primavera de Mestalla. La temporada en la que nos espolsamos los complejos de tres lustros y nos volvimos a poner el traje de gala para gritarle al mundo que el Valencia, ahora sí, había vuelto. La marcha ascendente del equipo convirtió las Generales de Pie en un lienzo permanente -blanco, negro, azul, rojo y amarillo- de banderas y todos los chavales nos compramos la sudadera Luanvi de entrenamiento. La identificación con jugadores como Poyatos, Gálvez o Mazinho era total; una plantilla entrañable en plena comunión con la afición.
¿Que si tengo idealizada esa campaña? Posiblemente, pero es que la segunda vuelta la vivimos como si fuera la última. Entre victorias en casa que metían presión a los colchoneros y desplazamientos masivos que veía con envidia por televisión.
Todo ello lo hicieron posible entre Luis Aragonés y aquellos futbolistas a los que Jesús Paredes dejó en perfecto estado de revista. Con profesionalidad, pasión y el apoyo de una afición entregada. La marca de la casa.
Para la campaña siguiente pude conseguir mi primer pase -el de la foto de la final de Copa del Bernabéu- en la General de Pie Norte, cerca de la Penya Roberto Mislata. Pero para entonces a Luis ya le estaban empezando a hacer mobbing. La pretemporada volvió a importar más que la temporada y así nos fueron las cosas. En la presentación, Luis amagaba con la dimisión porque en el esquema del club el fútbol había pasado a segundo plano. Fuegos artificiales y peroratas de verano. El millor equip del món, deconstruído en el equipasso un año después.
A partir de entonces todo fue a peor y la dimisión de Luis sólo quedó aplazada. Recuerdo perfectamente aquel partido de UEFA contra el Besiktas en el que se consumó. Las banderas ajedrezadas de los turcos, las bombers al revés en el fondo sur, el fallo garrafal de Amokachi en la portería del gol norte, la camiseta inédita con la publicidad de Ford Ka. Y, cómo no, la celebración del gol de Patxi Ferreira -mi amigo Patxi Ferreira, decía aquel cántico de Gol Gran-, la extensión de Luis sobre el campo, corriendo enrabietado hacia el banquillo para dedicarle el tanto al de Hortaleza.
Emotivo epílogo. Sólo el interregno de Valdano separa el VCF de Luis del atinado desescombro de Ranieri, así que me permito, más allá de las discontinuidades en la plantilla, la licencia de vislumbrar la conexión atemporal y metafísica del bronco y copero. Del Valencia que supedita los nombres a los hombres. Aragonés la entendió a la primera.
Del Luis futbolero está todo dicho. Como persona, me parecía que era pura cultura popular de Castilla La Nueva. Primero sarcasmo, después consejo. Por este orden.
Contaremos a las nuevas generaciones de valencianistas lo bien que lo hizo aquí y cómo disfrutamos de aquella campaña 95-96.
Seguro que para usted también fue un placer y un privilegio, gracias míster!
Simón Alegre
socio del Valencia CF
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6 comentaris:
La segunda vuelta del equipo fue descomunal...tenia a todos los jugadores enchufados.
Gálvez si no es por su grave lesión hubiera sido la revelación de la temporada, después Viola que marco bastantes goles, Otero paso a jugar de central, evitando así el bombardeo a los espectadores de la banda contraria, Mendieta que pasó a ser una realidad, Mazinho, Poyatos, Fernando (que participó en los 42 partidos de Liga, Zubi (que paró varios penaltis aquella temporada, si), y Mijatovic en plan estelar.
Las dos derrotas ante Tenerife y Real Sociedad a domicilio, evitó que el VCF sumara otro titulo de Liga para nuestras vitrinas.
Aquella fue la primera Liga de 42 equipos, la primera Liga de los 3 puntos, la primera vez que vi al VCF luchar por ganar una Liga.
Y también difrutamos de partidos inolvidables como la eliminación del Bayern de Munich en la UEFA.
Me quedo con la frase con la cual resumía lo que es el fútbol...Ganar ganar y volver a ganar.
Grande Simón.
Muy buen artículo, rememorando a jugadores de los que necesitamos como el beber: Poyatos, Mazinho, Fernando...
Fran
gran post Simón.
Para mi ese año es el 2º curso más feliz en Mestalla. Sólo comparable a la 80-81.
Las ligas de Benitez fueron la hostia, pero yo ya era otro.
BT
por cierto Simón, este post necesita tu foto con Luis.
BT
Luis nos hizo creer que podíamos ganar la Liga, incluso llegando con opciones a la última jornada. De hecho, tras ganar en el Calderón, vimos que lo imposible podía ser posible. Algo cambió en nosotros con Luis, una persona que supo manejar muy bien el grupo que tenía a su cargo, haciéndolo rendir al máximo de sus posibilidades.
Fue un año inolvidable, y uno de los mejores entrenadores que hemos tenido en la historia de nuestro club.
Molt bo Simón, cada fi de setmana d'eixa segona volta els vixquerem com si foren finals.
Un any magic...
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