¡VIVA ER BETIS!
Tengo una buena amiga que dice de mí que soy un tío raro. Se basa ella, fundamentalmente, en mis aficiones y en la forma, vetusta y desusada con la que me enfrento a hechos cotidianos del mundo actual. Mi tardanza en incorporarme al uso del teléfono móvil, mi preferencia por los pañuelos de tela frente a los de papel, mi afición a la escoba frente al aspirador o mi certeza de que una sartén queda mucho mejor limpia usando Vim o Ajax, además de una generosa dosis de Fairy.
En el apartado de mis aficiones destaca el coleccionismo de cromos de fútbol, algo asociado a la infancia y que, como un puñado de irreductibles galos, algunos ciudadanos de a pie seguimos cultivando como si de un conocimiento ancestral se tratara. Mi última adquisición es un lote de 11 cromos de la colección Caramelos La Aldeana, de la temporada 1934-35, que configura una alineación típica de la época del Valencia F. C.
En mi sueño ingenuo de que las ligas europeas se refunden y configuren como ligas cerradas, de forma análoga a las competiciones de la MLB, NBA o NFL, me planteo muchas veces qué equipos merecerían tener asignada, de oficio, una franquicia en ellas. Mi criterio inicial es que todos los equipos que hayan ganado alguna vez la Liga deberían estar en esa nueva liga cerrada; siempre y cuando: sigan existiendo y tengan un entorno social que permita su viabilidad con una cuota de negocio aceptable. El Real Betis Balompié sería uno de esos equipos. Esos equipos son los que yo, periodísticamente hablando, considero un “grande”. Equipos de larga trayectoria histórica con al menos una Liga en su mochila y, por qué no, alguna que otra Copa.
En la temporada 1934-35 el equipo que se llevó la Liga fue el Betis Balompié. Ganó con 34 puntos, uno más que su perseguidor el Madrid F. C., perdiendo tan solo 3 partidos de los 22 jugados en una liga de 12 equipos. El Valencia quedó abajo en la tabla, en un noveno puesto, con 20 puntos, pero a 9 puntos del descenso. Los equipos descendidos fueron el Donostia F. C. y el Arenas Club. El Betis ganó 3-0 en su campo y el Valencia hizo lo propio en Mestalla por 3-1, devolviéndole el amargo bocado de la derrota.
Mi adquisición de esos cromitos de la temporada 1934-35 me conecta con la historia de un equipo como el Betis que, en los últimos tiempos de campeonar que vivimos estuvo frente a nosotros. Y, dándole a esto un giro austeriano, donde la casualidad y el azar dominan y gestionan de forma arcana la realidad, se me ha instalado en la sala de estar de mi mente valencianista la idea de que si al ganar la Copa de 2008 nos tuvimos que deshacer del Betis para poder llegar hasta la final, ahora estamos en una situación similar. Hemos eliminado al Betis, camino de nuestra nueva final de Copa en 11 años. Bastaría esta cábala carente de todo fundamento lógico para ilusionarnos con la idea de que Betis y Valencia estamos conectados para ofrecer al contrario un salvoconducto a los sueños de gloria. Si no, ¿por qué han aparecido estos cromitos esquivos, supervivientes de una guerra, una dictadura y varias décadas de democracia, justamente ahora?
El enfrentamiento que nos anima a escribir estas líneas es liguero, una nimiedad si ponemos por delante las ilusiones y los deseos de agrandar la historia y palmarés del equipo centenario en 2019, un equipo lleno de momentos dulces, suficientes para sacar pecho y aceptar las derrotas con gallardía, sabedores de que nuestro equipo es, incontestablemente, diferente, pero nuestro, con sus debilidades y fortalezas, no siempre bien comprendidas por los vendedores de humo. Incómodos, broncos, duros, correosos, letales cuando el contrario nos subestima, y siempre con la voluntad de querer llegar, ésa que espolea nuestras más profundas ansias de trascender. Así que, celebremos este enfrentamiento contra el Betis con un grito que haremos nuestro como antesala de lo que está por venir: ¡Viva er Betis, manque pierda!
Fran García.
Fran García.
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