Jornada 20
CUANDO XOAN TALLÓN FUE DEL VALENCIA.
Desde Cangas, Vigo parece Estambul. Sin embargo, una vez en Vigo, Vigo sólo puede ser Vigo. La ciudad del Celta tiene todas las anomalías que le pido a un lugar para enamorarme. Caos, lírica, musgo, urbanismo punitivo y desquiciado deslizándose hacia la bahía. En Vigo yo sería escritor, el escritor gallego que necesita el Valencia CF para ser el Valencia CF. Un escritor gallego es casi un pleonasmo. Todos necesitamos uno en nuestras vidas, aunque sea para convertirnos en dependientes de comercio o en refrito póstumo de una novela de Bernard Malamud. Un escritor gallego inventa la realidad cuando estás abocado al abismo. Después comprendes que la realidad no sirve para nada, pero por el camino haces amigos, te invitan a congresos y celebran banquetes en tu honor donde hay una rubia lánguida que te hace ojitos. Si es miope o no carece de interés. Tú crees que se ha enamorado de ti, y eso es lo que cuenta.
Soy poco original, pero a ese escritor gallego le pongo siempre la cara de Xoan Tallón. Con un Xoan Tallón valencianista el mundo tendría sentido. Inventarle un pasado ché al autor de Salvaje Oeste es fácil. Basta con recurrir a Pereira, el Salinger de los porteros. El héroe de Heysel salió de Bruselas convertido en estatua para la posteridad, cuando él sólo quería pasar desapercibido. Años después se escondió en su aldea gallega. Un día, Tallón lo descubrió cogiendo setas por el monte. El primer partido que vi en la tele fue ese, el de tu penalti parado al Arsenal, le dice Tallón. Yo tenía 5 años. Como eras gallego y te parecías a Sandokan, me hice del Valencia. Pereira asiente en silencio. Ya me han descubierto, piensa. A condición de que guarde el secreto y no le haga ninguna foto, quedan a comer en casa Nisio, en Vigo. Obviamente, Pereira no acude a la cita. Tallón se resigna. En esa resignación crece la luz. En un moleskine hacendado color aceituna escribe la primera frase de un cuento: “Nunca te fíes de un portero con barba”. Es 1998 y todavía no ha escrito su gran novela de Valencia. Tiene el funicular, pero le falta el cable. Ya habrá tiempo, se dice. Si al menos Valencia estuviera en Valladolid. En la puerta, a punto de pagar e irse, coincide con Juan Sánchez, el Romario de Aldaya. En ese momento, el canterano del Valencia CF la rompe en Balaídos. El mucho alcohol bebido le da a nuestro escritor un punto de cordialidad que desarma a Juanito Sánchez. Hablan y beben, se hacen amigos. ¿Cómo es Mestalla, Juan? Pregunta el Tallón ficticio. Juanito piensa un poco. Es como el castillo de San Sebastián, si te caes desde la última fila te rompes los dientes. La respuesta fascina al escritor. A partir de ese día se ven con relativa frecuencia. Cuando Juan Sánchez vuelve a Valencia, el clon de Xoan Tallón le regala un libro, La incomprensión del comercio. Es un poemario breve escrito por Juan García Hortelano. Juanito, que lee poco pero es inteligente, lo abre al azar. “De esa noche conserva los mejores recuerdos, quizá de aquella otra noche que aún está por llegar”. Al leerlo siente un ligero escalofrío. Aún no lo sabe, pero la vida va a regalarle esa noche, la del 8 de mayo de 2001, la noche que todos hemos soñado en algún momento de nuestras vidas. El poema es su grito desaforado de gol rompiendo la barrera del sonido. Esa carrera hacia todos los lugares del mundo festejando el segundo tanto es la carrera más hermosa que he visto en mi vida. En su cara estalla la poesía, la rabia, la fe, el éxtasis. Mestalla se descuelga de felicidad. No hay palabras para esa felicidad. Las tribunas tiemblan, la ciudad tiembla, Juan Sánchez llora, todos lloramos. En Vigo, un escritor gallego del Valencia escribe el desenlace. Si lo piensas, es eso, sólo eso, lo que necesitas en tu vida, un escritor gallego que te la susurre al oído. A ser posible, tan bueno como Xoan Tallón.
Rafa Lahuerta
1 comentari:
Bestial, my friend
Fran
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